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Reseña sobre Margaret Michaelis, judía polaca, anarquista y fotógrafa

Días de abril en el barrio chino

Fuentes: El viejo topo

En abril de 1934, Margaret Michaelis recorrió durante cinco días el barrio chino barcelonés. Era el distrito V de la época.

Por encargo del GATCPAC, fue a tomar imágenes para un foto-reportaje que debía ilustrar una exposición que se celebró tres meses después en el subterráneo circular del metro de plaza Cataluña, y cobró 451 pesetas por el trabajo. El GATCPAC (Grupo de Arquitectos y Técnicos Catalanes para el Progreso de la Arquitectura Contemporánea, rama del GATEPAC español) estaba compuesto por arquitectos como Josep Lluís Sert, Josep Torres Clavé, Ricard Ribas, Ricardo de Churruca, Sixte Illescas, Joan Baptista Subirana y Germán Rodríguez Arias, y pretendía aplicar una concepción racionalista en la arquitectura, ligada al CIAM, Congreso Internacional de Arquitectura Moderna. El nacimiento del Movimiento moderno en arquitectura era todavía muy reciente, pero sus lazos con las ideas de la Bauhaus, su insistencia en la sencillez, en las formas simples y la utilización de materiales modernos, acero y hormigón armado, había calado en jóvenes arquitectos de todo el mundo. El GATCPAC, ligado al republicanismo y atento a las cuestiones sociales, interesado incluso por la arquitectura que creaba la revolución en la Unión Soviética, trabajó por la vivienda pública, aunque la derrota en la guerra civil acabó con sus proyectos. Pero, en ese 1934, todo era posible aún, y el grupo de arquitectos trabajaba en un proyecto para la reforma del barrio chino barcelonés, un conjunto de barrios obreros que concentraba también buena parte de la población más pobre y marginada, además de pícaros, delincuentes y prostitutas, y necesitaba documentación e imágenes de las calles y los edificios donde quería intervenir. Ahí apareció Margaret Michaelis.

Michaelis era una judía polaca, anarquista y fotógrafa, que desde hacía meses vivía en Barcelona. En realidad, se llamaba Margarethe Gross y había nacido en 1902 en Dzieditz, entonces imperio Austrohúngaro, aunque la población pasaría a formar parte de la moderna Polonia tras la gran guerra. Sus padres, el médico Henryk Gross y su esposa, Fanny Robinshon, tenían tres hijos, Lotte, Margaret y Erich. Desde 1918 Michaelis estudió fotografía durante tres años en Viena en un instituto de diseño gráfico, y trabajó desde 1921 en el estudio Atelier d’Ora, que Dora Kallmus tenía abierto primero en Viena y luego en París, donde consiguió gran reputación. Después, Michaelis trabajó con la retratista Grete Kolliner, en cuyo estudio conoció al británico Bill Brandt. De esa época es su fotografía sin título de una mujer desnuda con el brazo levantado, tomada en Viena en 1924, una atrevida imagen para entonces. Desde 1928, Gross (Michaelis) trajina primero en el estudio berlinés de Alexander Binder (uno de los retratistas más famosos de la Alemania de la primera posguerra, que fotografió a estrellas como Greta Garbo y Marcella Albani o a una joven Leni Riefenstahl con los ojos cerrados) y más tarde en Praga en el estudio de la malograda Olga Freundová (una fotógrafa que fue deportada y murió en Auschwitz en 1943), hasta que se instala de nuevo en la capital alemana y trabaja en el taller de Karl Schenker, otro judío del este austrohúngaro que huiría del nazismo como ella. Es una notable coincidencia que en esos años de aprendizaje y después de trabajo profesional, Gross (Michaelis) recalase en estudios de diferentes ciudades que siempre eran de fotógrafos judíos: Kallmus, Kolliner, Binder, Freundová, Schenker.

