El malestar social que generan la desocupación creciente y el deterioro de las condiciones salariales, así como el achicamiento de la capacidad de consumo, alimenta y exacerba el estado de frustración colectiva, provoca pérdida de confianza en los políticos y alienta las huelgas y protestas sociales que comienzan a extenderse por toda la geografía europea y ya amenazan a EEUU. El sistema está en un punto de inflexión: La pérdida de gobernabilidad.
En estos días comprobamos que la «inteligencia» del sistema, sus dirigentes políticos, comunicadores y analistas ensayan un nuevo discurso de «comprensión de la crisis» económica que niveladamente se expande por todo el planeta, con epicentro en Europa y EEUU.
Este discurso oficial de «comprensión de la crisis» se basamenta en una ecuación: La crisis económica es, antes que nada, una «crisis moral», de hombres (incapacidad, codicia, corrupción, etc) y no del sistema dominante.
Desde el nuevo presidente del Imperio USA, Barack Obama y los lideres de las potencias centrales hasta el último gerente político de los países que integran el circuito globalizado del planeta controlado por las corporaciones transnacionales, hacen lo que pueden para convertir el colapso capitalista en una crisis producida por «errores humanos».
De esta manera, sacan de escena la responsabilidad del sistema capitalista que, como emergente totalizado sólo produce para dar rentabilidad a los consorcios capitalistas trasnacionales que controlan los sistemas económicos productivos, los mercados internos y los comercios exteriores tanto de los países centrales como de los periféricos.
Las razones por las cuales el sistema capitalista entra en crisis periódicas no se explican por «errores humanos», sino por el emergente de su propia dinámica y modelo de funcionamiento histórico que no está diseñado para servir al bienestar general y al reparto equitativo de los bienes producidos entre la sociedad, sino para concentrar riqueza y capital en pocas manos.
En primer lugar, la lógica histórica de la rentabilidad y concentración del capital en pocas manos, segmenta y achica la producción (el capitalismo sólo produce para quien pueda pagar), genera pobres y marginados excluidos del mercado y sin capacidad de consumo, y desata desocupación con pérdida del consumo que periódicamente producen crisis y conflictos sociales que alteran la gobernabilidad del sistema.
Y hay un principio axiomático probado por la realidad: Así como las potencias centrales (con EEUU a la cabeza) son las grandes exportadoras de crisis mundial, los bancos y empresas transnacionales imperiales son los grandes exportadores de desocupación masiva a escala global.
Ante el derrumbe del modelo de explotación capitalista «globalizado» esos bancos y trasnacionales del Imperio (que hegemonizan el control sobre el comercio y los sistemas productivos a escala global) descargan la crisis sobre las espaldas de los obreros y empleados que pasan a la categoría de «desocupados».
De manera tal que las crisis periódicas del sistema no se producen por «errores humanos» (como quieren demostrar Obama y los gurúes del sistema), sino por el achicamiento de los márgenes de rentabilidad capitalista que conduce a la reducción de la producción y del consumo y a los despidos masivos como ya está sucediendo en Europa y EEUU.
Al contrario de lo que pregonan los analistas y autoridades del sistema, el colapso financiero-recesivo, originado en EEUU y Europa, y que ya se proyecta a las economías centrales y periféricas a escala global, no se trata de una crisis por «falla de las normas de regulación y control financiero», sino de una reestructuración económica-financiera global impulsada por la dinámica histórica de concentración del capital en pocas manos.
Al sistema capitalista, representado en el G-7 (países ricos) que acaba de celebrar una cumbre, no le interesa resolver la crisis social emergente de la desocupación, sino la crisis de rentabilidad producida por la crisis financiera recesiva proveniente de la competencia intercapitalista por el control de los mercados.
La crisis se expande y multiplica a escala global: El colapso financiero con desaceleración económica y desempleo (por efecto de la contracción del crédito) exportada originalmente de EEUU se contagia aceleradamente por las economías del euro que afrontan crecientes huelgas y protestas sociales que han llevado a la Unión Europea a decretar alerta roja y una agenda de reuniones de urgencia para afrontar el terremoto económico recesivo.
El colapso financiero recesivo con epicentro original en las economías imperiales USA-UE ya se convirtió en derrumbe nivelado de la economía real a escala mundial.
La crisis recesiva con desempleo masivo que azota con dureza extrema a la primera potencia imperial, EEUU, ahora arrasa también con las economías centrales de la zona del euro donde se registran huelgas y protestas sociales que barren con la estabilidad de los gobiernos desde Francia, Reino Unido, España, hasta Bélgica e Islandia.
A medida que las consecuencias de la desocupación y el desplome del poder adquisitivo del salario se hacen sentir por toda Europa, la protesta social y sindical gana la calle en cada vez más países, para expresar el descontento.
El malestar social que generan la desocupación creciente y el deterioro de las condiciones salariales, así como el achicamiento de la capacidad de consumo, exacerba el estado de frustración colectiva, provoca pérdida de confianza en los políticos y alimenta las huelgas y protestas sociales que comienzan a extenderse por toda la geografía europea.
«La situación es preocupante y puede empeorar en los próximos meses», alertó el director gerente del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Kahn. «La crisis amenaza con provocar protestas «casi en todas partes», advirtió.
Todo el planeta (globalizado y nivelado por el sistema capitalista «único») está aquejado de los mismos síntomas: Derrumbe de los precios del petróleo y de las materias primas (deflación de los precios internacionales), devaluación de las monedas y revaluación el dólar, colapso financiero con quiebra de bancos, crisis crediticia con achicamiento del consumo, suba de precios internos de los alimentos y la energía y oleadas de despidos laborales constantes en EEUU y las potencias centrales.
