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Las cartas de amor de Rosa Luxemburgo

«Dime cuándo vienes»

Fuentes: Jacobin

Banda propia editoras con el apoyo de la Fundación Rosa Luxemburgo Oficina Cono Sur, publica una selección de cartas de Rosa Luxemburgo. Estas cartas, en su gran mayoría inéditas en español, fueron prologadas por la escritora chilena Diamela Eltit y seleccionadas y traducidas por Angelo Narváez. (*)

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Rosa Luxemburgo pertenece a una generación de mujeres invisibilizadas tras las purgas estalinistas de los años treinta y la posterior conformación internacional del socialismo soviético. Tras el ascenso de Stalin al poder, Clara Zetkin, Nadezhda Krúpskaya, Alexandra Kollontái, Inessa Armand, Elena Stásova, Larisa Reisner y Angelica Balabanoff fueron paulatinamente borradas del imaginario socialista. Sin embargo, a comienzos del siglo pasado nadie habría dudado de la representatividad intelectual y política de Luxemburgo, aun cuando en espacios públicos y privados fuera tratada de perra rabiosa, cortesana o puta por compañeros y detractores.

Esos compañeros nunca pensaron que su correspondencia llegaría a una imprenta; probablemente solo Clara Zetkin sabía que sería leída en ruso, polaco, alemán, inglés y, eventualmente, también en castellano. Pocos días después de su asesinato a manos de los Freikorps, un grupo paramilitar fascista que contó con la colaboración del gobierno socialdemócrata de Friedrich Ebert, Clara escribió en una carta a Mathilde Jacob, amiga y secretaria de Luxemburgo:

“Querida, es tu trabajo asegurar que ningún trozo de papel, ninguna línea de los manuscritos de Rosa se extravíe o se dañe […] debes asegurarte con agudeza que nada, absolutamente nada sea robado del legado intelectual y político de Rosa bajo el pretexto de alguna decisión judicial […] el legado espiritual de Rosa debe defenderse; le pertenece al proletariado revolucionario”.

Tras guardar muchos de sus escritos, Mathilde Jacob se los entregó a Ralph Lutz en 1939, quien los llevó en su mayoría a los Estados Unidos, evitando que sucumbieran en la barbarie fascista. Jacob murió el 14 de abril de 1943 en el campo de concentración de Terezín (Teresienstadt), en la actual República Checa.

El largo recorrido del legado de Luxemburgo incluye las publicaciones de cartas que hizo Sophie Liebknecht en 1920, las disputas entre los partidos comunistas ruso y alemán por sus escritos políticos, la urgencia que pusiera Lenin en la publicación de sus investigaciones económicas, la apropiación polaca de muchos de sus manuscritos tras la Segunda Guerra Mundial y, por supuesto, el posterior proyecto de Gesammelte Briefe donde Annelies Laschitza publicó más de 2.800 cartas.

En las últimas dos décadas ha surgido un especial interés por la correspondencia de Luxemburgo en el mundo anglo e ítaloparlante, no solo con motivo de los aniversarios de su nacimiento (1871) y su asesinato (1919), sino también por la aparición de nuevas interrogantes sobre la política socialdemócrata y comunista de comienzos de siglo y sus resonancias en el presente. En el mundo hispanoparlante el escenario ha sido más o menos similar, desde donde han surgido ejercicios notables de traducción de la obra y cartas de Luxemburgo con especial acento en su vida intelectual y política.

Esta selección tiene un criterio diferente, por cuanto reúne cartas, en su mayoría inéditas en castellano, que muestran sus preocupaciones políticas, cotidianas y personales, así como sus proyectos e intereses menos conocidos por la botánica, la música y la pintura. En este sentido esta correspondencia aparece atravesada por múltiples dimensiones que adquieren ritmos e intensidades distintas según el contexto y las personalidades de sus interlocutores. Las angustias suscitadas por la clandestinidad, la minuciosidad de sus investigaciones, los intersticios de las disputas políticas de la socialdemocracia y los dolores de la guerra muestran un espesor diferente en las cartas a Leo Jogiches —con quien compartió espacios de militancia toda su vida—, y en las cartas a Hans Diefenbach, en su mayoría escritas desde la cárcel. Las tonalidades e intensidades de su lenguaje varían significativamente cuando escribe a Kostja Zetkin, catorce años menor, o a Paul Levi, su abogado y posterior albacea.

