Fueron pocos los que realmente quisieron que comenzaran las conversaciones sobre la Ronda de Doha en la Organización Mundial del Comercio (OMC) y ahora nadie sabe cómo ponerles fin. Ya va casi una década de vaivenes. Varios dirigentes políticos han proclamado ahora que la Ronda de Doha debe culminar este año. De lo contrario, tal […]
Fueron pocos los que realmente quisieron que comenzaran las conversaciones sobre la Ronda de Doha en la Organización Mundial del Comercio (OMC) y ahora nadie sabe cómo ponerles fin. Ya va casi una década de vaivenes.
Varios dirigentes políticos han proclamado ahora que la Ronda de Doha debe culminar este año. De lo contrario, tal vez se abandone todo, advirtieron algunos. Pero no hay muchas posibilidades de que pueda llegarse a un acuerdo.
Las principales propuestas que están sobre la mesa son muy desparejas, en perjuicio de los países en desarrollo, pero los países desarrollados quieren todavía más beneficios, y no parece probable que los grandes países en desarrollo cedan a esas injustas demandas.
Ante la posibilidad de un colapso, los países ricos ya están preparando el terreno para responsabilizar a los países en desarrollo. La última serie de negociaciones se realizó en la última quincena en Ginebra entre once miembros de la OMC, en lo que se ha denominado el G-11: Estados Unidos, la Unión Europea, Japón, Canadá, Australia, China, India, Brasil, Argentina, Sudáfrica y Mauricio.
De hecho, gran parte de las negociaciones tuvo lugar no entre los once sino en reuniones bilaterales entre Estados Unidos, por un lado, y China, India y Brasil, por el otro.
El mayor obstáculo para la culminación de la Ronda de Doha es Estados Unidos. El presidente Barack Obama y su equipo de comercio tienen una autoridad de negociación real limitada, porque el Congreso debe aprobar cualquier acuerdo y no está dispuesto a cooperar con la administración Obama.
Para evitar complicaciones con el Congreso los funcionarios estadounidenses deben demostrar que no han renunciado a nada en las negociaciones. De lo contrario, tendrían la oposición de los influyentes grupos de presión agrarios, las empresas y las centrales sindicales.
También deben demostrar que las empresas y el sector agrícola tendrán nuevos negocios con un aumento de las exportaciones. Como no hay muchas posibilidades de aumentar las ganancias en los otros países ricos, Estados Unidos insiste con los países en desarrollo más grandes para que abran sus mercados, tanto en bienes como en servicios.
Pero los países en desarrollo tienen su propia historia. El proyecto de acuerdo de Doha de diciembre de 2008 no exige a los países desarrollados que hagan concesiones importantes. Podrán mantener sus elevadas subvenciones agrícolas por el peculiar sistema de la OMC que exige que se reduzcan algunas subvenciones (conocidas como caja roja), mientras que permite que otras (caja verde) continúen sin límites.
Estados Unidos y la Unión Europea han cambiado «cajas» de rojo a verde, a la vez que mantienen -o incluso han aumentado- el total de subvenciones. El apoyo a la agricultura de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) aumentó de 326.000 millones de dólares en 2007 a 384.000 millones en 2009.
Cuando comenzaron las negociaciones de la Ronda Doha en 2001 se suponía que la prioridad era lograr reducciones reales en las subvenciones agrícolas de los países ricos. Ahora resulta muy claro que eso no va a pasar. Tampoco están dispuestos a abrir los servicios laborales para permitir que ingrese y trabaje más personal especializado de los países en desarrollo, una de las principales demandas de estos países, que se ha convertido prácticamente en una causa perdida.
Mientras, a los países en desarrollo se les exige que reduzcan drásticamente sus aranceles industriales, en algunos de ellos en un promedio de cincuenta a sesenta por ciento, y los aranceles agrícolas, en hasta treinta y seis por ciento. Los países menos adelantados están eximidos, pero a la mayoría de ellos se les pide que reduzcan el ochenta por ciento de todos sus aranceles en acuerdos de libre comercio fuera de la OMC.
Esas reducciones arancelarias significan importaciones más baratas, lo que perjudica a los mercados e incluso la supervivencia de empresas y agricultores de los países en desarrollo. Así, podrían sufrir pérdidas en la producción y el empleo, mientras que ganarían muy poco en las nuevas exportaciones a los países ricos.
Pero eso es sólo una parte de la historia. Estados Unidos exige aún más de los principales países en desarrollo: que reduzcan los aranceles a cero en tres grandes sectores industriales (químicos, maquinaria industrial y productos eléctricos), y que abran más el sector servicios a la propiedad y competencia extranjera.
Los textos de diciembre de 2008 son desparejos, pero estas nuevas demandas han superado todo límite. Por eso las conversaciones están estancadas. De todas maneras, los países intentan continuar. En abril se presentarán nuevos textos, a los que se les darían toques finales en julio. A partir de ahí se trabajaría en los compromisos para llegar a un acuerdo final en diciembre. Claro, se trata sólo de fechas que nadie se atreve a predecir que se cumplirán, sobre todo teniendo en cuenta tantos antecedentes de plazos previos incumplidos.
* Director ejecutivo de South Centre.