En una entrevista que hizo el periodista Maxi Lequi en el programa de radio “El Arranque”, reproducida en Política Obrera el 20/07/2023, Jorge Altamira sostuvo que “…hay una contrarreforma laboral de hecho que tiene las siguientes consecuencias: que un trabajador, por lo que gana tiene que trabajar mucho más de ocho horas por día y trabaja los siete días de la semana. Y los sindicatos apoyan esta circunstancia porque reclaman aumentos salariales sobre los siete días, sobre las diez horas, ¿me explico? No quieren modificar este régimen”. Sostuvo también que estamos en una época en la que hay un cambio tecnológico “de una magnitud que favorece el tiempo libre y sin embargo con el avance tecnológico lo que crece es el tiempo esclavo. Es decir, estamos peor que en la manufactura”.
En lo que sigue discutimos esta afirmación, presentamos datos y finalizamos con algunas consideraciones referidas a la política socialista.
La jornada laboral, aspectos históricos y sociales
Comencemos señalando que, en el enfoque de Marx (JA se reivindica marxista) la extensión de la jornada laboral tiene límites, no solo físicos, sino también sociales. Escribe Marx: “Durante una parte del día la fuerza de trabajo debe reposar, dormir, mientras que durante otra parte del día el hombre tiene que satisfacer otras necesidades físicas, alimentarse, asearse, vestirse, etcétera”. Pero por encima de este límite la prolongación de la jornada de trabajo “tropieza con barreras morales. El hombre necesita tiempo para la satisfacción de necesidades espirituales y sociales, cuya amplitud y número dependen del nivel alcanzado en general por la civilización”. De ahí que la jornada laboral “oscila… dentro de límites físicos y sociales” (p. 279, t. 1, El Capital). O sea, “la jornada laboral es determinable, pero en sí y para sí indeterminada” (p. 278, ibíd.).
Poco más abajo Marx señala que en la determinación de la jornada laboral se enfrentan dos derechos: el del capitalista que ha adquirido la mercancía fuerza de trabajo y procura exprimirla al máximo, y el derecho del obrero a proteger su fuerza de trabajo e impedir que se desgaste por encima del desgaste que ocurre en condiciones normales de trabajo. De manera que, derecho contra derecho, “decide la fuerza”, la lucha entre la clase capitalista y la clase obrera (p. 282, ibíd.).
El punto que destacamos ahora es que, según este enfoque, que compartimos, la extensión de la jornada laboral no se establece a capricho de los capitalistas y/o los gobiernos, o las burocracias sindicales. Por eso, si se afirma que en materia de extensión de la jornada laboral la humanidad (o la sociedad argentina), ha vuelto al nivel de los tiempos de la manufactura, es necesario, en primer lugar, presentar evidencia que avale tal afirmación; y en segundo término, explicar, desde un encuadre materialista, cómo pudo haber sucedido semejante cosa. ¿Qué pasó con las fuerzas productivas, y/o la lucha de clases, para que la extensión de la jornada laboral haya retrocedido 150 o 200 años? ¿Es compatible la teoría de Marx con semejante involución, y a la vista de la evidencia disponible? ¿O es necesario elaborar otra teoría? ¿Qué relación tiene la jornada de trabajo en Argentina con lo que ocurre a nivel global? Nada de esto es tratado por JA.
