Aunque de manera original, sin precedentes, en Venezuela se verifica por estos días una ley inalterable de toda revolución: el doble poder. Afirmación de dos centros de mando que, en representación de clases y sectores de clases contrapuestos, confrontan en el marco de la desarticulación del control hegemónico del Estado preexistente. Podría haber ocurrido […]
Aunque de manera original, sin precedentes, en Venezuela se verifica por estos días una ley inalterable de toda revolución: el doble poder. Afirmación de dos centros de mando que, en representación de clases y sectores de clases contrapuestos, confrontan en el marco de la desarticulación del control hegemónico del Estado preexistente.
Podría haber ocurrido de otras muchas maneras. Pero fatalmente llegaría el momento en que la Revolución Bolivariana se vería frente a frente, sin conciliación posible, con la burguesía y el imperialismo.
Sucedió a causa del resultado del 6-D. Por eso en una primera instancia la manifestación más visible de este fenómeno ocurre en la Asamblea Nacional. Con 112 diputados, la burguesía tiene el control institucional tradicional. Con la instalación del Parlamento Comunal la dirección revolucionaria contrapone, según palabras de Diosdado Cabello, » un mecanismo legislativo que le permita al pueblo disponer de recursos, jefaturas, toma de decisiones, leyes, y que le permita al pueblo disponer su forma de vida».
He aquí entonces, por vía y en circunstancias inesperadas, la inauguración formal de un doble poder en Venezuela.
Sorprende que en muchos casos no se valore en toda su trascendental importancia la decisión tomada por el presidente Nicolás Maduro, quien sin rodeos explicó: » No voy por el camino del capitalismo, voy por el camino de una revolución productiva, integral, nacional y profundamente socialista». El Parlamento Comunal es la articulación táctica de esa terminante definición estratégica. Y da lugar a una nueva Venezuela.
Que el lugar físico de ese doble poder sea el Capitolio -más aún: que el sitio asignado al Parlamento Comunal sea el del antiguo Senado hoy inexistente- subraya la singularidad de la Revolución Bolivariana, que en 17 años logró sortear una y otra vez, sin ceder lo fundamental de su estrategia, la imposición de una confrontación violenta propiciada por la burguesía local y el imperialismo.
Un poder doble es por definición inestable y, a término, insostenible. Uno de los dos ha de imponerse sobre el otro. Si la parte derrotada continúa avalada por fuerza objetiva suficiente y mantiene voluntad de combate, la dualidad de poderes desemboca en una guerra civil.
Tal desenlace sólo es evitable -o reductible a una mínima expresión- si las fuerzas revolucionarias consiguen poner en movimiento al conjunto social, que en el original caso venezolano incluye al grueso de la Fuerza Armada. Pero así como toda genuina revolución cumple en algún momento de su desarrollo la ley del doble poder, el corolario inevitable es la derrota definitiva, pacíficamente o no, del poder enemigo. Otra secuela insoslayable de tal situación es la intervención de un tercer protagonista, en realidad el primero en el caso venezolano: el imperialismo; cuyos jefes saben que no tienen chance si no es por el camino de la violencia.
Si el doble poder está instalado y representado en la Asamblea Nacional, no será allí donde se dirimirá. No se trata de diputados y mayorías eventuales. Se trata de la lucha de clases en su más franca expresión. El Parlamento Comunal no será representación del poder de las mayorías si no está plasmado en organismos de masas, participativos y democráticos, desplegados en todo el país, en cada lugar de trabajo o de estudio. Entendido de esta manera el poder efectivo se traslada al Parlamento Comunal y choca de frente con los declarados propósitos de la mayoría burguesa en la Asamblea Nacional.
Nada más importante en esta coyuntura que la determinación de el o los partidos revolucionarios (Psuv y GPP) para cohesionar, dar confianza y organización a las grandes masas, lo que implica dirigir políticamente las Asambleas Populares y otros organismos de base sin caer sobre ellos de manera vertical.
No se trata de propugnar un supuesto poder que se conforma de abajo hacia arriba, como habitualmente se escucha. Tampoco lo contrario: la imposición desde un organismo centralizado que reemplaza el debate y la decisión de las masas. Tales interpretaciones mecanicistas bloquean la interacción dialéctica entre un centro de mando político y los organismos de masas. Aquél, munido de estrategia, programa de acción, información y cuadros capacitados para llevar a las mayorías una línea de acción en medio de la confrontación; éste, con fuerza suficiente para traducir el nivel de conciencia y la voluntad de combate de sus bases y ensamblarlos con la dirección político-militar revolucionaria.
Desafío extraordinario y sin postergación posible para el Psuv-GPP. Hay organismos de base de enorme potencialidad, que requieren impulso exterior para proyectarse como plataforma del Parlamento Popular, cuyo nombre podría traducirse como Comando Central de Asambleas Populares. Ese impulso exterior sólo puede provenir de la organización revolucionaria socialista, el Psuv y, hasta donde se pueda, el GPP. Es claro que toda idea conciliacionista ha de ser combatida y vencida en ambos componentes de este proto-Estado revolucionario.
Inviable una victoria si la voluntad insurrecta de las masas no se expresa en toda su potencia. Igualmente inviable sin la dirección lúcida y férrea de la dirección revolucionaria.
Tal el reto que afrontan las y los revolucionarios en Venezuela. Y que debemos acompañar incondicionalmente quienes en América Latina y el mundo luchamos contra el capitalismo.
@BilbaoL
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