Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
¿En qué mundo vivimos diez años después de Durban? No hay que olvidar que justo dos días después del final de la conferencia de Durban, el 11 de septiembre de 2001, el mundo se hundió ante una violencia que sólo iguala a la que lleva en sí mismo el propio sistema capitalista. El despertar fue brutal. Diez años después el hecho más destacado es el de la crisis sistémica que no deja de mostrar el fracaso del sistema capitalista liberal que los Estados se fuerzan en no admitir.
Estos Estados, lo mismo que las instituciones multilaterales internacionales, no son ingenuos y saben perfectamente que para asegurar su supervivencia como Estado deben utilizar el doble lenguaje y el doble juego.
Por una parte, manejando los buenos sentimientos y los temblores en la voz (hasta el punto de que los pueblos estarían casi inclinados a creerles y a seguirles) denuncian el racismo, la xenofobia, la discriminación y la intolerancia asociada a ellos. Para responder a estos «con más determinación, humanidad y eficacia», organizan conferencias internacionales puesto que «han constatado que a pesar de los esfuerzos de la comunidad internacional, los principales objetivos de las tres últimas décadas de la lucha contra el racismo siguen sin haberse alcanzado» Por consiguiente, nombran relatores especiales y expertos que producen unos informes muy documentados y argumentados que la mayoría de los Estados se apresuran a denunciar. Es entonces cuando se mete en la lista negra al relator o a los expertos. ¡Poco importa si lo que ha observado se corresponde perfectamente con la realidad sobre el terreno y muchas organizaciones lo ponen de relieve! ¡Los gobernantes no pueden mentir y menos aún engañarse pero, sobre todo, no pueden violar los muchos convenios internacionales que han negociado con reticencia y a veces votado con la muerte en el alma! Por otra parte, estos mismos Estados, al tratar con todas sus fuerzas de pasar por dechados de virtudes, participan activamente en la reaparición de un racismo que hasta entonces avanzaba oculto, en la reaparición de la xenofobia votando unas leyes que excluyen a un aparte de su población sobre bases sociales y religiosas (un objetivo que se ataca particularmente es la religión del islam con una cantidad increíble de errores, de desconocimiento y de mentiras) o sobre la base de su origen, con el pretexto del derecho a la soberanía y a luchar contra la invasión de los emigrantes.
Además, no soportando la alteridad participan activamente en la intolerancia asociada a ello y acusan al Otro de todos los males y de todos sus errores políticos.
Señalemos que son los mismos Estados que decidieron boicotear el proceso de la Conferencia de Durban+10 (Alemania, Australia, Austria, Bulgaria, Canadá, estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Israel, Italia, Nueva Zelanda, Países Bajos, República Checa). Algunos no dudan en hacer volver a la superficie la teoría de la supremacía de la «raza» blanca, que es la única que podría salvar a la humanidad porque ella ha proporcionado al mundo un marco de pensamiento que nunca ha sido igualado.
En nombre de este pensamiento es como Libia fue invadida por las fuerzas de la OTAN en una ilegalidad total en el plano del derecho internacional y como Gadafi es cazado por estas mismas fuerzas como un bandido aunque los valores de la democracia exigirían que fuera juzgado según las reglas de un proceso justo y equitativo, algo que no se hizo ni en el caso de Saddam Hussein ni en el de Ben Laden .
Este mismo pensamiento, reivindicado por los dominantes, autoriza a transfigurar las normas imperativas del derecho internación y por ello a reconocer, de facto, al CNT como nuevo gobierno autorizado a ocupar el lugar del gobierno libio, apenas expulsado, en las instituciones internacionales.
Hace exactamente un año este mismo poder estaba a la cabeza del Consejo de Derechos Humanos a pesar de todos los excesos cometidos y no hace mucho que era recibido con gran pompa por el Estado francés y otros Estados que firmaban con él jugosos contratos. Al mismo tiempo se le niega el derecho de autodeterminación (principio fundador de la Carta de las Naciones Unidas) a Palestina, la cual lo reivindica desde hace 63 años. La Corte Internacional de Justicia en su recomendación del 22 de julio 2010 (Lista general n° 141) precisó que la declaración unilateral de independencia de Kosovo no violaba el derecho internacional, lo que debería reforzar la postura de los pueblos que reivindican el derecho a disponer de sí mismos.
