La relevancia de los factores de demanda para explicar el crecimiento fue planteada en los años treinta de manera prácticamente simultánea por Michal Kalecki y John Maynard Keynes. La principal conclusión de la teoría de la demanda efectiva es que el gasto determina la renta de una economía. Keynes mostró que la propensión marginal al […]
La relevancia de los factores de demanda para explicar el crecimiento fue planteada en los años treinta de manera prácticamente simultánea por Michal Kalecki y John Maynard Keynes. La principal conclusión de la teoría de la demanda efectiva es que el gasto determina la renta de una economía. Keynes mostró que la propensión marginal al consumo decae cuando el ingreso total se incrementa. Por su parte, Kalecki consideró la existencia de diferentes propensiones a consumir por parte de los salarios y de los beneficios. Esto permitió plantear la posibilidad teórica de que la redistribución de la renta nacional entre los trabajadores y los capitalistas afecte al nivel de producción. Sin embargo, prácticamente nadie analizó las implicaciones que eso tiene para la teoría del crecimiento económico hasta que Amit Bhaduri y Stephen Marglin (1990) lo hicieron.
En su modelo estos autores partieron de considerar a los salarios reales como el coste de producción más relevante, pero también como el determinante más importante de la demanda agregada. Como coste, su incremento tiene un efecto negativo sobre la inversión, debido a que los márgenes de beneficios se reducen al crecer los salarios. Sin embargo, como fuente de ingresos, su incremento tiene un efecto positivo sobre el consumo, gracias a la mayor propensión a él que tienen los salarios en comparación con los beneficios.
De este modo, el aumento de los salarios reales y el de la participación de los salarios en la renta nacional, pueden tanto beneficiar como obstaculizar el crecimiento. Esto dependerá de cuál sea el componente dominante de la demanda agregada. Si es la inversión, un incremento de la participación salarial tendrá un efecto negativo sobre ella. La mejora del consumo no será suficiente para compensar la caída de la inversión. La participación salarial debilitará el crecimiento. Por el contrario, este será promovido si la participación de los beneficios en la renta nacional se incrementa, gracias a que, con ella, lo hará también la inversión.
Bhaduri y Marglin denominaban regimen «exhiliracionista» a este patrón de crecimiento guiado por los beneficios. Este tipo de crecimiento no sólo beneficia a los capitalistas, sino que también beneficia a los trabajadores desempleados por medio de los nuevos empleos que genera. Sin embargo, la creación de puestos de trabajo se logra a expensas de los salarios reales medios de los trabajadores que ya tienen un empleo. Además, el consumo decreciente (consecuencia de los menores salarios) en un contexto de mayor capacidad productiva instalada generada, puede acabar ocasionando una crisis de sobre-acumulación/sub-consumo después de años de crecimiento guiado por los beneficios.
Por el contrario, si el consumo es el componente dominante de la demanda agregada, entonces un incremento de la participación de los salarios en la renta nacional tendrá un efecto global positivo sobre la demanda, a pesar de su negativo efecto sobre la inversión. Este regimen es denominado «estanacionista». El crecimiento está guiado por los salarios. El efecto positivo del consumo sobre el grado de capacidad utilizada permite lograr un montante total de beneficios mayor (e incluso una tasa de ganancia más alta) en un contexto de menores márgenes y participación de los beneficios en la renta nacional.
Los autores llaman «capitalismo cooperativo» a este resultado, el cual les permite afirmar que «el capitalismo no es necesariamente un juego de suma cero» (op.cit.: 382). Sin embargo, los autores también tienen en cuenta los límites a los que se enfrenta la cooperación entre capital y trabajo cuando los mayores salarios generan una presión a la baja sobre los márgenes de beneficio, En el corto plazo esta comprensión de las ganancias puede dar lugar a un conflicto entre las diferentes facciones de la clase capitalista. En un plazo más largo puede generar una crisis de sub-acumulación. En conclusión, el crecimiento no se encuentra asegurado en ninguno de los regímenes considerados en el Modelo Bhaduri-Marglin.
Durante los últimos años este modelo ha sido aplicado al análisis de los modelos de crecimiento de diversos países. Teóricamente, en el contexto de una economía crecientemente abierta, como la economía mundial actual, los resultados obtenidos para el regimen estanacionista se pueden ver alterados, ya que el efecto negativo que la menor participación salarial tiene sobre el consumo puede ser compensado por el efecto positivo que los menores costes laborales tienen sobre las exportaciones. Sin embargo, la mayor parte de los estudios econométricos sugieren que, a pesar de ello, las economías desarrolladas (como Alemania, Estados Unidos, Francia, Japón o el Reino Unido) se encuentran predominantemente guiadas por los salarios. Aunque algunos de los estudios han alcanzado resultados contradictorios entre sí al aplicar el modelo a una misma economía (para un resumen de estos trabajos ver Stockhammer y Onaran, 2012).
