A pesar de la presión de la clase política asturiana y de la municipal del ayuntamiento de Gijón, la organización del Festival mantuvo y estrenó el película documental «El Astillero» (73′) dirigida por Alejandro Zapico y producida por Javier Bauluz, conocedores de la situación porque desde hace años vienen filmando todas estas movilizaciones. No es […]
A pesar de la presión de la clase política asturiana y de la municipal del ayuntamiento de Gijón, la organización del Festival mantuvo y estrenó el película documental «El Astillero» (73′) dirigida por Alejandro Zapico y producida por Javier Bauluz, conocedores de la situación porque desde hace años vienen filmando todas estas movilizaciones. No es una película ni un documental al uso sino la biografía resumida del compromiso y de la lucha de unos trabajadores por el puesto de trabajo. Surge y aparece el enfrentamiento entre compañeros, el desempleo, la represión policial y la inseguridad; es la lucha de unas personas que no tienen más medio de vida que su trabajo, así de simple.
Emotiva y bien realizada, el silencio en la sala es más que elocuente, llega al espectador, le atrapa y le convierte en cómplice y se une a la trama haciéndola suya. Parece ciencia ficción, pero no lo es, el espectador lo sabe, los protagonistas -las víctimas- son muchos, están al lado y los hechos son más que conocidos, es además, de algún modo, la segunda parte de «Los lunes al Sol».
Alguien pudiera pensar que «El Astillero» nos iba a sorprender por las escenas de violencia en los enfrentamientos con la policía antidisturbios, pero no, las escenas verdaderamente duras se dan en la Asamblea de los trabajadores del Astillero que es en donde se cuece el triunfo y el fracaso de los trabajadores frente a la clase política en el gobierno y frente a la burocracia sindical.
En todo momento, la sensación dominante percibida de los trabajadores afectados es la dureza con que han de enfrentarse ante el despido, y su soledad, no por incompetencia o por falta de trabajo, sino por otras razones que llevan al Astillero camino del cierre.
El papel del empresario queda bastante relegado a un segundo término porque es el Gobierno municipal y el autonómico quién, directa e indirectamente mediante la empresa pública Pymar, decide el futuro del Astillero y el de los trabajadores. Pero el poder político no es suficiente, necesita la colaboración sindical para quebrar, desde adentro, la firmeza de los trabajadores. Primero se acuerda el despido de más de 200 eventuales, jóvenes recién contratados y formados en el propio astillero que constituían el relevo generacional, el futuro. Después las prejubilaciones escalonadas y por fin el 31 de diciembre de 2007, en a penas un mes, el anuncio de cierre del Astillero. Miles de pisos serán construidos en mitad de las dársenas, gradas y talleres del Astillero porque, al parecer, ya no es necesario construir más barcos, aunque la extinción de los astilleros coincide con que en la propia bahía, justo en frente, se está realizando la ampliación millonaria del puerto de El Musel porque el futuro es el tráfico marítimo, pero, al parecer, sin los barcos.
El pelotazo urbanístico, tantas veces negado por el Ayuntamiento del PSOE e IU, es la causa y el fin de un siglo de construcción naval. Así lo proclamaba Santa en «Los lunes al Sol» en unas secuencias reproducidas en esta película y así, también, la multa con la que Santa fue sancionado por romper una farola que anticipaba la condena de Cándido y Morala a tres años de cárcel ante el asombro de Fernando León de Aranoa, Director de «Los lunes al Sol» cuando es entrevistado para unas escenas de «El Astillero».
Pero algo raro le pasa a esta democracia y a su sindicalismo cuando se dan semejantes paradojas. La lucha de los trabajadores es principalmente contra el Gobierno municipal y autonómico de izquierdas, contra Pymar y Naval Gijón. El conflicto se resuelve y se decide, de hecho, fuera del Astillero de la mano de los representantes sindicales de CCOO y UGT que proponen, primero firmar -aceptar- un cheque en blanco y luego negociar, cuando ¿Qué se puede negociar después de haber firmado como así plantea una y otra vez la CSI en las asambleas?
Un título alternativo a «El Astillero» bien pudiera ser «La Asamblea» porque la cuestión es que una parte de los trabajadores vota, o no, el despido de hijos, de hermanos, de amigos, de compañeros y, sobre todo, votan en definitiva el cierre del Astillero y con ello el fin del sector naval. Los trabajadores, en la Asamblea, fueron derrotados por el aparato de la burocracia sindical y política, aunque más derrotada aún fue la solidaridad y el empleo.
La realidad es bien simple, Cándido y Morala junto con tantos otros trabajadores del Astillero y de otros sectores que lideran la Corriente Sindical de Izquierda, CSI, sindicato que excluye en sus estatutos la existencia de liberados y de remuneración a sus dirigentes, de modo que cualquier lucha o reivindicación es la propia porque ningún cargo sindical puede dejar su trabajo del que vive -no de su sindicato- y cuando solamente en la Asamblea únicamente los afectados pueden tomar las decisiones, nunca fuera de ella y menos a su espalda.
La burocracia política y sindical de unos profesionales del sindicalismo y de la política han derrotado, no a la CSI, ni a sus afiliados, ni a Cándido y Morala, ni a tantos otros trabajadores, sino a la solidaridad con mayúsculas a cambio de la gran especulación urbanística planeada y puesta en marcha hace años.
El estreno de «El Astillero» en el Festival fue acogido con un lleno a rebosar, pero en vez de una gran alfombra roja y ramos de flores, unas pancartas reivindicativas ¡cómo no! y un gran aplauso fueron el ornamento y el homenaje a las víctimas de la insolidaridad. También fueron protagonistas la clase política gobernante del PSOE e IU y la sindical de CCOO y de UGT por su protagonismo y por su ausencia.