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Eisenhower dixit

Fuentes: El Viejo Topo

El déficit público que afrontará el nuevo gobierno de EEUU es histórico. El nuevo presidente deberá desencadenar una auténtica perestroika si quiere evitar la quiebra económica.

El nuevo presidente de EEUU que salga elegido en las elecciones de noviembre de 2008 se enfrentará a una situación política y económica complicada. En lo económico, el país debe afrontar la deuda externa de mayor tamaño en el planeta. La deuda actual de EEUU es de 8.915 billones de dólares. Pero además su incremento es galopante. Como porcentaje del PIB del país, ha aumentado desde el 35% en 1975 hasta cerca de un 65% en la actualidad. La deuda del país crece en torno a los 1.400 millones de dólares diarios o cerca de un millón de dólares por minuto. Sólo la factura por los intereses de la deuda alcanzó la nada desdeñable cifra de los 430.000 millones en el año 2006. A pesar de las solemnes promesas de ambos partidos en cuanto a contener el gasto público, lo cierto es que a cada nuevo gobierno el gasto se incrementa. Como muestra, el déficit presupuestario anual se situaba por encima de los 5,7 billones de dólares cuando el presidente Bush tomó posesión del cargo en enero de 2001, y el nuevo presidente deberá afrontar una deuda cercana a los 10 billones en enero de 2009. Es decir, un incremento del 45% en un período de ocho años. 

La balanza de pagos de EEUU se encuentra en una posición anómala desde hace años por no poder pagar la factura de sus altos niveles de vida. No se trata sólo del importante monto que suponen las importaciones de productos extranjeros, que exceden con mucho la capacidad de la nación de pagar por ellos. Se trata, en primer lugar, de los gastos sociales derivados de las pensiones y los programas de asistencia sanitaria que representan el mayor contingente del presupuesto. Eso a pesar de que todos los gobiernos han realizado importantes recortes en coberturas sociales. Sin embargo, la partida presupuestaria que no ha cesado de aumentar ha sido la de defensa. Sin considerar las dos guerras actuales del presidente Bush, los gastos de defensa se han más que duplicado desde mediados de los años noventa. Los gastosplanificados por el Departamento de Defensa para el año fiscal 2008 fueron mayores que todos los demás presupuestos militares del mundo sumados y esto no incluye la partida presupuestaria aprobada por el Congreso para financiar las guerras de Iraq y Afganistán. Este presupuesto suplementario, por sí solo, supera los presupuestos militares combinados de Rusia y China. Por lo tanto, los gastos relacionados con la defensa para el año fiscal 2008 han excedido el billón de dólares por primera vez en la historia1. No está nada mal para un período de paz mundial. 

Los diez principales presupuestos militares en el mundo2 

    Millones de dólares Año fiscal
1 EE.UU. 623.000 2008
2 China 65.000 2004
3 Rusia 50.000
4 Francia 45.000 2005
5 Japón 41.750 2007
6 Alemania 35.100 2007
7 Italia 28.200 2003
8 Corea del Sur 21.100
9 India 19.000 2005
10 Arabia Saudí 18.000 2005
  Mundo 1,100.000 2004
  Mundo sin EEUU 500.000  

 

El gobierno Bush ni siquiera ha tratado de reducir los ruinosos gastos de mantener enormes ejércitos permanentes, de reemplazar equipos que han sido destruidos o gastados en ocho años de guerras, o de preparar una guerra en el espacio exterior contra adversarios desconocidos. Pero los excesivos gastos militares no se han desarrollado sólo en unos pocos años o simplemente debido a las políticas del gobierno Bush. Lo ha hecho durante mucho tiempo siguiendo una política económica que ha arraigado en el sistema político democrático en el que comienza a hacer estragos. Esta política económica consiste en un «keynesianismo militar» que viene heredado desde la Guerra Fría. EEUU trató de mantener la carrera armamentística con la URSS con planificaciones económicas estatales que garantizasen la producción de armamentos. Bajo esta estrategia se mantuvo e incrementó una masiva industria de armamentos, tanto para contrarrestar el poder militar de la Unión Soviética, como para mantener el pleno empleo tras el final de la II Guerra Mundial. El resultado fue que, bajo el liderazgo del Pentágono, se creó un fabulosocomplejo militar-industrial con industrias enteramente nuevas para fabricar grandes aviones, submarinos a propulsión nuclear, ojivas nucleares, misiles balísticos intercontinentales, y satélites de vigilancia y de comunicaciones. 

