La creación de un segmento de trabajadores que sufren una legislación y unas condiciones peores a las del resto ha sido la herramienta empleada para resolver el problema del desempleo
Trabajador haciendo una limpieza a presión de una pieza en la industria química de Colonia. © CEPHOTO, UWE ARANAS
Hace unas semanas, el Instituto Alemán de Análisis Económico (DIW Berlin) publicaba uno de sus informes semanales, que titulaba «El sector de bajos salarios en Alemania es mayor de lo que se creía» (traducción propia) 1 . El informe llama la atención sobre lo que pocas veces se destaca cuando se mira desde fuera hacia el país y que constituye uno de sus grandes problemas económicos y de cohesión social: el fuerte aumento de la desigualdad salarial y, en general, de las condiciones de trabajo.
Este título hubiera sido impensable unas décadas atrás, cuando Alemania se distinguía por la existencia de unas instituciones que fomentaban unas condiciones de trabajo homogéneas y un buen desempeño económico, esto es, bajo desempleo, alta productividad y competitividad en los sectores industriales avanzados. Hasta los noventa, la incidencia del empleo atípico era muy reducida y el nivel de protección de los contratos estándar (de duración indefinida y a tiempo completo) era de los más altos de Europa. La negociación colectiva, organizada a nivel sectorial y regional, cubría a una elevada proporción de los asalariados (más del 80%) y garantizaba una reducida dispersión salarial. Además, la tradicional orientación cooperativa de los comités de empresa, con derechos de consulta, información y codeterminación, facilitaba la implementación de medidas de flexibilidad interna en las empresas, sorteando ciertas «rigideces» del marco institucional. Desde la economía política y la sociología se ha reivindicado que esa combinación entre instituciones y buenos resultados económicos no era casualidad, sino que, precisamente, eran las primeras las que habían conducido a las empresas manufactureras alemanas a instalarse en estrategias no cortoplacistas y de alto valor añadido, explicando parcialmente el éxito económico y social del modelo alemán.
LA TASA DE COBERTURA DE LOS CONVENIOS COLECTIVOS HA CAÍDO 31 PUNTOS PORCENTUALES, Y EN LA ACTUALIDAD ES DEL 56% DE LOS ASALARIADOS
Sin embargo, desde la reunificación, en 1990, la economía sufrió un periodo de lento crecimiento económico, con una incapacidad casi crónica para crear empleo. Las horas de trabajo se estancaron y la tasa de desempleo no dejó de crecer hasta 2006, cuando superó el 11%, un récord histórico. Como respuesta, se llevaron a cabo varias reformas laborales, que facilitaron el uso de los contratos temporales (1997), a tiempo parcial (2001) y que liberalizaron la actividad de las agencias de empleo temporal (1997 y 2002). Paralelamente, a lo largo de la década se dio un proceso acelerado de descentralización de la negociación colectiva, que ha continuado hasta hoy. Por un lado, la tasa de cobertura de los convenios colectivos ha caído 31 puntos porcentuales, y en la actualidad es del 56% de los asalariados. Por el otro, la propia negociación sectorial se ha ido vaciando de contenido, ya que las cláusulas de descuelgue, ideadas para casos excepcionales, son empleadas recurrentemente incluso por empresas que declaran estar en buena situación económica. Además, la toma de decisiones sobre salarios y otras condiciones de trabajo se ha desplazado de forma predominante a los centros de trabajo, donde los comités de empresa han tendido a intercambiar medidas de flexibilidad interna y ajuste salarial a cambio de protección en el empleo. Sin embargo, la cobertura de los comités de empresa también ha sufrido un retroceso muy elevado (10 puntos porcentuales, y ha quedado en el 47% de los empleados, según un reciente trabajo de Oberfitchner y Schnabel, 2019 2 ), dejando a una parte importante de la fuerza de trabajo ante una negociación salarial totalmente individualizada.