Esta selección de correspondencias recorre casi tres décadas de la vida de Luxemburgo. En estas cartas la urgencia del presente aparece desde un punto de vista íntimo, atravesado por el permanente deseo de conquistar una vida «honesta y plena» y por el encuentro de su amplia sensibilidad estética con su incursión en la pintura, la literatura y la botánica. Nos permiten acceder a las múltiples capas biográficas de una de las mujeres más importantes de su época, cuyo asesinato político en 1919 fue decisivo para el curso del socialismo durante el siglo XX.


A Kostja Zetkin

Berlín-Friedenau, Alemania, 9 de mayo, 1908

¡Dulce amado!

Acabo de llegar de la oficina de correos y no había nada tuyo. No sé si recibiré algo mañana, porque es domingo, pero iré a preguntar. Diudiu, cariño, no recibirás estas líneas hasta la madrugada del lunes.

Me siento algo mejor y hoy el trabajo avanzó bastante bien. Esta mañana también escribí unas diez cartas con las que estaba retrasada; me pesaban terriblemente. Entre ellas, a los rusos en Siberia.

Está tan silencioso ahora el lugar donde nos quedamos. Tu madre se la pasa visitando mujeres todo el día, Gertrud [Zlottko] se ha ido al centro, y yo estoy sola. Desde el exterior llega el ruido de la calle al balcón, de los niños jugando, de los carros y los carruajes rodando y también el ruido de los pájaros, todo muy alegre y feliz porque hoy hace calor. Los pequeños almendros están floreciendo frente a casi todas las casas en nuestra calle y tienen un aspecto de novias por sus tiernas flores de color rosa. ([August] Schulz, el imbécil, hablaba hoy de ellos y los llamó endrinos. ¡Qué inepto!). Vino a recoger a tu madre. Sin embargo, para mí no hay calor ni chispa en nada, porque si no estás aquí no entregaré mi alma a la primavera. Doy vueltas fría y tranquila. ¡Si solo pudiera trabajar bien y con firmeza!

Diudiu, en una conversación con Schulz hoy senté las bases de nuestro plan para la escuela del Partido, naturalmente sin siquiera mencionarte, aunque sin duda tanto él como tu madre querían saber a quién tengo en mente.

Sin embargo, Niuniu, todavía debes hacer algunas cosas para lograr este objetivo. En particular, te recomiendo encarecidamente que des conferencias sobre algunas etapas de la historia del socialismo en la organización juvenil de Stuttgart, esperando, claro, que te permitan avanzar con la escritura de tus lecciones. Por ejemplo, una sobre Babeuf, luego una sobre Saint-Simon, etcétera. Créeme que: 1) será una muy buena preparación para una conferencia, y 2) también para la composición escrita. Lo noté con mis ensayos sobre economía, cuánto más clara y gráficamente entendí el problema después de la conferencia. ¡Hazlo, amado! Dime qué piensas sobre esto.

Estoy avanzando en el libro de Cabet con gran placer: la evolución histórica, los acontecimientos de la Monarquía de Julio, el papel desempeñado por las tradiciones de la Gran Revolución, todo esto es sin duda fascinante y apasionante. La historia es lo más interesante que existe, y tengo la secreta esperanza de que incluso si desprecias la economía, encontrarás tu propio campo en la historia y, a través de ella y por tu propio bien, también comprenderás y apreciarás la economía política.

Ah, Diudiu, si estuvieras aquí la historia y la economía política serían como Hécuba, porque me aferraría a ti y besaría tus dulces labios. Quiero decir, es lo que haría…


A Paul Levi

Berlín-Südende, Alemania, después del 2 de agosto, 1914

Tu ánimo tan profundamente pesimista me duele mucho. No se debería mirar un giro histórico mundial desde ese punto de vista. Estamos experimentando algo tan grande y nuevo que hay que arrojar todos los criterios cotidianos anteriores a las viejas vías del tren. Qué y cómo hacerlo, es algo que solo se puede conversar. Si puedes, ven el fin de semana o cuando te sea posible. Solo házmelo saber primero. Kurtchen [Rosenfeld] ya se despidió y mi pobre [Hans] Diefenbach también. A pesar de todo, debes mantenerte fresco y alegre, de lo contrario no podrás hacer nada. Así que levanta la cabeza y dime cuándo vienes. ¡Muchos saludos!

De los herbarios de Rosa Luxemburgo.


