La breve trayectoria recorrida por la propuesta del Banco del Sur, puede ser un buen ejemplo de lo que se ha conocido como la «resistencia al cambio». Al principio sonó, para los que consideran que manejan los hilos opináticos del mundo político y financiero, como una ocurrencia discursiva del presidente Hugo Chávez. Como muchas propuestas […]
La breve trayectoria recorrida por la propuesta del Banco del Sur, puede ser un buen ejemplo de lo que se ha conocido como la «resistencia al cambio». Al principio sonó, para los que consideran que manejan los hilos opináticos del mundo político y financiero, como una ocurrencia discursiva del presidente Hugo Chávez. Como muchas propuestas que ha planteado el presidente venezolano sobre la praxis de la integración no dependiente de América Latina, y que han sido subestimadas por la pedantería propia de los que se consideran los amos del continente.
Sin embargo, muy a pesar de esta reacción inicial, actualmente la sola mención del nombre del Banco del Sur, estremece al centro de esa especie de jerarquía eclesiástica que medio-gobierna a lo que se ha denominado la arquitectura financiera mundial. La propuesta del Banco del Sur ha llegado a los oídos oxidados de aquellos dos organismos multilaterales localizados en Washington, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.
Por qué una propuesta que sonaba tan lógica ha tenido que pasar raudamente de la indiferencia al reconocimiento por parte de los principales actores del proceso de integración, es una interrogante que les tocará despejar a los historiadores económicos. Lo interesante es que precisamente era ignorada por ser tan obvia, en la medida que se presenta como una propuesta de cambio estructural. Y el cambio crea resistencias por parte de los que quieren o creen en conservar el status quo por considerarlo como la única realidad posible.
Ahora la propuesta del Banco del Sur deberá atravesar la dura prueba de convertirse en un proyecto de cambio, posible y viable.
Algunos de los argumentos que justifican la creación del Banco del Sur, permiten comprender no solo el diagnóstico de la situación que quiere superar, sino que nos suministra pistas para establecer una diferenciación entre esta propuesta y los organismos financieros existentes. Se trata de abordar algunos elementos que están presentes en la propuesta, para tratar de despejar una pregunta que se ha repetido con insistencia por parte de aquellos que la adversan: ¿por qué crear un organismo financiero si ya existen organismos y mecanismos de financiamiento que cumplen con el objetivo de financiar al desarrollo?
El Banco del Sur como parte de una estrategia de integración no dependiente
En primer lugar, es importante reconocer que la propuesta no tiene nada de superficial ni improvisada cuando se hace evidente que forma parte de una estrategia para la integración regional suramericana. Es decir, el Banco del Sur es y debe ser parte de una propuesta de cambio global de las relaciones de poder económico y financiero predominantes en América Latina como una vía para superar las profundas brechas productivas, comerciales y sociales.
En este sentido, el gobierno de la República Bolivariana de Venezuela ha impulsado la creación de este organismo, junto con un conjunto de proyectos donde destacan Telesur, la integración energética, la iniciativa ALBA, y un conjunto de acuerdos donde el comercio compensado complementa y redimensiona el alcance de la integración. A principios de este año, se creó en Venezuela la Comisión Presidencial del Banco del Sur, conformada con integrantes de instituciones alto nivel cuyos equipos técnicos venían trabajando desde hace dos años en el diseño de esta propuesta: el Ministerio de Finanzas, el Ministerio de Planificación, la Cancillería y el Banco Central de Venezuela. Esta comisión ha desarrollado un papel de trabajo lo bastante amplio e incluyente que ha servido de documento para la discusión y la negociación con los países que se han involucrado en la propuesta. Por tanto, el Banco del Sur no es una improvisación ni una propuesta «con falta de contenido», tal como se ha llegado ha afirmar con la intensión de descalificar. Todas estas iniciativas tienen algo en común: han trascendido el ámbito de la retórica para convertirse en hechos. No se han quedado en la crítica paralítica de la dependencia sino que han permitido pasar a la propuesta de la independencia.