Datos 1: tendencia de largo plazo
JA sostiene que hoy se vuelve a los tiempos de la manufactura, esto es, anteriores a la Revolución Industrial, a fines del siglo XVIII (la manufactura se caracteriza por la división del trabajo en el taller). ¿De qué duración eran esas jornadas? Dice Rivera (1999) “a mediados del siglo XVIII, en Inglaterra, el artesano trabajaba catorce horas en una jornada normal. Catorce horas presididas por esa filosofía del trabajo. Entre ocho y diez trabajaban los mineros. En torno a catorce también los trabajadores a domicilio… (…) La llegada de la máquina condujo a que los sectores más “industriales” (mujeres y niños; los varones con oficio mantuvieron sus horarios) pasasen a trabajar 14, 16 y hasta 18 horas, con un pequeño descanso para la comida… . El socialista utópico Robert Owen revolucionó el sistema de trabajo en New Lanark reduciendo la jornada de 16 a 12 y media y luego 10 y media horas (en 1816), sin bajar a la vez el nivel de producción. Por su parte Marx, en El Capital, reseña la Factory Act de 1850, en Gran Bretaña que establecía 10 ½ horas de trabajo de lunes a viernes y 7 ½ horas los sábados, o sea, 60 semanales, y era un progreso con respecto a lo anterior (también en comparación a la cuenta de JA de “los siete días, sobre las diez horas”).
Pues bien, desde la Revolución Industrial, y más aún, desde principios de siglo XX, hubo una tendencia decreciente en las horas de trabajo, acompañada de aumentos de productividad y de los salarios reales. Grandes huelgas presionaron por la reducción de la jornada laboral, como las de 1886, en EEUU. Entre fines de siglo XIX y principios del siglo XX la consigna de las ocho horas de trabajo, ocho de descanso y ocho de recreación fue bandera de lucha de millones de explotados en prácticamente todos los países industrializados. Es que era común trabajar 60 horas o más por semana. Todavía en 1900 en los países capitalistas se trabajaba en promedio entre 2.500 y 3.000 horas anuales por obrero (no incluye trabajo agrícola). Pero desde entonces y hasta fines de siglo XX las horas anuales trabajadas fueron en descenso. En 2000 el promedio anual estaba por debajo de las 2000 horas por obrero en la mayoría de los países capitalistas adelantados. En Francia, Alemania y Países Bajos el promedio era cercano a 1.500 horas (véase Messenger, 2018). En el Reino Unido las horas de trabajo por año y por trabajador fueron: 1820: 3.000; 1870: 2.984; 1913: 2,624; 1950: 1.958; 2000: 1.489. La tendencia descendente parecía consolidada. Sin embargo, en las dos últimas décadas se detuvo (con la excepción de Alemania) y en algunos países (Suecia y EEUU entre ellos) el número de horas anuales trabajadas subió levemente.
Con respecto a países atrasados, como Brasil, India y China, no se dispone de datos anteriores a 1950. En Brasil la tendencia fue descendente a partir de los 1970, pero con la industrialización las horas de trabajo anuales por trabajador subieron en China y Corea del Sur, antes de aplanarse, en China, y bajar significativamente en Corea (ILO 2023).
Datos 2, las jornadas laborales en la actualidad
Según JA, cada vez más obreros, en Argentina (y aparentemente también en el resto del mundo), trabajan más de 8 horas por día durante 7 días de la semana. O sea, estarían trabajando 60, 70 o más horas por semana, sin siquiera un día de descanso.
Sin embargo, y de acuerdo a la OIT, en 2022 el promedio de horas trabajadas en Argentina eran 34,6 por semana. En 2008 el promedio fue 41 horas; en 2012 39 horas (ILO – OIT).
Precisemos que estas cifras comprenden a los asalariados y a los trabajadores por cuenta propia. Sin embargo, son un indicativo de la situación en que se encuentran los trabajadores asalariados con relación a la jornada laboral, ya que la proporción de los que trabajan más de 48 horas semanales es mayor entre los que trabajan por cuenta propia que los que lo hacen como asalariado.
A nivel global, las horas semanales de trabajo son, siempre según la OIT, 43,9. Discriminando por regiones, África: 38,8; América Latina y Caribe: 29,9; América del Norte: 37,9; Estados árabes: 44,6; Asia y el Pacífico: 47,4; Asia Oriental: 48,8; Sur de Asia: 49M; Europa y Asia Central: 38,4; Europa del sur, norte y oeste: 37,2; Europa del este: 39; Asia central y occidental: 42,7. De manera que las jornadas laborales en Argentina están dentro de los parámetros mundiales. En ningún caso estamos ante jornadas laborales promedio como las que hubo en los tiempos de la manufactura, la Revolución Industrial o incluso finales del siglo XIX. No se advierte, en Argentina o en el resto del mundo, que estén en vías de generalizarse semanas laborables del tipo 10 horas x 7.
