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Sobre el gobierno Tsipras y sus luchas

El asesinato de Grecia

Fuentes: Rebelión

Traducido del inglés para Rebelión por Carlos Riba García

Introducción

Actualmente, el gobierno griego está metido en una lucha a muerte con la elite que domina los bancos y los centros de decisión política de la Unión Europea (UE). Lo que está en juego es el sustento de 11 millones de trabajadores griegos y pequeños comerciantes, aunque también la propia viabilidad de la UE. Si el gobierno de Syriza cede a las exigencias de los banqueros de la UE y acepta continuar con los programas de austeridad, Grecia estará condenada a décadas de regresión, miseria e intervención colonial. Si Grecia decide resistir y es forzada a salir de la UE, necesitará repudiar la deuda externa de 270.000 millones de euros y enviar a la quiebra a los mercados financieros internacionales, lo que provocaría el colapso de la UE.

Quienes mandan en la UE cuentan con que los líderes de Syriza abandonen su compromiso con el electorado griego, que a principios de febrero de 2015 está abrumadoramente (por encima del 70 por ciento) en favor de acabar con la austeridad y los pagos de la deuda y de avanzar hacia la inversión estatal en la economía nacional y el desarrollo de la sociedad (Financial Times, 7 y 8/2/15. p.3). Las opciones son descarnadas; las consecuencias serán históricas para todo el mundo. Las cuestiones en juego van mucho más allá del impacto local, incluso regional, que puedan producirse en el tiempo. La totalidad del sistema financiero mundial se verá afectada (FT, 10/2/15, p. 2).

Las consecuencias del impago de la deuda alcanzarán a todos los acreedores y deudores, más allá de las fronteras europeas; la confianza del inversor se verá convulsionada en todo el ámbito financiero occidental. Lo primero y más destacado: todos los bancos occidentales tienen vínculos directos o indirectos con la banca griega (FT, 6/2/15, p. 3). Cuando esta colapse, más allá de la capacidad de sostén de sus respectivos gobiernos, se verán profundamente afectados. La intervención estatal masiva estará a la orden del día. El gobierno griego no tiene otra opción que hacerse cargo del total del sistema financiero… En principio, el efecto dominó afectará sobre todo a los países del sur de Europa y se extenderá hacia las «regiones dominantes» del norte y más tarde a Inglaterra y América del Norte (FT, 9/2/15, p. 2).

Para entender el origen de esta crisis y las alternativas con las que se enfrentan Grecia y la UE es necesario examinar brevemente los desarrollos políticos y económicos de las últimas tres décadas. Empezaremos observando las relaciones entre Grecia y la UE desde 1980 hasta 2000; después continuaremos con el actual colapso y la intervención de la UE en la economía griega; por último, discutiremos el surgimiento de Syriza y su desempeño electoral, como también su creciente sumisión en el contexto del dominio y la intransigencia de la UE, destacando la necesidad que un quiebre radical con la pasada relación de «señor y vasallo».

Historia antigua: la construcción del imperio europeo

En 1980, Grecia fue admitida en la Comunidad Económica Europea (CEE) en calidad de estado vasallo del emergente Imperio Franco-Alemán. Elegido Andreas Papandreu, líder del Partido Socialista Panhelénico -con mayoría absoluta en el Parlamento-, nació la esperanza de que se producirían cambios radicales tanto en la política nacional y como en la exterior1. Durante la campaña electoral, Papandreu prometió particularmente el rompimiento con la OTAN y la CEE, la denuncia del acuerdo con Estados Unidos sobre una base militar y una economía basada en la «propiedad social» de los medios de producción. Inmediatamente después de ser electo, Papandreu aseguró a la CEE y a Washington que su régimen permanecería dentro de la CEE y la OTAN y renovaría el acuerdo por la base militar de EEUU. Estudios realizados a comienzos de los ochenta por orden del gobierno en los que se documentan los resultados adversos en el medio y lejano plazo de la permanencia de Grecia en la CEE, especialmente la pérdida de control del comercio, el presupuesto y los mercados, fueron ignorados por Papandreu, quien prefirió sacrificar la independencia política y la autonomía económica en favor de la transferencia a gran escala de fondos, préstamos y créditos desde la CEE. El discurso de Papandreu a las masas desde el balcón hablaba de independencia y justicia social mientras que al mismo tiempo mantenía los vínculos con los banqueros europeos y los oligarcas de los sectores naviero y bancario. La elite europea de Bruselas y los oligarcas griegos de Atenas mantenían el control absoluto de las altas esferas del sistema político-económico griego.

