La desigualdad está cada vez más presente. Para negarla qué mejor que esconder la «basura» debajo de la alfombra. Una solución rápida y temporalmente eficaz. Muros, muros y más muros.
Nuevas tendencias han invadido las grandes ciudades del mundo. Tendencias alejadas de pasarelas y prestigiosos diseñadores, pero con estilos grises y bien marcados. Una moda vintage que se creía sepultada en 1989 y que sin dudas marca la diferencia: «un ellos y un nosotros».
¿De qué se trata el último grito cosmopolita? La construcción de «muros de contención». Una forma de volver el tiempo atrás. Tal vez, esta manera de explicar lo que se vive es un poco fría. Pero esta realidad ha comenzado a hacerse visible.
El gobierno del Estado de Río de Janeiro, antigua capital brasilera y cuna de las más grandes barriadas del continente, ha dado el puntapié inicial para la edificación de un muro de enormes dimensiones. Construcciones que, en teoría, pretenden frenar el avance de favelas en áreas de bosque protegido.
La inversión es millonaria y un gran porcentaje de los 17,6 millones de dólares que se han puesto sobre la mesa para «contener» a los barrios marginales, irá destinado a la Rocinha, una de las favelas más grandes de América latina, con cerca de 200.000 habitantes.
En Río, ciudad turística por excelencia, las diferencias son abismales y los dos extremos conviven ya que las favelas se alzan a la vera de los barrios más acaudalados.
En Ipanema, Copacabana y Leblón -sólo por mencionar algunos barrios- crecen importantes asentamientos de emergencia, estimulados por las políticas de exclusión y por la corrupción, quedando al descubierto los contrastes sociales.
En Brasil la brecha económico-social contrasta de manera angustiante. Se calcula que tan solo el 10 por ciento de la población acumula el total de la riqueza y un 50 por ciento vive hundido en la pobreza. (Ver: «Dos países en un solo territorio». APM 05/11/2008)
Justamente, por esta enorme diferencia social muchos han visto que la construcción del «muro de la discordia» -como algunos lo llaman- más que contener el avance de las favelas, lo que busca es «ocultar» cómo viven cientos de miles de brasileños.
Como en otras tantas ciudades latinoamericanas, en época de crisis Río de Janeiro comienza a recibir inmigrantes del interior del país en busca de empleo. De esta manera, los barrios marginales comienzan a crecer en forma incontrolable.
Según publica la agencia AP, entre 2005 y 2008, producto de la expansión de barrios pobres, se duplicó la deforestación de la selva de la zona urbana de Río, destruyendo aproximadamente 205 hectáreas de bosque.
Los responsables del estado de Río, argumentan que los cimientos son levantados para proteger la vegetación del bosque nativo, pero además para prevenir que en áreas densamente pobladas -como las favelas- no aumente el riesgo de derrumbes en caso de lluvias torrenciales.
«Ya hemos visto una gran cantidad de daños al medio ambiente y, francamente, muchas de estas casas se han construido en zonas de alto riesgo de inundación, por lo que los residentes se beneficiarán también», asegura Icaro Moreno, presidente del departamento de obras públicas del estado.
La explicación es lógica, porque al arrancarse árboles para construir viviendas, el lugar se ve afectado.
Pero no hay que olvidar que las barriadas marginales de Brasil son escenarios constantes de violentos enfrentamientos entre bandas de narcotraficantes y, entre estos y la policía.
Con la existencia de estos muros, los problemas ocurrirían «puertas adentro» y las familias poderosas -vecinas de las favelas- quedarían al margen de tamaños conflictos. Una clara muestra de que esta edificación tan cuestionada no es una mera pared, sino la forma más acabada de separar dos realidades.
Para las autoridades, estas paredes de cemento lejos están de convertirse en barreras raciales o discriminatorias. Lo cierto es que al cerrar estos barrios se agiganta la diferencia entre ricos y pobres, quedando la ciudad dividida entre aquellos que viven paredes adentro -como en una cárcel- y los que no.
La construcción de paredones en las favelas era un tema que llevaba madurándose varios años. En 2004 el debate se había instalado a partir de un brutal enfrentamiento entre narcos, pero las protestas llevadas a cabo entonces, evitaron que se avance con dicha edificación.
En aquel momento e incluso en la actualidad el presidente, Luiz Inacio Lula da Silva, se mostró en contra del «muro de la discordia», similar al que el gobierno de Israel erigió en Cisjordania para evitar el ingreso de palestinos y que, según la Corte Internacional de Justicia de La Haya, viola el derecho internacional.
A pesar de las posturas negativas la obra avanza. El «plan arquitectónico» prevé construir 11 kilómetros de muros para rodear las favelas más grandes y peligrosas que se ubican en los cerros de la zona sur de Río.
Se ha comenzado por el asentamiento de emergencia de Morro de Dona Marta, ubicado en Botafogo, porque es la primera en la que se consiguió expulsar a los narcotraficantes -quienes en estos barrios imponen sus propias leyes, convirtiéndolos en «zonas liberadas»-.
El secretario de seguridad del gobierno de Río, José Mariano Beltrame, asegura que en las favelas los habitantes «están a merced de un estado paralelo».
Al parecer es más fácil tapar el problema «amurallando» favelas que implementando políticas que permitan eliminar la corrupción, el crimen organizado y al trafico de drogas, y principalmente la pobreza.
Otro muro. La misma violencia social
El primer párrafo de la nota plantea la existencia de una tendencia hacia la edificación de muros de contención, aunque se suponía que las murallas y las cortinas de hierro, eran una «solución» de historia antigua.