Los billonarios paquetes de «rescate bancario» estatal con dinero de los impuestos (pagado por toda la población de los países donde se han instrumentado) no han servido de antídoto y han fracasado estrepitosamente como medida para enfrentar la crisis mundial, que ha devenido de financiera a recesiva a escala global.
En los primeros día del año 2009 (y como clara señal de que el planeta ya ingresó en la «crisis estructural»), se reafirmó la ola de de despidos laborales que certifica la presencia de una recesión a escala planetaria, cuyo centro gravitante y expansivo se encuentra en EEUU y Europa, potencias directrices del sistema capitalista a nivel global.
En un orden secuencial, para que la crisis se convierta en «global» (el desenlace) tiene que haber una convergencia interactiva de la «crisis financiera» (los mercados del dinero), la «crisis estructural» (la economía real) y la «crisis social» (el impacto de la crisis económica-financiera en la sociedad).
La confluencia interactiva de estos tres factores es lo que va a posibilitar, a corto plazo, el desenlace de la «crisis global» del sistema capitalista donde los gobiernos (centrales y periféricos) van a perder el control social y político de sus países por medio de las huelgas y estallidos sociales generados por la desocupación masiva y la suba de precios.
Solo la convergencia interactiva de estos tres factores (por acumulación de crisis) va a producir (a modo de desenlace) la «crisis global» del sistema capitalista proyectada desde las economías centrales (USA-UE) a los países que integran la red a escala planetaria.
La desocupación es el elemento clave, el detonante estratégico, que marca el principio del desarrollo de la crisis estructural con pérdida de la gobernabilidad (económica, política y social) de los Estados que integran desigual y combinadamente la red «globalizada» del sistema capitalista, cuyos resortes de decisión se encuentran en EEUU y en Europa.
La desocupación es la matriz de la pérdida de gobernabilidad por una razón esencial: Los despidos masivos de obreros y empleados son el barómetro y marcan el momento exacto en que la crisis se sale de la «superestructura» económico financiera y se mete dentro de la sociedad.
La desocupación sigue una línea claramente definida: Nace en los sectores financieros, de servicios o industriales de Europa y EEUU (los exportadores imperiales de la recesión) y se proyecta a los países «emergentes» o periféricos mediante las filiales de las empresa y bancos trasnacionales (con casa matriz en los países centrales) que empiezan a despedir, suspender o recortar horas a sus planteles de trabajadores.
Metodológicamente esto indica que, impulsada por la dinámica de los países centrales, la desocupación en los países periféricos (de Asia, África y América Latina) comienza por los bancos y empresas trasnacionales que controlan el sistema económico productivo y los comercios interiores y exteriores de los países, y que dan trabajo a la mayoría de la mano de obra urbana empleada (eso explica porqué la desocupación es simultánea a la de los países centrales).
En resumen, los despidos (el «impacto social») conforman la «noticia estratégica» que rompe el statu quo de la «crisis superestructural» (controlada por los gobiernos) y la convierten en «crisis social».
Las huelgas y los estallidos sociales (como respuesta inmediata a la desocupación en masa) conmocionan los pilares del control institucional y político de los Estados capitalistas, anarquizan la economía, y hacen estallar el sistema, como antes la desocupación hizo estallar al individuo.
La desocupación es la clave, el principio funcional, de la crisis capitalista extendida a escala global.
Conforma la ruptura de la última línea de supervivencia del individuo y es la sustancia matriz del descontrol económico, político y social de los gobiernos capitalistas.
Y hay un dato central que diferencia a la «crisis social» de las precedentes (la financiera y la estructural»): Las huelgas y estallidos sociales no se controlan con «salvatajes financieros, sino con represión masiva.
Y la represión masiva genera el caos del sistema y retroalimenta los estallidos (que a su vez retroalimentan la represión), se rompen los marcos institucionales y políticos: El Estado y el sistema capitalista pierden el control y entran en crisis, no superestructural sino «total» .
Tomada en términos del sistema capitalista (el organismo), la crisis sólo sobreviene cuando se quiebran las variables de «gobernabilidad» sobre los que están construidos los pilares de su funcionamiento a escala global.
La condición esencial para el funcionamiento del Estado capitalista (tanto en los países centrales como periféricos) se resume en tres factores: Estabilidad económica, gobernabilidad política y «paz social».
Esas tres condiciones son básicas para que el «sistema» (la estructura funcional) de los negocios y la rentabilidad capitalista funcionen sin interferencia y no se alteren las líneas matrices de la propiedad privada y concentración de riqueza en pocas manos.
Cuando por alguna razón se altera alguno de estos tres factores, el sistema entra en crisis, y debe generar inmediatamente alternativas para preservar su supervivencia.
La verdadera crisis del sistema capitalista va a comenzar a desarrollarse cuando el proceso de despidos laborales se torne masivo y las víctimas sumen centenares de miles hasta millones multiplicadas por todo el planeta.
La actual dinámica es indicativa de que los despidos laborales ( a diferencia de la crisis económica financiera que se desarrolló primero en el centro) ya comienzan a multiplicarse y van a ser simultáneos en los países centrales y en los periféricos, por vía de las transnacionales, y en consecuencia, el estallido de la crisis va seguir un proceso nivelado y simultáneo en todo el planeta.