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El Banco Mundial y sus esquemas de lucro ambiental

Fuentes: La Jornada

Casi un año después de rechazar la propuesta de retirarse paulatinamente de los combustibles fósiles, el Banco Mundial (BM) anuncia un nuevo intento por enfrentar el cambio climático -trabajar juntos por derrotar el calentamiento-, algo surgido de la cumbre del G-8 llevada a cabo en julio. Realmente es sorprendente la historia de hipocresía y falta […]

Casi un año después de rechazar la propuesta de retirarse paulatinamente de los combustibles fósiles, el Banco Mundial (BM) anuncia un nuevo intento por enfrentar el cambio climático -trabajar juntos por derrotar el calentamiento-, algo surgido de la cumbre del G-8 llevada a cabo en julio. Realmente es sorprendente la historia de hipocresía y falta de acciones del BM cuando le toca responder al cambio climático desde adentro de sus muros institucionales.

En agosto de 2004 una revisión del BM recomendó, entre otras cosas, que abandonara el carbón combustible de inmediato, y se retirara paulatinamente del crudo dejándolo en 2008.

Sí, era ambicioso, pero los estudios muestran que la inversión en las industrias extractivas en los países en desarrollo sólo fomentan la corrupción, la pobreza, las violaciones a los derechos humanos, la degradación ambiental -asuntos todos que el BM dice combatir- mientras que no hace nada por brindarle energía a los 2 mil millones de pobres que viven en las áreas rurales a las que dice servir. La directiva del BM prefirió ignorar el consejo de la «eminente persona» que contrató para supervisar esta extensa revisión trianual, Emil Salim, y continuó a todo vapor con sus negocios, como de costumbre.

Sin embargo, éste es sólo uno en el ramillete de actos hipócritas del BM. El Banco anuncia con trompetas su compromiso de incrementar, en 20 por ciento, sus préstamos para apoyar proyectos de energía renovable. Pero hay que leer la letra pequeña: este 20 por ciento es contabilizado a partir de su línea mínima de apoyo en toda su historia de operación, mientras que el financiamiento que el BM hace de los combustibles fósiles sobrepasa a la energía renovable 17 a uno. Esta sesgada serie de prioridades sigue haciendo guiños al mercado de la industria de la energía renovable -un actor incipiente en el escenario de la energía global- mientras subsidia con gran peso una de las industrias más subsidiadas del planeta.

Y otra cosa que hay que anotar: según la página electrónica del BM relativa a su nueva iniciativa, mantiene un «nuevo» compromiso con la eficiencia energética del sector de combustibles fósiles. No obstante, quienes conocen la historia del BM saben que si tan sólo hubiera implementado sus lineamientos de eficiencia energética de 1993, en vez de diluirlos continuamente y de hacerlos no vinculantes, habríamos visto un impacto extremadamente positivo en la reducción de los gases que provocan los efectos de invernadero a nivel global durante los doce años anteriores. Pero eso habría interferido con los negocios del Banco, así que hoy esto es puramente voluntario.

Otra muestra de su hipocresía es que no habla claro de sus propias emisiones de gases. El BM sabe exactamente qué tanto bióxido de carbono puede acreditar dentro de sus esquemas de captura e intercambio de carbono -que se expanden rápida y riesgosamente con sus paquetes de pago por captura-, pero no tiene idea de cuánto más carbono yace en el resto de sus paquetes. Y como el BM no evalúa sus impactos sobre el calentamiento global, tampoco lo hacen los otros bancos privados o públicos que ven al BM líder en asuntos ambientales planetarios.

Es más, los «esquemas de intercambio de carbono» del BM se perfilan como un desastre para los más pobres del mundo. Sus primeros proyectos de intercambio de carbono, tales como los de captura de metano procedentes de los tiraderos de residuos en Sudáfrica, la captura de carbono de las plantaciones de eucalipto brasileños, las compensaciones por la captura de carbono en ladrillos fabricados con ceniza de volátiles tóxicos en India, terminaron siendo muy controvertidos. Estos esquemas de pago por captura de carbono serán un riesgo importante para la de por sí manchada reputación del BM y no logran nada que responda al reto climático.

En la reunión del G-8, el nuevo presidente del BM, Paul Wolfowitz, uno de los arquitectos de la guerra de Irak en el Pentágono, anunció que en cuanto al «manejo del clima, se le pidió que creara un nuevo marco de trabajo para movilizar inversiones hacia energía limpia y desarrollo». Pero repentinamente el Banco junta a Estados Unidos, Australia y otros que se negaron a los protocolos de Kyoto y los llama a un «nuevo marco de trabajo» fuera del marco de trabajo multilateral respaldado por la mayoría de los países del mundo dentro del Convenio-Marco de Cambio Climático de Naciones Unidas.

Quienes observan el comportamiento del Banco se percatan de lo poco que ha hecho el BM por llevar a cabo intentos sinceros por disminuir su propio impacto significativo sobre el clima. Por desgracia, si logra más poder como resultado del mandato del G-8, podrá desatar desastres para el marco de trabajo de Naciones Unidas (que tiene años avanzando hacia una estabilidad energética) debido a que la industria petrolera y Estados Unidos atan los bolsillos a los políticos estadunidenses. Tal vez es esto lo que ansiosamente buscan Wolfowitz y otros: situar el cambio climático -el problema más urgente del mundo- en manos del BM es lucrar con el financiamiento de los combustibles fósiles mientras lucran también con sus esquemas de intercambio de carbono. Es como pedir a un alcohólico que construya un marco de trabajo para la sobriedad. Pero en este caso no es un asunto de mera salud pública. Está en juego la salud y la viabilidad del planeta entero.

Daphne Wysham es Integrante del Institute for Policy Studies y directora de Sustainable Energy & Economy Network