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De cara a las elecciones del domingo

El alentador de convicciones no tan ausente

Fuentes: Rebelión

En una escena del Padrino II parte, la famosa película de Francis Copolla, Michael Corleone (Al Pacino) durante una visita a Cuba a finales de 1958 en busca de afianzar y expandir sus redes criminales con la notable colaboración de gobierno de Fulgencio Batista, se asombra cuando en una calle observa a pocos metros que […]


En una escena del Padrino II parte, la famosa película de Francis Copolla, Michael Corleone (Al Pacino) durante una visita a Cuba a finales de 1958 en busca de afianzar y expandir sus redes criminales con la notable colaboración de gobierno de Fulgencio Batista, se asombra cuando en una calle observa a pocos metros que un seguidor revolucionario se inmola acosado por agentes batistianos. El capo de la familia Corleone con base en este hecho decide retirarse de su asociación con el mafioso de origen judío (una directa alusión a Mayer Lansky) llamado Hyman Roth (Lee Strasberg), siendo increpado por este en otra escena por abandonarlo en la alianza delictiva por constituir, afirmándole algo así como: ‘no te preocupes, esta gente se viene sublevando desde hace 50 años y nada ha pasado, lo lleva en la sangre«. Corleone intuye el triunfo de los revolucionarios como consecuencia del arrojo, e intrepidez de quienes lo arriesgan todo por una causa de la cual no obtienen provecho material personal, y huye apresuradamente en la madrugada del 1° de enero de 1959.

El sentido del pasaje de aquella afamada película basada en la novela de Mario Puzo es el de que en el plano social, ante una decisión indeclinable, consciente y magnánima de uno o muchos seres humanos no existe fuerza que sea oponible eficazmente por dinero y demás recursos humanos y tecnológicos que sean desplegados.

La anterior observación fundamentada en el citado segmento cinematográfico es plenamente análoga a los acontecimientos ocurridos desde los últimos años de la década de los ochenta en Venezuela ( con su ‘Caracazo‘ como detonador de procesos más antiguos) y el inicio de los noventa, en ascenso culminante hacia el año de 1999 cuando un insurrecto de unos años atrás (el advenedizo de la política partidista, delgado oficial intrépido para algunos, temerario para otros, del 4 de febrero de 1992) asciende por la vía electoral al mando del estado, para continuar encumbrándose tal flujo con las luchas de los desposeídos venezolanos y sus hijos más preclaros, movilizados instintiva y valientemente el 11, 12 y 13 de abril de aquel año 2002 para restaurar a aquel gobernante de sus afectos en Miraflores, luego de ser depuesto por setenta y dos horas previa masacre de diez y nueve personas.

De tal manera, Venezuela demostró como frente a la decisión y la unidad de las clases empobrecidas en procura de cambiar su situación de vida, es mínimo lo por acometer por cuantiosos recursos y sofisticados métodos se empleen de parte de quienes se les opongan.

Naturalmente poseer una visión de esta inexpugnabilidad puede ahorrar muchos sufrimientos, pero dicha perspectiva es extremadamente rara, debido a que inveteradamente las oligarquías tienden a ser ignaras y ensimismadas. A sangre y fuego desean volver a tiempos idílicos para sus intereses.

En esta corta historia de la Nación Latinoamericana, como llamara con acierto el escritor argentino Jorge Abelardo Ramos a la región, cada vez más se percibe que los voceros de los pueblos, son simplemente eso, portavoces; a su vez resulta también evidente como entre estos, pocos han sabido expresar sentimientos y esperanzas de quienes en consecuencia los han llevado a ser preciados emblemas.

Junto con otros tantos reconocidos en la historia de Nuestramérica, tan sobresalientes que no los mencionaremos, el triétnico venezolano mencionado aglutinó de muchas formas aquellos anhelos y encrispación por las injusticias cometidas por siglos. Le llamaban los huérfanos del poder, zambo, en una clara alegoría a oprobiosas categorizaciones raciales de los tiempos de la colonia. Oírlos en aquellos tres días del golpe encabezado por Pedro Carmona Estanga, hablar de haber extirpado de los cargos públicos a personas que no tenían ‘cara decente’, sirve de plena prueba de su deficiencia moral y de conocimiento científico; horas después dichos personajillos huyen como ratones en barco naufragando cuando los populares se unen y organizan activamente, entregando con ello también demostraciones inequívocas de su sempiterno carácter cobarde (http://www.youtube.com/watch?v=ELU1U2e7oPk).