La última etapa de esta senda liberalizadora fueron las conocidas reformas Hartz (2003-2005), que consistieron en cuatro paquetes de medidas: (1) La completa liberalización de las agencias de empleo temporal (Hartz I); (b) la abolición del máximo de 15 horas a la semana de los contratos marginales (empleos sujetos a reducidas contribuciones sociales y sin derecho a seguro por desempleo o seguro médico), creando los famosos minijobs y midijobs (cuyos salarios son de un máximo de 450€ y 850€/mes, respectivamente) (Hartz II); (c) la implementación de políticas activas de empleo (Hartz III) y (d) la reducción de la duración de las prestaciones por desempleo y la aplicación de ayudas sociales no contributivas (SGB II) para desempleados, pero condicionadas a la búsqueda activa de empleo, con el objetivo de reducir el salario de reserva y de obligar a sus receptores a aceptar cualquier tipo de empleo para continuar recibiéndola (Hartz IV).
Gráfico 1. Tasa de desempleo y reformas institucionales en Alemania
Fuente: elaboración propia con datos de la OCDE.
El comportamiento de la tasa de desempleo respondió rápidamente a las reformas (gráfico 1). Sorprendentemente, esta variable prácticamente no se vio afectada por la crisis económica. Las ayudas del Gobierno federal a las empresas para que redujeran la jornada o los días de trabajo de sus empleados en lugar de despedirlos (el llamado Kurzarbeit), en combinación con las reformas laborales efectuadas, logró amortiguar el golpe de la crisis. Este éxito puso a Alemania como ejemplo a seguir para instituciones multilaterales como la OCDE o el FMI, y dejó de ser el enfermo de Europa para convertirse en una superestrella económica.
Sin embargo, este nuevo milagro económico alemán se encuentra asentado sobre una aguda dualización laboral. En realidad, ésta ha sido la estrategia de política laboral seguida por el Estado y por parte de los agentes sociales para dar solución a problemas previos. Las reformas laborales crearon las condiciones para la coexistencia de un segmento periférico de empleados con un estatus inferior en términos de salarios y protección del empleo que dotan de flexibilidad al mercado de trabajo, y otro segmento central que disfruta de empleos estándar. El informe del DIW Berlín alerta de tres grandes problemas derivados de esta política: (1) el aumento de la desigualdad salarial; (2) la consolidación de un sector de bajos salarios que es, además, «pegajoso», es decir, que las personas que se encuentran en él no lo están de forma temporal, sino permanente; (3) de que, si se analizan los puestos de trabajo, y no las personas ocupadas, el tamaño de este sector es todavía más grande. Antes de hablar de ellos, hay que señalar que el análisis se circunscribe a la población asalariada del sector privado, excluyendo funcionarios, personal becado y en prácticas o autónomos.
Con respecto al primer punto, la desigualdad salarial, el Gráfico 2 resume bien lo ocurrido en Alemania. Se dio un proceso generalizado de ajuste salarial hasta 2006, un estancamiento desde entonces hasta 2014 y un ligero crecimiento desde entonces. Esta evolución ha afectado a todos los asalariados, desde los que más ganan a los que menos. De hecho, el salario por encima del cual se sitúa el 10% de los que más ganan (decil 10) no ha crecido nada en términos reales (descontando la inflación) en estos años. No obstante, la mayor caída se ha concentrado en los salarios más bajos (deciles 1, 2 y 3), que son los únicos que en 2017 permanecen por debajo de los niveles de partida. Hay que tener en cuenta que el salario del 10% más pobre llega a caer más de un 20% entre 1995 y 2008, y es a partir de 2015 cuando se recupera abruptamente. En conclusión, la desigualdad aumenta porque los menores salarios se contrajeron drásticamente, no porque los altos salarios crecieran mucho.
LA DESIGUALDAD AUMENTA PORQUE LOS MENORES SALARIOS SE CONTRAJERON DRÁSTICAMENTE, NO PORQUE LOS ALTOS SALARIOS CRECIERAN MUCHO
Pero, ¿qué ocurre en 2015 para que el decil 1 se recupere? Los autores del informe apuntan a la implantación del salario mínimo interprofesional (SMI) (8,5€/hora), que hasta entonces no existía, como principal causa. Sin embargo, la caída del mismo decil en 2017 se corresponde con el incremento de ese SMI (8,84€/hora). Hay que tener en cuenta que los contratos minijob no se ven afectados por el SMI, por lo que será necesario conocer su evolución y el impacto que el propio SMI está teniendo sobre ellos para determinar más precisamente las causas.