Negar a Palestina su derecho a la autodeterminación es dar muestras de discriminación contra el pueblo palestino. No debería sostenerse ningún argumento en contra de la demanda presentada, ¡qué casualidad!, al día siguiente del aniversario de Durban + 10. Recordemos solamente que en 2001 algunos justificaron en parte su partida a causa de Palestina y desde entonces no dejan de reclamar el abandono definitivo del proceso de Durban y de trabajar por ello.
Una cosa es segura, la Carta de las Naciones Unidas incluye el principio de igualdad y de no discriminación entre los pueblos, lo que refuerza el artículo 1 de los dos Pactos internacionales referentes el uno a los derechos civiles y políticos, y el otro a los derechos económicos, sociales y culturales, a los que deberían añadirse los derechos medioambientales.
Los Estados tiene la obligación de respetar los principios de la Carta de las Naciones Unidas (Artículo 24.2) porque estos principios establecen la ley internacional. Utilizando el derecho de veto (en el caso preciso en el que Palestina padece la potencia del ocupante, el Estado de Israel, «el uso de la fuerza» y el «uso de la amenaza de la fuerza» a pesar de que esto está prohibido en las relaciones internacionales en lo que concierne al artículo 2§4 de la Carta), los Estados violarán sus obligaciones en lo que concierne a los principios de la Carta y de Palestina que reivindica su derecho a la autodeterminación.
Ante esta incuria del Consejo de Seguridad que no responde a su obligación de garantizar al conjunto de los pueblos la paz y la seguridad internacionales, la Asamblea General de la ONU tienen que paliar este estado de hecho y admitir a Palestina como Estado en lo que concierne a la Resolución 377, comúnmente llamada «Unidos por la paz». ¿Que hará la Asamblea?¿Asumirá los elementos de la Declaración y el Programa de acción de Durban 2001 que reafirma «el principio de igualdad de derechos y de la autodeterminación de los pueblos…». Por el momento la relación de fuerzas no parece inscribirse en una independencia de pensamiento; también hay que deplorar que unos pueblos que padecieron la colonización y sus numerosos perjuicios tengan la memoria tan corta sobre la lucha que ellos llevaron a cabo para ganar su derecho a la autodeterminación y que se nieguen a reconocer este derecho a Palestina. La colonización ha adoptado unas formas más sutiles, pero sigue existiendo.
La no discriminación, con su corolario que es la igualdad, debe tener un lugar particular en los dispositivos de los derechos humanos que, todos ellos sin excepción, deben establecerse sin ninguna discriminación y en toda igualdad.
Además, la no discriminación se ha convertido en una norma que concierne al jus cogens y debido a ello no puede sufrir ninguna derogación y compromete a los Estados a respetarla, a protegerla y a hacerla efectiva en unas medidas legislativas, administrativas o judiciales. Sin embargo, muchos Estados adoptan unas medidas discriminatorias en relación a una parte u otra de su población y no dudan en expulsar, desplazar, transferir a hombres y mujeres que deberían ser protegidos.
Ante esta constatación que hace correr al mundo hacia el abismo, la Declaración y el Programa de acción [de Durban] tienen que seguir siendo para todas las colectividades públicas una hoja de ruta en el marco de la lucha contra la discriminación.
Por consiguiente, es curioso que ante semejantes retos unos Estados traten desde Durban de boicotear este proceso sin dudar en instrumentalizar algunas prácticas bárbaras, las injusticias del pasado pero también las actuales con el riesgo de violar sus obligaciones. Sin embargo, ¿acaso no habían afirmado en Durban en 2001 que estaban determinados «a concretizar la noción de ‘familia humana’ que se basa en la igualdad, la dignidad y la solidaridad»? Estamos lejos de ello.
Tal como es, la globalización hace circular el mundo en sentido inverso, hacia la guerra permanente, contra y entre los pueblos y las personas, y hacia una agresión real al conjunto tanto de los derechos económicos y culturales como de los derechos civiles y políticos. La Declaración de Durban y el Programa de Acción solo serán operativos si la aplicación de las recomendaciones va acompañada de un combate en el plano económico, social y político, a saber, de un cambio real de paradigma económico-financiero.
