De los 193 países del globo, ocho acapararon, entre 1993 y 2001 el 84,5% de la producción científica mundial, según un estudio realizado por David A. King, jefe del consejo científico del Gobierno del Reino Unido. El trabajo se ha hecho a partir de datos del Thomson Institute for Scientific Information. Esos ocho países, que […]
De los 193 países del globo, ocho acapararon, entre 1993 y 2001 el 84,5% de la producción científica mundial, según un estudio realizado por David A. King, jefe del consejo científico del Gobierno del Reino Unido. El trabajo se ha hecho a partir de datos del Thomson Institute for Scientific Information.
Esos ocho países, que el autor denomina futbolísticamente como «la primera división de la ciencia» es, por número de citas de sus artículos científicos, Estados Unidos, el Reino Unido, Alemania, Japón, Francia, Canadá, Italia y Holanda. King ha analizado la cantidad y el impacto (el número de citas) de las publicaciones científicas de investigadores de cada país en un total de 8.000 revistas científicas en 36 lenguas. Sólo 31 países han entrado en alguna de las tres divisiones analizadas por el autor. Los artículos obra de científicos de EE UU recibieron, entre 1997 y 2001, casi 11 millones de citas, cerca de cinco veces más que sus perseguidores inmediatos, el Reino Unido, con 2,5 millones, y Alemania, con 2,2 millones.
España, con unas 560.000 citas, se sitúa en el undécimo puesto, dentro ya de la «segunda división» (los nueve siguientes países de la clasificación). Éstos producen el 13% del conocimiento científico. La «tercera división» está formada por 13 países que en conjunto aportan el 2,5% de la producción científica mundial.
En esta última categoría se encuentra el único país musulmán de toda la clasificación (Irán), y también el único del continente africano (Sudáfrica. Los 162 países que ni siquiera entran en la lista de King producen menos del 2% de conocimiento mundial.
En el estudio, publicado el 15 de julio en la revista Nature, King advierte de que fijarse sólo en el volumen de citas puede «esconder importantes desarrollos», entre otros los de China y la India (en las posiciones 13 y 22). Estos países «han desarrollado su ciencia básica de manera rápida y efectiva en los últimos años», dice el autor, y añade que esta evolución todavía no se ha trasladado a sus cifras de producción científica.
King señala además que, a veces, un artículo es muy citado precisamente para ser criticado, y no por su valor científico, y apunta a otros dos factores que pueden distorsionar las cifras: por un lado, los estadounidenses prácticamente sólo se citan a sí mismos; por otro, las naciones que casi no publican artículos científicos en inglés (como Rusia o Japón) son mucho menos citadas.
«Un desarrollo económico continuado, dentro de mercados mundiales altamente competitivos, requiere un compromiso para la producción de conocimiento», afirma King en su estudio. «Incluso las mejoras más modestas en atención sanitaria, calidad del agua, alimentos o transporte, necesitan de capacidades en ingeniería, medicina, negocios, ciencias sociales y económicas que están fuera del alcance de muchos países», añade el autor.
«Acceso abierto» Un primer paso para invertir esta tendencia pasa por que los científicos de los países empobrecidos tengan acceso a las revistas más prestigiosas, algo prácticamente imposible desde el punto de vista económico.
La publicación del estudio de King coincide con un informe de la comisión de Ciencia y Tecnología de la Cámara de los Comunes del Reino Unido en la que se pide que «todo el mundo» tenga «acceso abierto» a la información científica producida en el Reino Unido y que los científicos puedan publicar sin cargo alguno. En el informe, titulado Publicaciones científicas: ¿Gratis para todos?, la comisión pide que el Gobierno lidere esta tendencia y exhorta a las instituciones educativas a establecer algún tipo de archivos en los que su producción científica publicada pueda ser almacenada y consultada a través de Internet por quien lo desee.
El debate sobre el acceso a la investigación científica es una cuestión de alcance universal. Las conclusiones de la comisión británica llegan tras una recomendación del Congreso de Estados Unidos en la que se pide que todos los avances en investigación realizados con fondos de los Institutos Nacionales de Salud sean accesibles sin coste alguno. También la Comisión Europea está elaborando un estudio sobre revistas científicas.