Recomiendo:
0

El acuerdo de paz de Nayaf muestra por qué EE.UU. debe abandonar Irak

Fuentes: San Francisco Chronicle/commondreams

Traducido para Rebelión por Germán Leyens

El triunfal retorno del ayatolá Ali al-Sistani a la ciudad sagrada iraquí de Nayaf la semana pasada debería ilustrar claramente un punto: 135.000 soldados estadounidenses no son necesarios para mantener la paz. En realidad, es su continua presencia lo que hace que Irak sea tan peligroso.

Bajo un acuerdo de paz entre al-Sistani y Múqtada al-Sáder, se levantó un mandato de arresto contra el joven clérigo y sus fuerzas se retiraron del santuario del Imán Ali. Nayaf y la vecina Kufa se convertirán en ciudades libres de armas, y se realizarán oportunamente elecciones legítimas para determinar el futuro gobierno de Irak.

Durante toda su prolongada batalla con al-Sáder, la administración Bush ha dicho que combatía contra un «clérigo radical» vinculado al terrorista Abu Musab al- Zarkawi, pero la mayoría de los iraquíes veían la situación de otra manera. Los moderados se han opuesto permanentemente a la posición de confrontación de al-Sáder, pero durante meses han pedido que la administración Bush acceda a las demandas básicas de al-Sáder. Esta primavera, en Bagdad, los líderes políticos chiíes apoyaron a menudo los pronunciamientos públicos de al-Sáder, subrayando su disposición a aceptar que no se siga matando a soldados extranjeros si el Ejército de EE.UU. se retiraba de Nayaf y aceptaba abandonar la suerte del clérigo a un futuro gobierno elegido de Irak. (exactamente los términos negociados por al-Sistani).

«El Ejército Mahdi no tiene problemas con la gente, tiene un problema con los estadounidenses», me dijo Hassen al-Sari en mayo. Al-Sari es funcionario del Consejo Suprema por la Revolución Islámica en Irak, una organización moderada que fue nombrada por el presidente Bush para el ahora difunto Consejo Gobernante Iraquí. «Hay líderes religiosos y poderes políticos en Irak que pueden ser utilizados para resolver este problema. El problema de Mahdi es el ejército de ocupación. No tiene problemas con otras partes. Si las tropas de EE.UU. deciden salir de Nayaf, no habrá más problemas en esa ciudad.»

Algunas veces funcionarios de EE.UU. incluso admiten que ellos iniciaron esta lucha. Como ejemplo, esta observación de abril del general Richard Myers, jefe del Estado Mayor Conjunto, poco después de que los partidarios de al-Sáder se levantaron en armas. El administrador de EE.UU. de aquel entonces, Paul Bremer, acababa de clausurar el periódico de al-Sáder y de arrestar a su principal consejero.

«Lo que contribuyó a esto fue nuestra acción ofensiva», declaró Myers a periodistas en una conferencia de prensa. «(Nosotros) clausuramos su periódico. Perseguimos a uno de sus lugartenientes (el consejero Mustafa) Yacoubi, y no era inesperado ni imprevisto que eso provocaría alguna resistencia. Piensan que pueden detener el progreso para 25 millones de iraquíes. Eso no va a suceder.»

¿Pero es posible que haya sido precisamente el progreso que lograban las fuerzas de al-Sáder lo que hizo que su presencia fuera tan molesta para Estados Unidos?

Antes de que los militares de EE.UU. tacharan a al-Sáder de criminal, sus partidarios habían organizado elecciones en muchos de las pobres barriadas chiíes y en ciudades más pequeñas como Nayaf, expulsando a los gobiernos locales nombrados por el contratista de Carolina del Norte, Research Triangle International. Mientras las grandes firmas de EE.UU. (Halliburton, Bechtel etc.) no han logrado arreglar la red eléctrica de Irak y su sistema telefónico, la organización de al-Sáder ha hecho lo posible por construir una sociedad que funcione.

En un informe publicado en septiembre del año pasado, el International Crisis Group (con su central en Bruselas) dio crédito a la organización de al-Sáder por mantener la paz en los sectores chiíes, sobre todo pobres, de Bagdad después de la caída de Sadam Husein.

«Dentro de semanas del colapso del régimen», dice el informe, «representantes de al-Sáder afirmaron que habían empleado a 50.000 voluntarios en el este de Bagdad para asegurar la recolección de la basura, comidas en los hospitales y el control del tráfico. Seminarios religiosos dirigidos por partidarios de al-Sáder han proliferado. Ante la ausencia de un sistema judicial público que funcione, Mohammed Fartousi, el representante de al-Sáder en (el vecindario de Bagdad) al-Sáder City, utilizó su mezquita Hikma para establecer tribunales rudimentarios. Los wakils, o agentes, de al-Sáder, distribuyeron chalecos a los guardias del tráfico con las palabras ‘policía hawza'».

Ahora que al-Sistani ha intervenido para detener la lucha entre al-Sáder y el Ejército de EE.UU., sólo nos queda esperar que el clérigo tenga la sabiduría de deponer las armas. Pero incluso si no lo hace, los militares de EE.UU. deben abandonar Irak antes de que causen más problemas. El pueblo de Irak puede cuidarse solo.

—————

Aaron Glantz es periodista de Pacifica Radio y pasó gran parte del año pasado en Irak. Su documental radiofónico: «Iraq: One Year of Occupation and Resistance,» puede ser escuchado en línea en: www.fsrn.org.

©2004 San Francisco Chronicle

http://www.commondreams.org/views04/0831-01.htm