Una bifurcación
Como mencionamos más arriba, en las dos últimas décadas se detuvo la tendencia decreciente de las horas anuales trabajadas, y en algunos países desarrollados hubo un leve repunte. De acuerdo a Messenger (2018) esa detención fue acompañada de una “bifurcación”: porciones significativas de la fuerza laboral (en especial varones) trabajan más de 48 horas semanales, mientras que otra parte de la fuerza laboral (en especial mujeres) trabaja menos de 35 horas semanales. Desarrollamos brevemente estas dos facetas.
- Sobretrabajo
La OIT define como “largas horas de trabajo” cuando se superan las 48 horas semanales: utilizaremos la expresión sobretrabajo. En 2019, en los países en desarrollo, el 22,4% de los ocupados realizaba sobretrabajo; en los países con economías emergentes el 41,6%; y en los desarrollados el 14,8%. En promedio, nivel global, el 35,4% realizaba sobretrabajo. Siempre según la OIT, en 2016, 488 millones de personas trabajaban al menos 55 horas semanales.
La proporción de hombres que realizan sobretrabajo es mayor que la de mujeres (41,2% contra 26,4%). Pero las mujeres llevan el mayor peso del trabajo no remunerado, en el hogar y cuidado de los hijos o de personas mayores. Por otra parte, hay diferencias entre ocupados asalariados y trabajadores por cuenta propia: a nivel global, el 31,1% de los ocupados asalariados trabajan más de 48 horas semanales, en tanto que la proporción se eleva al 44,4% entre los que trabajan por cuenta propia.
Precisemos que el sobretrabajo no es sinónimo de trabajo precarizado o informal (llamado también “en negro”) como a veces se piensa. Pueden serlo, pero no necesariamente. Los trabajadores informales por lo general no cuentan con vacaciones pagas, seguros de salud y desempleo, pensiones por invalidez o jubilaciones a futuro (no están registrados en el sistema de la seguridad social). Es claro que existen franjas amplias de trabajadores que están en la informalidad, o en trabajos precarios (que pueden ser formales) y realizan sobretrabajo. Pero también hay importantes sectores de los ocupados que tienen trabajos formales, no precarios, y realizan sobretrabajo. Y en muchos casos de manera voluntaria: debido a los bajos salarios –en especial en países subdesarrollados- las horas extras se convierten en una necesidad para millones de asalariados. Asimismo muchos trabajadores cuentapropistas o autónomos están obligados a “auto-explotarse” para sobrevivir, y realizan largas jornadas laborales. Dejamos señalado otro aspecto terrible del sobre trabajo: el trabajo infantil. Según UNICEF, 1 de cada 10 niños en el mundo es forzado a trabajar.
2. Subempleo
Así como un 35% de los empleados globales trabaja más de 48 horas semanales, un 23% no llega a las 35 horas semanales. Trabajan part-time, o sea, a tiempo parcial. A nivel global el trabajo a tiempo parcial representa el 23% del empleo total. Esta proporción se ha mantenido estable en la última década (en 2010 era el 22%). El part-time está más extendido entre las mujeres que entre los hombres: 31% contra 17%. De nuevo se impone precisar que el trabajo part-time puede ser formal o informal. Pero es frecuente que el trabajo a tiempo parcial vaya de la mano de la informalidad y/o la precariedad, además de bajos salarios. Además, en muchos casos el trabajo a tiempo parcial es una situación no deseada por los trabajadores; en otros términos, están subempleados.
