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El antes y el después

Fuentes: Argenpress

Por fin terminó la larga espera del 3 de diciembre, signada durante un año por las majaderías de los unos y las trivialidades de los otros. Duelo típico de politiquería muy propia de los torneos electorales. La campaña constante, insidiosa y de desprestigio del CNE (Consejo Nacional Electoral), obtuvo como respuesta que, según los observadores, […]

Por fin terminó la larga espera del 3 de diciembre, signada durante un año por las majaderías de los unos y las trivialidades de los otros. Duelo típico de politiquería muy propia de los torneos electorales. La campaña constante, insidiosa y de desprestigio del CNE (Consejo Nacional Electoral), obtuvo como respuesta que, según los observadores, Venezuela tiene el sistema electoral más transparente, confiable y con la tecnología más avanzada del mundo, fruto de una grande y meritoria inversión económica para ponderar la democracia. A la campaña de rumores, planes desestabilizadores (guarimbas) y fraude, la respuesta fue de paz y tranquilidad ciudadana. En mis 50 años de luchador social, jamás he visto manifestar ni protestar a los ricos. La protesta es oficio de pobres. Desde que Espartaco dirigió la rebelión de los esclavos en la Roma Antigua, no ha habido protagonistas diferentes. Al mirar hacia el antes, habrá quienes se sonrojen por el después. La consigna de los diez millones resultó en siete millones, por lo cual no desmerece. Pero allí radica el meollo del antes y el después del 3 de diciembre. Podemos preguntar de nuevo ¿siete millones de votos para qué? Y de nuevo podemos decir, siete millones sin contenido / carecen de sentido.

Durante la campaña electoral y desde mucho antes, está en el ambiente la propuesta de cambio del sistema capitalista de propiedad privada y apropiación de la ganancia por una minoría; al sistema socialista de propiedad colectiva y distribución social de la riqueza. Si los siete millones de votos vienen impregnados de ese contenido, el primer paso está dirigido a la reforma de la Constitución Nacional y adecuarla al cambio socialista. Es una verdad de Perogrullo. Ya el Presidente Chávez anunció la reforma. ¿Qué traerá la reforma constitucional?

Los siete millones de votos deben desembocar en la acción revolucionaria. Los siete millones de votos no pueden ser sólo el premio que las mayorías nacionales le otorgan a la Revolución Bolivariana por el discurso antiimperialista; el discurso socialista; el discurso de utópicos cambios revolucionarios o el humanitarismo de las ‘misiones.’ El divorcio entre discurso y práctica revolucionaria no tiene sentido luego del 3 de diciembre. Ha llegado el momento de marchar en el sentido de los cambios socialistas y no en contravía.

La acción de la Revolución Bolivariana durante estos ocho años la hemos aplaudido, aun cuando, fundamentalmente ha estado dirigida a la lucha contra la pobreza. Elevar el nivel de los sectores más deprimidos de la sociedad por medio de la educación, la salud, el trabajo, el salario, la vivienda, ha sido un gran acierto. Una necesidad impostergable. Pero lo hecho hasta ahora, tan sólo da fachada de revolución y muestra el socialismo como una empresa de beneficencia colectiva o como muy bien la calificó Marx, «el socialismo del amor», del «corazoncito de manteca», de los «desfallecimientos de amor», el «socialismo que representa el comunismo como la amorosa antítesis del egoísmo».Y de lo que se trata es de enfrentar el capital, encadenarlo, ponerlo al servicio de la sociedad. ¿Será éste el después?