En 1930, Margarethe Gross conoce al anarcosindicalista sajón Rudolf Michaelis, un arqueólogo que había excavado en la milenaria Uruk mesopotámica y con quien se casa tres años después: desde entonces adopta el nombre de Margaret Michaelis. Abre entonces su estudio berlinés Foto-Gross en su propia casa. De esa época son sus fotografías del barrio judío de Cracovia, como la del mercado de ropa vieja amontonada en la calle, que se conservan hoy en la National Gallery of Australia. La llegada de Hitler al poder en enero de 1933, la victoria de los nazis en las elecciones de marzo y en las de noviembre de ese mismo año, ya con la Ley Habilitante y con todos los partidos prohibidos, los dirigentes comunistas detenidos y también muchos socialistas, llevan al matrimonio Michaelis a abandonar Alemania.

Se exilian en España, y son acogidos en Barcelona en 1933 por el escritor Helmut Rüdiger, también sajón y anarcosindicalista como Rudolf Michaelis, que había llegado el año anterior y que colaboraba con la AIT, Asociación Internacional del Trabajo. Además, la ciudad catalana tenía una fuerte organización libertaria y Rudolf mantenía amistad con Durruti y Ascaso, a quienes había conocido en Berlín. El matrimonio se instala en una vivienda de la calle Rosellón, 36, en un edificio racionalista diseñado por Josep Lluís Sert en 1929, y Margaret Michaelis crea un estudio que lleva su nombre, iniciando entonces su relación con el GATCPAC, que tenía su sede en el Paseo de Gràcia. Pocos meses después el matrimonio se separa, aunque no se divorciarán hasta 1937.

La nueva vida de Margaret Michaelis en Barcelona transcurre en su apartamento del 218 de República Argentina, en su estudio, que se denominará ahora Foto-Elis, y con sus relaciones anarcosindicalistas, mientras publica fotografías en revistas catalanas como Crònica, Armas y letras, y D’ací i d’allà, y realiza también fotografía publicitaria. En abril y mayo de 1934, Michaelis viaja con Sert y Torres Clavé a la Unión Soviética, pasando por París, Berlín y Varsovia, visitando allí Leningrado y Moscú. El objetivo del viaje era ver y documentar la nueva arquitectura soviética y la función reservada a Michaelis era la de fotografiar los nuevos edificios creados por la revolución. La revista AC publicará en 1935 un reportaje con imágenes del urbanismo y la arquitectura en la URSS, donde aparece la fotografía de Michaelis del edificio de la casa-comuna Narcomfin de Moscú, construida para los trabajadores del ministerio de Finanzas soviético.

En septiembre de ese convulso 1934, Michaelis hace también un reportaje con una cámara de placas sobre el edificio Astoria de la calle París, que había construido Germán Rodríguez Arias, del GATCPAC. El bloque racionalista de viviendas tomaba su nombre de un cinematógrafo abierto en la planta baja que, como si fuera una broma dirigida a Michaelis, se inauguró ese mismo mes con la película La alegre divorciada, de Mark Rex Goldstein (Mark Sandrich), con Fred Astaire y Ginger Rogers. El reportaje que firma Michaelis aparecerá publicado en la revista del grupo de arquitectos racionalistas.

Unos días después, la entrada de la CEDA en el nuevo gobierno Lerroux el 4 de octubre, tras la caída de Samper, crea una situación opresiva alimentada por la previa toma del poder de los nazis en Alemania que lleva a socialistas y comunistas a convocar una huelga general en toda España que no secundan los anarquistas de la CNT. Companys, que opta por no reconocer al nuevo gabinete de Lerroux, invita a los convocantes de la protesta a establecer un gobierno provisional de la república en Barcelona. El 6 de octubre, que termina con la proclamación por Companys del «Estado catalán dentro de la República federal española», provoca la declaración del estado de guerra, y el presidente de la Generalitat capitula unas pocas horas después de haber encabezado la revuelta. Pese a la tensión política y la creciente amenaza fascista, Michaelis permanece en España.

En enero de 1935, hace un reportaje de una escuela de Palau-solità i Plegamans que habían diseñado Josep Lluís Sert y Torres Clavé dentro del programa de escolarización republicano, y en el verano elabora otro reportaje sobre la Villa Eugenia que había construido Ricard Ribas en un apacible espacio detrás del palacio de Pedralbes de Barcelona. El mismo año, como había hecho Cartier-Bresson en 1933, Michaelis recorre Andalucía con Pilar Juncosa y Joan Miró, Ramona Longás y Josep Lluís Sert, y Mercé Torres y Josep Torres Clavé, donde toma imágenes de la vida popular, como la casa blanca de adobes junto a unas grandes chumberas que captura en Almería, o la casa cordobesa donde dos mujeres se afanan trabajando en los fogones. En 1936 brega con un encargo de la Junta de Museos y la Generalitat en el Pueblo Español de Monjuïc.