Al parecer este afán por marcar diferencias entre los que viven de un lado y del otro sigue existiendo. Y no es una realidad exclusivamente carioca. En la provincia argentina de Buenos Aires, el intendente de San Isidro, Gustavo Posse, ordenó la construcción de un muro para «proteger» a sus habitantes de la inseguridad.
Este paredón de 250 kilómetros de largo construido en el límite con el partido de San Fernando, impediría que los vecinos del barrio Villa Jardín ingresen al exclusivo barrio de La Horqueta. Como era de esperarse esta iniciativa arbitraria despertó la ira de todo San Fernando.
Los vecinos que se verán afectados con esta medida decidieron derribar la pared. El intendente de San Francisco, Gerardo Amieiro, dada la magnitud del conflicto, tomó cartas en el asunto y presentó un recurso de amparo para que se ponga fin a la construcción del muro.
Según Posse, el paredón «ni es un muro ni es contra la pobreza», sino una forma de encarar la crisis que provoca la falta de seguridad en Buenos Aires.
Al respecto el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, manifestó que «este es un momento en el que tenemos que agilizar las energías para unir y no para dividir. A la inseguridad se la combate con más inclusión y no con discriminación. No podemos dividir barrios ricos de barrios pobres».
Lo cierto es que, utilizando las palabras del intendente de San Fernando, «este anacrónico Muro de Berlín se constituye en una ofensa discriminatoria que cercena el derecho del vecino a circular libremente».
Otro ejemplo controvertido es el muro fronterizo entre Estados Unidos y México, que busca cortar los flujos ilegales de personas, drogas y armas.
La presencia de inmigrantes en el país del norte es inmensa. Miles de personas han pisado suelo estadounidense para llevar a la realidad el «sueño americano».
Pero no es más que eso, un sueño difícil de cumplir. No sólo porque las leyes migratorias son duras sino que además han optado por un método más práctico: levantar una pared, argumentando que de esa manera se combate el narcotráfico.
Con Barack Obama como presidente de Estados Unidos se esperaban cambios en las políticas sociales. Hasta el momento todo marcha igual que antes.
Tanto es así que el vicepresidente estadounidense, Joe Biden, confirmó que la persecución, captura, encarcelamiento y deportación de migrantes continuará.
Las políticas apuntan hacia los inmigrantes, que una vez más son el chivo expiatorio de una sociedad en crisis. Razón más que suficiente para encarcelarlos, si por obra del destino logran cruzar ese muro gigante. (Ver: «Recorrida mundial». APM 28/03/2009)
Biden confirmó además que aumentará el aporte al Plan Mérida, para el combate del narcotráfico y el crimen organizado en México.
De esta manera y por si fuera poco alzar paredes, Estados Unidos militariza la frontera, impidiendo el ingreso de latinos. El por qué es evidente: amenazan la supervivencia y la estabilidad de un país ejemplar. (Ver: «Cuando el mundo es ‘asunto de seguridad interna'». APM 16/03/2009)
Esta muralla no sólo trae aparejado un problema social, también provoca una enorme complicación ambiental e hidráulica, ya que no habrá un cauce natural para el desalojo de las lagunas en temporada de lluvia.
El alcalde municipal de Reynosa (México), Oscar Luebbert Gutiérrez, asegura que «la construcción del muro no sólo resulta ofensiva para los habitantes de ambos lados de la frontera, pues entre las comunidades de Texas y Tamaulipas existen programas, lazos y acciones en conjunto, sino que además se considera que ocasionará inundaciones».
No quedan dudas que para frenar el avance del narcotráfico la edificación de una pared es en vano, porque los carteles encontrarán otras maneras de llegar a tierras estadounidenses. Y en el caso de los inmigrantes, para detener su avance existen otros métodos no tan primitivos y peligrosos.
Un informe realizado por la Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH), en colaboración con el Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (CENIDH), revela que en los últimos 12 años unos 4.000 migrantes fallecieron atravesando el muro material o virtual (entre México y los Estados Unidos).
Es decir 15 veces más personas que las que perdieron la vida tratando de cruzar el Muro de Berlín.
Conocido esto, es indudable que el Plan Mérida y la consecuente militarización de la frontera, sumado al muro colindante entre Estados Unidos y México, son disparos directos hacia los inmigrantes y hacia el resto de Latinoamérica.
No hay que olvidar que, de esta manera, se fomentan las violaciones, vejaciones y abusos contra aquellos que quieren pisar suelo estadounidense. Lo que deja en claro que muchas veces es peor el remedio que la «enfermedad».
Tiempo atrás Eduardo Galeano escribió algo muy certero que es aplicable hoy: «El Muro de Berlín era la noticia de cada día. De la mañana a la noche leíamos, veíamos, escuchábamos: el Muro de la Vergüenza, el Muro de la Infamia, la Cortina de Hierro… Por fin, ese muro, que merecía caer, cayó. Pero otros muros han brotado, siguen brotando, en el mundo, y aunque son mucho más grandes que el de Berlín, de ellos se habla poco o nada».
Ya esta todo dicho. Si lo que buscan estos países es involucionar en materia social y política, están transitando el camino correcto. Pero se supone que cada gobierno debe velar por el bienestar social.
Un dicho popular dice que «con un dedo no se tapa el sol». Habría que agregar que con una pared de hormigón es imposible frenar la desigualdad.
Mucho menos ocultarla. Un acto tan violento como es la negación, sólo genera más miedo, más violencia y mucha más desigualdad.