Recomiendo:
0

Durban, ¿otro fracaso climático?

Fuentes: El Telégrafo

En Durban, Sudáfrica, los estadistas y los diplomáticos mundiales decidieron no hacer nada respecto al cambio climático. China produce emisiones per cápita cuatro veces menores que las de Estados Unidos (EE.UU.), pero no puede desconocer que sus emisiones, por persona,  están ya por encima del promedio mundial. Mientras tanto, EE.UU. le echa la culpa a […]

En Durban, Sudáfrica, los estadistas y los diplomáticos mundiales decidieron no hacer nada respecto al cambio climático. China produce emisiones per cápita cuatro veces menores que las de Estados Unidos (EE.UU.), pero no puede desconocer que sus emisiones, por persona,  están ya por encima del promedio mundial. Mientras tanto, EE.UU. le echa la culpa a China y se niega a aceptar compromisos de reducción. En Durban, los países ricos prometieron dinero, pero más dióxido de carbono también. América Latina tuvo posiciones disímiles.

La decimoséptima cumbre de cambio climático internacional, concluida el fin de semana pasado (COP-17), en Durban, debió terminar con un sólido acuerdo internacional que reemplazara al Protocolo de Kioto, que vence en  2012.
El Protocolo de Kioto, de la Convención Marco de las Naciones Unidas (CMNUCC), fue adoptado en diciembre 1997 y entró en vigencia en febrero 2005, después de la ratificación de la Federación Rusa. Estados Unidos firmó el acuerdo, pero no lo ratificó en las sucesivas administraciones de Clinton, Bush y Obama. El Protocolo de Kioto ha pretendido, sin éxito, generar un acuerdo internacional, para que los países más contaminantes reduzcan las emisiones de  gases efecto invernadero en  -al menos- un 5%, entre el año 2008 y  2012, en comparación al año 1990.

La CMNUCC organiza las cumbres de cambio climático. En Durban hubo una clara negación para reducir las emisiones de carbono por parte de los países ricos del Norte y de las economías de rápido crecimiento y, aún más, la carencia de un tratado vinculante para combatir la crisis climática. El acuerdo de la COP-17 consiste en negociar para tener, en 2015, un «protocolo, un instrumento legal o un resultado acordado con fuerza legal» que limite las emisiones de todos los países «a partir de 2020». O sea: se patea la pelota, o mejor dicho el planeta, hacia adelante, hacia el abismo.

Las emisiones de carbono registran una tendencia creciente en el tiempo. A nivel global, las tasas de crecimiento anual fueron de 3,3% en los setenta, de 2% en los ochenta, de 1,2% en los noventa y de 2,5% en los años 2000. Mostraron reducciones en el ritmo de crecimiento en el período 1980-1982, en el año 1992, y durante la crisis económica de 2008-2009. La concentración de partes por millón (ppm) de CO2, el indicador más importante para medir el cambio climático en la atmósfera también se eleva. En el mundo, entre 1970 y 2010, la concentración promedio pasó de 325,7 a 389,8 ppm, es decir que aumentó con una razón de 2,1 veces o de 0,6% por año, según las mediciones realizadas desde el Observatorio Mauna Loa, en Hawái.

Ocurre, a veces, que los estadistas y los diplomáticos se reúnen y hablan y lo que acuerdan no sirve para nada y hasta agravan los problemas. Mucha charla. Así ocurre con el cambio climático.

http://www.telegrafo.com.ec/index.php?option=com_zoo&task=item&item_id=23651&Itemid=29