Papandreu continuó con las prácticas políticas clientelares de los regímenes de derecha anteriores a su llegada; lo único que hizo fue reemplazar los funcionarios derechistas por miembros leales del PASOK.

La CEE hizo caso omiso de la retórica radical -falsa- de Papandreu y se centró en la adquisición de control y sumisión del estado griego mediante la financiación de un régimen corrupto y clientelar que desviaba dinero -supuestamente, para proyectos de desarrollo- hacia la mejora de la competitividad económica griega mediante la construcción de una maquinaria de influencias basada en el incremento del consumo.

En última instancia, la elite de la CEE sabía que su control financiero de la economía le permitiría determinar la política griega y mantenerla dentro de las fronteras del emergente imperio europeo.

Pese a la demagógica retórica -supuestamente «tercermundista»- de Papandreu, Grecia estaba profundamente instalada en la UE y la OTAN. Entre 1981 y 1985, Papandreu se deshizo de su retórica socialista en favor de un cada vez mayor gasto social para reformas destinadas al bienestar, el aumento de los salarios, las pensiones y la cobertura sanitaria, mientras que la refinanciación de empresas quebradas dio lugar a la creación de un capitalismo cleptocrático. Esto resultó en un aumento del nivel de vida, pero al mismo tiempo la estructura económica griega seguía siendo la de un estado vasallo fuertemente dependiente del sector financiero de la CEE, del turismo europeo y de una economía rentística basada en los bienes inmuebles, las finanzas y el turismo.

Papandreu consolidó el carácter de satélite avanzado de Grecia, de plataforma militar de la OTAN y EEUU para sus intervenciones bélicas en Oriente Medio y el este del Mediterráneo. Pero también de mercado de bienes manufacturados en Alemania y el norte de Europa.

Desde octubre de 1981 hasta julio de 1989, el consumo griego aumentó mientras que la productividad se estancó; Papandreu ganó las elecciones de 1985 utilizando fondos allegados por la CEE. Mientras tanto, la deuda griega con Europa empezó a crecer… Los líderes de la CEE reprendieron a Grecia por la asignación irregular de fondos por el vasto ejército de cleptócratas de Papandreu, pero sin levantar demasiado la voz. Bruselas reconoció que Papandreu y el PASOK conformaban la fuerza más eficaz para tener amordazados al sector más radical del electorado griego y mantener a Grecia bajo el tutelaje de la CEE y como leal satélite de la OTAN.

Lecciones para Syriza: reformas cortoplacistas del PASOK y vasallaje estratégico

El PASOK, estuviera gobernando o no, siguió los pasos de su derechista adversario (Nueva Democracia) al aceptar la camisa de fuerza de la OTAN y la CEE. Grecia mantuvo el gasto militar per capita más alto de todos los gobiernos europeos que integran la OTAN. Como resultado de ello, recibió préstamos y créditos para financiar reformas sociales en el corto plazo y, a gran escala, la corrupción de largo plazo, al mismo tiempo que ampliaba el aparato partidario-estatal.

Con el ascenso al poder, en 2002, del abiertamente neoliberal primer ministro Costas Simitis el régimen del PASOK recurrió a la «contabilidad creativa» e inventó información gubernamental sobre del déficit presupuestario con la ayuda de los bancos de inversión de Wall Street; pudo así convertirse en miembro de la Unión Monetaria Europea. Con la adopción del euro, Simitis profundizó aún más su subordinación financiera a unos funcionarios -no elegidos- de Bruselas, dominados por el ministerio de finanzas de Berlín y los bancos alemanes.

La oligarquía griega hizo espacio en lo alto de la pirámide para la nueva generación de elite formada por los cleptócratas del PASOK, que había conseguido muchos millones en las compras militares, cometido estafas bancarias y acumulado deudas.

Las estafas bancarias a gran escala, que rondaban los 300 millones de euros, incluso beneficiaron al despacho del ex primer ministro Papandreu.

Las relaciones clientelares dentro de Grecia se igualaron con sus equivalentes entre Bruselas y Atenas.

