¿Hay una economía profunda? Aunque no sea la economía dominante, creo que existe, y que debe existir. En los inicios de los años 70 del siglo pasado, el filósofo noruego, recientemente fallecido, Arne Naess, introdujo una distinción, hoy ampliamente aceptada en los medios ambientalistas, entre ecología superficial y ecología profunda. La superficial sería aquella que […]
¿Hay una economía profunda? Aunque no sea la economía dominante, creo que existe, y que debe existir. En los inicios de los años 70 del siglo pasado, el filósofo noruego, recientemente fallecido, Arne Naess, introdujo una distinción, hoy ampliamente aceptada en los medios ambientalistas, entre ecología superficial y ecología profunda. La superficial sería aquella que separa al ser humano de la naturaleza y lo coloca fuera, y por encima de la misma, presuponiendo que las cosas sólo tienen sentido cuando le son útiles a él. La profunda ve el entrelazamiento ser humano-naturaleza, afirma el valor intrínseco de cada ser, y se da cuenta de que todo está inmerso en un tejido de relaciones, que forma la comunidad de la vida.
Hay un Todo orgánico y lleno de propósito, y el ser humano es capaz de identificar el hilo conductor que liga y religa a todo, y lo llama Fuente Originaria de todo el ser, base de valores infinitos (veneración, amor, justicia) que llenan de sentido a la vida humana. La economía profunda ayuda a la superficial a autolimitarse y a no ser destructiva.
Apliquemos estas reflexiones al campo de la economía. La economía superficial sería aquella que se centra solamente en ella misma, en los capitales, los mercados, las inversiones, el lucro, en una palabra: en el PIB, sin preocuparse por la dilapidación de la naturaleza, ni la ruptura de la autorregulación de la Tierra, ni la creciente distancia entre ricos y pobres. Eso serían externalidades, factores que no entran en el cálculo económico.
Su lógica es la de un sistema cerrado, como si la economía fuese todo en la sociedad. Efectivamente, como fue ampliamente denunciado por la Escuela de Frankfurt, especialmente por Polaniy, en el capitalismo avanzado le economía ha absorbido todas las instancias sociales (política, ética, estética, ciencia…), transformándolo todo en mercancía, en oportunidad de lucro. Se ha establecido como el eje articulador de todo lo social. Y eso ha tenido como consecuencia el exceso malsano de la voluntad de enriquecimiento a toda costa, y nos ha conducido al caos socio-económico actual. Es la locura de la racionalidad económica superficial.
¿Qué sería la economía profunda? Sería la vuelta al sentido originario de la economía como «técnica y arte de atender a las necesidades de la casa» -hoy, de la Casa Común, la Tierra viva, respetando sus ciclos y su capacidad de aguante-. Se inscribiría en todo lo que constituye una sociedad. En ella habría una base que, en última instancia, aseguraría la vida material: la economía. Habría una forma de organización, de distribución del poder, y leyes que permitieran a todos vivir juntos sin demasiados conflictos. Habría un conjunto de valores morales, éticos e ideales que darían sentido a la vida social y que humanizarían las relaciones siempre tensas entre las diferencias. Y, por fin, habría un horizonte de sentido mayor, que vincularía la historia a una instancia más alta y diseñaría el cuadro final del universo: la espiritualidad.
Así, idealmente, tendríamos una sociedad que podríamos considerar verdaderamente humana, porque tendría una visión integradora de la complejidad humana.
Aquí emergería la economía profunda, aquella que sabe su lugar en el conjunto de la estructuración social, y que respondería a la cuestión: ¿cómo producir lo suficiente, de modo decente, conservando el capital natural y en armonía con toda la comunidad de la vida?
El economista profundo, ante la crisis actual, pensaría: ¿cómo podemos resolver los problemas de la humanidad?, y no: ¿cómo salvar el sistema económico que está en crisis?
El cambio de pregunta implica un cambio de respuesta. Y ésta solamente vendrá si hubiese una quiebra del paradigma antiguo -la dictadura de la economía- y volviéramos a poner la economía en su debido lugar, en el conjunto de la sociedad. Ese sería un nuevo paradigma, sostenible a largo plazo. Entonces, la economía sería parte de la política, que sería parte de la ética, que a su vez sería pare de la espiritualidad. La economía superficial sería incorporada dentro de la profunda. Y el futuro sería diferente.