Dadas las expectativas que aun existen por analizar los resultados de las asambleas de discusión de las llamadas cinco líneas estratégicas de acción política del PSUV (que ahora serán seis), es preciso salirle al paso a los síntomas más evidentes de asimilación y neutralización burocrática de la crítica radical a la lógica del partido-maquinaria, que […]
Dadas las expectativas que aun existen por analizar los resultados de las asambleas de discusión de las llamadas cinco líneas estratégicas de acción política del PSUV (que ahora serán seis), es preciso salirle al paso a los síntomas más evidentes de asimilación y neutralización burocrática de la crítica radical a la lógica del partido-maquinaria, que se realizó luego de los problemáticos resultados del septiembre del año 2010.
El 20 de diciembre de 2010, el propio Chávez en encuentro con la Dirección Nacional del PSUV, hizo un primer debate sobre las «Líneas Estratégicas de Acción Política» 2011-2012. Allí en presencia de Cilia Flores (primera vicepresidenta del PSUV), Elías Jaua Milano (vicepresidente Región Los Llanos), Nicolás Maduro (vicepresidente Región Sur), Francisco Ameliach (vicepresidente Región Centro Occidental); Aristóbulo Istúriz (vicepresidente Región Oriental), Diosdado Cabello (vicepresidente Región Central), Héctor Rodríguez, Carlos Escarrá, Jorge Rodríguez, Darío Vivas, Érika Farías, Freddy Bernal, Héctor Navarro, Jacqueline Faria, Luis Reyes, María Cristina Iglesías, Alí Rodríguez Araque, Ana Elisa Osorio, Antonia Muñoz, Noelí Pocaterra, Ramón Rodríguez Chacín, Tarek El Aissami, Yelitze Santaella y Rodrigo Cabezas, entre otros integrantes, Chávez señaló las razones por las cuales los años 2011 y 2012 serían cruciales para la Revolución Bolivariana:
«La razón central de esta reunión es comenzar la discusión del contenido del documento denominado «Líneas Estratégicas de Acción Política» que es un borrador. Le hemos puesto atención e interés a un conjunto de ideas constructivas. Somos nosotros, desde la Dirección Nacional, con las bases del partido, constructores de una nueva realidad«.
Indicó Chávez que el documento contenía ideas fundamentales para acometer las tareas por llevar a cabo, entre 2011 y 2012, sobre la continuidad política de la Revolución Bolivariana:
«Los próximos dos años serán cruciales para la Revolución Bolivariana. Así debe asumirlo la militancia y la directiva del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV)«.
Chávez planteó con claridad en aquellos momentos que «más allá del PSUV, tenemos que incrementar esfuerzos de reunificación de las fuerzas patrióticas, nacionalistas, rumbo al Polo Patriótico». La interpretación del «más allá del PSUV» implicaba deslastrarse de la lógica del partido-maquinaria, superar cualquier tentativa impositiva del PSUV o de cualquiera de las organizaciones políticas que apoyan la revolución bolivariana, dejando atrás el sectarismo, el dogmatismo y el burocratismo, que tanto daño le han hecho históricamente a la construcción de esfuerzos unitarios para una gran plataforma de partidos revolucionarios, movimientos sociales, frentes, colectivos e individualidades denominado ahora «gran polo patriótico», pero similar a otras experiencias continentales denominadas como «frente amplio revolucionario».
De alguna manera, la conformación del «gran polo patriótico» es un objetivo superior y principal para abordar las tareas político-estratégicas del año 2012, que el mismo permite avanzar en la «profundización democrática» de la sociedad venezolana, para asegurar el «horizonte socialista»; puesto que de no hacerlo, sería retroceder no sólo al oscurantismo cavernario de la Cuarta República, sino incluso a una «democracia de baja intensidad», controlada como protectorado neo-colonial de Washington.
Así mismo, Chávez en aquellos días de 2010 reiteró lo fundamental de realizar esfuerzos de «crítica y autocrítica», de «debatir» sin perder de vista del objetivo superior y prioritario; en fin, llamó a un debate constructivo y con propuestas, que sume y multiplique en el proceso de acumulación de fuerzas revolucionarias, no que reste y divida a las mismas en un proceso suicida de debilitamiento.
