Y bien, es verdad que cuando llegué a su lado él estaba vivo, hasta de buen humor, grabando con su cámara detalles de una noche que amenazaba tornarse más oscura; es verdad que, minutos más tarde, al alejarme, estaba a punto de expirar; es verdad que, obviamente, alguien tuvo que destriparlo, que yo sigo siendo […]
Y bien, es verdad que cuando llegué a su lado él estaba vivo, hasta de buen humor, grabando con su cámara detalles de una noche que amenazaba tornarse más oscura; es verdad que, minutos más tarde, al alejarme, estaba a punto de expirar; es verdad que, obviamente, alguien tuvo que destriparlo, que yo sigo siendo conocido por el sobrenombre de «El Destripador» y que, aparentemente, el difunto pronunció mi nombre antes de su último estertor; es verdad que yo nunca me separo de mis filosos cuchillos, que en mi traje y mis zapatos había restos de sangre y que su ADN coincidía con el de la víctima…y ni siquiera voy a molestarme en negar que, efectivamente, su cámara, su cartera y algunas otras de sus pertenencias han aparecido entre mis bienes… pero pretender que a partir de esa serie de coincidencias, tan frecuentes como insustanciales, pueda derivarse, incluso, suponerse, mi responsabilidad en semejante crimen, es una infamia que no puedo y no voy a tolerar.
Soy consciente de que, arteros y mendaces, mis enemigos buscan empañar mi reputación, cuestionar con su habitual maledicencia mi ejemplar e inmaculada trayectoria, pero así se sumen a esa insidiosa campaña de descrédito internacional ciertos organismos e instituciones en el común afán de calumniar mi fama y mi buen nombre, sepan que no podrán conmigo.
En el colmo de la desvergüenza, como si no les bastara mi palabra o pudieran los hechos motivar alguna duda, hasta han llegado a exigir una investigación del incidente.
Pues bien, que sea, que no voy a ser yo quien la rechace. Muy al contrario, yo mismo voy a constituir una comisión conformada por mi propia persona pero que contará con mi propia asesoría, para dar curso de inmediato a una profunda investigación por mi mismo dirigida y ejecutada, y que con independencia de las conclusiones a las que llegue, me comprometo, personalmente, a hacérselas saber porque yo mismo asumiré las mismas.
Y si alguien no me cree lo suficientemente ecuánime como para investigar, con la objetividad que me caracteriza, el incidente al que se me vincula, de más está decir hasta qué punto estados como el israelí han demostrado su pericia y equidad para investigar sus propias matanzas y evacuar cargos y culpas.
En cualquier caso, lamento que aquel infeliz cuya muerte pretenden achacarme y que yo mismo me propongo investigar, no tuviera empacho en llevar su provocación hasta el suicidio, pero tengo derecho a protegerme y licencia para destripar en defensa propia.
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