Cerrar las venas abiertas
Uno de los mecanismos del círculo vicioso de la dependencia, es la dinámica entre los flujos financieros de ahorro e inversión. Se trata de revertir la tendencia del trasvase de recursos financieros de la región hacia los principales centros financieros. Por tanto, se intenta, cerrar esta vena abierta de América Latina, para aprovechar productivamente estos recursos. Se ha sostenido desde hace mucho tiempo, el argumento de que uno de los problemas para financiar el desarrollo de la región era la «insuficiencia de ahorro», resultando en una trágica paradoja el hecho que se acumulen en los mercados financieros internacionales importantes recursos provenientes de este Sur. Se trata de demostrar que es posible convertir los recursos financieros que puede generar la región aprovechándolo endógenamente para consolidar nuestras estructuras productivas y superar las llamadas brechas sociales. Sin embargo, esta legítima intención se enfrentará a la lógica del predominio del capital financiero especulativo sobre el capital productivo.
La estrategia del Banco del Sur tiene que estar orientada hacia el logro de mayores grados de autonomía que permita combinar el desarrollo con la independencia. La independencia financiera y económica hace viable la independencia política. Este es el camino para terminar con el tutelaje y la intervención de los organismos multilaterales en nuestras políticas económicas.
Financiar…¿cuál desarrollo?
Como se ha afirmado, estos recursos financieros se requieren para apalancar el desarrollo. Pero ¿a qué se refieren cuando se menciona la palabra «desarrollo»? En el fondo de la discusión sobre los objetivos y la operatividad del Banco del Sur siempre estará presente el conflicto entre la propuesta de desarrollo, hasta ahora predominante, promovida por los organismos tradicionales del sistema financiero internacional y una propuesta de desarrollo endógeno, todavía en construcción. La propuesta neoliberal de desarrollo exógeno, ha contado con el financiamiento de los organismos multilaterales bajo el supuesto que, una «inserción dinámica» con el denominado proceso de globalización, traerá perse el desarrollo de las naciones. En realidad, estos organismos multilaterales han financiado proyectos que hacen posible conectar algunas actividades productivas (por lo general primario exportadoras) con las cadenas de valorización del capital a escala mundial. En Venezuela, conocimos esta propuesta con bastante antelación, desde los años 1960 se invirtieron grandes recursos financieros para construir ese enorme conglomerado de empresas básicas que conformó Ciudad Guayana, al sur del país. Pero los vasos comunicantes de este núcleo productivo estaban, y están, orientados hacia fuera, en desmedro de su integración con la estructura productiva interna. En cada pieza de materia prima se exportaba -y se continúa exportando- energía barata para contribuir con la acumulación de los centros desarrollados del capitalismo mundial.
Igualmente, se ha financiado -y se continúa financiando- la construcción de infraestructura de transporte y comunicaciones, para articularse en forma dependiente con las necesidades de mercado del capital trasnacional.
El paradigma neoliberal, y especialmente la teoría del crecimiento endógeno neoclásica, está presente como pensamiento hegemónico en los organismos de la arquitectura financiera presentes en la región (FMI, BM y BID), incluyendo aquellos organismos financieros nacidos del proceso de integración regional, tales como la Corporación Andina de Fomento (CAF), la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA) y el Fondo Latinoamericano de Reservas (FLAR). La concepción de desarrollo es uno de los puntos de diferenciación que debe tener el Banco del SUR con la institucionalidad dominante.
Superar la miope visión de mercado y la lógica del capital financiero especulativo dentro de los esquemas de integración, así como el paradigma de desarrollo impuesto por la ideología neoliberal es uno de los retos del Banco del Sur para diferenciarse de lo existente.
No se trata de negar la importancia de la integración comercial, ya que sin ella el proceso sería sólo un discurso poéticamente idealista, se trata que el comercio y la integración de mercado, se subordinen a los objetivos estratégicos de la independencia y de la autonomía económica, financiera, comercial y política. Y no al revés, como claramente se encuentra hoy en día esta relación.