Por lo tanto, ¿qué significan la Declaración y el Programa de Acción de Durban 2001 obtenidos por un estrecho margen y cuyos términos son rechazados por gran parte de los países occidentales con el pretexto de una instrumentalización hecha por determinados países y determinadas ONG?. Pero, ¿quién instrumentaliza a quién?.
Una vez más, negar los términos de esta Declaración es una forma de llevar un doble juego y de usar un doble lenguaje. ¡La adoptaron 193 países y la mayoría de ellos hoy la rechazan!
Es el momento de recordar a la comunidad internacional que no puede violar descaradamente los principios de la Carta. No nos dejemos despojar.
Nos corresponde recordar a esta comunidad internacional que en tanto que «Pueblo de las naciones» queremos, porque estamos «resueltos (…) a crear las condiciones necesarias para el mantenimiento de la justicia y de las obligaciones nacidas de los tratados y otras fuentes del derecho internacional», que deje de desestructurar las normas imperativas del derecho internacional para permitirle asentar su sed de poder hegemónico.
Para ello, debemos dejar de creer que los Estados que han abonado el terreno de la globalización neoliberal quieren luchar eficazmente contra la discriminación. Las declaraciones hechas durante Durban+10 demuestra que se trata de declaraciones marcadas por el cinismo y el sentimiento de impunidad, hechas para ellos mismos.
Los pueblos están cruelmente ausentes de estas declaraciones. Hagamos oír sus voces, resistamos y exijamos que se respeten completamente del sur al norte los principios de la Carta.
Retomemos la Carta de las Naciones Unidas por nuestra cuenta. No olvidemos que la descolonización sólo se obtuvo después de largas y amargas luchas, y tras la Conferencia de Bandung que reunió a los Estados que todavía estaban bajo la colonización.
Hoy son los pueblos quienes lo están. La dominación ha adquirido otras formas igual de violentas y cínicas dictadas por las leyes del mercado que necesitan que todo el marco normativo sea reemplazado por la ley del más fuerte, incluso por una ley sin fe ni ley que llame al orden a los pueblos recalcitrantes, y que se mantenga por una violencia ejercida y mantenida por los poderosos que, aterrorizados de perder su poder, no han encontrado más solución que aterrorizar, forzar, saquear y llevar la guerra fuera de sus fronteras para seguir asegurando su hegemonía.
Todas estas violaciones están aderezadas con un saqueo sistemáticos de los recursos de algunos continentes y particularmente de África, que se ve conminada a abrir tanto su subsuelo como su turismo a empresas depredadoras que se sirven de aquellos sin redistribuir o compartir nada. ¿Acaso África es incapaz de explotar sus recursos?
El modelo de desarrollo occidental es muy severo y sigue devastando los espíritus. Desde el momento en que se pone en tela de juicio el modelo democrático occidental (que se piensa que se debe aplicar a todos los continentes), los países contestatarios tienen por qué preocuparse. El peligroso resistir a este modelo y a sus órdenes…
Los gobiernos corren peligro de ser despachados, la guerra de ser importada y las poblaciones de ser víctimas.
Los Estados no tienen más opción que plegarse a este modelo que funciona gracias a una concentración en unas pocas manos de los poderes políticos, económicos, financieros y mediáticos. No tienen más opción que aceptar irremediablemente este modelo basado en la injerencia asociada (para dar una buena cara) a la «responsabilidad de proteger», la corrupción, la organización mafiosa en nombre de una democracia idealizada que lleva en sí misma el tufo del colonialismo y de un pensamiento racista que se muestra con violencia y se libera frente a la crisis que padece el sistema capitalista.
Así pues, resistamos y unámonos por un Bandung de los pueblos contra la globalización que lleva en sí la mercantilización, la financiarización y la militarización de los pueblos y de los recursos, y reivindiquemos el derecho a vivir en un mundo de reparto de las riquezas y de compartir sin ninguna discriminación .
Mireille Fanon-Mendes-France es experta del grupo de trabajo sobre los afrodescendientes en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU
Fundación Frantz Fanon, www.frantzfanonfoundation-
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