La deuda no es solo tema de dinero. Ni de bancos, banqueros y matemática financiera. La deuda es un tema que tiene muchas aristas y es un tema que el pueblo, la sociedad toda, lo debe tomar como propio para ir rompiendo un poco las cadenas de la opresión y empezar a dar unos pequeños […]
La deuda no es solo tema de dinero. Ni de bancos, banqueros y matemática financiera. La deuda es un tema que tiene muchas aristas y es un tema que el pueblo, la sociedad toda, lo debe tomar como propio para ir rompiendo un poco las cadenas de la opresión y empezar a dar unos pequeños pasos hacia la liberación.
Todos los caminos conducen a la deuda. Desde nuestra perspectiva, desde la Red Internacional de Cátedras, Instituciones y Personalidades sobre el estudio de la Deuda Pública (RICDP), entendemos que la deuda es un mecanismo de dominación mundial dentro de un sistema que es el capitalismo. Precisa para legitimar esto, entre otras cosas, de la psicología.
¿Qué tendrá que ver la psicología, se preguntaran, con la deuda pública? Mucho y ahora lo vamos a ver.
Primero que el sistema capitalista tiene sus raíces en al menos 200 o 300 años atrás. Tiene unas condiciones concretas donde el capital está en el centro de toda relación y vínculo en su más amplio sentido, la explotación del hombre por el hombre, una sociedad donde existen dos clases, etc.
Pero además de eso, el capital es un vínculo. Es un modo de relacionarnos.
Cada modelo de producción produce, valga la redundancia, sus propios modelos de explotación, pero también produce sus propios modelos de vínculos y subjetividad.
El modelo de dominación del capitalismo ha sabido captar las mentes y las almas de las masas por una imposición mucho más sutil que el absolutismo: el feudalismo.
No estoy diciendo que en esa época solo se reprimía, porque el rol que jugaban las instituciones como la Iglesia eran muy importantes. Igualmente había un marco claro donde la dependencia ante los grupos de poder eran directos y cuasi inamovibles.
Hoy en el capitalismo se entiende que existe cierta «libertad», y así lo declama el propio Estados Unidos cuando desde occidente se plantea como el líder de los «países libres».
Se ha logrado una internalización, una sensación de falsa libertad, una sumisión aceptada por la gran maquinaria propagandística del sistema, que destina cantidades de dinero para legitimar un sistema que es insostenible.
Y aunque lleguemos a esa conclusión tendemos a no pasar a la acción y ese es uno de los mayores problemas que tenemos los que estamos del lado de los que vendemos nuestra fuerza de trabajo, los que estamos del lado de la liberación.
Se invierte en películas, en series, juegos de computadora, libros. La agencia estadounidense para el desarrollo USAID destina fastuosos presupuestos para crear cientos de think tanks alrededor del mundo; diseminando su ideología, un estilo de vida y en el fondo la legitimación de un sistema de producción totalmente nocivo para la humanidad y el medio ambiente.
El capitalismo se asienta en mitos y tiene una dosis de fanatismo religioso. La libre competencia, la productividad, la creación de riqueza por parte de los capitalistas son mitos y falacias que se siguen repitiendo sin comentario crítico alguno.
Pero, ¿cómo llegamos al punto de que un sistema se sostenga en mentiras y mitos? Uno de los puntos a abordar es justamente el rol de los intelectuales, de la academia en la legitimación, complicidad por acción u omisión de grandes males de la humanidad.
La Academia ha tenido momentos despreciables en su historia, con el racismo científico por ejemplo. Los Chicago Boys y el neoliberalismo; el uso de Chile como laboratorio.
Hoy estamos viendo las consecuencias de ello, no solo en Chile sino en Latinoamérica. Por otro lado tenemos profesionales muy valiosos que contribuyen a un mundo mejor, a que otro mundo sea posible, con sus escritos y con su praxis.
La educación es un arma de doble filo y tiene dos canales. Se formó para consolidar el sistema dominante y perpetuar el status quo. Pero también tiene la contradicción en su seno de por ser liberadora, de portar esperanza siguiendo a Paulo Freire.
No podemos separar nuestro análisis y nuestra praxis académica del sistema en donde estamos inmersos. La psicología tiene una deuda grande con nuestros pueblos. Muchas veces se tiende a enfrascar al ser humano, analizarlo en aislamiento como si de un laboratorio se tratara. Somos seres que están en constante interacción con el medio que lo rodean.
Siguiendo a Foucault, cada época define sus delitos y las conductas que cree nocivas y que rompen con el orden social y por ende a los delincuentes. Entonces el capitalismo, y cada etapa del capitalismo genera formas de enfermar distintas. Sabemos de las afecciones que sufrían los obreros en la época de la Revolución Industrial.
Hoy asistimos a fenómenos como el burn out, los ataques de pánico, los ACV, padecimientos que responden a un clima de época. Vínculos frágiles, un mundo donde han caído los grandes relatos, parece no haber futuro y es más fácil imaginar el fin del mundo que el del capitalismo.
Los desastres naturales están a la vuelta de la esquina, solo importa el aquí y el ahora, lo inmediato, lo fugaz. Todo se desvanece en el aire ¿y después? Después nada.
Byung Chul Han, un filósofo surcoreano habla del capitalismo como un totalitarismo invisible, anónimo. En el pasado se identificaba y se personalizaba al poder en la figura del Rey. Hoy no ocurre eso, se ha desdibujado. Aunque sabemos quienes son los verdaderos poderosos: muchas veces son invisibles.
El capitalismo tiende a transformar todo en mercancía y hoy con la exposición que tenemos en redes sociales y cómo las usamos, nuestra intimidad, nuestra privacidad, son un mercado a explotar por el sistema. Las barreras de las ocho horas laborales se han roto. Es mentira que las nuevas tecnologías nos liberan aún más y nos hagan trabajar menos. Quizá nos dejen sin trabajo.
Entonces, ante el avance de la inteligencia artificial, de la crisis de los Estados-Nación y del propio capitalismo. En el auge de y retorno de los fascismos, en un capitalismo financiero especulador donde la deuda es un mecanismo de control y dominación mundial, ¿qué tiene para decir y hacer la psicología? Mucho y bastante.
Empezar por problematizar y cuestionar todo lo que nos ha sido dado en este mundo, promover lógicas y discursos emancipadores son un buen puntapié inicial. Reconocer la deuda de la psicología para con los pueblos, es un meaculpa auspicioso para transitar hacia la liberación.
Nicolás Centurión, estudiante de Licenciatura en Psicología, Universidad de la República, Uruguay. Miembro de la Red Internacional de Cátedras, Instituciones y Personalidades sobre el estudio de la Deuda Pública (RICDP). Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)
Fuente: http://estrategia.la/2019/11/12/deuda-social-y-psicologia-del-neoliberalismo/