La determinación de los gobiernos estadounidenses de mantener una economía de guerra permanente y de tratar a la producción militar como si fuera un producto económico ordinario, aunque no haga ninguna contribución ni a la producción ni al consumo, se basa en dos factores: Por un lado, La inercia derivada de la Guerra Fría empuja a EEUU a mantenerse en su papel de líder único global. En un panorama internacional, que a todas luces cada vez más, se vislumbra como multipolar, EEUU sólo puede justificar el modelo unipolar basándose en una supremacía aplastante en el campo militar. Por otro lado, los inmensos gastos en armas, municiones y grandes ejércitos permanentes se compensan, en parte, con los beneficios obtenidos por la venta de armamento a las otras naciones. Obvio resulta decir que EEUU controla este mercado y que todo el complejo militar-industrial, con una influencia creciente en Washington, vive de este negocio. Por tanto, los sucesivos gobiernos han justificado el creciente presupuesto de defensa basándose en la amarga percepción de un incesante aumento de la inseguridad global. Lo cual es cierto si seguimos el rastro dejado por las recientes intervenciones militares de EEUU en Afganistán e Iraq, por poner un ejemplo.  

Esta dinámica, como hemos visto, ha llevado a EEUU a acumular una fabulosa deuda. ¿Pero quién presta a Washington todo ese dinero? De momento, los grandes déficits comerciales de EEUU se han sostenido con la emisión de deuda pública por parte del Departamento del Tesoro. Los propietarios de esos títulos son inversores corrientes, bancos, fondos de pensiones y compañías de fondos mutuos de todo el mundo, pero lo más llamativo es que los propietarios de casi la cuarta parte de la deuda son gobiernos extranjeros, los cuales poseen actualmente unos 2,349 billones de dólares o un 44% de la deuda estadounidense sostenida públicamente. Esto representa un 9,5% más que el año anterior. Sólo en la semana del 9 de julio de 2008 aumentó la cantidad en 1.630 millones de dólares. Japón es el principal acreedor, con 586.000 millones, seguido de China (400.000) y Gran Bretaña (244.000). Arabia Saudí y otros países exportadores de petróleo suman en torno a 123.000 millones3. Como se puede ver, los intereses son complejos y aparte de la rentabilidad económica que puedan obtener, está claro que hay numerosos países que temen una anarquía global y están interesados en que EEUU mantenga su política actual y ostente con energía su papel de gendarme mundial. Sin embargo, la situación financiera del gobierno de EEUU es incómoda además de delicada. Gran parte de los préstamos recientes se han cumplido mediante la venta de bonos del Tesoro a corto plazo. Si esos préstamos giran hacia tipos mayores, los pagos de intereses en la deuda nacional se podrían disparar. Además, el declive del dólar ante otras monedas está convirtiendo los valores del Tesoro en menos atractivos para los inversores extranjeros.

El sustituto de G. Bush deberá afrontar el derrochador gasto que mantiene a un, exageradamente grande, establishment militar. El gasto militar se ha convertido en un enorme agujero negro que absorbe la economía estadounidense. El mantenimiento de 800 bases militares y 9 flotas aeronavales alrededor de todo el mundo no es un gasto menor. Para mantener este presupuesto militar se ha desatendido a la población. Se ha dejado de invertir dinero en gasto social. Por lo que el sistema de educación pública se ha deteriorado de modo alarmante y no se asegura la atención sanitaria de todos los ciudadanos. Además se han ignorado las políticas medioambientales en el país más contaminador del mundo. La propia industria nacional ha perdido competitividad como fabricante de necesidades civiles, al mismo tiempo que se han incrementado los recursos para la fabricación de armamentos. Exactamente por el mismo motivo perdió la Guerra Fría la Unión Soviética. Está por ver si el nuevo gobierno emprenderá su propio proceso de reformas. Si lo intenta, tendrá enfrente al establishment militar y a los sectores más conservadores de la sociedad. ¿Será posible una Perestroika made in USA?

El autor es doctor en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense de Madrid (España). Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología por dicha universidad en la especialidad de Sociología Política. Ha cursado estudios de Ciencias de la Comunicación en la «Universität von Leipzig» (Alemania). Posteriormente realizó parte de la investigación de su tesis doctoral en la «Humboldt-Universität» de Berlin (Alemania). Es autor de diversos artículos y ensayos en prensa, así como ponente en multitud de conferencias públicas sobre el tema de la Globalización. Es miembro y socio fundador de ATTAC-Madrid. Actualmente imparte docencia en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de Colima (México).    [email protected]