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OMC

Discurso del Ministro de Relaciones Exteriores de la República Bolivariana de Venezuela

Fuentes: Rebelión

Señor PresidenteSeñoras y SeñoresAgradeciendo, al igual que mis colegas, la cálida hospitalidad que nos han brindado las autoridades de Hong Kong así como la excelente organización de este evento, quiero dejar ante todos Ustedes algunas reflexiones sobre el actual proceso de negociaciones dentro de la OMC.La primera reflexión brota de las hasta ahora, insuperadas dificultades […]

Señor Presidente
Señoras y Señores
Agradeciendo, al igual que mis colegas, la cálida hospitalidad que nos han brindado las autoridades de Hong Kong así como la excelente organización de este evento, quiero dejar ante todos Ustedes algunas reflexiones sobre el actual proceso de negociaciones dentro de la OMC.
La primera reflexión brota de las hasta ahora, insuperadas dificultades para alcanzar un acuerdo global al cual todos parecieran aspirar. Ante las frustraciones acumuladas a lo largo de años han menudeado en este evento los llamamientos para actuar con «valentía y audacia» a fin de lograr ciertos acuerdos que, como es el caso de la agricultura, lograrían la magia desencadenante de otros como los de NAMA, de servicios y lo que a ellos sigue. Frente a tales llamamientos, no ha faltado quien con toda justicia nos recuerde que Doha planteó el incremento del comercio como un medio para el desarrollo y no como un fin en sí mismo. Que, además, ésta debería ser la ronda del desarrollo.
Ahora bien, el comercio, sin duda alguna, es la actividad que ha experimentado el más colosal incremento dentro del actual sistema económico mundial. Tal incremento continúa de manera incesante, como lo demuestran todos los indicadores disponibles. Ante su impresionante crecimiento salta de inmediato una pregunta ¿En qué medida el mismo ha servido para mejorar la situación de los países en desarrollo y, particularmente, de los que aquí se clasifican como PMA?  Y, acaso ¿ha contribuido a cerrar la brecha que los separa de los países más desarrollados? ¿En qué medida el intercambio ha servido para reducir los lacerantes niveles de pobreza en el mundo?  Como las respuestas son obvias y, en todo caso, se encuentran fácilmente en los informes de organizaciones como la UNCTAD, la UNICEF y otras instituciones, no creo necesarias las citas numéricas en esta oportunidad.  Todo indica que no basta con decisiones «valientes» y «audaces»,  no basta con una visión puramente mercantil, para encarar y superar los problemas que plantea el desarrollo cuando se le mira de manera integral, colocando como alfa y omega del mismo, al ser humano y, más concretamente, al más grande desafío de estos tiempos, la pobreza y con ella, el compromiso adquirido ante el mundo con las Metas del Milenio.
Frente a tales realidades, me atrevo a plantear una pregunta ante todos Ustedes: ¿acaso la ausencia de avances sustantivos después de tantos esfuerzos que nos llevan a uno y otro lado del mundo, no tendrá su causa en que el camino escogido es equivocado? Reflexionemos. Las fórmulas escogidas están dirigidas a crear las bases para un determinado tipo de competencia.  Y donde hay competencia hay protección.  Precisamente lo que hoy tratamos de superar como obstáculo del comercio, esto es, las barreras arancelarias, para-arancelarias  y las políticas de apoyo.
Siendo esa una realidad incontestable, brota una nueva pregunta. Acaso ¿no será posible practicar otras vías que, sin pretender eliminar del todo los mecanismos deshumanizantes de la competencia, al menos los mitiguen y abran nuevas formas de intercambio sustentadas en la complementación, la cooperación, la solidaridad y el estricto respeto a la soberanía de nuestras naciones?  La respuesta es afirmativa.  En América Latina y el Caribe, hemos iniciado una experiencia que tiene su factor dinámico en esos postulados inspirados en la Resolución 3.201 de la Asamblea General de la ONU de mayo de 1974 y en la Declaración sobre el Derecho al Desarrollo de 1986.
