«No es cierto que tenemos una economía mundial de dos vías, con estancamiento en el Norte y crecimiento en el Sur», sostiene Yilmaz Akyüz, economista jefe del South Centre, una organización intergubernamental con sede en Ginebra que asesora a los países en desarrollo en negociaciones globales. Durante la reciente reunión en Washington de los «gobernadores» […]
«No es cierto que tenemos una economía mundial de dos vías, con estancamiento en el Norte y crecimiento en el Sur», sostiene Yilmaz Akyüz, economista jefe del South Centre, una organización intergubernamental con sede en Ginebra que asesora a los países en desarrollo en negociaciones globales.
Durante la reciente reunión en Washington de los «gobernadores» del Banco Mundial y el FMI -o sea los ministros de Economía y presidentes de los bancos centrales de todo el mundo-, muchos analistas dieron por superada la época en que «cuando Estados Unidos se resfría al Sur le da pulmonía». Por el contrario, mientras que Europa, Japón y América del Norte se preparan para una nueva recesión o, en el mejor de los casos, un estancamiento prolongado, las economías emergentes de China, India, Brasil y muchos otros países continúan creciendo al cinco por ciento anual o más. De continuar este «desacoplamiento», en algunos años más gran parte del viejo Tercer Mundo habría alcanzado al Primero.
Echando un balde de agua fría sobre estas expectativas optimistas, Akyüz escribe en el recién publicado boletín trimestral del South Centre, que «el fuerte crecimiento en las economías emergentes desde mediados de 2009 no es sostenible».
«Hay una notable correlación entre los movimientos recientes en los flujos de capital hacia los países en desarrollo, los precios de las materias primas y el dólar», explica. Entre el estallido de la crisis subprime en 2007 y el colapso de la banca Lehman en setiembre de 2008, los flujos de capital hacia los países en desarrollo aumentaron y también los precios de las materias primas, que habían comenzado a subir en 2003 y alcanzaron la cima en medio de la crisis en 2008, cuando el petróleo alcanzó los ciento cincuenta dólares por barril.
¿Por qué? Los mismos factores que mantienen los flujos de capital hacia los países en desarrollo también mantienen los flujos en los mercados de productos básicos. La caída fue vista como un hipo y se esperaba que el crecimiento aumentara, tanto que el FMI mejoró sus previsiones de crecimiento global en el medio de 2008. Sin embargo, cuando Lehman se derrumbó, los precios de las materias primas y los flujos de capital se desplomaron y el dólar se disparó como consecuencia de la fuga hacia la seguridad. Pero, desde el primer trimestre de 2009 en adelante, todas estas tendencias se invirtieron: el dólar comenzó su debilitamiento, los flujos de capital recomenzaron y los precios volvieron a subir. El fuerte crecimiento de China fue un factor importante, por su avidez de materias primas. Aunque la especulación también ha jugado un papel importante en los mercados de commodities y en las bolsas de valores de los países del Sur.
Pero toda burbuja está condenada a explotar, tarde o temprano. Los precios de las materias primas pueden caer, tanto por un desaceleramiento de la economía china, que reduzca la demanda, como por un alza en los tipos de interés en Estados Unidos, que corte el flujo de dinero barato que mantiene artificialmente altas a las materias primas y a las bolsas del Sur. Finalmente, tanto una crisis de deuda soberana en Europa como una crisis de balanza de pagos en un país emergente importante como Turquía, que ya presenta síntomas, pueden causar una «fuga hacia la seguridad», de la misma manera como el colapso de Lehman dio lugar a la reversión de los flujos de capital, incluso en las economías emergentes con una sólida situación fiscal, financiera y de pagos.
En cualquiera de estos escenarios, si se cortan los flujos de capital también caerán los precios de las materias primas.
Importadores de productos básicos, como Turquía e India, pueden beneficiarse de un descenso de los precios a pesar de que pueden también ser heridos por la desinversión de capital. Asia tiene enormes reservas y podría defenderse, pero América Latina resultaría particularmente vulnerable, ya que se perjudicaría por ambos lados, precios bajos y capitales golondrinas en fuga.
La visión pesimista de Akyüz se debe a que el G-20 «a pesar de un comienzo prometedor, ha sido lamentablemente ineficaz en el tratamiento de las dos principales fuentes de inestabilidad: la falta de regulación de los mercados e instituciones financieras globales y la falta de disciplina sobre las políticas cambiarias y macroeconómicas de las mayores economías, aquellas que impactan a todo el mundo».
Venugopal Redddy, ex gobernador del Banco de la Reserva de India (Banco Central), pronostica un mundo totalmente cambiado para la próxima década: Las principales economías avanzadas están llegando a una deuda pública de un cien por ciento del PBI. «Una deuda pública tan grande, históricamente, sólo se ha manejado de tres maneras: impuestos, inflación y la represión financiera».
Para los países en desarrollo esto quiere decir mucha incertidumbre y mucha volatilidad. Reddy recuerda la receta de Oliver Cromwell, el revolucionario inglés del siglo XVII: «Confía en Dios y mantén tu pólvora seca». En un mundo inestable, «será necesario que confiemos en nuestras instituciones mundiales y su sabiduría, pero cada gobierno es, en última instancia, el responsable por sus ciudadanos y los países no pueden, entonces, renunciar a su propio análisis y sus propias políticas públicas nacionales».