Recomiendo:
0

El alcalde de Corozo Pando y el jersey de Evo Morales

Fuentes: Aporrea

Respecto al embate mediático en contra de Venezuela, del presidente Chávez y del proceso revolucionario que adelantamos, es necesario hacer algunas precisiones para bien situarnos, despejar dudas y delatar mentiras, y a la vez contextualizar los innegables signos de agotamiento del discurso eurocentrista-neoliberal-neoconservador, que, de fracaso en fracaso en la visión sobre América Latina, vive […]

Respecto al embate mediático en contra de Venezuela, del presidente Chávez y del proceso revolucionario que adelantamos, es necesario hacer algunas precisiones para bien situarnos, despejar dudas y delatar mentiras, y a la vez contextualizar los innegables signos de agotamiento del discurso eurocentrista-neoliberal-neoconservador, que, de fracaso en fracaso en la visión sobre América Latina, vive momentos aciagos, producto de la mala fe, única vía posible para el pretendido dominio político y económico.

Una reveladora anécdota ocurrida recientemente en Sevilla pone en blanco y negro el renacer de las corrientes neofascistas. Gustavo Dudamel, el joven director que «inexplicablemente» interpreta a los insignes clásicos europeos como el que más, se atrevió a que los jóvenes de la Orquesta Sinfónica Juvenil «Simón Bolívar» bailaran mientras interpretaban un Mambo. Fin de mundo para un pretendido crítico que no pudiendo atacar la calidad interpretativa del grupo, arremetió en prensa con genialidades tales como preguntarse para qué tantos músicos, para qué tantos instrumentos, para qué y para qué; en realidad se mordió la lengua para no decir lo que le carcomía el alma: para qué negros, mestizos e indígenas en una orquesta sinfónica. Se supone que respetando los sagrados cánones del eurocentrismo deberían ser músicos «blanquitos» y «empaquetaditos» todos ellos, y nada de bailes y muestras gozosas de satisfacción, que no es así como se hace música y arte, en conclusión, el «crítico» quiso y no pudo expresar un sonoro ¿para qué sudacas?. Lo peor vino en el segundo concierto. El maestro Claudio Abbado, un europeo sensible a las calamidades del eurocentrismo, y bajo sospecha permanente de haber claudicado ante los pobres del mundo, dirigió a los jóvenes en una memorable sesión de virtuosidad y entrega a la música. No solo permitió que los niños y jóvenes bailaran, sino que además, y como respuesta al amargado y fascista crítico, lo hicieron sobre las sillas.

El eurocentrismo es sin duda una penosa enfermedad, muy grave, por que la historia señala que es incurable, por lo tanto, con ella se muere. Esta tozuda campaña de cruz, espada, aires de superioridad y pretensiones neoconquistadoras, ciega a esta «intelectualidad», y definitivamente con respecto a Venezuela ha quedado desnuda, descuadernada y lo peor, temerosa. Digo temerosa por lo que acertadamente Carlos Fernández Liria y Luis Alegre Zahonero afirman en su libro Comprender Venezuela, pensar la democracia: el colapso moral de los intelectuales occidentales: «…tan peligroso, en efecto, que en Venezuela se están desenmascarando las mentiras más incuestionadas y más exitosas de todo el siglo XX, la gran mentira con la que, en el fondo todos ellos se ganan la vida», es decir, los asalariados de la «canalla mediática».

Pese al desenfreno mediático, las más emblemáticas e importantes empresas españolas siguen ampliando inversiones, planta física y cantidad de empleos en nuestro país, a la par de impulsar más asociaciones con el Estado y pagar más impuestos. Al mismo tiempo, empresarios que sí conocen Venezuela y nuestra realidad, e intuyen hacia dónde vamos, han aumentado a partir del año 2004 visitas y contactos interesados en invertir en la industrialización del aluminio, acero, madera, petróleo, gas, telecomunicaciones, prensa, agroindustria, turismo y pesca. Primera conclusión, en lo económico, la tinta derramada y tanto «intelecto» lanzando manotadas al aire no ha hecho mella alguna en nuestros demostrables logros económicos. En una dirección los empresarios extranjeros, en otra, esta cierta prensa ¿quién va mejor?, ¿apostamos?

