La primera parte de la nota, aquí. Como vimos en la primera parte de la nota, la TMM sostiene que antes de ser medio de cambio el dinero es unidad de cuenta, y que como tal fue utilizado en sociedades antiguas para reglar el cumplimiento de obligaciones, tales como el pago de dotes o reparación […]
La primera parte de la nota, aquí.
Como vimos en la primera parte de la nota, la TMM sostiene que antes de ser medio de cambio el dinero es unidad de cuenta, y que como tal fue utilizado en sociedades antiguas para reglar el cumplimiento de obligaciones, tales como el pago de dotes o reparación de ofensas. Además, esa antigua «unidad de cuenta» podía ser meramente simbólica. Por eso, siempre según la TMM, el dinero es todo lo que sirve para determinar el monto de una obligación, o deuda; y que es aceptado para su cancelación. De ahí, el hilo de continuidad que se establece entre, por ejemplo, el signo o bien con el que se reparaba un daño en una comunidad pre-mercantil; las monedas de oro o plata que se acuñaban en la Roma antigua; el ticket para asistir hoy a una función de teatro; y las monedas creadas por los modernos sistemas monetarios. En cualquier tiempo y lugar, de acuerdo a la TMM, todo lo que sirva como símbolo de deuda, es debt token , y ergo, configura alguna forma de dinero.
El dinero ¿instrumento técnico o relación social?
De manera significativa, Wray (2016) ilustra esta noción de dinero con el vale que nos entregan cuando dejamos el abrigo en el guardarropa del teatro (el ejemplo lo toma de Knapp, padre del cartalismo). Ese vale, según Wray, es un símbolo de la deuda que tiene con nosotros el guardarropa durante el tiempo que asistimos a la función, y que se cancela cuando retiramos el abrigo. De la misma forma, Wray (2003) asimila el dinero con el ticket para una función de teatro; ese ticket, nos dice, no tiene valor porque haya sido fabricada con papel precioso, sino porque es aceptada para ingresar a la función.
Pienso que el problema con este enfoque es que pasa por alto que el dinero es una relación social . Aunque, sin embargo, se trata de una relación social que aparece bajo la envoltura material de un metal, o de un billete, lo cual dificulta su análisis. En palabras de Marx: «Lo que vuelve particularmente difícil la comprensión del dinero… consiste en que aquí determinado vínculo entre los individuos aparece como metal, como piedra, como objeto corpóreo, existente al margen de esos individuos…» (1989, p. 177, t. 1).
Esto es, la clave pasa por comprender que, por debajo de su envoltura material, el dinero expresa una determinada relación entre seres humanos: la que existe entre productores privados de mercancías, que se conectan a través de la compra y venta de sus productos. Al hacerlo, comparan sus mercancías en tanto valores, y por ello las reducen a «sustancia común», encarnada en el dinero (sobre la reducción a esta sustancia común, aquí ). Por eso si, en cambio, los productores no se enfrentan como productores privados, no hay tal reducción, ni dinero, ni mercado. Es el caso de una sociedad en la que no exista la propiedad privada, y los trabajos se comparan directamente, ya que se asumen, a priori , como sociales. En ese escenario podrá haber un numerario, o unidad de cuenta, pero no habrá necesidad de dinero para mediar intercambios al interior de la comunidad. Por este motivo Marx observa que, para que haya dinero, «los hombres no necesitan más que enfrentarse implícitamente como propietarios privados de esas cosas enajenables, enfrentándose, precisamente por eso, como personas independientes entre sí» (1999, p. 106, t. 1).
Enfaticemos que no en cualquier sociedad los seres humanos se enfrentan como personas independientes, propietarias de mercancías; y por eso, no en cualquier sociedad hay mercado y dinero. Por ejemplo, una pieza de oro, al interior de una comunidad comunista primitiva, puede ser vehículo-símbolo de las relaciones directas establecidas entre los individuos. Por caso, su entrega a otro miembro de la comunidad podría expresar el fortalecimiento de lazos de parentesco no «naturales» (del tipo ahijada, padrino, etcétera; ampliamos esta cuestión en la tercera parte de la nota). Pero esta es una función sustancialmente distinta de la que desempeñaba, por ejemplo, el florín de Florencia en el mercado «mundial» de los siglos XII o XIII. Es imposible comprender las diferencias que existen entre esos roles sociales conferidos al mismo metal, si todos ellos quedan subsumidos bajo la categoría de debt token .