Es importante destacar que en los últimos años el trabajo a tiempo parcial se combinó con nuevos esquemas laborales, tales como promediar horas (trimestrales, semestrales o incluso anuales) y con la difusión de contratos temporales para adecuarse a ciclos productivos según las necesidades de los capitalistas. A su vez, las tecnologías informáticas y comunicacionales permiten que las patronales establezcan modalidades de trabajo como la conectividad permanente. En la práctica, significa extender las jornadas laborales, por un lado, y por el otro tiende a borrarse la distinción entre el tiempo de trabajo y el tiempo (y espacio) libre para la vida personal, la dedicación a la familia, etcétera.
Además, el trabajo a tiempo parcial ha ido de la mano de una de las formas más extremas de flexibilización, el “trabajo disponible” (On call work). Está concebido para variar el número de horas y/o días de trabajo en base a las necesidades de las patronales. Bajo esta modalidad no se garantiza un número determinado de horas de trabajo, y estas pueden variar fuertemente de semana a semana. En Países Bajos, en 2013, el 9% de todos los contratos de trabajo se realizaban con la modalidad on call. En Gran Bretaña este tipo de contratos creció luego de la crisis 2008-09; en 2019 comprendía el 2,7% del empleo total. En EEUU casi el 10% de los empleados trabajan on call, también conocido como “planificación just-in-time” (aunque otros estudios por fuera de la OIT-ILO reducían, para 2015, la participación al 2,6% del empleo total). El trabajo on call frecuentemente se combina con las “horas muy cortas” de trabajo, definidas por la OIT-ILO como menos de 15 o 20 horas por semana.
Una conclusión de los datos presentados en estos dos apartados es que, a nivel global, el 55% de los trabajadores está por fuera del canon de las 40 o 48 horas semanales y 8 horas diarias de trabajo, ya sea porque realizan sobretrabajo o porque están a tiempo parcial.
Jornada laboral en Argentina
Reproducimos algunos de los principales datos del Ministerio de Producción y Trabajo (2018). Casi la mitad de la población ocupada (el 47%) trabaja hasta 35 horas semanales. De ella, el 30% son varones y el 58% mujeres. A su vez, el 19% de los ocupados trabaja más de 48 horas por semana (también el 19% de los asalariados).
La duración de la semana laboral en promedio es 38 horas para personas con un solo empleo y aumenta 4 horas para personas con dos empleos (30 horas en promedio para el primer empleo, 12 para la segunda ocupación). Las jornadas reducidas son más comunes en las mujeres (fundamentalmente las trabajadoras domésticas en casas particulares) y el sobretrabajo es más común entre los varones (27%), entre los trabajadores independientes y en el sector primario de la economía (41%).
En cuanto a la organización de la semana laboral, el 39,2% de los trabajadores tiene la semana tradicional, de lunes a viernes. Las mujeres en mayor proporción que los hombres. En cuanto a los asalariados, el 48,6% trabaja de lunes a viernes; el 21,1% de lunes a sábado; el 5,6% de domingo a sábado; el 10,5% al menos un día de lunes a viernes; y “otro” el 14,2%.
Con respecto a otras condiciones laborales de los asalariados: el 25,4% declaró realizar horas extras; el 74,6% no realiza horas extra. El 29% de los encuestados tiene turnos rotativos o variables; el 8,9% trabaja en turno noche; 21,7% tiene la jornada fraccionada.
Todos estos datos (recordamos que corresponden a 2018) demuestran tanto la persistencia del sobretrabajo como los avances de la precarización e informalidad en amplias franjas de los ocupados. Aunque, por otra parte, no autorizan a afirmar que en Argentina se ha retrocedido a las jornadas laborales propias de los siglos XVIII o XIX.