Incluso antes del crash de 2008, los acreedores de la UE, banqueros privados y entidades crediticias oficiales establecieron los parámetros de la política griega. La crisis global mostró la fragilidad de los cimientos del estado griego, y condujo claramente a la grosera y directa intervención del Banco Central Europeo (BCE), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Comisión Europea, la tristemente célebre «troika». Esta tríada ordenó las políticas de «austeridad» como condición para «rescatar» a la economía griega; estas políticas han devastado la economía, provocado una importante depresión, empobrecido a más del 40 por ciento de la población, reducido los ingresos en un 25 por ciento y aumentado el desempleo hasta el 28 por ciento.

Grecia: invitación al cautiverio

Grecia, en su calidad de país política y económicamente cautivo de la UE, no tiene una respuesta política. Aparte de los sindicatos, que lanzaron 30 huelgas generales entre 2009 y 2014, los dos partidos principales -PASOK y Nueva Democracia- invitaron a la UE para que se hiciera cargo de la situación. La degradación del PASOK, convertido en un apéndice de la oligarquía y un colaborador vasallo de la UE, vació de todo contenido su retórica «socialista». El ala derecha del partido Nueva Democracia reforzó y profundizó el dominio que la UE ejerce sobre la economía griega. La troika prestó dinero (el «rescate») al estado vasallo griego que fue utilizado para pagar deuda a los oligarcas financieros de Alemania, Francia e Inglaterra. La política de «austeridad» hace pasar hambre al pueblo heleno para que se mantenga el flujo de pago de deuda hacia el exterior y hacia arriba.

Europa: ¿Unión o Imperio?

La bancarrota financiera europea de 2008-2009 repercutió con mayor intensidad en los eslabones más débiles: la Europa del sur e Irlanda. De este modo, se ha revelado la verdadera naturaleza de la Unión Europea: un imperio jerarquizado, en el que los estados más poderosos -Alemania y Francia- pueden controlar abierta y directamente las inversiones, el comercio y las políticas monetaria y financiera. El muy cacareado «rescate» de Grecia por parte de la UE fue de hecho el pretexto para la imposición de profundos cambios estructurales; entre ellos, la desnacionalización y privatización de todos los sectores económicos estratégicos, la eternización de los pagos de la deuda, la imposición desde el extranjero de las políticas de ingresos e inversiones. Grecia ha dejado de ser un país independiente: ha sido total y absolutamente colonizado.

La crisis helena es eterna: el fin de las «ilusiones europeístas»

La elite griega y -durante por lo menos cinco años- la mayor parte del electorado, creyeron que las medidas regresivas («austeridad») adoptadas: despidos, recortes presupuestarios, privatizaciones, etc., eran una medicina difícil de tragar pero transitoria, que conducirían a una pronta reducción de la deuda, a presupuestos equilibrados, a nuevas inversiones, al crecimiento y a la recuperación. Al menos, eso les habían dicho los expertos económicos y los líderes de Bruselas.

En realidad, la deuda crecía, la declinante espiral económica continuaba, el desempleo se multiplicaba y la depresión se profundizaba. La «austeridad» era una política de base clasista diseñada en Bruselas para enriquecer a los banqueros extranjeros y saquear el sector público griego.

La clave del pillaje y saqueo de la UE era la pérdida de soberanía de Grecia. Los principales partidos políticos, Nueva Democracia y PASOK, eran solícitos cómplices. A pesar del 55 por ciento de tasa de desempleo juvenil (de 16 a 30 años), el corte de suministro eléctrico a 300.000 hogares y la emigración a gran escala (más de 175.000 personas abandonaron el país), la UE (como era esperable) rechazó reconocer que la «austeridad» estaba en la base del fracaso de la recuperación de la economía griega. La razón por la cual la UE se aferró dogmáticamente a una «política fracasada» fue que la UE se benefició del poder, el privilegio y las utilidades del pillaje y la primacía imperial.

Por otra parte, es probable que el reconocimiento por parte de Bruselas del fracaso en Grecia implicara la exigencia de reconocer también su fracaso en el resto de la Europa del sur y más allá, incluyendo Francia, Italia y otros miembros importantes de la UE (Economist, 17/1/15, p. 53). Las elites financieras y comerciales europeas y de Estados Unidos han aprovechado la crisis y la depresión para prosperar, mediante la imposición de recortes en el gasto social, los sueldos y los salarios. El reconocimiento de su fracaso en Grecia reverberaría en Estados Unidos y Europa, y cuestionaría tanto la política económica como la ideología subyacente, incluso la propia legitimidad de las potencias dominantes. La razón por la cual todos los gobiernos de la UE respaldan su insistencia en cuanto a que Grecia debe continuar acatando una política obviamente perversa y regresiva de «austeridad» es que esos mismos gobiernos han sacrificado el nivel de vida de su propia fuerza laboral durante la crisis económica (FT, 13/2/15, p. 2).