Ese largo verano de 1936 es una línea divisoria para Michaelis: deja de colaborar con el GATCPAC, y se inicia la guerra civil española. La sublevación fascista y el estallido de la guerra llevan a Michaelis, como a decenas de fotógrafos, a trabajar con el Comissariat de Propaganda de la Generalitat, para quien realiza reportajes sobre la vida en la retaguardia barcelonesa, y se convierte también en fotógrafa de guerra mientras colabora con la sección de propaganda de la CNT y la FAI, documentando las industrias colectivizadas y la vida en la retaguardia. De esos días es su imagen de la joven miliciana que reparte brazaletes de la FAI en Barcelona. Su marido, Rudolf Michaelis, se incorpora a la columna Durruti y tras la muerte del dirigente anarquista, Margaret fotografía las escenas de su despedida, en noviembre de 1936, en la Vía Layetana de Barcelona, de las que se conservan algunas. En Barcelona se había fundado años atrás la Deutsche Anarcho-Syndicalisten para agrupar a los exiliados alemanes y para controlar a los nazis que vivían en la ciudad, grupo que más tarde se unió a la FAI y que organizó la centuria Erich Mühsam en la columna Ascaso al inicio de la guerra. Durante los primeros meses de la rebelión fascista, una de las tareas del grupo de anarcosindicalistas alemanes fue la localización y ocupación de la red de decenas de viviendas que los nazis tenían en Barcelona.

Margaret Michaelis trabaja para la Sección Gráfica de la CNT, como Pérez de Rozas, aunque la llegada de Kati Horna a principios de 1937 la desplazó de su relevante función entre los anarcosindicalistas catalanes. La llegada de la dirigente anarquista Emma Goldman a España le permite visitar con ella a diferentes frentes de la guerra, por Aragón y Valencia, durante el mes de octubre. Entonces toma en Valencia la imagen de las dos milicianas en que charlan con otro voluntario antifascista. Asiste también a Arthur Lehning, un relevante anarquista holandés que había participado con Posthumus en la fundación del Instituto Internacional de Historia Social, IIHS, en Ámsterdam, en 1935. Lehning, que pasó un mes en Barcelona y acompañó a Goldman, era amigo de Rudolf Michaelis, y se conmovió ante la lucha antifascista del pueblo español, aunque sus diarios e impresiones sobre España no fueron publicados hasta sesenta años después, en 1996.

Todo ha cambiado para ella: a inicios de 1937, ya divorciada de Rudolf, Michaelis se marcha a Marsella, y al año siguiente a Viena. Después, viaja a Polonia para ver a sus padres. Consigue el pasaporte alemán, y en diciembre de 1938 un visado británico que le permite llegar a Londres, donde pasa meses limpiando casas y colaborando en campañas solidarias, hasta que en agosto de 1939 llega a Australia tras un largo viaje en el Esperance Bay, cargando con las viejas cartas de amor de Rudolf, de las que nunca se separó, como si guardase en ellas los días alborotados de amantes en Berlín, y que hoy se encuentran en la National Gallery australiana.

Sus fotografías estaban entre las cajas de Ámsterdam, los cuarenta y ocho embalajes que la CNT envió fuera de España, antes de la caída de Barcelona en enero de 1939, desde su sede de la Via Layetana, en la antigua ubicación del Fomento, la patronal catalana. Tras un complicado periplo europeo que atravesó la Segunda Guerra Mundial, las cajas llegaron a Ámsterdam en 1947. Quedaron depositadas en el Instituto Internacional de Historia Social, IIHS, pero no se abrieron hasta después de la muerte de Franco. Todavía tuvieron que esperar muchos años para que se catalogaran. Si bien eran conocidas las imágenes guardadas en el Arxiu Fotogràfic de Barcelona y en el Arxiu Nacional de Catalunya, y las de la National Gallery of Australia, en los últimos años el trabajo de Almudena Rubio en el IIHS ha sido fundamental para descubrir centenares de negativos de Michaelis.