A Hans Diefenbach

Poznań-Wronki, Polonia, 16 de abril, 1917

Prisión Central de la Provincia de Poznań.

Hänschen, ayer tu carta número 1 iluminó mucho mi domingo. Hoy está lloviendo torrencialmente y, sin embargo, temprano por la mañana deambulé por dos horas en el pequeño jardín, como siempre sin paraguas y usando solo mi viejo sombrero envuelta en la capa que me dio la abuela [Minna] Kautsky. Fue maravilloso pensar y soñar despierta mientras caminaba, mientras la lluvia me mojaba el sombrero y el pelo y después corría por mi cara y mi cuello. Hasta los pájaros estaban alegres. Un gran carbonero, de quien me he hecho especialmente amiga, a menudo me acompaña en mis caminatas, y así es como lo hace: subo y bajo por los dos lados del jardín bordeando las paredes, pero el carbonero sigue mi ritmo permaneciendo a mi lado saltando de arbusto en arbusto y en ocasiones volando hacia adelante y luego regresando. ¿No es dulce? Ninguno de nosotros rehúye del clima y ya hemos hecho caminatas diarias juntos en medio de nevadas. Hoy el pajarito se veía muy arrastrado por el viento, húmedo y desaliñado, y sin duda yo también, pero ambos nos sentimos bien todo el tiempo.

Ahora, sin embargo, la tarde está tan tormentosa que ya no vamos a salir. El carbonero está sentado en la reja inclinando su cabeza hacia la izquierda y la derecha para tratar de verme a través del cristal de la ventana, pero solo estoy aquí sentada en mi escritorio, trabajando y disfrutando del tictac del reloj, lo que hace que la habitación se sienta muy cómoda y acogedora.

En cuanto al problema de la comida, por lo que entiendo un clima como este es casi mortal. Ahora es imposible labrar los campos y prepararse para la siembra de verano. Es muy tarde para eso. Las cosechas de invierno seguramente han sufrido las heladas tardías. El año pasado en esta época en Südende el trigo de invierno ya tenía entre veinte y veinticinco centímetros de altura, y en marzo los campos de verano ya habían sido cultivados. Además de eso, las inundaciones aún están por llegar. La gente pobre de las más bajas profundidades tendrá que pagar por eso, como siempre… Ahora tu padre tiene buenas razones para despotricar, porque los cielos parecen estar a merced de Inglaterra.

Tu odisea Berlín-Stuttgart es impactante. Aunque hay algo bueno que no estará a tu disposición, y es que esta vez no puedes culpar de todas las acciones rencorosas a un objeto inanimado en la cabeza de mi pobre pecador, como hacías durante nuestros famosos viajes navideños a Stuttgart. La idea de viajar a Núremberg por unos días de paz y tranquilidad y a otros nidos pacíficos en el Palatinado resulta muy atractiva. Solo tengo una imagen vaga y nebulosa de Núremberg, como de todas las ciudades en las que me encontré solo por algún congreso del Partido o algún mitín público. Del último encuentro antes de la guerra solo recuerdo que en el podio había un ramo gigante de claveles rojos brillantes que interferían mucho con el discurso que estaba dando; y recuerdo que, justo cuando estaba a punto de abrir la boca, sonó un grito que al principio no pude entender. «¡Asistencia médica!». El problema era que la sala de reuniones estaba llena hasta reventar, tanto que tres personas se desmayaron y tuvieron que ser sacadas de la sala, el tipo de cosas que siempre tiene un efecto deprimente en mí. Tuve que recomponerme bien antes de que mi discurso pudiera incendiarse.

Para compensarlo, durante el congreso del Partido alguien me arrastró lejos de una de las sesiones de la noche y me llevó por un recorrido en un cómodo landó que atravesó lentamente la ciudad durante varias horas. Fue a finales de septiembre, la ciudad estaba con una bruma otoñal azulada de la que se alzaba la fortaleza cubierta de follaje cerca del cementerio, así como los techos e iglesias de alto pico, de colores fantásticos y brillantes de aspecto medieval, y sobre todo yacía el rojo resplandor oscuro del día de mi partida, mientras las sombras del crepúsculo ya se estaban espesando en callejones, rincones y esquinas. La imagen de esos momentos que ha permanecido en mi mente es bastante maravillosa, en especial el contraste entre la paz y la belleza divinas al aire libre con el constante golpeteo de las herraduras de caballo, y la confusión azotando por las contiendas y la atormentadora y dolorosa insipidez que se encuentra en la escena del Congreso. Ya ni siquiera sé quién estaba sentado a mi lado en el carruaje; solo sé que no pronuncié una sola palabra durante el viaje y que cuando salí fugazmente frente a mi hotel vi una cara con expresión de decepción. Definitivamente quiero ir a Núremberg de nuevo, pero sin ninguna reunión pública o congreso de por medio y compensar esto consiguiendo algún volumen de Mörike o de Goethe, a quienes a menudo me leías con tu grave voz de niño.

