En momentos en que parecen «descubrirse» indicios de la corrupción político-financiera en las alturas del poder, queda claro el maridaje entre la Estadolatría, el capitalismo de estado y las fracciones del capital financiero. No se tratan solo de patologías propias de la «transición rumbo al socialismo», sino del propio esquema de poder de la «nueva […]
En momentos en que parecen «descubrirse» indicios de la corrupción político-financiera en las alturas del poder, queda claro el maridaje entre la Estadolatría, el capitalismo de estado y las fracciones del capital financiero. No se tratan solo de patologías propias de la «transición rumbo al socialismo», sino del propio esquema de poder de la «nueva clase», que sigue haciendo uso demagógico de la palabra «socialismo», solo para obtener riquezas, prebendas y privilegios.
La revolución bolivariana está atrapada en dos campos minados: el campo minado del capitalismo de Estado, por una parte, que apoya una matriz desarrollista-populista, de carácter neo-adeco, y el campo minado del socialismo burocrático, con una matriz que es una extraña mezcolanza entre el estalinismo más ramplón, y el seguidismo ideológico-político de la revolución cubana.
Una de las volteretas mágicas del socialismo real, fue la conversión del Partido-Estado soviético al Capitalismo de mafias (de camarillas políticas a mafias económicas), cuyo origen era la de haber sido miembros de la alta burocracia del estado soviético, altos funcionarios del partido, y altos cuadros del estamento militar, policial, junto a sus servicios de inteligencia. El socialismo burocrático demostró su rápida propensión a transformarse en un capitalismo con nuevos grupos económicos de poder, a partir de la nominal mascarada del «Estado socialista».
En el año 2007, escribía un breve artículo sobre lo que ya era moneda corriente en las conversaciones cotidianas: la existencia de la llamada «boli-burguesía» (http://www.aporrea.org/ideologia/a43649.html). Hoy sabemos que fue el periodista Juan Carlos Zapata quien puso a circular el neologismo que luego el diario O´Globo de Brasil apalancó con gran fuerza de diseminación, que hoy algunos voceros de oposición reinterpretan como «Chávez-burguesía».
Decíamos entonces que la Estadolatria propia del viejo socialismo inexistente, se expresa en su funcionalidad directa con los intereses de los nuevos grupos económicos de poder y sus gestores o padrinos políticos. Ciertamente, detrás de la palabra «boliburguesía», hay complicidad de funcionarios del Estado.
También decíamos que no hay transición al socialismo democrático, revolucionario, participativo y libertario desde el fortalecimiento de la Estadolatria y del Capitalismo de Estado. El fortalecimiento del capitalismo de Estado, decíamos entonces, es un valor de nuestros «jacobinos burgueses». En otras palabras, conocemos más o menos bien, que cosa es el jacobinismo político, pero ignoramos las raíces de clase y los intereses económicos del jacobinismo.
Decíamos que en ese error habían caído los llamados «intelectuales del socialismo del siglo XXI», por ejemplo, el anterior Ministro Haiman el Troudi, quién en su texto: «Ser capitalista es un mal negocio», decía que «hay que vencer la conspiración del chavismo sin socialismo, esto es, la subterránea lucha de jacobinos versus girondinos (p.31)».
Decíamos que El Troudi se equivocaba porque es un grave error la exaltación del jacobinismo como la «izquierda social» de la revolución francesa. Los jacobinos fueron, en realidad, la izquierda política de una fracción de la burguesía. Decíamos que si Haiman el Troudi quería de verdad profundizar en lo que llama «Chavismo sin Socialismo», tiene que llegar hasta la raíz desarrollista-populista-capitalista de nuestra dirigencia política jacobina «roja rojita», que ampara a nuevos grupos económicos de poder, y balbucea la palabra «Socialismo del siglo XXI».
Decíamos que la nueva neo-oligarquía (una suerte de nuevos 12 apóstoles, como en el primer CAP), no le temían al llamado Estado Socialista ni a su hiper-presidencialismo, porque habían penetrado profundamente los centros estratégicos de poder de la revolución bolivariana. Se trata solo en parte, de los anillos de poder, de lo que Müller Rojas ha llamado en reciente entrevista como «Alacranes». También hay quienes interpretan el escándalo bancario como parte de los primeros episodios de una «guerra entre alacranes».
Sería profundamente ruinoso para la revolución bolivariana, que estos acontecimientos generen ambientes de impunidad y complicidad, pues lo que esta en juego es la propia fibra ético-cultural, moral, del proceso iniciado como una corriente de lucha contra la corrupción desde sus orígenes aquel 4 de febrero de 1992.
Decíamos que era conveniente referirse a los trabajos de Domingo Alberto Rangel (DAR) quién señalaba (en artículos en el año 2006 como Correo del Caroní y El Carabobeño): «En la Europa clásica, la burguesía creaba al Estado, aquí en Venezuela el Estado crea a la burguesía. Desde 1900 hasta el día de hoy, cada fracción burguesa surgida en los horizontes sociales de nuestro país ha sido obra del Estado».