Los insultos de los oligarcas en periódicos y revistas a aquel incoludible emisario, incluso permitían ver simplemente un odio puro; se leían epítetos de esos que no son endilgados en público sino por parte de quienes padecen una irrefrenable obsesión maniaca, por lo cual era lógico explicar su accionar político con aquel pasaje cervantino de que, «ladran Sancho, luego cabalgamos«. Si, ese era el tamaño de la malquerencia que sentían por aquél triétnico, era indudable que se debía a algo concreto, aprehensible, de conjunto grave, gravísimo para los dueños de Venezuela; lo que acontece a esos pocos que intentan con desespero continuar con la vida de muelle en calidad de amos de pueblos, tierras, esperanzas y destinos, es el sentir como posible el fin definitivo de su dominio en un lapso nada lejano.

Quienes denostaban a este militar de Barinas nunca pudieron decirle ‘bruto’ sin caer en el ridículo, pues nada había más lejano a este estólido juicio de valor que las opiniones, sentencias, juicios, y explicaciones que entregaba con notable erudición, mediante palabras coloquiales y a la vez explicativas. Lo extensa de sus pláticas en todos los escenarios mostraba sin ambages la pretensión de convencer a través de razonamientos a quienes le escuchaban. ¿Qué oligarca local o foráneo o intonso tecnócrata a sueldo hubiera soportado cara a cara un intercambio dialéctico y razonado con ese zambo entrometido?

A la sazón entre muchas, se recuerda aquella conferencia magistral en la Universidad Autónoma de México el 27 de marzo de 2004, un curso de historia aclamado jubilosamente por los jóvenes asistentes (haciendo remembrar a la de la Universidad de Guadalajara hace poco más de 30 años atrás de ese otro latinoamericano de indeclinables principios: Salvador Allende Gossens. http://www.youtube.com/watch?v=xmZnI2C_d7Q); o la alocución más conocida ante la Asamblea de las Naciones Unidas del 20 de septiembre de 2006, trapaceramente resaltada en los medios prooligarquícos por aquello de «Huele a azufre… ayer estuvo el diablo«, cuando previa y sopesadamente en la misma invitaba el jefe de estado venezolano a los presentes y televidentes a leer la más reciente obra por entonces del intelectual estadounidense Noam Chomsky, a su vez cargada de sólidos argumentos antiimperialistas (http://www.youtube.com/watch?v=tQ4FLii9pnE).

Los usurpadores de la riqueza de cualquier latitud temían de aquél su carácter de grandilocuente catalizador de anhelos. Y por ello les sobraban razones para tenerlo como adversario; alentaba en las mayorías la seguridad de poder ser dueños de su propio destino, en muchos casos llegando a pensar alguna parte de las multitudes que incluso no son necesarios intermediarios en la toma de control de la vida política, concretando la puesta en marcha de diversas prácticas de empoderamiento popular directo (Comunas, Frentes Campesinos, Consejos de Pescadores, etc.), algunas de ellas autogestionadas y con alto grado de politización. Si, el advenedizo en el poder era inmensamente peligroso ante las minorías.

A poco más de un mes de la ausencia definitiva de este hombre al cual conocimos mediáticamente por primera vez en medio del fracaso de una formidable osadía, para más tarde auparse en la cresta de la ola social latinoamericana, el empoderamiento popular sigue su curso y como toda obra humana, navega en medio de reveses, incertidumbres, ansiedades, logros, timideces, pero también impulsada por la alegría, esperanza, acumulación de experiencias y fuerzas, junto con la razón de la justicia.

Aunque es mucho el camino por recorrer, con estos pasos iniciales la confianza en sí misma de la población venezolana ha crecido por la percepción ascendente de sus capacidades y ello es inusurpable; este es uno de los más preciados legados de quien habiendo emergido de aquellas entrañas, jamás las traicionó.

El poder popular que ha ido emergiendo viene avivado para estas elecciones del 14 de abril próximo, no habiendo lugar a coaliciones a espaldas de los diversos poderes populares, pues si estas se fuesen tejiendo se ubicarían como un escollo en un momento álgido, cuando se reagrupan los desposeídos para dar nuevo impulso a la materialización de sus aspiraciones. En esta coyuntura los de abajo pueden llegar eventualmente a tomar el poder o a controlar efectivamente a quienes lo tienen, las circunstancias particulares darán respuesta a este dilema y al de su momento oportuno; el triétnico ha propiciado la creación de la convicción suficiente como para que sensatamente exijan con determinación lo aparentemente imposible: la elemental justicia social tan ausente en Venezuela y en el continente.

La movilización permanente (el domingo 14 es un día importante de la misma) y articulada es una de las garantías de la continuidad de las palabras y acciones de aquel triétnico, la prolongación de su existencia en el plano social; si ello ocurre este nunca estará ausente y oligarcas criollos y foráneos verán toda su ostentosa parafernalia resultar vana.

Ojalá tuvieran la intuición de Corleone.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.