Desde la óptica política, ciertas líneas editoriales han pretendido inútilmente confundir con un afán destructivo el exitoso y esperanzador proceso de inclusión social, y lo cierto es que después de 8 años de feroces odios epistolares, no ha podido la claque mediática cambiar ni al alcalde de Corozo Pando, pequeño pueblo situado en la inmensidad del llano venezolano. Antes por el contrario, el presidente Chávez, comenzando con 3.2 millones de votos el año 1998 ha logrado 7.5 millones el año 2006. Segunda conclusión: el sector político venezolano más interesado en que esta cierta prensa calle, es, paradójicamente, la oposición. Con humor, como debe ser, los venezolanos pedimos a los contumaces exegetas del neoliberalismo y del oscurantismo eurocentrista que no callen, que arreen, cuanto más, mejor; hoy no es sólo Venezuela, ya somos varios y otros también quieren ingresar al creciente club de las orgullosas y rebeldes repúblicas bananeras.

El inútil esfuerzo mediático por acorralar y adormecer al proceso de cambios profundos en nuestra sociedad comienza a mostrar fisuras y signos de estancamiento. La voluntad de un pueblo entusiasmado con un proceso ya enraizado e irreversible es infinitamente más poderoso que las pseudoverdades construidas para mantener a flote el pesado lastre del pensamiento único y a la vez cumplir con el compromiso autoasumido con el más terrible y poderoso de los imperios, el de la mentira como soporte de la dominación económica. Tercera conclusión: no nos encuadramos entonces los venezolanos en aquella máxima sagrada de la prensa eurocentrista que reza que «la noticia es la opinión».

Y tiene que ser así pues la profundidad en el análisis de los «intelectuales» occidentales desencantados de Chávez no va más allá de las rayas del jersey de Evo Morales, y es inútil entonces esperar que entiendan los vericuetos, entre otros temas, de la geopolítica energética mundial de la cual Venezuela es también protagonista. En consecuencia, desafiamos a la presumida inmutabilidad del ideal neoconservador y a las pretendidas leyes del no cambio y de la obligación de los pueblos del Sur a cooperar, por las buenas o por las malas, con el esquema dominante que nos empobrece, o nos empobrecía.

Es cierto, los amos del mundo han topado con lo inesperadamente desagradable, indomable e imparable. Freedom House, USAID, especialmente la dadivosa NED con sus tentáculos financieros en esta cierta prensa y la pléyade del oscurantismo dominante fijan su atención y recursos en destruir lo que no acomoda a los parámetros de la cartilla neocon; es decir, o somos bien comportaditos y hacemos las tareas como gusta a esta cierta prensa perdonavidas y al señor imperio, o se nos castiga con el látigo editorialista, y de allí al fracaso de los nuevos rebeldes hay poco trecho, suponen los ilusos exegetas del fin de la historia.

Ocho años ha tenido esta cierta prensa para moverse en una fracasada campaña que nos confunde en el sentido de que no podemos captar con claridad si se trata de malos deseos, lúgubres augurios o combinación de ambas. Lo cierto es que las premoniciones sostenidas acerca de una guerra civil inevitable en Venezuela y el presunto fracaso de nuestra economía se estrellan día a día con la realidad, esa otra realidad que tanto beneficio social y económico nos depara. Y esta cierta prensa es incapaz de revisar sus propias mentiras, métodos y malos deseos a los venezolanos, aunque sí capaz de mostrar «preocupación» ante el presunto deterioro de las libertades políticas en Venezuela pero que en abril de 2002 aplaudió como pingüino la derogación de la Constitución y de los poderes públicos, cuando se masacraron a unos cuanto compatriotas. ¿Que será lo que tanto les molesta del presidente Chávez y les encanta de Carmona?

Que truene el imperio, que escriban los articulistas, que rabien los editores y que mascullen los dueños de las corporaciones mediáticas. A nosotros nos basta con la opinión de Saramago, Pinter, Abbado, Pérez Esquivel, Chomsky, Simon Rattler, todos ellos, verdaderos conocedores de nuestras realidades que no se guardan opiniones ni soslayan verdades; por añadidura, sospechamos que sus opiniones son más respetadas y esperadas que las proferidas por la claque. En todo caso, la opinión que más nos acomoda es la que tenemos de nosotros mismos y de nuestro convencimiento de que el cambio, peligroso, porque lo es, además de profundo, es necesario e inevitable.

Mientras tanto, la pobreza en Venezuela comienza a ceder terreno y las mayorías se interesan en la política. Perdónennos señores dueños, editores y articulistas, no sabemos lo que hacemos, en consecuencia, seguiremos los venezolanos gozándonos a Mozart, bailando con Pérez Prado y votando «incorrectamente».

*Embajador de la República Bolivariana de Venezuela ante el Reino de España