Si hay un elemento ético-político que define la «militancia socialista», es justamente la necesidad de debates honestos de ideas (no de descalificación entre personas, grupos o corrientes), entre quienes consideran el horizonte socialista como un gran proyecto de liberación, democratización, justicia sustantiva e inclusión social. La transición de la cultura política capitalista a la militancia socialista implicaría necesariamente, desde nuestro punto de vista, una sostenida y consistente «reforma intelectual y moral», una asimilación activa y resignificación de las enseñanzas de Gramsci sobre la construcción de una contra-hegemonía cultural desde el horizonte de lucha y de vida de las clases populares y subalternas, que implicaría una superación de toda una concepción del mundo hegemónica hasta hoy, de sus sistemas de valores, de sus códigos ético-culturales y de sus máximas de conducta.
Desde otro punto de vista, implicaría un vasto esfuerzo de revolución cultural permanente, de contestación radical a los aparatos de hegemonía locales y mundiales, que reproducen día a día la dominación espiritual de las clases dominantes transnacionales a escala del sistema-mundo moderno-colonial; y no sólo enfrentar elementos puntuales de las formaciones ideológicas de los sectores dominantes locales y de sus representantes políticos, retomando el diagnóstico necesario sobre el nuevo carácter del sistema de dominación mundial, su papel en la definición de posiciones y funciones de cada uno de los países, grupos, sectores y clases, en procesos aún visiblemente controlados por el espíritu imperial de re-estructuración funcional al «globalismo neoliberal». Cambiar la cultura política capitalista es una tarea revolucionaria de profundo calado, con avances y retrocesos, con emboscadas y con inconsecuencias propias, que no debe analizarse de manera superficial.
«Esta primera línea es la esencia del la batalla. Ese el cambio de costumbre y de cultura. Es el más grande de todos los retos de una revolución. Hay que desarrollarlo a partir de la conciencia y los valores. Ahí tenemos que hacer un esfuerzo muy grande. Esa cultura capitalista del egoísmo, del individualismo. Eso hay que combatirlo y desplazarlo con nuevos valores» (Chávez: 20 de diciembre de 2010).
Este cambio de costumbres, hábitos, usos e imaginarios no se decreta ni se impone desde «concepciones bancarias» (Freire dixit) que reproducen la acción cultural de las clases dominantes transnacionales o locales. Implica poner en la escena una contracultura insurgente como clima espiritual de la potencia plebeya, proyectar todo un nuevo modo de vida, relación y convivencia, que pasa inevitablemente por superar el profundo troquelado de nuestra específica cultura capitalista (rentista pero capitalista), fuertemente enquistada y sedimentada en nuestras relaciones, prácticas, hábitos, representaciones, actitudes y discursos.
El espíritu del capitalismo (con su búsqueda incesante de acumulación de Capital con base a la explotación y la dominación de otros seres humanos) debe reconocerse en primer lugar encarnado en nuestra vida cotidiana, en nuestras prácticas, en nuestras instituciones, en nuestras lógicas de vida, incluso en nuestras instituciones políticas.
Por tanto, superar la cultura política capitalista implica superar también la estructura de mando político que la reproduce, concebir la política mucho más allá del cálculo de cuotas de poder y privilegios, superar las lacras de la corrupción de lo político, como las denomina Enrique Dussel, cultor latinoamericano de la Filosofía de la Liberación, bastante alejado por ciertos de muchos dogmas y razonamientos de la vieja izquierda de aparato latinoamericana:
«Habría que intentar en primer lugar debatir sobre lo que lo político «no es», para despejar el campo positivo. Lo político no es exclusivamente ninguno de sus componentes, sino todos en conjunto (…).Hay que saber describirla como totalidad. (…) Lo político como tal se corrompe como totalidad, cuando su función esencial queda distorsionada, destruida en su origen, en su fuente.» (Dussel: 20 tesis de política)
«La corrupción originaria de lo político, que denominaremos el fetichismo del poder, consiste en que el actor político (los miembros de la comunidad política, sea ciudadano o representante) cree poder afirmar a su propia subjetividad o a la institución en la que cumple alguna función (de allí que pueda denominarse «funcionario»), sea presidente, diputado, juez, gobernador, militar, policía, como la sede o la fuente del poder político. De esta manera, por ejemplo, el Estado se afirma como soberano, última instancia del poder; en esto consistiría el fetichismo del poder del Estado y la corrupción de todos aquellos que pretendan ejercer el poder estatal así definido. Si los miembros del gobierno, por ejemplo, creen que ejercen el poder desde su autoridad auto-referente (es decir, referida a sí mismos), su poder se ha corrompido.» (ibid)
Olvido, encubrimiento u ocultamiento de la fuente del poder: el poder constituyente o instituyente del pueblo o la comunidad. Aquí Dussel nos propone asumir una crítica radical de la cultura política del capitalismo (y de los socialismos burocráticos), comprendiéndola como crítica radical al fetichismo del poder, crítica radical al fetichismo de la representación, como crítica de aquellos que creen ejercer el poder desde la auto-referencia de su autoridad.
