«Pese a la gran expansión del comercio mundial, las naciones mas pobres aún no recogen los frutos de esa realidad». Lo dijo Pascal Lamy, el director general de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en una rueda de prensa en Estocolmo el pasado 25 de setiembre. Parecería ser que desde «la nada» Lamy se desayunó […]
«Pese a la gran expansión del comercio mundial, las naciones mas pobres aún no recogen los frutos de esa realidad». Lo dijo Pascal Lamy, el director general de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en una rueda de prensa en Estocolmo el pasado 25 de setiembre. Parecería ser que desde «la nada» Lamy se desayunó con esta noticia y, lo que es mejor aún, decidió transmitirla.
Los países más pobres del mundo participan de apenas el 0,6% del comercio global, continuó Lamy al inaugurar una conferencia internacional de comercio y cooperación en Estocolmo ante representantes de más de treinta países; por lo cual el jefe de la OMC pidió a los países donantes que asisten a la conferencia a contribuir a la expansión de la oferta comercial de estos países y al desarrollo de su infraestructura.
Sin embargo, al mismo tiempo, Brasil y Argentina proponían mantener algunos subsidios para países en desarrollo. Específicamente, en un reclamo conjunto ante el Comité de Reglas de la OMC, ambas naciones pidieron que se mantengan los beneficios a la industria pesquera. El objetivo es destinarlos a la construcción, adquisición o reparación de barcos, para comprar combustible y otros equipos.
Dejemos de lado, por hoy, el hecho de que destacaron que los subsidios con dichos fines deben mantenerse únicamente para la explotación de especies que no estén en peligro. La propuesta brasileño-argentina fue bien recibida sobre todo por Ecuador, Costa Rica, Chile, India y China, entre otros, que la consideraron «una buena base para seguir el trabajo en el seno del grupo negociador», dijeron fuentes comerciales. Sin embargo la Unión Europea opinó que no están claras las previsiones para evitar que haya abusos por parte de los países en desarrollo. Por lo cual, palabras más, palabras menos: se opusieron.
Por otro lado, Australia expresó su temor de que la concesión de ese tratamiento especial a los países en desarrollo pueda ser utilizado por algunas naciones desarrolladas para camuflar ayudas a su sector pesquero mediante trucos como las banderas de conveniencia. Y Estados Unidos, por su parte, consideró «muy valiosa» la contribución de Argentina y Brasil, aunque dijo que no debe darse un cheque en blanco a los países en desarrollo. Por lo cual (una vez más) palabras más, palabras menos: se opusieron.
Según la Real Academia Española, la globalización es la «tendencia de los mercados y de las empresas a extenderse, alcanzando una dimensión mundial que sobrepasa las fronteras nacionales». Entonces, ¿es la globalización un fenómeno puramente económico? ¿O es también un fenómeno social, ya que sus afectados o beneficiados son las sociedades? Claro, usted me dirá que la OMC se debe ocupar justamente de temas comerciales. Yo le diré que si de abatir la pobreza mundial se trata debería existir al menos consenso en el cómo.
Según el Banco Mundial, cada vez hay menos pobres. Las cifras indican que en 1981 el 85% de la población de Asia vivía con dos dólares al día. Hoy esa proporción afecta al 40% de los asiáticos. No es casualidad que Asia haya aumentado proporcionalmente sus intercambios comerciales con el mundo en ese periodo. En América Latina también en diez años ha pasado de 29% de la población a 23%. Sin embargo, en el África subsahariana se mantiene la población pobre. Según datos de UNICEF, en 1960 fallecían 20 millones de niños al año. Se espera que en el periodo 2010-2015 se reduzca a unos cinco millones de niños. Entonces, ¿la profundización de los intercambios comerciales lograron estas mejoras en diez años? ¿No le parece poco? A mi si.
La OMC se acerca a su sueño de finalizar un acuerdo para liberalizar el comercio mundial que corone seis años de duras negociaciones, tras el visto bueno de Estados Unidos a un proyecto sobre el capítulo agrícola. Dada por muerta en incontables oportunidades, la ronda de Doha, lanzada en la capital de Qatar en 2001, resucitó cuando el negociador estadounidense para la Agricultura, Joseph Glauber, anunció en Ginebra que su país aceptaba como base de negociación las cifras propuestas en julio por la OMC.
Pero por supuesto, en Washington, el portavoz de la representante de Comercio estadounidense Susan Schwab subrayó que la oferta estadounidense está sujeta a condiciones. Al aceptar el texto sobre la mesa, Washington se une a la propuesta de rebajar las tarifas aduaneras agrícolas entre un 52% a 53,5% exigida a la UE. Los estadounidenses la consideraban hasta ahora insuficiente, mientras Mandelson ya dijo estar dispuesto a aceptar estos márgenes.
Al hacer una concesión en el tema agrícola, Washington lanza la pelota a la cancha de los países emergentes, que tienen el desafío de aceptar las propuestas de la OMC sobre los productos industriales durante las negociaciones que se reanudan la semana próxima.
Según la agencia AFP, la OMC sugirió en julio que los 28 países en desarrollo más avanzados reduzcan sus tarifas aduaneras de productos no agrícolas hasta ubicarlas entre 19% y 23%. Pero India y Brasil, líderes de los países emergentes, se niegan hasta ahora a rebajarlas a menos de 30%, a fin de proteger sus nacientes industrias.
Las preguntas entonces aquí serían: ¿Existirá acuerdo al fin? ¿Servirá de algo, de forma de acelerar el proceso de reducción de la pobreza? ¿Serán por una vez los últimos los más privilegiados?