Apenas se han llevado a cabo análisis de los modelos de crecimiento de las economías subdesarrolladas, excepto algunos trabajos tentativos que se han centrado en economías como las de China, México, Sudáfrica, Turquía o Tailandia. Estos pocos trabajos han llegado a la conclusión de que las economías analizadas se encuentran predominantemente guiadas por los beneficios, al menos cuando la apertura de cada una de ellas es tomada en consideración. Sin embargo, los análisis preliminares del efecto que las políticas de ajuste salarial puestas en marcha durante las últimas décadas han tenido sobre el desempeño de la economía mundial señalan que dichas políticas han afectado negativamente al crecimiento (Onaran y Galanis, 2012). Esto se debe a la imposibilidad teórica de que todos los países logren ganancias simultáneas de competitividad externa, una cuestión acerca de la cual Bhaduri y Marglin ya advirtieron.
Algunos desarrollos teóricos recientes han intentado endogenizar el comportamiento de las variables explicativas del modelo. La vía principal de hacerlo es considerar el efecto que tienen los rendimientos crecientes a escala (posibilitados por la mayor utilización de la capacidad productiva instalada) y el progreso técnico sobre las participaciones del trabajo y el capital en la renta nacional. En el contexto de un regimen estanacionista, el incremento de la productividad laboral puede dar lugar a una caída de la participación de los salarios, reduciendo el impacto positivo que los mayores salarios reales tienen sobre el crecimiento. De modo que, para ser compatible con un crecimiento estable, la productividad laboral debe aumentar a una tasa que permita mantener la participación salarial en un nivel relativamente constante a largo plazo.
En este modelo, el incremento tanto de los salarios, como de la productividad se encuentra determinado simultáneamente por la competencia inter-capitalista y el conflicto entre la clase capitalista y la clase trabajadora (Bhaduri, 2006). El progreso técnico es una consecuencia del intento de los capitalistas de compensar el crecimiento de los salarios reales a través de la mejora de la productividad laboral. Por lo tanto, las políticas de ajuste salarial tendrán como efecto una ralentización de las tasas de progreso técnico.
Por otro lado, en los dos regímenes de crecimiento planteados por el modelo se pueden dar resultados tanto de equilibrio, como de falta del mismo, es decir, tanto estables, como inestables (Bhaduri, 2008). La relación entre la producción y la distribución se puede explicar a partir de la combinación de análisis por el lado de la oferta y por el lado de la demanda. De este modo se elude la necesidad de depender, como la economía neoclásica, del efecto sustitución capital-trabajo para explicar el progreso técnico y de la productividad marginal para explicar la distribución de la renta entre capital y trabajo.
De hecho, la conclusión principal del modelo es que no existe una respuesta universal al problema del crecimiento económico. Tanto las políticas favorables al capital, como las políticas favorables al trabajo pueden promoverlo, dependiendo de cuál sea el componente dominante de la demanda agregada.
No obstante, una de las limitaciones del modelo es que no tiene en cuenta los límites históricos del proceso de acumulación analizados por economistas políticos anteriores. Como es habitual en economía, el modelo tampoco analiza los límites ecológicos del crecimiento, ni las desigualdades de género, debido a su falta de consideración de la dimensión física de los procesos económicos y de las actividades económicas externas al mercado. Aún así, el modelo es muy útil para evaluar las actuales políticas puestas en marcha frente a la crisis. Estas están profundizando el ya regresivo patrón de distribución de la renta al adoptar políticas favorables a los beneficios en economías que se encuentran guiadas por los salarios, obstaculizando, de esta manera, su recuperación.
Referencias:
– Bhaduri, A. and Marglin, S. (1990): «Unemployment and the Real Wage: The Economic Basis for Contesting Political Ideologies», Cambridge Journal of Economics, 14 (4), 375-393.
– Stockhammer, E. and Onaran, Ö. (2012): «Wage-Led Growth: Theory, Evidence, Policy», PERI Working Paper Series, 300.
– Onaran, Ö. and Galanis, G. (2012): «Is Aggregate Demand Wage-Led or Profit-Led? National and Global Effects», ILO Conditions of Work and Employment Working Papers Series, 40.
– Bhaduri, Amit (2006): «Endogenous Economic Growth: A New Approach», Cambridge Journal of Economics, 30, 69-83.
– Bhaduri, Amit (2008): «On the Dynamics of Profit-led and Wage-led Growth», Cambridge Journal of Economics, 32, 147-160.
http://colectivonovecento.org/2013/09/16/distribucion-demanda-y-crecimiento/
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