La crisis económica que se prolonga desde 2008-2009 hasta hoy (2015), exige aún duros sacrificios para perpetuar los beneficios de la clase dominante y para financiar los subsidios estatales a los bancos privados. Todas las instituciones financieras más importantes -el Banco Central Europeo, la Comisión Europea y el FMI- acatan la disciplina: no está permitido ningún disenso ni desviación. Grecia debe aceptar los dictados de la UE o enfrentarse a represalias financieras mayores. «Asfixia económica o perpetua sumisión a la deuda» es la lección que Bruselas ofrece a todos los estados miembros de la UE. Mientras su discurso parece dirigido a Grecia, la realidad es que se trata de un llamado de atención a todos los países, a sus movimientos de oposición, a sus sindicatos y a quienes cuestionen las órdenes de la oligarquía de Bruselas y sus mandamases berlineses.

Todos los medios más importantes y los expertos económicos de referencia han asumido el papel de altavoces de los oligarcas de Bruselas. El mensaje, repetido innumerables veces por los liberales, los conservadores y los socialdemócratas a las naciones convertidas en víctimas, a los trabajadores asalariados en decadencia y los pequeños comerciantes, es que no tienen otra opción que aceptar las medidas regresivas, la rebaja drástica de las condiciones de vida («reformas», las llaman) si tienen la esperanza de una «recuperación económica»; lo que, por supuesto, ¡no ha ocurrido después de cinco años!

Grecia se ha convertido en el objetivo central de las elites económicas europeas porque el pueblo heleno ha avanzado desde la protesta intrascendente y sin consecuencias hasta el acceso al poder político. La elección de Syriza a partir de una plataforma de recuperación de la soberanía, de rechazo a la austeridad y de redefinición de las relaciones con sus acreedores de modo de favorecer el desarrollo nacional ha establecido el escenario de una posible confrontación de alcance continental.

El surgimiento de Syriza; dudosos legados, luchas de masas y promesas radicales (rotas)

El crecimiento de Syriza desde una alianza de pequeños grupos marxistas hasta el gran partido de masas capaz de ganar unas elecciones se debe en parte a la incorporación de millones de empleados públicos, pensionistas y pequeños comerciantes de clase media baja. Muchos de ellos apoyaban antes al PASOK. Votaron a Syriza para recuperar las condiciones de vida y seguridad laboral del anterior periodo de «prosperidad» (2000-2007) que habían alcanzado dentro de la UE. Su rechazo radical a PASOK y Nueva Democracia se produjo después de cinco años de profundo sufrimiento, que en algún otro país podría haber provocado una revolución. El radicalismo empezó con protestas, marchas y huelgas con la intención de presionar a los gobiernos de derecha para que modificaran la orientación tomada por la UE, acabaran con la austeridad sin renunciar a la membresía en la UE.

Este sector de Syriza es «radical» respecto de lo que hoy rechaza pero conformista en su nostalgia del pasado: los tiempos en que el euro podía pagar unas vacaciones en Londres o París, créditos baratos para comprar coches y productos alimenticios importados, ¡»sentirse modernos» y «europeos» y hablar en inglés!

En parte, la política de Syriza refleja a este sector ambiguo de su electorado. En contraste, Syriza también consigue que le vote la juventud radical sin empleo y los trabajadores que nunca formaron parte de la sociedad consumista ni se identificaron con «Europa». Syriza surgió como partido de masas con capacidad electoral en el transcurso de menos de cinco años, y sus seguidores y líderes reflejan un alto grado de heterogeneidad.

Ideológicamente, el sector más radical ha salido de los grupos marxistas que en el inicio se unieron para formar el partido. El sector de la juventud sin empleo se unió después de los disturbios y enfrentamientos con la policía en los que se produjo el asesinato de un joven activista en los primeros años de la crisis. La tercera ola está compuesta en gran parte por miles de funcionarios públicos que habían sido despedidos y empleados jubilados que habían sufrido grandes recortes en su pensión por orden de la troika en 2012. La cuarta ola está formada por antiguos miembros de PASOK que habían abandonado el barco que se hundía de un partido en quiebra.

