Legisladores del opositor Partido Demócrata de Estados Unidos prefieren no decir si votarán la reducción de los fondos destinados a la guerra en Iraq. Al mismo tiempo, anuncian que no se esforzarán para impedir que el gobierno envíe allí nuevas tropas. El miércoles, tras regresar de un viaje a Iraq, la presidenta de la Cámara […]
Legisladores del opositor Partido Demócrata de Estados Unidos prefieren no decir si votarán la reducción de los fondos destinados a la guerra en Iraq. Al mismo tiempo, anuncian que no se esforzarán para impedir que el gobierno envíe allí nuevas tropas.
El miércoles, tras regresar de un viaje a Iraq, la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, evitó responder preguntas de la prensa sobre la posibilidad de sabotear el plan del presidente George W. Bush para aumentar la presencia militar estadounidense en Iraq.
La legisladora demócrata dijo que se encontraban frente a «la última oportunidad» de «éxito» en la guerra en ese país del golfo Pérsico o Arábigo.
Del mismo modo, el líder demócrata del Senado, Harry Reid, anunció que concentraría sus energías en lograr el apoyo de los dos grandes partidos, el Demócrata y el gobernante Republicano, para una resolución opuesta a la «oleada» militar.
Pero tal resolución del Congreso legislativa sería simbólica, y Bush ya anunció que la ignoraría.
Otra iniciativa de carácter no obligatorio que circula en el Congreso, y que parece ganar adeptos, es patrocinada por un republicano, John Warner.
Según esta propuesta, el Poder Legislativo manifestaría su discrepancia con el plan de elevar la presencia militar estadounidense en Iraq, pero sin cortar o reducir la financiación de la guerra.
Pero hace apenas dos años, eran muy pocos los legisladores que se manifestaban en contra de aumentar las tropas en territorio iraquí, dijo a IPS la activista Rusti Eisenstadt, profesora de historia estadounidense en la Universidad de Hofstra.
Según esta experta, hubo un avance. «Ahora todos los políticos quieren ser vistos en la televisión diciendo algo malo sobre el manejo de la guerra por parte del presidente Bush», explicó.
«Ahora la clave es lograr que el Congreso haga algo en vez de esconderse detrás de resoluciones no vinculantes», agregó.
Los activistas apuntan contra el pedido que probablemente presentará Bush al Congreso la semana próxima: asignar unos 100.000 millones de dólares adicionales a las guerras en Iraq y Afganistán.
Pero no son las únicas iniciativas sobre el asunto a debate en el Poder Legislativo, dijo Nancy Lessing, de la organización Military Families Speak Out, integrada por familiares de soldados.
«Un proyecto de resolución en el Senado se opone a una escalada pero permitiría la continuación de la guerra. Otros proyectos implican el retorno de las tropas y el desfinanciamiento de la guerra, pero Bush los puede vetar», informó.
«Lo único que, para nosotros, podría poner fin a esta guerra es que el Congreso rechace la asignación de cualquier partida extraordinaria de dinero» para la guerra, agregó.
«Lo esencial es que los soldados vuelvan a casa y que la guerra sea desfinanciada. Todo lo demás es apenas un juego», agregó, por su parte, Michael McPherson, director ejecutivo de Veteranos por la Paz.
En anteriores votaciones, la vasta mayoría de la Cámara de Representantes y casi todos los senadores apoyaron la continuidad de la financiación.
El Congreso ya asignó más de 380.000 millones de dólares para la guerra en Iraq, calculó el Instituto para los Estudios Políticos, organización de expertos con sede en Washington especializada en paz, justicia y ambiente.
Según el Instituto, el dinero gastado en la guerra podría haberse usado para construir 2,9 millones de viviendas baratas en Estados Unidos, o para pagar el arancel universitario de 62 millones de estudiantes.
Algunos datos les dan esperanzas a los activistas. El buen desempeño opositor en las elecciones legislativas del 7 de noviembre, por ejemplo, ubicó al demócrata John Murtha en la presidencia de una comisión de la Cámara de Representantes que debe aprobar el pedido de Bush.
Murtha, un condecorado marino de buen vínculo con las fuerzas armadas, sorprendió a muchos el año pasado cuando se declaró favorable a la «reubicación» de soldados estadounidenses en Iraq.
Según este representante demócrata, la presencia militar en ese país incrementó la violencia en vez de apaciguarla.
Murtha dijo esta semana a la prensa que votaría en contra del último pedido de 100.000 millones de dólares para financiar la guerra sin «audiencias intensas», que se desarrollarán a partir de mediados de este mes.
«Vamos a analizar cada centavo que gaste el gobierno «, aseguró.
Los analistas esperan que, al fin y al cabo, Murtha vote a favor del financiamiento de la guerra, pero con ciertas condiciones.
«No deberíamos gastar dinero para enviar tropas al exterior a menos que éstas repongan la reserva estratégica», dijo Murtha en una audiencia de la Agrupación Progresista del Congreso celebrada en enero. «Si Bush quiere vetar el proyecto, no tendrá dinero.»
Tom Andrews, ex congresista demócrata cercano a Murtha, declaró a IPS que otras condiciones para elevar el financiamiento a la guerra podrían incluir el cierre de la prisión estadounidense en la cubana bahía de Guantánamo y la demolición de la de Abu Ghraib en Iraq.
Rusti Eisenstadt, de Hofstra, cree cualquier incorporación de legisladores al bando contrario al aumento del financiamiento de la guerra o del envío de tropas tendrá impacto en el desarrollo del conflicto.
«El público olvida que el Congreso no votó la interrupción del financiamiento de la guerra de Vietnam hasta después de que todos los soldados estadounidenses ya se habían ido», dijo Eisenstadt.
«Pero todos los años más y más miembros del Congreso votaban en contra de la guerra y que presionaban al presidente Richard Nixon (que gobernó entre 1969 y 1974) para que retirara más soldados», continuó.
«Cuando Nixon asumió, había medio millón de militares estadounidenses en Vietnam. Al cabo de su primera presidencia, se habían reducido a 35.000», concluyó.