La necesaria cooperación
Puede haber una distancia considerable entre la necesidad real de crear un bloque regional y la necesidad sentida por los decisores. La posibilidad de crear un polo regional de poder económico y político que permita una posición de negociación más favorable a los polos de poder hegemónicos, requiere de una visión compartida donde exista una elevada conciencia de la cooperación entre los Estados nacionales involucrados. Pero a esta necesaria visión de unidad de bloque regional se le oponen las visiones hegemónicas particulares por un lado y por otro la necesidad de subsistencia de los países afectados por las asimetrías. Algunos países han tomado el camino del bilateralismo, eludiendo de esta manera los bloques de integración, o han jugado en los dos campos: participando en el esquema de integración mientras cocinan a fuego lento un TLC con Estados Unidos. Igual algunos han optado por aprovechar los beneficios propios del freerider, aprovechando individualmente lo que le interesa de la integración sin importarle que esto retrase el proceso conjunto.
Esta necesaria «visión de equipo» se enfrenta a la desventaja de estar a contracorriente con los valores promovidos por la ideología neoliberal, expresado en las políticas de liberalización y apertura de mercados las cuales han beneficiado ampliamente a sectores hegemónicos del poder económico, y especialmente al capital financiero. Es decir, el esfuerzo de construir un bloque regional necesita remontar una cuesta que presenta una fuerte oposición de fuerzas conservadoras particulares, que tratarán de defender sus espacios conquistados, fortalecidos a partir de la promoción de estrategias bilaterales colocando a la política exterior en función de los intereses corporativos.
El Banco del Sur tiene el imperativo de promover una integración inclusiva y no dependiente. El mantenimiento de un discurso integrador al mismo tiempo que se permite el fortalecimiento de las denominadas asimetrías, genera una doble moral que socava la credibilidad de los esquemas de integración. Considerar las asimetrías entre los países implica incorporar a la integración los valores de cooperación y solidaridad, los cuales son opuestos a las recomendaciones emanadas de la ideología neoliberal; es considerar que los países con menor masa económica, poblacional y territorial tienen derecho a no ser excluidos y ser considerados más allá de simples mercados.
El pensamiento neoliberal ha sido exitoso en posicionar la convicción de que la cooperación es opuesta a la competencia y a la eficiencia de los mercados. Sin embargo, la cooperación ha demostrado que también desarrolla mercado. Un ejemplo reciente es cómo la inauguración de una sede del Bandes en Uruguay, estimuló estrategias de competencia de la banca nacional y extranjera cuando el banco de desarrollo venezolano ofreció, en el territorio uruguayo, determinados productos financieros. La experiencia comercial del esquema ALBA y de los acuerdos comerciales promovidos por la República Bolivariana de Venezuela, está demostrando que es posible desarrollar los flujos comerciales al mismo tiempo que se contribuye a fortalecer las capacidades y las oportunidades de las naciones, especialmente las capacidades sociales que facilitan el camino de un crecimiento económico con inclusión social. Tenemos como testigos a los miles de beneficiados en las misiones de salud, educación y construcción de viviendas. Un intercambio que va más allá del apoyo para disminuir la brecha social, y que además contribuye a la transferencia de tecnología y conocimientos, de ahí el apoyo gerencial de la empresa estatal eléctrica uruguaya UTE (Usinas y Transmisiones Eléctricas) a la venezolana CADAFE (Compañía Anónima de Administración y Fomento Eléctrico). Venezuela está demostrando con hechos que otra integración es posible, en la medida en que se exorciza contra el pensamiento neoliberal que ha poseído las prácticas de integración regional.
Considerar el marco sociopolítico y la diversidad
Finalmente, no se debe olvidar que una propuesta con tan buenas y justificadas intensiones será viable, siempre que tenga sentido de la realidad. Y para ello no se pueden obviar las limitaciones que impone la institucionalidad existente en cada uno de los países. Dentro de esta institucionalidad resaltan dos componentes: las burocracias gubernamentales y estatales y los grupos de poder hegemónicos. Para negociar los puntos clave de la propuesta del Banco del Sur es imperativo evitar el mismo error de los organismos multilaterales, quienes antes de bajarse del avión en cualquiera de nuestros países, ya tenían un diagnóstico y una receta estándar que no consideraba la heterogeneidad de cada una de nuestras realidades. Somos latinoamericanos, pertenecemos a un mismo continente, pero tenemos importantes diferencias y si hay algo que se demostró durante la larga noche neoliberal, es que no pueden imponerse recetas, y que nuestras realidades complejas nos imponen un ritmo de avance independientemente de nuestra buena voluntad integradora.