Efectos sobre la salud
El sobretrabajo tiene efectos negativos en la salud de los trabajadores (en lo que sigue nos basamos en informes OIT-ILO y OMS). Se ha establecido que hay una relación positiva entre el sobretrabajo y la falta de sueño, y el aumento de síndromes metabólicos que significan mayores riesgos de diabetes y afecciones cardiovasculares. Así, un estudio de Harvard Medical School encontró que las personas que trabajan más de 55 horas semanales tienen 30% más probabilidades de sufrir un ataque cardiovascular que los que trabajan 35-40 horas semanales. El sobretrabajo también incrementa el riesgo de sufrir accidentes laborales. En el mismo sentido, otros estudios encontraron que el agotamiento físico y mental está vinculado a mayor uso de calmantes, consumo de comidas rápidas, falta de ejercicio y mayor consumo de alcohol. El sobretrabajo se asocia además al agotamiento psíquico, lo que se manifiesta en sentimientos de apatía, desánimo y pérdida de apetito.
Según WHO – ILO (2021) en 2016 unas 745.000 personas murieron por ataques o enfermedades coronarias, derivados del sobretrabajo. Y hubo 23,3 millones de lo que se conoce como “Años de vida ajustados por discapacidad” (DALY por sus siglas en inglés). DALU es una medida que combina años de vida perdidos debido a una enfermedad prematura y años de vida perdidos debido a tiempo vivido por debajo de la salud completa).
Pero los efectos negativos sobre la salud física y mental no se limitan al sobretrabajo. Los turnos rotativos o variables, y los empleos precarios, dificultan la posibilidad de conciliar el trabajo con la vida personal, además de incrementar el cansancio y asociarse con mayores indicadores de daños a la salud (accidentes de trabajo, enfermedades y síntomas, entre otros).
Un párrafo especial merece el trabajo nocturno: está relacionado con la alteración del ritmo circadiano y correlacionado con ciertas enfermedades y sintomatologías -cáncer de mama, envejecimiento precoz y alteraciones del sueño, por citar algunos. La OIT sostiene que hay evidencia de que esquemas de empleo como el on call afectan negativamente el balance entre vida y trabajo. Es que esos programas de labor son impredecibles y los trabajadores no tienen control sobre sus horas de trabajo. Lo inestable y precario de estas modalidades laborales también se asocia con enfermedades como problemas digestivos, desórdenes de sueño, problemas reproductivos y cardiovasculares, aumento del stress, ansiedad y sentimientos de desánimo.
Dos conclusiones con connotaciones políticas
En primer lugar, no es verdad que la jornada laboral haya retrocedido a los tiempos de la Revolución Industrial, o de la manufactura. Si eso hubiera ocurrido habría que asumir que la clase obrera ha sufrido una derrota catastrófica, de alcances históricos y globales. Las luchas por la reducción de la jornada laboral, que jalonan la historia entera del movimiento obrero, y del socialismo, no habrían servido de nada. En 2023 estaríamos, en materia de jornada laboral, como hace 200 años. Como señalamos más arriba, también debería explicarse qué factores sociales y políticos –de nuevo, la extensión de la jornada laboral no la determinan los capitalistas a voluntad- habrían posibilitado semejante resultado. Máxime cuando JA sostiene que por el nivel tecnológico alcanzado por la humanidad ese retroceso no debería haber ocurrido. O sea, solo un retroceso infinito de la resistencia obrera frente al capital podría explicar una regresión de siglos en el terreno de las jornadas laborales.
Sin embargo, los datos no avalan la tesis de JA. Es cierto que sectores de la clase obrera están ocupados 49 o más horas semanales, pero nada indica que se esté volviendo a las 2.500 o 3.000 horas anuales de 1900, o épocas anteriores. Desde el punto de vista político, habría que evitar los mensajes desmoralizantes (¿vale la pena luchar si siempre vamos a estar como hace 200 años?), carentes de sustento empírico y teórico.