La izquierda de Syriza se concentra en la masa de base y entre los cuadros medios de los movimientos locales. Los líderes más importantes de Syriza, hoy día en posiciones de poder, son académicos, algunos llegados del extranjero. Muchos de ellos son de incorporación reciente e incluso los hay que no son afiliados al partido. Pocos entre ellos han estado involucrados en las luchas en la calle y muchos tienen escasos vínculos con los militantes de base. Están muy ansiosos por firmar un «trato» que sacrifica al sector más empobrecido del pueblo griego.

A medida que Syriza se acercaba al triunfo electoral de 2005, empezó a acabar con su original programa de radicales cambios estructurales (al socialismo) y a adoptar medidas que apuntaban a complacer los intereses de los negocios griegos. Tsipras habló de «negociar un acuerdo» dentro del marco de la Unión Europea dominada por Alemania. Tsipras y su ministro de finanzas propusieron la renegociación de la deuda, la obligación de pagar y ¡el 70 por ciento de la «reformas»! ¡Con la firma del acuerdo, ambos capitularon completamente!

Durante un breve lapso, Syriza mantuvo una posición dual de «oposición» a la austeridad y de llegar a un acuerdo con sus acreedores. Su política «realista» reflejaba la posición de los nuevos ministros de origen académico, los antiguos miembros del PASOK y la clase media en decadencia. Los gestos y la retórica radicales de Syriza respondían a la presión de los desempleados, los jóvenes y la masa empobrecida, destinados todos a perder de llegarse al acuerdo de pago de deuda que se estaba negociando con los acreedores.

Unión Europea – Syriza: las concesiones antes de luchar conducen a la rendición y la derrota

En realidad, la «deuda griega» no es una deuda contraída por el pueblo helénico. Es sabido que los acreedores institucionales y los bancos europeos prestan dinero en condiciones de alto riesgo a los cleptócratas, oligarcas y banqueros que luego desvían en su mayor parte a cuantas suizas, operaciones inmobiliarias en Londres y París o actividades incapaces de generar beneficios para saldar la deuda. Dicho de otro modo, la deuda, en su mayor parte es ilegítima y fue endilgada fraudulentamente al pueblo griego.

Syriza, desde el comienzo de las «negociaciones», no cuestionó la legitimidad de la deuda ni identificó las clases y empresas privadas que en particular deberían pagarla.

En segundo lugar, mientras Syriza desafiaba la política de «austeridad», no cuestionaba los organismos europeos ni las instituciones de la UE que la imponían.

Desde se comienzo Syriza ha aceptado la pertenencia de Grecia a la UE. En nombre del realismo, el gobierno de Syriza asumió el pago de la deuda, o una parte de ella, como base de la negociación.

La estructura interna desarrollada por Syriza es de una jefatura altamente centralizada en la que las decisiones más importantes son tomadas por Alexis Tsipras. Su liderazgo de tipo personalista limita la influencia de la militancia de base radicalizada. Esto ha facilitado los «compromisos» con la oligarquía de Bruselas que poco tienen que ver con las promesas de la campaña electoral y pueden llevar a una eterna dependencia griega de las políticas centradas en la UE y los acreedores.

Desde las elecciones, además, Tsipras ha reforzado la disciplina partidaria para asegurar que cualquier compromiso que pueda plantear una duda no sea objeto de debate público o de rebeldía extraparlamentaria.

El Imperio contra una salida democrática de Grecia

Desde el momento en que Syriza recibió el mandato democrático, la elite de la UE siguió el acostumbrado curso autoritario de todos los gobiernos imperiales. Exigió a Syriza, 1) rendición incondicional; 2) continuidad de las estructuras, políticas y prácticas de la anterior coalición de partidos gobernantes (PASOK y Nueva Democracia); 3) que Syriza desista de todas las reformas sociales (aumento del salario mínimo, incremento de las pensiones y el gasto en salud, educación y desempleo; 4) que Syriza obedezca estrictamente las directivas económicas y supervise lo formulado por la troika (Comisión Europea, BCE y FMI); y 5) que Syriza mantenga el actual objetivo de déficit presupuestario en el 4,5 por ciento de los resultados económicos del periodo 2015-2017.