Qué pena que no puedas leerme a Shakespeare aquí y ahora de la manera en que leímos toda la trilogía Wallenstein. (Me han traído aquí mis libros de William [Shakespeare]). Ya sabe, es como dijo Goethe:

Pertenecer a uno solo,

Adorar a uno solo,

¡Cómo se unen el corazón y la mente!

¡Lida! Alegría de la próxima cercanía,

¡William! Estrella de la próxima cercanía,

A ti te agradezco lo que soy.

Por supuesto, Lida es [Charlotte] von Stein. Te sorprenderás, pero mi renovado interés por Shakespeare se debe al crítico del Leipziger Volkszeitung. Escribe de una manera extremadamente estimulante e intelectualmente rica. Aquí por ejemplo está su comentario sobre un personaje femenino de Como gustéis: «Rosalinda es una mujer acorde al corazón del poeta. Es a la vez dama e hija de la naturaleza, sabe lo que es correcto. Aunque dice no ser erudita, sabe sin embargo decir las cosas más inteligentes. Está llena de buen humor y de modestia. Puede ser todas estas cosas porque sus instintos son seguros, y confiando en sus instintos saludables, baila, salta y avanza por el mundo como si ningún peligro pudiera amenazarla seriamente. Y no es como si este fuera el único caso en que Shakespeare retrata a una joven segura de sí misma. En sus obras se encuentran varias de este tipo. No sabemos si alguna vez se vinculó con alguna mujer que fuera como Rosalinda, Beatriz o Portia, si trabajó a partir de modelos vivos o creó imágenes que él mismo anhelaba, pero sí sabemos una cosa con certeza: su confianza en la mujer habla a través de estas figuras. Tal era la magnificencia de su convicción de lo que la mujer puede ser por la fuerza de su especial naturaleza. Esto representa un elogio de la mujer como un todo —al menos por un tiempo durante su vida—, como ningún otro poeta ha producido. Vio en la mujer una fuerza de la naturaleza que en efecto no podría ser alcanzada ni por toda la cultura del mundo. Ella adopta todo lo que la cultura tiene para ofrecer y la pone a su propio servicio, aun cuando no se permite apartarse de lo que la naturaleza le ha prescrito».

¿No es un buen análisis? Si supieras qué tipo extraño, insípido y seco es en la interacción personal el Dr. [Gustav] Morgenstern; sin embargo, deseo sinceramente que todos los futuros ensayistas que escriban en alemán tengan el tipo de agudeza psicológica que él tiene… A propósito de eso: tú mismo eres descendiente de Justinius Kerner, ¿no es así? ¡Por Dios, un antepasado notable! En realidad, no conozco ninguno de sus escritos. Solo tengo un recuerdo general de algún verso audaz, de su fuerte patetismo y de su gran gesto revolucionario. De todos modos, el impacto del nombre es fabuloso. ¿No es cierto que hay nombres que parecen haber sido creados para la eternidad, que parecen tocar un acorde olímpico, incluso si uno no sabe nada específico de ellos? ¿Quién sabe hoy siquiera un verso de Safo? ¿Quién (además de mí) si quiera lee a Maquiavelo? ¿Quién ha escuchado una ópera de Cimarosa? ¡Cada uno de ellos es un nombre de este tipo! Como un destello de la eternidad ante el cual una inclina la cabeza con reverencia. Por ahora, Hänschen, la nobleza obliga: debes convertirte en alguien bueno y decente. Se lo debemos a Justinius Kerner.

R.

¿No me dices nada sobre Klara [Zetkin]? Me imagino que la has visto muchas veces, ¿verdad?


(*) “Dime cuándo vienes”. Cartas de amor, 1893-1917. Rosa Luxemburgo

Prólogo de Diamela Eltit

Traducción y selección de Ángelo Narváez León

banda propia editoras, 2020. 332 páginas.