Continua Dussel: «¿Por qué? Porque todo ejercicio del poder de toda institución (desde el presidente hasta el policía) o de toda función política (cuando, por ejemplo, el ciudadano se reúne en cabildo abierto o elige un representante) tiene como referencia primera y última al poder de la comunidad política (o del pueblo, en sentido estricto). El no referir, el aislar, el cortar la relación del ejercicio delegado del poder determinado de cada institución política con el poder político de la comunidad (o pueblo) absolutiza, fetichiza, corrompe el ejercicio del poder del representante en cualquier función.»(ibid)
En palabras más llanas: ejercicio del poder como privilegio, como cuota de poder, como autoridad no sometida a legitimación popular, no como servicio o ejercicio delegado por la comunidad o por el pueblo:
«La corrupción es doble: del gobernante que se cree sede soberana del poder y de la comunidad política que se lo permite, que lo consiente, que se torna servil en vez de ser actora de la construcción de lo político.» Doble responsabilidad que pasa por una doble interpelación y control del poder:
«El representante corrompido puede usar un poder fetichizado por el placer de ejercer su voluntad, como vanagloria ostentosa, como prepotencia despótica, como sadismo ante sus enemigos, como apropiación indebida de bienes y riquezas. No importa cuáles aparentes beneficios se le otorguen al gobernante corrompido, lo peor no son los bienes mal habidos, sino el desvío de su atención como representante: de servidor o del ejercicio obediencial del poder a favor de la comunidad se ha transformado en su esquilmador, su «chupasangre», su parásito, su debilitamiento, y hasta extinción como comunidad política.» (ibid)
La corrupción de lo político se transforma en proceso de extinción de la comunidad política. En esto consiste a largo plazo, sin duda, la «profesionalización» de la política, lo que llamamos la «representación» en la cultura política capitalista: «corrupción política profesionalizada»: lucha por sus propios intereses, por sus propias siglas, por sus propias cuotas de poder, por sus propios espacios de control de recursos y decisiones, ya sea de un individuo (el dictador), de una clase (como la burguesa), de una élite (como los criollos), de una «tribu» (herederos de antiguos compromisos políticos), de unos representantes sin mandato imperativo de sus bases sociales, son todos corrupción política.
Bajo este prisma conceptual de Dussel, resulta incongruente ponerse a debatir sobre cambios en la cultura política capitalista, criticar la democracia representativa, criticar las cúpulas o cogollos cuarto-republicanos, para terminar ahogándose en la orilla de procedimientos tan burdos como la «cooptación», método de «democracia interna». Para que esto sea aceptado se ha consumado lo que Dussel denomina doble corrupción. Termina siendo una contrasentido de aquella frase: «Con las bases me resteo». Por cierto, no se trata de invocar elecciones primarias para cualquier cosa, sino de poner en cuestión el acto de desechar la interpelación cara a cara de una asamblea comunitaria, de una asamblea popular, de una política (al menos) de consulta abierta con las bases populares. Entonces, el primer síntoma de neutralización burocrática de las llamadas líneas estratégicas de acción política, ha sido un acto de maquinaria avalado por el propio Chávez (de acuerdo a la evaluación de circunstancias), se llama cooptación.
¿Cómo transformar la lógica del partido-maquinaria en partido-movimiento, si comenzamos por utilizar las peores artimañas de un partido-maquinaria, si el primer acto de «cuestionamiento» de la cultura política capitalista es su reproducción ampliada? Si sabemos lo que es una asintota, mientras luchemos con las armas melladas de la cultura política capitalista, nuestra aproximación a la militancia socialista será igual a cero: sólo espejismo, ficción y simulacro.
