Recomiendo:
0

El baile de los «modelos»

Fuentes: Rebelión

De repente ha irrumpido y se ha extendido como un reguero de pólvora el «cambio de modelo» entre economistas, periodistas y políticos, como la panacea para «salir» de la crisis económica. Aparece adornado con las más diferentes galas: «modelo económico y social», «modelo de crecimiento», «modelo de desarrollo»… No tendría esto mayor importancia si hubiese quedado […]

De repente ha irrumpido y se ha extendido como un reguero de pólvora el «cambio de modelo» entre economistas, periodistas y políticos, como la panacea para «salir» de la crisis económica. Aparece adornado con las más diferentes galas: «modelo económico y social», «modelo de crecimiento», «modelo de desarrollo»…
 
No tendría esto mayor importancia si hubiese quedado restringido al ámbito de los que, por temor a estallidos sociales, nos envían el mensaje de tranquilidad que encierra ese lenguaje: «No pasa nada, cambiamos el modelo que había y enderezamos la nave. Dejarlo de nuestra cuenta».
 
Pero no ha sido así. El «cambio de modelo» ha irrumpido también en le campo de la extrema izquierda (lo expreso así para diferenciarnos de la socialdemocracia) y son muchos los que, arrimando el ascua a su sardina, aplican el «modelo» nada menos que a la eliminación del capitalismo. Es decir, un proceso que costará mucha sangre, mucho sudor, muchas lágrimas y muchos años, se trivializa como «cambio de modelo». Las fosas sépticas del capitalismo están hoy a la intemperie, como nuca antes en su historia y sus supuestos enemigos no encuentran otro grito de guerra mejor que el de «cambiemos el modelo». Sépanlo o no, al darle un carácter ambiguo, sacándolo a la calle y utilizándolo en octavillas y manifiestos, alimentan la confusión (uno de los peores enemigos de nuestra lucha)  cuando lo que requiere la situación es denunciar la maniobra y tomar distancias de ese sibilino montaje.
 
Meditemos: Un modelo es algo que se prepara conscientemente, se realiza y se pone en marcha. Podemos hablar pues, con propiedad, de un «modelo organizativo» preparado por una persona o por un equipo dentro de una organización, empresarial o de otro tipo. Todos los modelos que cita la enciclopedia, desde los vestidos hasta la econometría tienen el mismo rasgo común: Son productos preparados consciente y deliberadamente por el ser humano. Pero no podemos llamar «modelo» a algo que nace por sí, por una serie de circunstancias que surgen y nadie controla, imponiéndose a todos. El capitalismo se desarrolla entre crisis y convulsiones, y los ciclos de superproducción se superan temporalmente con la expansión de los mercados y/o la aparición de nuevas fuentes de lucro, como fueron el ciclo del ferrocarril en los EE UU o el del automóvil. Por no citar la crisis del 29 que solo se superó definitivamente con la 2º Guerra Mundial, que liquidó la fuerza de trabajo sobrante y destruyó el exceso de capacidad productiva. Actualmente vivimos sumergidos en una crisis permanente dado que el aparato productivo puede lanzar al mercado bienes de consumo en mucha mayor cantidad de la que puede absorber la  demanda solvente. Con el desarrollo de la técnica, cualquier nuevo producto que pueda ser lucrativo es lanzado inmediatamente a millones al mercado agotando rápidamente su ciclo vital. En estas circunstancias, la oferta de bienes tiende a polarizarse en torno a los más necesarios, esto es donde mayor es la demanda. Por eso se expandió por todo el mundo capitalista la venta de viviendas, lo que trajo aparejado el crédito hipotecario, y la dilatación de los plazos, aún a riesgo de que el solvente se transformara en insolvente, como ha sucedido. No fue un «modelo de crecimiento» concebido y puesto en marcha por alguien. No cabe hablar de un «modelo» que hay que cambiar. Vino rodado, vino impuesto y no fue concebido por nadie. Y si todo se viene abajo, como ha sucedido ahora, lo que venga no será un «modelo» construido por alguien, persona o grupo, (que es lo que se nos quiere hacer creer) sino un vuelta a empezar con la misma partitura, porque el capitalismo no tiene otra. No hay mas que ver que, tras el New Deal y Bretton Woods, que parecía que iban a cambiar el mundo, en pocos años (un soplo en la historia) las aguas han vuelto por donde solía ir.
 
En consecuencia, es ilógico y sin sentido hablar de «modelo económico», «modelo de crecimiento», «modelo de competencia», «modelo industrial y de servicios», «modelo social» o «modelo productivo».
 
Puede que alguien crea que no es para tanto, que es una manera de hacer los textos más concisos, dado que se supone que todo lector sabe a que se están refiriendo. Pues no, sépanlo o no los que lo utilizan, es una manera de ocultar la naturaleza anárquica del capitalismo, donde los procesos económicos son el resultado de millares de decisiones cada una de ellas tomada por un individuo o grupo atendiendo a sus propios intereses. La aplicación de la palabra «modelo» sugiere una sociedad donde los procesos son preparados conscientemente y puestos en marcha, lo que no obsta para que en un momento dado el experimento fracase y haya que buscar otro modelo. Da la sensación de que estos reproches del documento se dirigieran a los gestores de una economía planificada, donde sí tendrían sentido los cambios de modelo. En el capitalismo, a lo único que se le puede llamar «modelo» es al conjunto de normas que le impusieron el FMI y el Banco Mundial a los países que salieron del colonialismo y quedaron dependientes de los países desarrollados y de los financieros internacionales para intentar desarrollarse. Aquí si era posible implantar un modelo porque se creó una situación de dependencia de unos países respecto a otros, un neocolonialismo que permitió a las potencias económicas imponer una política económica a las clases dominantes de esos países, que querían copiar el capitalismo, sin infraestructuras ni capitales para invertir. El modelo funcionó, y ya sabemos todos quienes fueron los beneficiados.