Palabras de apertura de la muestra internacional de cine documental, DOC Buenos Aires 2020. Lo real tiene en este año un atributo que lo define: lo que se va, lo que perdemos. Nosotros, como todos, hemos sentido el peligro ubicuo que pone en riesgo la propia vida y lo que más apreciamos de esta. En este contexto de luto impersonal e íntimo, en el quinto mes del año tuvimos que incorporar el deceso del fundador del DOC Buenos Aires: Marcelo Céspedes. El golpe fue durísimo.
Hombre de bien, hombre de pocas palabras, hombre de acción, su muerte fue para mí la constatación de un secreto afecto hacia él. También precipitó un sentimiento de desamparo. Él era el que sabía manejarse en ese mundo constituido por formularios, subvenciones, apoyos y otras formas de la economía del subsidio con las que resulta tan complejo lidiar. En esto era él el adulto con experiencia y yo un igual pero inexperto en la materia, como lo son un poco mis compañeros de ruta.
Fue una querida amiga, Violeta Bava, la que me dijo en esos días que no debíamos bajar los brazos y darle un reconocimiento al propio Marcelo como cineasta. La escuché perplejo, porque en mayo llevar adelante el Doc Buenos Aires me resultaba lo mismo que planificar un viaje a las Azores, una aventura solo asequible en el dominio de la ficción. Pero Bava estaba en lo cierto: no teníamos que dimitir ante la impiedad del azar y las mutaciones biológicas que arrinconan siempre la voluntad de los vivos.
Sin darnos cuenta, acaso porque Carmen Guarini insistió y se animó, acá estamos con esta nueva edición, la vigésima del Doc. Que exista es casi un milagro, pero no ha habido ninguna intervención divina sobre esto, sí resiliencia y obstinación. Y también solidaridad. Podemos hacer la muestra porque está Rolo, Luciano, Carmen, Eduardo y Renso; porque algunas instituciones y personas quieren apoyarnos, como Rémi Guittet, de la Embajada de Francia, y, sobre todo porque los cineastas siguen creyendo en nosotros, aun cuando nuestra fragilidad es ostensible, aunque no menos que nuestro compromiso y amor.
Como yo soy un ateo convencido y no creo que los muertos estén en viaje hacia otra dimensión y nos acompañen espiritualmente, dedicar esta edición a Marcelo es pura justicia y también una legítima praxis terapéutica en la intimidad de todos nosotros. Es una edición en la que estamos aún en duelo, esa misteriosa operación del alma por la que nos vamos acostumbrando a situar a un nuevo ausente como presencia fallida e intermitente en nuestra conciencia. Lo que sí nos queda es su obra. Las películas que hizo y produjo (varias notables) y lo que forjó a lo largo de su vida, entre tantas cosas, esta muestra. Por eso trataremos de cuidar su obra, hacerla crecer y avanzar para saber algo más de lo real y ver si con un poco de clarividencia podemos atenuar la injusticia y la fealdad que nos acechan
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*El fotograma de inicio pertenece a Danzas macabras, esqueletos y otras fantasías de Pierre Léon, Rita Azevedo Gomes, Jean-Louis Schefer. Este film viaja conmigo hace ya casi un año; espero que el efecto de serenidad que tiene sobre mí no les resulte indiferente.
Roger Koza / Copyleft 2020