Una propuesta de Venezuela, secundada por Argentina, Ecuador y Bolivia, para crear un Banco del Sur que contrarreste las políticas del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial en la región, va cobrando forma y fuerza y se ha convertido en tema de discusión de una reunión aquí a la que asisten ministros de […]
Una propuesta de Venezuela, secundada por Argentina, Ecuador y Bolivia, para crear un Banco del Sur que contrarreste las políticas del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial en la región, va cobrando forma y fuerza y se ha convertido en tema de discusión de una reunión aquí a la que asisten ministros de finanzas y gobernadores centrales de 185 países.
Como viene sucediendo desde hace varios años, México ha quedado, por el momento, al margen de este proyecto de integración subregional, concebido por sus promotores como una barrera a la injerencia de Estados Unidos, país que pone las reglas tanto en el FMI como en el Banco Mundial. El gobierno del presidente Felipe Calderón no se ha pronunciado sobre esta iniciativa y no participa de momento en las discusiones sobre su instrumentación, según constató aquí La Jornada .
«Este tipo de iniciativa, la creación de un Banco del Sur, responde a la necesidad de generar mayor autonomía financiera en la región», comentó Felisa Miceli, ministra de Economía y Producción de Argentina, durante la reunión de primavera del FMI y el Banco Mundial, que concluye este domingo.
La iniciativa para crear un Banco del Sur fue puesta sobre la mesa por el gobierno de Venezuela el mes pasado en Guatemala, en el marco de la reunión anual del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). La propuesta es impulsada por los presidentes Hugo Chávez, de Venezuela, y Néstor Kirchner, de Argentina.
Caracas ofreció una aportación inicial de mil 400 millones de dólares, 20 por ciento de los 7 mil millones considerados para constituir la reserva de la nueva institución. Buenos Aires daría otros 350 millones de dólares y Brasil también ha dicho que apoyará, aunque hasta ahora no ha mencionado ninguna cantidad.
«El Banco del Sur ha pasado de la retórica y los planes para convertirse en algo más concreto», publicó la semana pasada The Economist. «La iniciativa ha tocado una fibra sensible en la región, donde hay muchos líderes molestos con las políticas y las condiciones impuestas por esas instituciones (el FMI y el Banco Mundial) y darían la bienvenida a una fuente alternativa de financiamiento».
Tan sensible que los principales jefes del FMI han preferido de momento hablar de la iniciativa como si no fuera más que una idea lanzada al aire.
«Los promotores de esa idea tienen la obligación de explicarla a la opinión pública», comentó Rodrigo Rato, director gerente del FMI, al ser interrogado sobre el proceso de constitución de un Banco del Sur.
«No se qué decir», respondió Anoop Singh, responsable del departamento de América Latina del FMI, al hablar sobre el mismo tema.
Singh añadió que, desde su punto de vista, la creación de un Banco del Sur es «un ejercicio de integración regional; en Asia y en Europa han sido útiles estas iniciativas». Agregó: «estamos ansiosos de averiguar de qué se trata».
Quizá con un poco de más curiosidad lo sabría. En el mismo salón donde Singh habló, la ministra Miceli dijo un poco más tarde que la iniciativa de crear un Banco del Sur responde a una visión de sus promotores sobre la necesidad de generar mayor autonomía financiera en la región.
La propuesta, puntualizó la ministra argentina, es la creación de una entidad que pueda cumplir un papel de generar autonomía financiera, pero también de apoyar con recursos el desarrollo económico de la región y compensar las grandes asimetrías que existen entre los países.
«Es importante que los países más grandes de la región podamos asumir el desafío de colaborar en el desarrollo de aquellos países más pobres o de economías menos desarrolladas. Es una idea que viene a completar un nivel importante de financiamiento que ya existe en la región y que no es excluyente de otras iniciativas de las que formamos parte, como el BID o el Banco Centroamericano».
La discusión sobre la creación del Banco del Sur ocurre cuando algunos países de la región están cuestionando el sistema de reparto de poder en el FMI y en el Banco Mundial. Después de que Argentina y Brasil pagaron sus deudas al Fondo -México no tiene préstamos de ese organismo- y otras naciones latinoamericanas empiezan a desmarcarse de las políticas fondomonetaristas se ha comenzado a hablar de una pérdida de relevancia de la institución en la región.
En un comunicado, el Grupo de los 24 (G-24), que agrupa a naciones en desarrollo como China, India, Brasil, Argentina, Venezuela y México, estableció la necesidad de una «significativa reforma» del FMI y el Banco Mundial para discutir «la falta de democracia» en estas instituciones. Planteó que para reforzar la legitimidad y efectividad de ambas instituciones «el poder de voto de los países en desarrollo debe ser incrementado».
Estados Unidos tiene 17.14 por ciento del poder de voto en el FMI. Nueve países: EU, Reino Unido, Rusia, Holanda, Japón, Alemania, Francia, Canadá e Italia, detentan 50.76 por ciento del total de votos.
«Los países de América Latina podrían abandonar definitivamente el FMI», comentó Eric Toussaint, quien preside el Comité para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo (CADTM), una organización con sede en Bélgica.
En un comentario sobre el tema, Toussaint consideró que a los pueblos de los países de la región latinoamericana sirve de poco ser integrantes del FMI. «Los votos de los países subdesarrollados no alcanzan para incidir sobre las decisiones del Banco Mundial y el FMI porque estos dos organismos están totalmente controlados por Estados Unidos, Japón y la Unión Europea. Entonces podrían salir de estos organismos y tener un banco multilateral común totalmente controlado por los países de América Latina y el Caribe».