Pero adelante, supongamos de buena fe que (producto de una evaluación sopesada de circunstancias) un estrato de virtuosos no contaminados por el «fetichismo del poder» en la dirección del partido, van a utilizar adecuadamente el procedimiento de cooptación para beneficio del colectivo, de la comunidad y del pueblo. Sigamos adelante: ¿Estamos transformando acaso la concepción del poder como fetiche, como elemento de dominación, para crear instituciones (la potestas) al frente de las cuales surgirán unas autoridades relativas, que administren ese poder mandando en obediencia con los designios del pueblo (poder obedencial) y no mandando, afirmándose en sí mismos como origen soberano del poder?
Si la respuesta es afirmativa, creo que estaríamos avanzando en transitar de la cultura política capitalista a la militancia socialista; si no es así, estamos chapoteando en pleno charco de la «cultura política capitalista». Al menos, dentro de la interpretación de Dussel. Obviamente, Dussel también se puede equivocar.
Pero también hay corrupción de lo político cuando desconocemos el principio de la soberanía popular directa en nuestra carta magna (art.5), cuando ya no tenemos un apego apasionado a los mas hermosos valores, principios y normas que sellaron nuestro compromiso con el proceso popular constituyente activado en 1998, cuando hacemos trizas la democracia participativa, cuando la llamada «democracia protagónica revolucionaria» (Plan Nacional Simón Bolivar) deriva en «mandar obedeciendo al poder constituido», al poder auto-referente, cuando la política revolucionaria, al burocratizarse, es síntoma de conversión de sus autoridades en «oligarquías».
La mejor manera de mirar la decadencia de una revolución con bases plebeyas y populares, es mirarse en el espejo histórico de aquella tan olvidada y tan citada «Revolución Mexicana», observar paso a paso en que consiste la institucionalización de una revolución: experimentar en todos sus detalles la película de su corrupción.
El Partido Socialista Unido de Venezuela podría evitar este trágico trayecto y desenlace, podría ser aun propulsor de la participación directa del pueblo y un instrumento amplio, eficaz y certero para la construcción de la democracia socialista y participativa. Podría ser uno de los ejes organizativos ejemplares en la conformación de una nueva cultura política socialista, nacionalista, antiimperialista y revolucionaria en el «gran polo patriótico», si asume con honestidad (sacudiéndose el letargo y muchos auto-engaños) no a una «retórica de auto-crítica», sino de una vasta campaña de rectificación y reimpulso de arriba-abajo: desde su presidente; es decir, Chávez en plena recuperación, pasando por todos los órganos de dirección, hasta llegar a los llamados órganos de base, como lo son las patrullas, ahora nuevamente alistadas, registradas y llevadas a un plan de etapas de activación política similar al conducido por el «Comando Bolivar-200».
Esa rectificación y reimpulso podría ser el motor de una vasta participación, que podría ser democrática y plena, de trabajadores y trabajadoras, campesinos y campesinas, jóvenes, intelectuales, profesionales, artistas, mujeres, pequeños y medianos productores del campo y de la ciudad, pueblos indígenas y negritudes insumisas, si el esfuerzo por incluir, reunificar, reagrupar no reproduce los vicios de la lógica del partido-maquinaria en la conformación y funcionamiento de todos sus órganos del poder, en la elaboración, discusión y resolución de programas y estrategias, en la promoción y elección de sus voceros, delegados y direcciones, en igualdad de condiciones, para lograr conformar una dirección colectiva del proceso revolucionario condensada en la conformación del gran polo patriótico. ¿Podría serlo?
Digamos que si, a condición de tomarse en serio las propias líneas estratégicas de acción política, no en convertirlas en un documento de «acato pero no se cumple». Sobremanera cuando se habla de convertir la maquinaria del PSUV en un partido-movimiento, es decir, al servicio diario del pueblo. Estamos casi convencidos de que se está haciendo todo lo necesario para crear las condiciones de una derrota estratégica de la revolución, si en vez de alinear todos los esfuerzos en la dirección de la conformación del gran polo patriótico, se pretende priorizar y consolidar la lógica del aparato-vanguardista y de la maquinaria electoral en el seno del PSUV.
Si las anunciadas transformaciones del documento de las líneas estratégicas de acción política apuntan a debilitar una cada vez más necesaria y profunda política de alianzas entre partidos revolucionarios, movimientos sociales, colectivos e individualidades, fortaleciendo en cambio el horizonte exclusivo de un partido-maquinaria, entonces tendremos un escenario desfavorable para una victoria contundente en el año 2012.
