La propuesta del presidente George W. Bush lanzada hace unos pocos días apunta, lamentablemente, a criminalizar el fenómeno migratorio al plantear que los migrantes indocumentados incurren en un delito grave, que ya no estaría enmarcado en una simple falta administrativa de tipo civil, sino en un asunto penal. Apunta también a aceptar la construcción de […]
La propuesta del presidente George W. Bush lanzada hace unos pocos días apunta, lamentablemente, a criminalizar el fenómeno migratorio al plantear que los migrantes indocumentados incurren en un delito grave, que ya no estaría enmarcado en una simple falta administrativa de tipo civil, sino en un asunto penal. Apunta también a aceptar la construcción de una enorme barda que cubriría la extensión de los 3 mil kilómetros de frontera con nuestro país, así como incrementar las multas que tendrían que pagar los empleadores que contraten a indocumentados. Sin embrago, las posibles multas, como se ha visto hasta ahora, no sólo son esporádicas, sino que las empresas las tienen contempladas, pues es más alto el beneficio que reporta el trabajo barato que el costo de la multa. Que pregunten a Wall-Mart, que ha sido multada nuevamente y ahora con 172 millones de dólares por no dar a sus trabajadores el tiempo necesario para tomar sus alimentos. Pero lo que sí es un hecho es que se va a generar mayor precariedad para los trabajadores migrantes que seguirán fluyendo, pues si bien son «expulsados» de su propio país, también son centrales para la economía de Estados Unidos. Se les paga por debajo de la media nacional, no se les ofrece prácticamente ningún beneficio social, a la mayoría se les birlan las horas extras, y a veces, hasta el propio salario devengado.
Esta nueva andanada contra los trabajadores migrantes puede beneficiar en parte a Bush, quien busca desesperadamente recuperar algo de su maltrecha popularidad enfatizando una supuesta preocupación por una frontera segura en su «guerra contra el terror», pero también a las empresas estadunidenses que así podrán asegurarse una fuerza de trabajo cada vez más debilitada administrativamente que les reporta grandes ganancias en la descarnada competencia en el mundo globalizado. Y es que la competitividad se basa, en parte, en el bajo costo del trabajo y éste hay que conseguirlo como sea.
Por ello las empresas no sólo se trasladan hacia regiones en las que las condiciones para esta mano de obra presentan niveles de protección muy débiles o inexistentes, o condiciones laborales con legislaciones que no se respetan, con salarios muy bajos, a menudo por debajo de la productividad del trabajador y pudiendo aplicar químicos diversos a los cultivos, sin ser prácticamente molestados. También pueden llevar esta estrategia en sus propios países, fundamentalmente sobre los migrantes indocumentados.
Ejemplos hay muchísimos. Se han denunciado fábricas situadas en México, cuyo propietario es Breed Techonologies de Estados Unidos, que han sido reportadas por sus trabajadores debido a las lesiones producidas por la exposición a sustancias químicas peligrosas y otros riesgos laborales incumpliéndose las regulaciones de seguridad e higiene. En China se localizan fábricas en las que trabajan jóvenes y adolescentes que producen sin descanso por un sueldo de 100 dólares al mes, del cual se les descuenta la comida y los «gastos de alojamiento». Si estas chicas quebrantan las reglas internas o no rinden lo esperado pueden ver reducido su sueldo o los ochos días de vacaciones anuales (Setem). Tampoco Africa se libra de la explotación laboral, tal como sucede en Lesotho, donde los trabajadores textiles a menudo son encerrados en sus fábricas y no pueden abandonarlas antes de cumplir con su cuota de producción… que los lleva a prestar hasta 18 horas diarias (El País).
Por otro lado, la falta de regulación en los campos de California ha dado lugar a que sean los latinos los que sufren en mayor grado leucemia y cáncer de piel, así como problemas estomacales.
Los químicos se incorporan a ciertos cultivos con el fin de que maduren más rápidamente y tengan precios más competitivos. Tal es el caso de Starbucks, que usa la hormona recombinante bovina del crecimiento y granos de café manipulados genéticamente. Asimismo, se ha señalado que 10 por ciento de las vacas lecheras de Estados Unidos reciben inyecciones de la misma hormona bovina elaborada por la compañía Monsanto que les hace producir más leche.
El resultado es claro. Además de la manipulación genética que afecta la salud de toda la población, se combina con mayor explotación laboral, todo ello con el fin de bajar los precios, pero a un terrible costo (título de un muy importante documental sobre la forma en que actúa Wal-Mart en el país vecino).
Pero la ofensiva contra los migrantes es la ofensiva contra todos los trabajadores y esto lo tenemos que entender todos, incluidos sindicatos y las diversas agrupaciones sociales para luchar juntos por un nuevo mundo.