La Segunda Guerra Mundial será devastadora para ella: los orígenes judíos de su familia bastaron a los nazis para condenar a todos sus miembros, que desaparecieron en los campos de exterminio. Cuando llegó la paz, desde Australia, siguió manteniendo relación con Rudolf, y dos décadas después, en 1967, viajó a la República Democrática Alemana para reunirse con él en Berlín: su antiguo marido y camarada había sufrido durante la guerra de Hitler cinco años en las cárceles franquistas, y tras vivir en Madrid dos años más de libertad vigilada regresó en la posguerra a Alemania, donde ingresó en el partido comunista, SED o Partido Socialista Unificado de Alemania, llegando a ser director de los museos del Estado.

Establecida en Sydney, Michaelis abrió un estudio, volviendo a los temas de sus inicios. Entonces, una mujer fotógrafa era una rareza en Australia y durante más de una década se dedicó a la fotografía de danza y al retrato, persiguiendo la psicología del sujeto, como en el que le hizo al obispo anglicano de la ciudad, Charles Venn Pilcher, un defensor del sionismo, que muestra a una persona que quiere parecer bondadosa y se revela falsa; o en la imagen de la poeta y bailarina Coralie Hinkley. A diferencia de la fotografía callejera, con su inevitable carga de improvisación, siempre con la cámara a punto, en esa etapa australiana Michaelis se encierra en el estudio. Así fotografió a la escritora Cynthia Reed, esposa del pintor Sidney Nolan; al escultor Lyndon Dadswell y al pintor Weaver Hawkins, personas relevantes de la cultura australiana.

Michaelis vivió allí el resto de su vida, trabajando en un estudio que llevaba su nombre, hasta que decidió cerrarlo en 1952. En su autorretrato apoyada en un banco, de 1940, en Sydney, aparece pensativa, mirando a la lejanía. En 1948 se fotografía de nuevo en una peculiar imagen donde aparece de espalda, componiendo una figura de Friedrich, mirando el río Parramatta en Sydney, como si estuviera contemplando su vida lejos de Europa, resignada, encerrada en la brisa de la bahía. Volvió a casarse en 1960, con Albert George Sachs, un austríaco trasterrado, pero enviudó en pocos años. Aún trabajó en Hauser&Menuhin, y pudo hacer el largo viaje por Europa, Oriente Medio, India y América en 1967 y 1968, cuando volvió a ver a Rudolf Michaelis. Murió en 1985, y sus archivos, placas y fotografías se guardan en la National Gallery australiana.

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El GATCPAC pretendía impulsar el racionalismo arquitectónico y sanear el barrio chino; el grupo tenía conciencia higienista y quería que Michaelis fotografiase las calles, los interiores de las pobres viviendas, la abigarrada densidad del distrito, para la exposición sobre “la nova Barcelona” (plan Macià) que pretendía impulsar. En esa muestra se presentaron sus fotografías y algunas otras de miembros del GATCPAC y del arquitecto griego Isaac Saporta. Dos años antes, en 1932, Saporta había visitado Barcelona y fotografiado también el barrio chino: era un joven de 22 años que envió sus imágenes al GATCPAC, que las publicó en la revista A. C. Documentos de Actividad Contemporánea, del GATEPAC. Mostraba que el barrio chino tenía una insoportable densidad media de 1.023 habitantes por hectárea, que en algunas zonas llegaba a más de 1.600 habitantes.

El encargo que el GATCPAC hace a Michaelis es muy concreto: debe fotografiar las condiciones de vida y los edificios degradados, a ser posible con los míseros interiores. Michaelis visitó la denominada zona A (corazón del barrio chino: San Rafael, Cadena, Robador, pasaje Martorell; condición que perdurará hasta nuestros días) y la zona B (barrio portuario junto a las antiguas Drassanes góticas: Arc del Teatre, Om, Cid, Marqués del Duero, Conde del Asalto, San Olegario, Tapias). Pocos años antes, en la esquina de San Rafael y Cadena, donde hoy siguen merodeando las prostitutas condenadas, los pistoleros de la patronal catalana habían asesinado al dirigente anarquista Salvador Seguí, el noi del sucre, principal dirigente de la CNT, y habían dejado moribundo a Francisco Comes, que murió después a consecuencia de las heridas.

