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Dualidad en la economía española por empobrecimiento

Fuentes: Rebelión

Somos prisioneros de un euro que nos ahoga. Hay economistas que se dan cuenta y otros que no, pero es tan grande lo que significa ser conscientes de las consecuencias, que incluso los que nos damos cuenta sentimos también las enormes fuerzas que apoyaron la creación del euro y de las dificultades para tirarlo atrás, […]

Somos prisioneros de un euro que nos ahoga. Hay economistas que se dan cuenta y otros que no, pero es tan grande lo que significa ser conscientes de las consecuencias, que incluso los que nos damos cuenta sentimos también las enormes fuerzas que apoyaron la creación del euro y de las dificultades para tirarlo atrás, lo cual debe hacerse ordenadamente, mediante pactos que estabilicen las monedas y eviten un desastre. Las grandes empresas están detrás de la creación del euro, con un cálculo totalmente favorable a las empresas de Alemania, dando juego a las francesas y creando ilusiones de buen vivir en los países más atrasados ​​de Europa subiendo su nivel de vida, ciertamente, aportando dinero, efectivamente, para luego hacerse con las mejores empresas y mercados aprovechándose de su esfuerzo para poder pagar.

Ahora ha caído el velo y podemos ver que, como casi siempre después de emociones fuertes, llega la decepción, que las ilusiones se desvanecen (coja el préstamo hipotecario, que lo podrá pagar con la revalorización, y llegaron los desahucios), que la promesa no era una garantía (comprar preferentes con rendimientos elevados, y hubo contracción del capital al final). Y todo ello llenos de supervisores y con un gran supervisor muy serio: el Banco Central Europeo, pero ni éste ni aquellos han recibido el desprestigio que merece su trabajo y no van la calle sus directivos. Y por ellos tenemos ahora un desbarajuste bien grande.

Y vamos camino de convertir la economía española en una economía dual a la manera que, en los años 60 y 70, caracterizaban a las economías latinoamericanas; mientras hablamos de sectores tecnológicos avanzados, una amplia parte de nuestra economía se va empobreciendo y sumergiendo para resistir las consecuencias letales del euro. La destrucción de capital físico se hace patente conforme avanza el tiempo, la calidad de los productos disminuye (inflación subliminal) a medida que la capacidad de compra disminuye, pero lo más grave es la destrucción de las personas, del capital humano si se quiere decir a el uso empresarial, con el regreso de maneras de gestionar las personas en el trabajo que no tienen nada que ver con lo que se considera deseable para la productividad y motivación de hoy en día, formas propias de siglos pasados. Claro que esto se da en una parte de nuestra economía, que no toda se adentra en un mundo de destrucción de modos de relacionarse capital y trabajo, hasta ahora bien provechosas; es la dualidad: mientras unos sectores innovadores pueden ir adelante o flotar cómodamente, otros buscan el refugio de replegarse a mínimos.

Fernando G. Jaén es Profesor Titular del Departamento de Economía y Empresa de la Universidad de Vic.