Es verdad que, a mi edad, no son muchas las invitaciones que me llegan para asistir a actividades y que mi carrera criminal y bien ganada fama es más parte del pasado que del futuro, pero no por ello voy a aceptar cualquier propuesta que se me haga. Lo digo por la invitación que me […]
Es verdad que, a mi edad, no son muchas las invitaciones que me llegan para asistir a actividades y que mi carrera criminal y bien ganada fama es más parte del pasado que del futuro, pero no por ello voy a aceptar cualquier propuesta que se me haga.
Lo digo por la invitación que me hiciera desde Pamplona una supuesta organización denominada UPN que significa, según me dicen, «Unos Putos Nazis», en la pretensión de que desfile por las calles de esa ciudad reivindicando su españolidad.
Como incentivos, además de pagarme el pasaje en autobús, se comprometen a suministrarme un bate de béisbol, un pasamontañas, una navaja y varios contingentes de policías para que me protejan durante el recorrido de apenas diez minutos por dos o tres calles de la ciudad vasca.
Y no voy ni a responder a su propuesta, que uno todavía conserva su dignidad y no es cualquiera que puede faltarme al debido respeto.
Si lo que necesitan los cabecillas de esa banda navarra es un grupo de mamporreros, de delincuentes de baja estofa, de malandrines descerebrados salidos de las gradas del Bernebeu y del Calderón, se han equivocado de persona, que mi fama es parte de la historia y no voy por la efímera gloria de una primera página a pasar por sinvergüenza.
Estoy seguro de que por mucho menos precio, esa recua de contratistas podría hacerse con los servicios de un centenar de idiotas agitadores a los que disfrazar de pelayos y sacar de paseo. En cualquier caso, no hay dinero con que pagarme que yo arruine mi legado como destripador por un espectáculo tan bochornoso como el propuesto.
Y menos encapuchado, como si fuera un deshonor mostrarse y ridícula la demanda… ¿o es que sí lo son? Y con un bate americano en la mano, ellos, los nacionales. ¿No hubiera sido mejor una amenaza algo más cañí, más española? Un buen sumario, por ejemplo, una buena toga, la Audiencia Nacional. ¿Es que ya ni las formas se respetan? Ni siquiera portaban cruces.
¿Cómo pueden ese tal Sanz o la Barcina pretender que Jack el Destripador se muestre cual mequetrefe consentido llevándose las manos a sus partes al bajar del autobús, como mono de feria, supongo, sanferminera? ¿Es que cree Del Burgo que por haber perdido él la vergüenza debemos desnudarnos los demás?
No… Jack el Destripador todavía se respeta y Sanz, la Barcina y Del Burgo deberán buscar en otra parte sus cachorros negros, ese hato de bestias que soltaron.