Michaelis recorre Arc del Teatre con el mercado callejero, Om, Sant Bertran. El tercer día, la acompañan Josep Lluís Sert y Antoni Bonet. En esa trama urbana, el GATCPAC quería realizar una ambiciosa reforma a la que seguirían otras en más barrios de la vieja Barcelona.

En los cinco días de su recorrido por el barrio chino, Michaelis hizo un total de 148 fotografías. Captura la pared medianera de uno de los edificios donde campea una gran pintura mural: allí se encontraba La criolla, el principal cabaret de la Barcelona narrada por Sagarra, Domènec de Bellmunt, Josep Maria Planas, Francisco Madrid, Paco Villar, adonde iban los burgueses a sentir la emoción de la vida, a observar el vientre canalla de la ciudad que vivía junto al proletariado, a acostar su ansiedad con el estruendo de los amores apresurados. La criolla, en el 10 de la calle Cid, era la vida, los travestidos, las prostitutas, los carteristas y las mecheras, el lugar donde se había prostituido Genet y los burgueses iban a buscar cocaína y catre para sus cópulas mercenarias, y acabó bajo las bombas de la aviación fascista italiana. Michaelis con su Leica, y Sert con una Rolleiflex, toman el mismo motivo del cabaret.

Michaelis fotografía también la posada La única, un lupanar con habitaciones a 1 y 2 pesetas anunciadas en el cartel que cuelga de la pared negruzca. Uno de los días, entra en una taberna de Robador, Cal Peret, y retrata a una pareja que charla mientras un carterista tocado con gorra y cigarro en la comisura de los labios intenta robarle el bolso a la mujer; y al obrero que reparte con su triciclo, que pasa bajo el rótulo de «confort moderno» de la calle de las Tapias; al carro tirado por un caballo que pasa ante las mínimas paradas de plátanos y verduras expuestas en la estrecha acera; a los niños sonrientes y bulliciosos de la calle Om, a la modista que trabaja en una mercería donde cogen puntos a las medias. Toma otras instantáneas que no se guardan en el Arxiu Fotogràfic de Barcelona sino en la National Gallery of Australia, como la del patio con ropa tendida entre las paredes medianeras llenas de humedad, o la del grupo de niños pobres parados en una esquina que miran hacia arriba, a un lugar indeterminado.

Armada con su Leica, Margaret Michaelis palpó en esos días de primavera de 1934 la vida de los barrios proletarios de la vieja Barcelona, viveros de revolucionarios, fijando personajes, niños, en los adoquines y en oscuras escaleras, con planos picados, capturando la suciedad de las calles, los pobres patios de luces, a veces con letrinas comunitarias, las cañerías de aguas residuales rotas y rebosantes, la insalubridad, donde reinaba la tuberculosis y los niños sin escuelas, las prostitutas callejeras, los amores prohibidos y los latigazos de la droga. Junto a ello, vivían las familias trabajadoras que padecían salarios miserables y nutrían las organizaciones obreras, en calles llenas de vitalidad y de alegría que contrastaban con la pobreza. Pocos años después, durante la guerra civil, Emili Salut publicaría Vivers de revolucionaris, recordando el pasado de opresión y definiendo el barrio que soportaba desde hacía décadas el sucio Hospital de la Santa Creu y la siniestra cárcel de Reina Amalia (derribada en 1936 por los militantes de la CNT tras el fracaso del golpe fascista en Barcelona), pero que frecuentaba también el Café Español del Paralelo y el Ateneu Enciclopèdic Popular.

Fueron cinco días de abril en el barrio chino, cuando Margaret Michaelis no podía saber que pocos años después aquellas calles quedarían aplastadas por la ferocidad fascista, por la beatería de un catolicismo falangista que exhibía su victoria; convertidas en vías asediadas por las noches de miedo, mientras ella empezaba una segunda vida envuelta para siempre en la bruma de sus recuerdos al otro lado del mundo. Tal vez pensaba en ello cuando un día de 1948 miraba el río Parramatta, en la bahía de Sydney.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.