Convirtiendo en acción lo que hasta hace poco era simple declaración, Venezuela vende excedentes energéticos a la Argentina, Uruguay y Paraguay. A ellos les está comprando excedentes agrícolas y de otra naturaleza, aplicando mecanismos de compensación. Los resultados son, en muy poco tiempo, asombrosos. Así, en nuestra política de complementación con Argentina, en apenas un año hemos  quintuplicado largamente el intercambio y sigue creciendo. Cada uno de los participantes, en lugar de sacrificar sus beneficios, los está multiplicando.  Con la hermana República de Cuba, el intercambio ha crecido de manera exponencial sobre esas mismas bases que hemos denominado Alternativa Bolivariana para la América Latina (ALBA.
Esta política le ha permitido a Venezuela alfabetizar en poco más de un año a 1.5 millones de venezolanos, brindar salud gratuita a 17 millones más y ofrecer productos alimenticios a unos trece millones de personas a precios inferiores a los que ofrece el mercado. Argentina y Cuba, por su lado, han resuelto parte importante de sus abastecimientos de energía y otros productos exportados por Venezuela.  Por supuesto que una política soberana entre Estados independientes siempre levanta ronchas en quienes niegan la soberanía ajena en tanto que pretenden extender la  suya a todo el mundo.  De allí las maniobras más recientes tendentes a provocar nuevas perturbaciones en el proceso democrático y pacífico de nuestro país.
 Esos hechos están a la vista.  Quien quiera verlos, esta invitado a nuestro país.
Y en ese mismo rumbo avanzamos con los demás países hermanos, como ocurre también con el Caribe donde un número importante de países está comenzando a disfrutar del alivio de la factura petrolera.  De manera que podemos afirmar con hechos concretos que sí hay alternativa a los esquemas donde la competencia destructiva va cediendo espacios a nuevas formas de relación, no sólo de intercambio comercial, sino también humana, pues no se trata de dádivas para quien mendiga ayuda, sino una relación profundamente respetuosa de la dignidad de cada nación.
Pero, como somos realistas y sabemos perfectamente la naturaleza de las relaciones económicas hoy dominantes, realidad en la que apenas somos una pequeña semilla de esperanza, la asumimos y decidimos aceptar los retos que ella plantea.  De allí que, tomando como punto de partida los compromisos de Doha y de las Metas del Milenio, nos identificamos con la reivindicación de los PMA y de los Países en Desarrollo en su demanda por reducir y eliminar las políticas de subsidios y de barreras, tanto arancelarias como las para-arancelarias que bloquean la colocación de los productos agrícolas en los países desarrollados. Del mismo modo, debe tomarse en cuenta la vulnerabilidad que, en no pocos casos, impone la necesidad de aplicar el principio de un trato especial y diferenciado así como la determinación de una lista de productos especiales, mecanismos de salvaguardia y la elaboración de una lista de productos tropicales.
Sin embargo, es necesario tener conciencia que no basta con satisfacer tan justas demandas. Es imperativo reducir drásticamente  las abismales diferencias que en materia de productividad determina el control monopólico del conocimiento tecnológico que genera la más terrible de las asimetrías.  Sin lograr éste objetivo, las concesiones que se hagan en otros ámbitos, pronto se esfumarán como simple ilusión por las ventajas que el monopolio del conocimiento garantiza y que se traduce en un intercambio abiertamente desigual a favor de los más avanzados. Por esta misma razón, objetamos abiertamente el esquema que se pretende aplicar en materia de comercio de servicios, plasmado en los términos del Anexo C y reiteramos firmemente la inamovilidad del Artículo XX, literal g) del GATT (1947) relativo a los recursos naturales agotables y no renovables por consagrar principios inalienables en materia de soberanía.
Señor Presidente
Estas son apenas algunas de las reflexiones que consideramos necesario compartir con los honorables delegados a esta VI Cumbre Ministerial de la OMC.  Conscientes de las realidades del presente, no nos resignamos pasivamente ante ellas.  Si, parafraseando al Gran José Martí, con los pobres de la tierra hemos jurado nuestra suerte echar, estamos seguros que, de este presente que se levanta como un azote despiadado ante una humanidad doliente conformada por miles de millones de seres en el mundo, brota la fuerza incontenible de la razón, de la justicia y de la convicción de que otro mundo mejor es posible. ¡Bien vale la pena luchar por conquistarlo!
¡Muchas gracias!