Gráfico 2. Salario real bruto por hora por deciles (en euros, 1995=100), precios del 2010
Fuente: Grabka y Carsten Schröder (2019), DIW Berlin, pp. 120.
En segundo lugar, se considera un salario bajo aquel que está 2/3 por debajo del salario mediano. En 2017 éste fue de 16,3€/hora (15€/hora para todo el periodo), por lo que un salario bajo es de 10,8€/hora o menos (9,9€/hora en el periodo). La estimación del informe es que el sector de bajos salarios supone en 2017 cerca del 23% de los trabajadores asalariados. Su crecimiento ha sido progresivo desde 1997 (Gráfico 3), momento en el que la tasa de desempleo alcanza un pico importante (9,9%, Gráfico 1) y comienzan las reformas laborales más agresivas.
Gráfico 3. Proporción de empleados por cuenta ajena que reciben bajos salarios (%)
Fuente: Grabka y Carsten Schröder (2019), DIW Berlin, pp. 121.
El problema es que este segmento es «pegajoso», es decir, las personas que se encuentran en él no están de paso, no es la etapa previa a lograr un contrato de mejor salario, sino que tienden a permanecer ahí a lo largo del tiempo. Y esto no es algo que las reformas laborales efectuadas hayan alterado. Por ejemplo, el 62% de las personas que percibían bajos salarios en 1995 lo seguían haciendo en 1998, mientras que el 22% de ellas pasan a ganar entre el 66% y el 90% del salario mediano. Este dato es exactamente el mismo que si se toman como referencia los años 2014 y 2017. Lo destacable es que la movilidad de los trabajadores que se encuentran más cerca del salario mediano es mucho mayor. Por tanto, lo que refleja el informe es la consolidación de un segmento periférico de la fuerza de trabajo que está parcialmente aislado o que es incapaz de acceder a unas mejores condiciones de trabajo.
Por último, el informe destaca que, si se tiene en cuenta el número de contratos o puestos de trabajo, el sector de bajos salarios es incluso mayor, alcanzando el 24,5% de los contratos (solo existe información para 2017, punto verde del Gráfico 3). La razón por la que tiene sentido realizar este cálculo es porque es habitual que una persona tenga más de un trabajo (en forma de minijob ), para complementar el bajo salario recibido en el empleo principal. Lógicamente, la precariedad de este segundo empleo tiende a ser mucho mayor. En concreto, el 60,8% de los empleos secundarios entra en la categoría de bajos salarios. Además, la incidencia de este tipo de empleo es superior en las mujeres, los jóvenes, los inmigrantes, en la Alemania del Este y en los trabajadores de menor cualificación. También tiene una fuerte presencia en hogares de renta baja (por debajo de los 1000€/mes de ingreso neto), en donde el 78,8% de los asalariados que viven en ellos tiene un empleo de bajos salarios.
En conclusión, la dualización laboral, esto es, la aparición y consolidación de un segmento de trabajadores que sufre una legislación y condiciones de trabajo relativamente peores a las del resto, ha sido la herramienta de política laboral empleada para resolver el problema del desempleo (y, en realidad, otros que no da tiempo a tratar aquí). Lo cierto es que ha sido eficaz para ese propósito, pero a costa de generar desigualdad y de someter a parte de la población a condiciones de trabajo muy precarias.
Notas:
(1) Grabka, M. y Schröder, C. (2019). «The low-wage sector in Germany is larger than previously assumed». DIW Weekly Report (14).
(2) Oberfichtner, M. y Schnabel, C. (2019). «The German Model of Industrial Relations: (Where) Does It Still Exist?». Journal of Economics and Statistics, 239(1), pp. 5-37.
Daniel Herrero es profesor de la UCM-ICEI y miembro de La paradoja de Kaldor . @dani_herrerou