Domingo Alberto Rangel planteaba que bajo un Estado opulento, corrompido y caprichoso, podía convertirse en doce horas que necesita la luz de los cielos para alternar con las sombras, a un «peladito cantinflesco» en un «personaje aristocrático». Desde hace cien años los sucesivos cabecillas de nuestra oligarquía han sido producidos por una incubadora milagrosa, la Tesorería Nacional. Es decir, creación del presupuesto nacional. Una primera indicación de la importancia de la Tesorería nacional para el control y transparencia del origen y destino del presupuesto público.
Pero vale la pena destacar aspectos literales de la propia opinión de DAR, ya que existen coincidencias entre quienes señalaba, como miembros de la «neo-oligarquía», y algunos de los nombres que aparecen en la lamentable polvareda financiera que afecta las bases morales de la revolución bolivariana. Decía DAR el 20 de abril de 2006 (Correo del Caroní)). «La oligarquía bolivariana es el más reciente brote de la vieja plantación burocrática venezolana».
Para DAR existirían al menos tres grupos oligárquicos bolivarianos: «El primero gira en torno a Diosdado Cabello y Rafael Sarría, ambos militares retirados. Tiene ese grupo una galaxia de tres bancos coligados, varias plantas industriales y participación como accionista en empresas de servicios. Es posible que después del grupo Polar sea este el primer imperio financiero del país.»
Continúa DAR: «Un segundo grupo se esboza en torno a otro militar retirado, Jesse Chacón. El hermano de Jesse, dueño o líder aparente de este grupo en ciernes, es un fenómeno de retardo vocacional. Como el personaje de Moliere, que ya viejo vino a saber que hablaba en prosa, el caballero necesitó la llegada de su hermano al gobierno para descubrir su vocación por los negocios. En ocho años ha adquirido un banco, una fábrica de leche en polvo, de las más grandes de Suramérica, y unas haras. Jesús, María y José, exclamaban las beatas de Tovar ante fenómenos tan portentosos como éstos.»
Y planteaba DAR: «Por último, se perfila un tercer grupo oligárquico en el chavismo, el que podría encarnar en Blanco La Cruz y Hernández Behrens, militares retirados ambos, gobernador de estado el uno, banquero hasta hace poco el otro, pero al parecer magnates en ascenso o en gestación.»
Para DAR, «Tendríamos entonces tres grupos económicos entre los cuales reparte sus efectivos la naciente oligarquía bolivariana. No he hecho comparaciones, pero creo que ningún otro régimen desde 1900 creó tantos grupos en tan poco tiempo. Es un récord de velocidad que sería necesario remitir a Londres para su debido registro.»
Para DAR, «La celeridad en la creación de esa oligarquía se explica por la coincidencia de tres factores en el régimen bolivariano. El primero, la abundancia fiscal que comenzó en 1999, cuando Chávez encontró el petróleo en nueve dólares el barril y de inmediato vino la racha alcista que luego lo colocaría en sesenta y dos dólares y que, aunque atenuada, aún dura. Es cierto que los cincuenta dólares de hoy, reducidos a monedas de igual paridad, resultan muy inferiores a los de 1980, pero es evidente o innegable que a Chávez le ha correspondido una mejor experiencia de precios petroleros que a Caldera o al segundo período de Pérez. De todas maneras, la economía petrolera ha vivido un lapso de prosperidad que se traduce en abundancia fiscal. El segundo factor que ha propiciado el enriquecimiento acelerado de algunos cabecillas del oficialismo, es el descaro de clase. Entiendo por descaro de clase aquella ligereza moral, aquella desenvoltura rapaz que caracteriza a los plebeyos cuando de súbito cambia su suerte en la vida. En el fondo de todo plebeyo hay un trepador, o mejor, todo plebeyo es un trepador. El oficialismo se ha formado de plebeyos que en el sistema político o en los cuerpos militares veían con codicia, pero con frustración, el festín que saciaban adecos y copeyanos.»
Finalmente señala DAR: «El tercer factor es la tolerancia, casi alcahuetería, diríamos, con que Venezuela siempre toleró y hasta aplaudió a los ladrones de su Tesoro Nacional. ¿Acaso no fue popular Páez que pasó de peón de sabana a latifundista por la hazaña de su lanza? ¿Y Guzmán, Crespo y Panchito Alcántara, no gozaron las mieles del prestigio popular? Un caudillo que robe siendo plebeyo y que siga conservando su cultura de plebeyo es algo que embeleza a los venezolanos.»
Concluía DAR: «Ya la oligarquía chavista, la «boliburguesía», es suficiente ella sola, para sostener al régimen».
Lo que no decía DAR, era que esa «boliburguesía» también podía generar con su potencial caída, una terrible implosión en la sustentación moral de la revolución bolivariana.
Bastará constatar hasta que punto acertaba o no DAR en sus apreciaciones, en la medida en que decante la actual polvareda.
Como para coger palco…