Cuando Chávez ha hablado de la segunda línea para convertir la maquinaria del PSUV en un partido-movimiento, al servicio de las luchas populares por satisfacer las necesidades humanas y no sólo para enfrentar eventos electorales, al menos ha quedado claro que: «Esto es muy importante porque ahí está el MVR (Movimiento Quinta República) que terminó siendo una maquinaria sólo electoral. Es una derivación peligrosa, porque el MVR se alejó de las luchas cotidianas del pueblo. Eso no podemos permitir que suceda con el PSUV. Hay que atacarlo desde ahora mismo».
¿Acaso se esta atacando? La constitución del gran polo patriótico, como una audaz política de reunificación, re-politización y re-polarización implica contar con organizaciones políticas que sean algo más que aparatos vanguardistas o maquinarias electorales. El llamado a las corrientes, a movimientos sociales, a fuerzas patrióticas y nacionalistas a sumarse con aportes a un gran polo patriótico debe pasar por el prestigio y la credibilidad de sus impulsores, implica asumir que los vicios del sectarismo, el oportunismo, el burocratismo y el dogmatismo están siendo efectivamente erradicados. Esto implica crear espacios e instancias para apalancar una crítica construyendo alternativas, en la onda incluso de un Chávez abierto a voces críticas:
«Le hago un llamado a todas las corrientes y movimientos. Mientras más críticos, más me gusta. El llamado a todos los sectores de la vida nacional. Sin sectarismos. Vistámonos de humildad. Se lo digo a todos los militantes del partido. El partido no puede tomar la actitud del mandamás. Es partido es un sistema abierto re-unificador y potenciador. Aquí hay dos caminos: Este que llevamos (socialismo) o retrogradar y sería una catástrofe que nos lleven al pasado».
Si con honestidad, se esta re-pensando el nuevo mapa estratégico: ventana táctica», es importante salirle al paso a visiones tan estrechas como concebir el «partido-movimiento» como si se tratara de una «maquinaria en movimiento». ¿Será acaso el gran polo patriótico una gran aglomeración de «maquinarias en movimiento»?
Seria una gran irresponsabilidad política (nuestra historia ha demostrado que si son posibles grandes irresponsabilidades políticas en el seno de la izquierda en el siglo XX), despachar bajo la lógica del partido-maquinaria los inmensos retos estratégicos de la reunificación de las fuerzas patrióticas, democráticas y revolucionarias, con mira a la conformación del gran «Polo Patriótico».
Sin autocrítica socialista, no podrá colocarse la revolución al lado de la gente, en acompañamiento espiritual «para sufrir y ser interpelado por el pueblo, que es el dueño del poder verdadero». Y esto lo decimos por las siguientes razones:
- Se enumeran constantemente las fallas: burocratismo, oportunismo, sectarismo, nepotismo, gradual alejamiento de la base bolivariana, imposición de los dirigentes, falta de compromiso, pasividad de la militancia, protagonismo individualista, elitismo, corrupción, desinformación, exclusión, deslealtad, falta de formación ideológica, pero, ¿cuáles son las medidas concretas de corrección, sus responsables, su plan de acción, su cronograma de ejecución, sus resultados?
- Se prioriza actualmente la tesis del «desarrollo orgánico del partido», suponiendo que la formación ideológica en cursos y talleres a cuadros medios y de base es condición suficiente para el trabajo político de masas, además de lograr los correctivos y la vinculación social directa con las diversas instancias del poder popular, cuando han sido las instancias de dirección del partido las que hacen gala del mayor distanciamiento y desvinculación con los problemas de las comunidades y las demandas populares.
- La conducta ejemplar, la alta moral, la inserción activa en la agenda de luchas populares y la ética del compromiso de las instancias de dirección del partido, es una condición necesaria para reimpulsar, re-politizar, re-unificar y re-polarizar con base a la construcción de mayorías en la actual coyuntura.
- El debate ideológico y la atención a los problemas, necesidades y demandas sentidas del pueblo no son dos aspectos separados del trabajo político. Conocer y aplicar estatutos, declaración de principios, bases programáticas del partido, preocupados por el «funcionamiento orgánico del partido», no es excusa para abandonar el trabajo político con aquellos sectores que no siendo «militantes orgánicos» del PSUV, forman las grandes mayorías del pueblo, incluyendo sectores, colectivos y movimientos con organización social de base, pero además con los que aun siguen siendo vistos como «beneficiarios» de políticas y no como «protagonistas de las transformaciones».