A fin de profundizar en estas diferencias entre el enfoque cartalista y el marxismo, presento un ejemplo sencillo, el de una fábrica cooperativa, propiedad de un colectivo de trabajadores, que produce para el mercado capitalista. Supongamos que los cooperativistas han decidido que cada miembro de la empresa reciba un vale en el que conste lo que ha aportado a la producción, a fin de determinar su participación en el ingreso total. El vale, por lo tanto, funciona como unidad de cuenta, y representa una deuda (que se salda cuando se reparte el ingreso entre los trabajadores). También podría ser medio de cambio entre los cooperativistas; e incluso medio de atesoramiento (algunos se las ingenian para ahorrar en vales). Sin embargo, sus funciones están limitadas al interior de la cooperativa. ¿Por qué? Pues porque su existencia está basada en una relación de propiedad específica, restringida a la cooperativa . Esta relación de propiedad es la que permite que el trabajo de cada cooperativista esté validado como trabajo «social» solo al interior de esa cooperativa.
Esto es, si a la cooperativa ingresan $ 100.000, la participación del trabajador en ese ingreso está determinada, y garantida, por el vale que posee. Pero cuando la cooperativa concurre al mercado para vender su producción, actúa como sujeto propietario de la mercancía. Por eso, frente a los otros propietarios de mercancías, el trabajo de la cooperativa es trabajo privado que debe hacerse social . Y se hace social mediante la venta del producto, esto es, el cambio de la mercancía por dinero, supongamos, pesos argentinos. En ese acto las mercancías se reducen a «sustancia social común», encarnada en los pesos.
En consecuencia, el vale es de una naturaleza muy distinta de los pesos. Estos median la relación entre productores dueños de los medios de producción . El vale, en cambio, media la relación entre trabajadores que son propietarios en común del medio de producción. Su naturaleza social no puede equipararse a la del peso. Al pasar, digamos también que esta es la razón por la cual fracasaron programas de reformas sociales como el de John Gray, quien pretendía abolir, en el siglo XIX, los males del capitalismo mediante una reforma monetaria, pero dejando intactas las relaciones sociales capitalistas. Gray proponía emitir bonos que representaran tiempo de trabajo y constituyeran asignaciones sobre el producto social. Su objetivo era que toda mercancía fuese dinero, para que no existieran problemas de validación social de los tiempos de trabajo privados (sobre la crítica de Marx a Gray, aquí ). En esencia, incurría en el mismo error que el cartalismo: creer que el dinero es un artilugio que puede ser independizado a voluntad de las relaciones sociales de las que es producto.
Analicemos ahora el caso del ticket para entrar al teatro. Al comprar el ticket, entrego, a cambio de una mercancía (la función), dinero, que es poder de compra general . Esto es, en esa relación de compra-venta «el dinero « solo cuenta como concreción material del valor » (Marx, 1999, p. 128, t.1, énfasis agregado). El ticket, en cambio, solo representa a la mercancía «función». Por eso, no hay equivalencia posible entre el ticket y los pesos con que abono mi entrada. En tanto los pesos están validados como encarnación de trabajo social, el trabajo privado invertido en la producción de la función debe validarse como social en el acto de venta. De ahí que la venta del ticket, constituya el «salto mortal» de la mercancía «función». En consecuencia, el ticket no puede ser encarnación de valor. Por eso, tampoco es medida de valor (el valor del kilo de pan, por caso, no se expresa en unidades de ticket); ni medio de atesoramiento; ni medio último de pago general. No hay forma de hacer pasar al ticket por dinero.
Naturalmente, el caso del vale del guardarropa es de la misma naturaleza que el anterior. Si el servicio del guardarropa está incluido en el precio de la función, es parte de la mercancía «función». Si se abona aparte, constituye una mercancía (de nuevo un servicio) que es «guardar ropa». El vale representa esa mercancía (servicio), que de nuevo se enfrenta al dinero, encarnación general del valor.
Posiblemente las diferencias fundamentales entre el enfoque marxista del dinero y el enfoque cartalista giren en torno a este único punto. En la concepción de Marx, el dinero solo puede ser entendido como una relación social. En el enfoque cartalista, es un artificio en el que están desaparecidas las determinaciones sociales esenciales.
Bibliografía citada:
Marx, K. (1989): Elementos fundamentales para la crítica de la Economía Política (Grundrisse) 1857-1858 , México, Siglo XXI.
Marx, K. (1999): El Capital , México, Siglo XXI.
Wray, L. R. (2003): «L’approche post-keynésienne de la monnaie», Théories Monétaires Post Keynésiennes , Economica, Paris.
Wray, L. R. (2016): «Taxes are for Redemption, Not Spending», World Economic Review , vol., 7, Nº 3.
Rolando Astarita. Profesor de economía de la Universidad de Buenos Aires, Argentina.
Fuente: https://rolandoastarita.blog/2018/07/25/economia-k-y-la-teoria-monetaria-moderna-2/