Para que se cumpla la estrategia de estrangulamiento al nuevo gobierno, Bruselas amenazó que recortaría repentinamente todas las facilidades de pago, actuales y futuras, exigiendo la cancelación inmediata de los pagos de la duda, cerrando el acceso a fondos de emergencia y rechazando el respaldo a bancos griegos vinculados a la deuda, que proporcionan préstamos al comercio local.

Bruselas obsequia a Syriza con la fatídica «opción» de cometer suicidio político y alienarlo de sus apoyos electorales en el caso de que acepte sus dictados. Si traiciona su mandato, Syriza se verá frente a enfadados manifestantes. Si rechazara las órdenes de Bruselas y acudiera a la movilización de la base partidaria, Syriza podría buscar nuevas fuentes de financiación, imponer controles al capital y avanzar en la dirección de una radical «emergencia económica».

Bruselas se ha «amurallado» y hace oídos sordos a las primeras concesiones ofrecidas por Syriza. En vez de eso, Bruselas las considera como «pasos» hacia una capitulación total y no como esfuerzos para alcanzar un «compromiso».

Syriza ya ha hecho llamados por una quita a gran escala de la deuda, en favor de una ampliación del marco temporal para su pago. Syriza ha acordado continuar pagando la deuda, en tanto esos pagos estén vinculados a la tasa de crecimiento económico. Syriza acepta la supervisión europea, en tanto no la haga la odiada «troika», que para la mayoría de los griegos tiene connotaciones maléficas. Sin embargo, los cambios semánticos no cambian la sustancia de la «soberanía limitada».

Syriza ya ha aceptado la dependencia estructural en el largo y el mediano plazo de modo de asegurar tiempo y margen para financiar en el corto plazo sus programas de impacto en la población. Todo lo que pide Syriza es una mínima flexibilidad fiscal ¡bajo la supervisión del ministro de finanzas alemán!

Syriza ha suspendido provisoriamente la privatización en curso de infraestructuras clave: instalaciones en puertos y aeropuertos, producción de energía y sectores de las telecomunicaciones. Pero no ha acabado con ellas ni revisado las privatizaciones ya realizadas. Sin embargo, para Bruselas, el deshacerse a cualquier precio de lucrativos sectores estratégicos griegos es una parte esencial de su agenda de «reformas estructurales».

Las moderadas propuestas de Syriza y su esfuerzo por trabajar dentro del marco de la UE instaurado por los anteriores regímenes vasallos fueron rechazadas por Alemania y sus 27 marionetas de la UE.

La dogmática afirmación de la UE de las extremistas políticas ultra-neoliberales, incluyendo el virtual desmantelamiento de la economía nacional helena y la transferencia de los sectores más lucrativos a las manos de los inversores imperiales ha encontrado eco en las páginas de los principales medios impresos. Financial Times, Wall Street Journal, New York Times, The Washington Post, Le Monde, son armas propagandistas del extremismo de la UE.

Ante la intransigencia de Bruselas y enfrentado con la «histórica opción» -capitulación o radicalización-, Syriza intentó persuadir a los gobiernos clave. Syriza mantuvo numerosos encuentros con ministros de la UE. El primer ministro Alexis Tsipras y el ministro de finanzas Yanis Varoufakis viajaron a París, Londres, Bruselas, Berlín y Roma en busca de un acuerdo «compromiso». Todo ha sido en vano. La elite de Bruselas insistió:

Las deudas deben pagarse completamente y en término.

Grecia debería restringir sus gastos para acumular un excedente del 4,5 por ciento que aseguraría los pagos a acreedores, inversores, especuladores y cleptócratas.

La falta de cualquier flexibilidad económica o predisposición a la aceptación de aun el mínimo compromiso es una decisión política: humillar y destruir la credibilidad de Syriza como gobierno contra la austeridad a los ojos de los apoyos interiores pero también a los de aquellos potenciales imitadores en España, Italia, Portugal e Irlanda (Economist, 17/1/15, p. 53).

Conclusión

El estrangulamiento de Syriza forma parte del proceso -que ya lleva 10 años- de asesinato de Grecia a manos de la UE. Una respuesta feroz al heroico intento de un pueblo entero arrojado a la miseria, condenado a ser gobernado por la cleptocracia conservadora y los socialdemócratas.

Los imperios no obligan a capitular a sus colonias mediante argumentos razonados o el fracaso de sus «reformas» regresivas.