- La preocupación soterrada por activar «tribunales disciplinarios» puede ser un síntoma de perdida de capacidad para articular voces descontentas, procesar diferencias, articular demandas insatisfechas, buscar «chivos expiatorios» ante la perdida de conexión entre las estructuras orgánicas del partido con las problemáticas populares, acusando cualquier manifestación de malestar como casos o eventos de indisciplina, deslealtad, e incluso traición.
- Se presupone que la transformación socialista depende casi exclusivamente del instrumento-partido, sin tomar en consideración la significación y autonomía de los movimientos sociales, las organizaciones populares de base, las formas organizativas propias de los trabajadores, campesinos, profesionales, pobladores, estudiantes, mujeres, indígenas y otros colectivos de lucha. Volvemos a la vieja tesis de que el partido-aparato que dirige y coloniza todo un correaje de organizaciones de la sociedad, que fungen de «masa de maniobra».
- El control de manera continua en el tiempo de cargos de dirección o de gobierno por las mismas personas ha generado cuotas de poder y control de recursos, que imponiendo lealtades personales han impedido el ejercicio efectivo de la democracia interna del partido, limitando la actuación y promoción de liderazgos naturales de base, generando un sistema de clanes y caudillos internos con cargos casi vitalicios en el partido, gobernaciones, alcaldías y órganos del poder nacional.
- La dinámica del partido se agota en su funcionamiento interno, en sus estructuras orgánicas, en la gestionalización de lo político, en reuniones de información y coordinación internas, en vez del trabajo político con las comunidades y frentes sectoriales de lucha del pueblo. El partido se va auto-confinando, se aleja de las demandas populares, se concibe a sí mismo como ente separado y superior al pueblo, que se impone sobre «masas sin conciencia ideológica». Se concibe al pueblo como clientela-beneficiaria y no como protagonista del cambio, y al partido como alcabala de favores y prebendas.
- Se omite cualquier tesis del partido como escuela para el servicio público, para desplegar una permanente política de alianzas y relaciones de mutuo apalancamiento y respeto con los movimientos sociales, con las comunidades, con las organizaciones reivindicativas de los trabajadores y trabajadoras, campesinos y campesinas, estudiantes, empleados públicos, profesionales, pueblos indígenas, mujeres y todo el conjunto de organizaciones de ciudadanos y ciudadanas. Sin esta política de animación y apalancamiento popular, la lucha cotidiana por transformar las condiciones de vida, satisfacer necesidades humanas, canalizar respuestas institucionales y de corresponsabilidad social, convierten al partido en una suerte de peaje o alcabala de la relación entre pueblo y gobierno.
- El partido es percibido como un ente que no incluye, que no convoca, que no incorpora, que no suma a la causa revolucionaria a movimientos y sectores de la población que se mantienen al margen de la política, que están hastiados o desilusionados por ser tratados como «beneficiarios» o «rebaño electoral»; y no como protagonistas de la «profundización democrática de la sociedad».
- El partido no visibiliza, ni se hace eco ni canaliza las demandas insatisfechas del pueblo, pues se auto-representa como partido de gobierno, no interpela críticamente a los órganos del estado ni a sus responsables por obstaculizar el acceso a la satisfacción de demandas o necesidades sociales.
Estas y otras razones están bloqueando tanto una rectificación interna del PSUV como el avance en la constitución de un Gran Polo Patriótico, hecho que trasciende por mucho las instancias partidistas, ya que de hecho implica el despliegue de una política revolucionaria (de alianzas y articulaciones de fuerzas, movimientos sociales, grupos e individualidades) más allá de los partidos políticos revolucionarios.
Si el gran polo patriótico no se concibe más allá de los cálculos electorales, y se inscribe en un proyecto articulador de contenido estratégico para la construcción del socialismo bolivariano, democrático y revolucionario, construyendo aceleradamente espacios e instancias del poder popular, así como de defensa de la soberanía nacional y de radicalización democrática de la sociedad venezolana, entonces el futuro del avance revolucionario quedará confinado a la defensa y preservación de las conquistas sociales logradas hasta la actualidad. Para salir de estos estancamientos que le sirven la mesa al avance de la derecha y los intereses imperiales, es preciso salir del charco de la lógica del partido-maquinaria, conjurar el vanguardismo, acumular fuerzas para un frente amplio revolucionario que se inspire de nuevo en la potencia plebeya de diferentes frentes sociales, de carácter sectorial y territorial, que en su capacidad constituyente puedan crear nuevas situaciones que consoliden un auténtico horizonte socialista renovado
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