En segundo lugar, es necesario profundizar en la dinámica y consecuencias de la precarización e informalidad creciente del trabajo, tanto en respecto al sobretrabajo como al trabajo a tiempo parcial. Lo decimos en referencia a la “consigna-solución” del desempleo que levantan muchos partidos de izquierda, la disminución de las horas de trabajo. En notas anteriores hemos criticado esta “solución” e incluso presentamos lo ocurrido en Francia, donde se redujeron las horas de trabajo (aquí y aquí). Pero también es ilustrativo lo ocurrido en EEUU durante la Gran Depresión, cuando muchas empresas redujeron las jornadas. En promedio la semana laboral en la industria y la minería pasó de 45 horas en 1929 a 35 horas en 1932. El gobierno de Hoover apoyó esta reducción, y se atenuó en algún grado leve el crecimiento del desempleo. Pero no impidió que la tasa de desocupación llegara al 24% en lo más profundo de la crisis.
Sin embargo, los mayores problemas de la demanda de reducir la jornada laboral, sin conectarla a un programa de conjunto, son, por un lado, que segmentos significativos de los asalariados están en el sobretrabajo. ¿Debe entonces acompañarse la agitación por la reducción de la jornada de trabajo con la prohibición del sobretrabajo? Si esto es lo que se propone, habría que decirlo de manera franca y abierta, ya que una medida de este tipo debería contar con la aprobación de una mayoría del movimiento obrero. Lamentablemente, estas cuestiones se barren debajo de la alfombra. Pero en segundo lugar, para que la reducción de la jornada de trabajo reduzca el desempleo también habría que prohibir el pluriempleo. Es que, de nuevo, dados los bajos salarios, ¿cómo se hace para que aquel que pasa a trabajar 5 o 6 horas por día no busque un segundo empleo de 3 o 4 horas diarias? Pero además, el eje hay que ponerlo en el creciente trabajo en negro y precario. Es que la consigna de reducir la jornada laboral, de por sí, sin vincularla a un programa económico y social de conjunto, y a un poder capaz de aplicarlo, puede llegar a ser funcional a los avances que impulsan el capital, y el gobierno, en precarización e informalidad del trabajo. Por eso, y desde un enfoque socialista, se trata de dirigir la crítica a las relaciones de propiedad del capital sobre las que se asienta la explotación del trabajo (y la amenaza de no tener trabajo, o sea, no ser explotado). Los remiendos sociales no eliminan males sociales fundamentales, como el desempleo y el trabajo alienante y embrutecedor.
Textos citados:
ILO (2023): “Working Time and Work-Life Balance Around the World”, https://www.ilo.org/global/publications/books/WCMS_864222/lang–en/index.htm
ILO, “Estadísticas sobre jornada laboral”, https://ilostat.ilo.org/es/topics/working-time/
Marx, K. (1999): El Capital, México, Siglo XXI.
Messenger, J. (2018): “Working time and the future of work”, Research Paper, ILO.
Ministerio de Producción y Trabajo (2018): “Encuesta Nacional a trabajadores sobre Condiciones de Empleo, Trabajo, Salud y Seguridad 2018”.
OIT Jornadas Laborables Efectivas-Mundo https://docs.google.com/spreadsheets/d/1_ruMoCM3pJ1IqpvFy-FrpJVqk3nDoR7IFjGOlnBXcfI/edit?pli=1#gid=0
Rivera, A. (1999): “El tiempo es oro. Reflexiones acerca de la reducción de la jornada y el control del tiempo de trabajo”, Universidad del País Vasco.
WHO – ILO (2021): “Global, regional, and national burdens of ischemic heart disease and stroke attributable to exposure to long working hours for 194 countries, 2000–2016: A systematic analysis from the WHO/ILO Joint Estimates of the Work-related Burden of Disease and Injury”, Environment International, journal homepage: www.elsevier.com/locate/envint.
Rolando Astarita. Profesor de economía de la Universidad de Buenos Aires.
Fuente: https://rolandoastarita.blog/2023/07/26/discusiones-sobre-la-jornada-laboral/