La actitud de Bruselas en relación con Grecia está inspirada en la regla «gobierna o destruye». La expresión «rescate» es un eufemismo de reciclaje de financiamiento mediante el pago de Grecia a los bancos controlados por Europa, mientras los trabajadores y empleados griegos son cargados con una deuda aún mayor y una eterna dominación. El «rescate» de Bruselas es un instrumento de control de las instituciones imperiales, llámense «troika» o de cualquier otra manera.

Bruselas y Alemania no quieren miembros discrepantes; pueden ofrecer algunas concesiones menores para que el ministro de finanzas Varoufakis pueda reivindicar una «victoria parcial», ¡un vergonzoso y vacuo eufemismo imposible de tragar!

El acuerdo de «rescate» será descrito por Tsipras-Varoufakis como «nuevo» y «diferente» respecto del pasado o como un repliegue «temporal». Los alemanes quizá «permitan» que los griegos posterguen hasta el «año que viene» el objetivo de reducir el déficit presupuestario del 4,5 al 3,5 por ciento, pero aun así se verán reducidas las sumas de dinero necesarias para estimular la economía y se «pospondrán» los aumentos de las pensiones, del salario mínimo, etc.

Las privatizaciones y otras reformas regresivas no se acabarán; serán «renegociadas». El estado conservara una «participación» minoritaria.

Se pedirá a los plutócratas que paguen algunos impuestos más pero no la restitución de los miles de millones de impuestos evadidos en las décadas pasadas.

Tampoco serán llevados a los tribunales los cleptócratas operativos de PASOK y Nueva Democracia.

Los compromisos de Syriza demuestran que la disparatada caracterización derechista de Syriza (The Economist, Financial Times, NY Times, etc.) como formación de «izquierda dura» o ultraizquierdista no está basada en la realidad. En cuanto al electorado helénico, su «esperanza en el futuro» podría derivar hacia la ira por el presente. Solo la presión de las masas de abajo puede revertir la capitulación de Syriza y los inmorales compromisos del ministro de finanzas Vardourakis. Dado que él carece de cualquier base de sustento dentro del partido, Tsipras puede destituirlo muy fácilmente por la firma de un «compromiso» que sacrifica los intereses fundamentales del pueblo.

De hecho, sin embargo, el dogmatismo y la intransigencia de la UR pueden echar por tierra hasta los tratos más favorables, y Tsipras y Syriza -contra sus deseos- podrían verse forzados a abandonar el Imperio europeo y hacer frente al desafío de crear unas políticas y economía realmente novedosas y radicales como país libre e independiente.

Es muy probable que una salida satisfactoria griega del imperio formado por Alemania y la UE conduzca hacia un rompimiento de la UE, en la medida que otros estados vasallos se rebelen y sigan el ejemplo griego. Podrían no solo rechazar la austeridad sino también la deuda externa y el pago eterno de intereses. La totalidad del imperio financiero, el llamado sistema financiero mundial, podría sufrir una sacudida… Una vez más, Grecia podría convertirse en la «cuna de la democracia».

Epílogo: Hace 30 años, trabajé activamente durante tres años (1981-1984) como asesor en el gobierno del primer ministro Papandreu. Él, al igual que Tsipras, empezó prometiendo cambios radicales y terminó capitulando ante Bruselas y la OTAN, y abrazando a los oligarcas y cleptócratas en nombre de «compromisos pragmáticos». Esperemos que, enfrentados a una revuelta generalizada, tanto el primer ministro como Syriza opten por un camino diferente. No es ineluctable que la historia se repita como tragedia o como farsa.

Nota:

1. La historia del régimen de Andreas Papandreu a partir de experiencias personales, entrevistas y observaciones está plasmadas en el artículo «Greek Socialism: The Patrimonial State Revisited», de James Kurth y James Petras, en Mediterranean Paradoxes: the Politics and Social Structure of Southern Europe (Oxford: Berg Press 1993 / pp. 160 -224)

James Petras fue director del Centro de Estudios Mediterráneos de Atenas (1981-1984) y, al mismo tiempo, asesor del primer ministros Andreas Papandreu. Renunció en protesta por la expulsión del PASOK de los principales sindicalistas realizada por Papandreu cuando organizaron una huelga general contra su «programa de estabilización». Petras es coautor de Mediterranean Paradoxes: The Politics and Social Structure of Southern Europe. Entre sus últimos libros están Extractive Imperialism in the Americas (junto con Henry Veltmeyer); y The Politics of Empire: the US, Israel and the Middle East.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.