La música brasileña se convirtió en un producto de exportación y de construcción de la imagen internacional del país, pero aún es poco conocida en su diversidad e historia y en lo que representa para la identidad nacional.
Para divulgar estas y otras dimensiones se incorporó al conjunto de celebraciones del «Año de Brasil en Francia» una muestra multimedia, de fotografías, canciones históricas, tapas de discos, documentos, objetos y videos, que despertó gran atención en París, del 16 de marzo a 26 de junio.
La exposición, bautizada «Musique Populaire Brésilienne», se repite ahora en Río de Janeiro, del 29 de agosto al 13 de noviembre, reducida por la exclusión de documentos poco relevantes para el público nacional y con nuevo título, «Raíces Musicales de Brasil».
La muestra, organizada por el museo francés Cité de la Musique, busca principalmente destacar el «mestizaje», la fusión que caracteriza tanto a la población como a la música de Brasil, según Dominique Dreyfus, curadora de la muestra.
La colonización portuguesa, acrecentada con muchos inmigrantes de otros países europeos, y la numerosa población negra descendiente de los esclavos traídos de África constituyen los mayores aportes, con una contribución «marginal» de los indígenas, señala el texto sobre los tres orígenes de la música brasileña.
Dividida en siete secciones, la exposición se organiza pedagógicamente y de forma cronológica, indicando los principales movimientos que revelan la diversidad de géneros, estilos y ritmos que fueron surgiendo o haciéndose conocidos en el país.
Samba y bossa nova, los géneros más conocidos en el mundo, ganaron mayor espacio, pero se destacan también el baiao y otros ritmos del nordeste brasileño, donde Dreyfus vivió buena parte de su infancia.
Periodista y cineasta dedicada a documentales, la curadora es francesa pero vivió entre los dos y los 14 años en Brasil, país que sigue visitando con frecuencia. Se hizo experta en historia de la música brasileña y escribió biografías de Baden Powell, famoso guitarrista y compositor que vivió sus últimas décadas en Francia, y de Luiz Gonzaga, el «Rei del baiao».
Los géneros musicales brasileños tuvieron orígenes locales, en medios sociales bien definidos, antes de ganar difusión nacional a través del teatro, la radio, el cine, el disco y finalmente la televisión, observa uno de los textos de la muestra.
Es así que el choro (llanto, literalmente) nació en la pequeña clase media de Río de Janeiro en fines del siglo XIX, como una forma local de interpretar géneros europeos como la polca o la mazurka, con alguna influencia negra.
El baiao vino del medio rural del nordeste, expandiéndose por el éxito de Luiz Gonzaga y la gran migración de los «nordestinos» a todas partes de Brasil.
En el exterior, la música brasileña se hizo conocida inicialmente por Carmen Miranda, quien emigró a Estados Unidos en 1939 con sus sambas y marchas de carnaval ilustradas por su modo sensual de bailar, con ropas extravagantes ornamentadas de bananos y ananás.
Construyó así un estereotipo solo superado con el éxito internacional, desde Estados Unidos hasta Japón, de la bossa nova, género que funde samba y jazz con una sofisticación, especialmente en armonías, que refleja un país en proceso de industrialización y la ampliación acelerada de una clase media urbana.
Creado a fines de los años 50, cuando Brasil vivía la euforia de la implantación de la industria automovilística y la construcción de Brasilia, la bossa nova que cantaba los placeres de la playa, la «garota (muchacha) de Ipanema» y un futuro prometedor, vio su ingenuidad abatida por la dictadura militar instalada en 1964, que dividió a la clase media.
Parte de la música popular representó entonces un instrumento de resistencia al régimen autoritario, mientras aparecieron nuevos movimientos, como el tropicalismo que a fines de los años 60 rescató ideas del movimiento artístico modernista de 1922.
La antropofagia fue una explicación dada por el modernismo para el carácter de la cultura brasileña, su capacidad de absorber cualquier aporte extranjero deglutiéndolo, en procesos de fusión y creación de nuevas manifestaciones. Eso explica la riqueza, la diversidad y la resistencia de la cultura y las artes nacionales.
El tropicalismo, encabezado por los compositores y cantantes Caetano Veloso y Gilberto Gil, así como el axé, surgido en los años 80 en el estado de Bahía, y el mangue beat, de la década pasada en Pernambuco, completan la muestra idealizada por Dreyfus, apuntando al nordeste como origen de los más recientes movimientos musicales brasileños.
La muestra responde a una natural curiosidad ante el éxito internacional de la música brasileña, que fomenta la exportación de muchos músicos, además de canciones y espectáculos. Es sorprendente la cantidad de cantantes e instrumentistas brasileños que hacen carrera en el exterior, pero son desconocidos en Brasil. ( (FIN/2005)