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El impacto económico de la salida del Reino Unido de la UE

El brexit golpea las empresas

Fuentes: La Vanguardia

Peligra la imagen del Partido Conservador como el defensor de los negocios

 

Theresa May parece incapaz de decantarse entre los fanáticos de la ruptura y los partidarios de un compromiso con la UE (Jason Alden / Bloomberg)

En un mundo donde la vieja división izquierda-derecha es cada vez más obsoleta, el Partido Conservador británico ha adoptado una nueva ideología: la ideología del brexit. Una de las formaciones políticas más exitosas de Europa, máquina de ganar elecciones en base a la sensatez, el pragmatismo, los bajos impuestos y el hecho de estar siempre del lado delestablishment económico y los inversores, ha arrojado toda esa reputación por la borda para convertirse en el apóstol de la salida como sea de Europa. Tanto es así que, preguntado por la preocupación del empresariado ante la incertidumbre de lo que vaya a ocurrir, el ministro de Asuntos Exteriores, Boris Johsnon, respondió: «Fuck business». Que, dicho más finamente, quiere decir: «los negocios me importan un pito».

La salida de la UE como sea y pase lo que pase, incluso sin acuerdo comercial, es la política de los tories (también del Labour, pero en su caso «manteniendo las ventajas del mercado único y la unión aduanera», lo cual equivale a la cuadratura del círculo). Dentro de ello hay sin embargo grados de integrismo, y tanto el gabinete como el Parlamento se hayan divididos entre los más fanáticos (ruptura total) y los partidarios de un compromiso que resulte aceptable para el empresariado e impida un cataclismo económico (permanencia en el Espacio Económico Europeo, o una fórmula similar estilo Noruega). La pugna entre ambos bandos no ha hecho más que incrementarse, ante la incapacidad de la primera ministra Theresa May de decantarse por unos o por otros.

«Fuck business»

«Los negocios me importan un pito», ha dicho el ministro de Exteriores, Johnson

Pero el tiempo pasa, y el mundo de los negocios ha empezado a hacer público y ostensible su nerviosismo. La cumbre europea de este fin de semana en Bruselas apenas ha tocado de refilón el tema. Las bases del acuerdo, si lo hay, tendrán que salir a flote en octubre, o en caso contrario no será posible el plazo de transición de dos años solicitado por Londres, y la perspectiva de un brexit a lo bestia avanzará de manera considerable. Lo último que quieren las empresas, que llevan tiempo gritando «que viene el lobo» sin que el Gobierno May les haga caso. Y cada día que pasa el lobo está más cerca.

Algunas compañías, hartas de esperar y de aplazar las decisiones en materia de inversión que tienen congeladas, han advertido en voz alta que no tendrán más remedio que sacar sus operaciones del Reino Unido si no se vislumbra pronto un acuerdo. Es el caso de Airbus, que directamente da trabajo a 14.000 personas e indirectamente a 100.000 en el país, y también de BMW (que emplea a 8.000 británicos). Sus ejecutivos han dejado claro que los componentes y piezas de recambio de sus aviones y coches tienen que llegar a las fábricas sin dilación ni contratiempos, y no pueden permitirse el lujo de colas en las aduanas o acuerdos comerciales complicados y llenos de burocracia. Lo ideal, desde su punto de vista, sería seguir en el mercado único. A falta de ello, el único plan viable es un total alineamiento regulatorio.

Los sindicatos y los lobbies empresariales piden al Gobierno un brexit blando

Más de mil camiones cruzan diariamente el canal con piezas para el sector automovilístico (cada vehículo consta de unas 30.000), por un valor de 40 millones de euros. En el modelo de producción que puso de moda Toyota en Japón y se ha impuesto en todo el mundo, una fábrica sólo tiene in situ materiales para alimentar la cadena durante 36 horas, y depende de un flujo continuo de componentes desde suministradores repartidos por el mundo. Para lo cual necesita el clima de estabilidad política que se ha impuesto en Europa desde la caída del muro de Berlín. En la industria aeroespacial es parecido, y una salida británica de la UE sin acuerdo aduanero añadiría un coste anual de 2.000 millones de euros.

Mientras el Gobierno May marea la perdiz y debate sobre la «pureza» del brexit, la inversión de las empresas de automóviles -uno de los principales empleadores del país, responsables de 186.000 puestos de trabajo, y con un crecimiento anual del 10% en la última década- ha caído a la mitad en los seis primeros meses del 2018, en comparación con similar periodo del año pasado. Las ventas de coches han bajado casi un siete por ciento, y eso antes de notarse el impacto de las tarifas impuestas por Trump y la guerra proteccionista declarada por Washington. La última fábrica que se marchó de Gran Bretaña fue la que Ford tenía en Southampton, y que en el 2012 se trasladó a Turquía. Ahora Jaguar está a punto de exportar a Eslovaquia la producción del Land Rover Discovery, y puede no ser más que el principio de un éxodo masivo.

Las fresas se pudren en los campos por falta de mano de obra de la Europa del Este

La inquietud es similar en el sector bancario, que ve cómo Downing Street busca una equiparación regulatoria para las manufacturas, pero no para los servicios. Contratos de derivados entre el Reino Unido y la UE por valor de 35 billones de euros se encuentran en peligro, según ha advertido el propio Banco de Inglaterra. Pero según el ministro de Exteriores, Boris Johnson, fuck business. La misión del Gobierno británico es «hacer que se cumpla la voluntad del pueblo, expresada en el referéndum de hace dos años». Y lo demás son tonterías.

No todos los ministros lo ven igual, con el canciller del Exchequer (Philip Hammond) y el responsable de Negocios (Greg Clark) a favor de un brexit lo más blando posible, que sacrifique si es necesario los controles migratorios y mantenga el libre movimiento de personas, a cambio de seguir disfrutando las ventajas del mercado único y la unión aduanera. Algo que es anatema para los ayatolás del proceso, con Johnson, David Davis (ministro para la Salida de Europa) y Liam Fox (Comercio Internacional) a la cabeza. Para este grupo, lo realmente importante es que el Reino Unido pueda suscribir sus propios acuerdos comerciales.

Contratos de derivados por valor de 35 billones de euros pueden desaparecer

En medio de una parálisis gubernamental que impide tomar decisiones, los sindicatos y los cinco principales lobbies empresariales del país (la CBI o patronal, la Asociación de Cámaras de Comercio, el Institute of Directors, la Organización de Compañías Manufactureras y la Federación de Pequeñas Empresas) han advertido que ya hay problemas para disponer de la suficiente mano de obra. En una época de considerable crecimiento económico global, la inversión empresarial en Gran Bretaña es del 0.9% por ciento anual, cuando debería rondar el 15%.

«Un gobierno conservador siempre va a escuchar a los empresarios para que nuestra economía crezca y genere empleo», dice May. Pero sus palabras suenan a hueco.

Fuente: http://www.lavanguardia.com/economia/20180702/45566768636/brexit-efectos-empresas-reino-unido-partido-conservador-tories.html