Una de las áreas donde se evidencia esta diversidad institucional es en las capacidades de negociación, tenemos por un lado países con una fuerte institucionalidad en las relaciones diplomáticas, una sólida experiencia en negociaciones internacionales, una tradición casi supra-gubernamental en las cancillerías y por otro lado están aquellos países con una débil institucionalidad y poca tradición en negociaciones internacionales. Al mismo tiempo, las burocracias de las cancillerías y de los organismos gubernamentales, asfixian las estrategias de los gobiernos y se convierten en un verdadero obstáculo a los intentos de una integración bajo un pensamiento no subordinado a los intereses hegemónicos.
En la faceta financiera de la integración, los bancos centrales tienen un poder decisivo. En la mayoría de los bancos centrales de la región, predomina una concepción neoliberal de su rol, y por tanto esgrimen la autonomía y la independencia de los mismos para mantener una posición conservadora que los puede convertir de facto en francotiradores del proceso de integración financiera, al tiempo que no se tiene una posición crítica con las relaciones de subordinación y dependencia impuestas por los actores de poder del sistema financiero internacional. Para el pensamiento neoliberal el mejor mundo de un banco central es ser independientes de los Estados Nacionales pero felizmente dependientes de Fondo Monetario Internacional.
Otro factor que influye en la actual institucionalidad, es la existencia de los grupos de poder expresados en diversos actores socioeconómicos. En este sentido, la historia de los bancos de desarrollo en nuestros países no ha sido afortunada. En no pocos casos, estas experiencias terminaron en apropiación privada de una importante masa de recursos financieros públicos, en la fuga de capitales, en un triste expediente de ineficiencia y corrupción. Por eso es necesario que construyamos una banca de desarrollo, que evite terminar al servicio de los intereses de grupos de poder local o nacional: económicos, político-partidistas y gremiales. El Banco del Sur debe estar al servicio de los pueblos.
Promover el cambio
Algunos de estos factores deben llamar la atención sobre la construcción de una arquitectura financiera que promueva la verdadera integración regional. Si creamos un Banco del Sur que reproduzca el patrón genético del Banco Mundial, del Fondo Monetario Internacional, del Banco Interamericano de Desarrollo, e incluso del FLAR, del IIRSA y de la CAF, no se estará gestando un cambio cualitativo y será preferible que continúen haciendo ellos su tarea porque la hacen muy bien (dentro del espíritu neoliberal que los posee).
Tenemos sobradas razones para afirmar que en Latinoamérica se está consolidando una tendencia progresista y por tanto las condiciones, a pesar de las debilidades y amenazas señaladas, son favorables para que el viento oriente la navegación hacia un mundo diferente y posible.
Para ello es necesario que el Banco del Sur se plantee como una estrategia a construir por partes o módulos. No se pueden cumplir multiplicidad de objetivos simultáneamente, los recursos escasos nunca son suficientes para cumplir eficientemente con las funciones a la vez de un banco de desarrollo, fondo de estabilización macroeconómica y banco de inversión financiera. Los tres aspectos se pueden desarrollar progresivamente, esto no significa que nos tardemos un siglo, especialmente porque en los últimos años América Latina viene marchando a una velocidad sorprendente.
Se debe fortalecer la experiencia integradora que viene marchando en dos piernas, por un lado la institucionalidad existente trata de responder a los retos de esta nueva etapa de la integración mientras que, paralelamente, los pueblos organizados y concientes impulsan una integración que los beneficie finalmente y que supere la resistencia tanto de la burocracia conservadora como de los intereses de los grupos hegemónicos.
El autor es Economista, Director del Banco Central de Venezuela. Las ideas planteadas en este artículo no comprometen la posición del directorio del BCV ni representan la posición oficial del gobierno venezolano.