Se inició el diálogo entre el gobierno nacional y los residuos de la Mesa de la Unidad Democrática -MUD-. Un primer escarceo que no cubrió las expectativas del país, ni las aspiraciones de los participantes. A un lado quedaron los grandes temas nacionales. No hubo propuestas trascendentes y la densidad política del debate fue muy […]
Se inició el diálogo entre el gobierno nacional y los residuos de la Mesa de la Unidad Democrática -MUD-. Un primer escarceo que no cubrió las expectativas del país, ni las aspiraciones de los participantes. A un lado quedaron los grandes temas nacionales. No hubo propuestas trascendentes y la densidad política del debate fue muy baja. Paralelamente, la «otra oposición» persistía en la violencia con guarimbas y destrucción como una estrategia complementaria de quienes coinciden en transitar atajos antidemocráticos.
En una sociedad democrática, el diálogo político (con sus contradicciones y diversidad de pensamiento) tendrá sentido y pertinencia social solo para buscar solución a los problemas. El diálogo político no implica acuerdos burocráticos para reparto de prebendas. Se trata de un debate sobre temas específicos para concertar acciones que permitan viabilizar soluciones. El Presidente Maduro ha convocado al diálogo nacional por la paz con distintos sectores sociales y se han acordado acciones para alcanzar tan noble objetivo.
Después de este primer encuentro se han agudizado las dudas sobre la conveniencia del diálogo con la oposición porque sus voceros no acaban de condenar la violencia y se evidenció su compromiso político con el «plan salida» y la conjura internacional contra el país. Ningún demócrata se atreve a solicitar un decreto de impunidad (llámese amnistía) para liberar de responsabilidad a quienes quemaron universidades, asesinaron ciudadanos, destruyeron bienes públicos y privados, demolieron estaciones del metro, incendiaron preescolares con niños adentro hasta sembrar angustia y temor en la población. La respuesta del Presidente Maduro fue muy certera: No es tiempo de perdón (léase impunidad), es tiempo de justicia.
Los voceros de la oposición se deleitaron en sus contradicciones y mentiras. Ramón Guillermo Aveledo con su retorica almidonada y pretensión académica sucumbió a las generalidades repetidas que armonizó con el discurso florido de Henry Ramos Allup quien hizo piruetas verbales para reivindicar la Constitución Bolivariana y al mismo tiempo atacar a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana para descalificar la alianza cívico-militar y marcar discreta distancia con sus congéneres. CAPriles retraído en su obsesión por ser presidente y su desafiante e inmadura actitud, no pudo disimular su estigma de derrotado y fracasado al extremo de predecir «esto cambia o revienta». Todos se diluyeron en un repetitivo discurso que demuestra sus contradicciones y ausencia de proyecto político para el país. No se trataron los grandes temas de interés nacional, tampoco hubo confrontación de dos modelos porque la oposición no tiene nada que proponer y le resulta más fácil repetir «Maduro vete ya» como repitieron «Chávez vete ya». Se demostró su compromiso con las guarimbas, la violencia y el «plan salida» como atajo antidemocrático.
Es innegable que el diálogo con la oposición logró un impacto muy positivo a nivel internacional. Se reafirma la fuerza de UNASUR y la ONU ha reconocido, públicamente, el contenido democrático de la Revolución Bolivariana. La derecha norteamericana atrincherada en el senado de los EEUU ha quedado desarmada y no encuentra justificación para actuar contra el gobierno del Presidente Maduro.
El Presidente Maduro mostró una actitud respetuosa, segura y brindó respuestas que desarmaron la intención opositora. Su seguridad le permitió aseverar que no es tiempo de perdón, sino de justicia. Ratificó su compromiso con los preceptos de la Revolución Bolivariana y señaló que la inflación, el desabastecimiento y la especulación no tienen sus raíces en el modelo económico impulsado desde hace 14 años por el Comandante Chávez. Sus causas están en los planes desestabilizadores impulsados desde la oposición, empresarios inescrupulosos y desviaciones de una burocracia improductiva que ha tejido una telaraña de corruptelas y complicidades en las instituciones.
A los voceros del gobierno les faltó contundencia para explicarle al país, delante de los detractores de la Revolución Bolivariana, que la oligarquía nacional que convive con la oposición y armoniza sus acciones con fuerzas financieras internacionales se ha convertido en un gran obstáculo para superar los grandes problemas del país y avanzar en un desarrollo económico independiente y soberano.
Queda claro que diálogo y guarimbas son acciones complementarias de una misma estrategia que atenta contra la estabilidad democrática del país…
@dariomorandy
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