Los mercados financieros internacionales dieron una nueva muestra sensibilidad extrema el viernes 23 de agosto. En New York los principales indicadores bursátiles cayeron alrededor del 3%, la segunda caída pronunciada en quince días. En la misma jornada se conoció la aplicación de aranceles de China hacía más de 5.000 productos de procedencia norteamericana que significan […]
Los mercados financieros internacionales dieron una nueva muestra sensibilidad extrema el viernes 23 de agosto. En New York los principales indicadores bursátiles cayeron alrededor del 3%, la segunda caída pronunciada en quince días. En la misma jornada se conoció la aplicación de aranceles de China hacía más de 5.000 productos de procedencia norteamericana que significan una importación por 75.000 millones de dólares. La respuesta de Trump fue aumentar los aranceles a los 550.000 millones de dólares ya gravados (la totalidad de las importaciones a China) y ordenando a las empresas de EE. UU., que rompan con ese país y vuelvan a invertir y producir en «casa». Al tiempo se conocían nuevos números de la evolución de la economía real. Todos ellos a la baja. Volcándose el capital al refugio más «seguro» de los bonos de largo plazo de Tesoro de Estados Unidos, lo que lleva a que el rendimientos de estos sea el más bajo de los últimos 11 años, el 1,56%. El Financial Times explicó esta sensibilidad extrema de los mercados con una palabra: «pánico».
Dos indicadores construidos por el banco de inversiones JPMorgan, que cita el economista marxista inglés Michael Roberts, muestran una clara tendencia a la recesión, al menos en la manufactura podría afirmarse que la recesión ya llegó a las principales economías. El primero señala que al haber cruzado el umbral que ellos fijan con el número 50, la producción manufacturera estadounidense se ha unido a la Alemana y a la japonesa y se encuentran en una situación de recesión. En el caso de Estados Unidos ésta caída es la más pronunciada desde el año 2009. El segundo, una encuesta de las previsiones de compras de las empresas, indica que también se desacelera esta opción hacia el futuro, por lo que la perspectiva es a que esta recesión que ya está aquí, se mantenga o profundice, poniendo a la vista la posibilidad de un nuevo crack de la economía mundial.
Otro dato que alimenta esta perspectiva es que el crecimiento económico mundial estaría alrededor del 2,4% lo que significa que ya se encuentra al borde de una recesión global, una crisis no sólo en la manufactura, sino en el sector de servicios.
Por otra parte los datos de la evolución de los grandes bancos de inversión también traen ruido de crisis. Desde abril pasado parte de estos bancos anunciaron la eliminación de 30.000 empleos. Y aunque la mayoría de ellos se encuentran en Europa, sólo en New York ya se perdieron 2.800 puestos de operadores bursátiles. Y una de las principales razones para estas reestructuraciones se encuentra en la baja de las tasas de interés de referencia de los bancos centrales, lo que recorta significativamente sus ganancias.
Es decir la perspectiva del próximo crack, abraca tanto la economía real como la financiera.
A confesión de parte…
Al mismo tiempo que se reunía el G7 en Biarritz, Francia, los principales bancos centrales de las principales economía realizaban su reunión de verano en Jackson Hole, Wyoming, Estados Unidos. Allí era esperada la palabra del jefe de la FED, J. Powell, que es permanente atacado por Trump como el principal enemigo del país, al mismo nivel de Xi Jimping. En ella el presidente de la FED volvía a señalar que haría todo lo necesario para mantener la expansión económica, pero aclaro que la política monetaria que él dirige no tenía herramientas para enfrentar la guerra comercial. Es decir frente a la profundización del enfrentamiento de su país con China, Powell no tiene un manual para seguir.
El debate en la FED sobre continuar bajando las tasas de interés de referencia y llevarlas a niveles de los europeos, casi negativas, divide al banco central estadounidense. Un sector de su comité de política monetaria apuesta a plegarse a las presiones de Trump, mientras que otro sostiene que habría que mantenerlas en el nivel actual ya que en la perspectiva que tiene la marcha de la economía mundial, reducirlas podría resultar en una volatilidad extrema del crédito afectando todavía más al sistema bancario mundial.
Este último sector exige de los gobierno que tomen medidas fiscales. Es decir que aumenten el gasto público y reduzcan todavía más impuestos. Sin embargo así como la reciente baja de las tasas en Estados Unidos fue tomada con escepticismo por el mercado financiero y no está repercutiendo en un mayor nivel de actividad en la economía real, tampoco tuvo ese efecto la colosal reducción de impuestos aplicada por Trump en 2017. Aunque este último ya anunció que está preparando una nueva reducción impositiva.
Como señala Roberts lo más probable es que presenciemos una combinación de ambas medidas, tanto una nueva rebaja de las tasas de interés y un nuevo impulso al déficit fiscal de Estados Unidos, que según él no tendrá el efecto buscado. Esta política es la que viene aplicando Japón por ejemplo desde hace más de una década sin obtener los resultados alentadores que esperaba.
Guerra comercial, Deuda soberana, corporativa y de los hogares.
Cuando todavía no había concluido la reunión del G7, ocupada entre otros temas del desastre ambiental provocado en el Amazonas por atroz método extractivista del agronegocio, el gobierno chino dejo caer nuevamente la cotización del yuan a para enfrentar el aumento de los aranceles anunciado desde el gobierno norteamericano, estremeciendo a las bosas asiáticas el lunes 26 de agosto. Otro síntoma más de que la guerra comercial, tecnológica y monetaria que se está desarrollando entre las dos principales economías mundiales lejos de aplacarse se profundiza. Convirtiéndose en una de las razones que empujan a un nuevo crack.
Por otra parte el trasfondo de toda esta situación se asienta en la baja de inversión productiva, el crecimiento de deuda apalancado de las corporaciones, es decir por encima de sus posibilidades de repago, y el aumento de la deuda de los hogares, que tampoco ayuda a mejorar el crecimiento económico. Además de la brutal crisis de la deuda soberana argentina de futuro incierto. Todo esto hace que las perspectivas de un nuevo crack, igual o superior al del 2008, esté cada día más cerca.
Por eso, un artículo del Financial Times que transmite decepción y resignación, luego de advertir que es probable que se produzca una recesión global generalizada que podría durar muchos años y que es incomprensible porque se esperó tanto tiempo para reconocer la actual situación de riesgo extremo, concluye afirmando: «Todo lo que se requiere es un gran incumplimiento en deuda soberana o una cascada de bancarrotas corporativas y el mercado podría entrar en caída libre.»
Un nuevo crack de la economía mundial está a la vista.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.