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El brezo de las almas del imperialismo estadounidense y el golpe de Estado biopolítico en Brasil

Fuentes: Rebelión

1. Un axioma de las ciencias humanas: no existe la humanidad La primera organización internacional de los trabajadores fue la Liga de los Justos, formada en 1836 por revolucionarios alemanes exiliados en París. En 1847, Karl Marx y Friedrich Engels militaron ardientemente para que la Liga de los Justos dejase de lado su fundamento moral, […]

1. Un axioma de las ciencias humanas: no existe la humanidad

La primera organización internacional de los trabajadores fue la Liga de los Justos, formada en 1836 por revolucionarios alemanes exiliados en París. En 1847, Karl Marx y Friedrich Engels militaron ardientemente para que la Liga de los Justos dejase de lado su fundamento moral, expresado en el propio nombre, y asumiera, más allá del desafío de ser una organización anticapitalista, la tarea de militar por una sociedad pos capitalista, de los trabajadores.

Así, surge en 1847 la Liga de los Comunistas. El Manifiesto Comunista de 1848, redactado por Marx y Engels, es el documento de este cambio cualitativo histórico en la organización de los trabajadores. Un axioma histórico está en la base de esta transformación revolucionaria en la conciencia de los trabajadores, a saber: «¡No existe la humanidad! En cualquier sociedad basada en la opresión de clase, como es el capitalismo, la humanidad no existe en sí y fue, es y estará irremediablemente dividida entre opresores y oprimidos».

Así como no se puede hacer ciencia, en el campo de la Física, sin la Ley de la Gravedad Universal, de Newton, o la Teoría de la Relatividad, desarrollada por Albert Einstein, en 1905, también es imposible cualquier tipo de justicia cualitativa, como el combate al racismo y al machismo, por ejemplo, sin el siguiente axioma histórico: «¡No existe la humanidad, sino una humanidad dividida!»

Constituye un irrecuperable error histórico para las trabajadoras y trabajadores de cualquier lugar del mundo el desconocimiento de este axioma y, más allá de eso, su presuntuoso desprecio.

Esta grave ignorancia condena al mundo del trabajo al retorno ocultista del mundo de la Teoría de la Generación Espontánea; al misticismo medieval.

Asumir la conciencia de que «la humanidad está dividida» es lo mismo que observar que no existen «la mujer», «el negro» o «el gay», porque si la mujer, el negro o el gay, al ocupar la posición de clase de los opresores, actuando en nombre de éstos, serán irremediablemente enemigos de las mujeres, de los negros y de los gays; serán, respectivamente, machistas, racistas y homofóbicos, al margen de ser mujeres, negros o gays.

2. Imperialismo estadounidense y guerra biopolítica

Ocupar la posición de clase, explicamos mejor, no significa solo una cuestión concreta de transformarse en dueño de los medios de producción, sino que primero que todo habla respecto a una percepción imaginaria, anclada en el deseo de instalarse al lado de la humanidad que oprime y, de este modo, transformarse, consciente o no, en un factor subjetivo que acciona la objetividad opresora del capital. Este factor subjetivo en la actualidad es la línea frontal de la dominación gringa mundial, que puede y debe ser analizado como una forma sui generis de medios de producción.

Si el imperialismo surge con la amalgama entre el capital industrial y el financiero, la forma que se inscribe en esa unión indiscernible entre capital industrial y financiero será: el lado industrial es, en términos de la tradición marxista, el de la infraestructura económica productiva; el lado financiero puede ser interpretado, a su vez, como constituyente de la superestructura de la dominación yanqui.

Como señaló Franz Schurmann (1926-2010), uno de los principales teóricos contemporáneos de la dominación estadounidense, en su libro The Logic of the World Power (1974) o La lógica del Poder Mundial: la burocracia del poder gringo se define como una gerencia mundial de guerra y de crisis y se expande y complejiza más y más cuanto más administra no solo guerras y crisis históricamente constituidas, sino primero que todo las guerras y las crisis que esa misma burocracia estimula, provoca, engendra, a partir de las contradicciones y diferencias históricamente constituidas y realmente existentes en el «tablero mundial», con sus disonancias ideológicas, étnicas, religiosas, fronterizas, económicas.

En este caso cabe la siguiente pregunta: ¿cuáles son los sujetos históricos de esa burocracia? ¿Cuáles son sus instituciones? En primera instancia, los Estados Unidos en sí mismos, como un Estado imperial, son al mismo tiempo la infraestructura y la superestructura, capital industrial + capital financiero, de su propia burocracia mundial de guerra y de crisis.

Eso tiene otro nombre: complejo industrial-militar-financiero.

Por otro lado, el factor subjetivo de esta dominación, el biopolítico, no puede ser despreciado. En este contexto es posible señalar: la americanización (o agringuización en tanto referida solo a EE.UU) subjetiva del mundo tiene como efecto la transformación inmanente de las personas, con sus identidades, sexualidades, deseos, en burócratas cotidianos de la dominación gringa, constituyéndose como una especie paradójica de «base militar» personal-subjetiva de Tío Sam.

3. El poeta Carlos Drummond de Andrade es el «himno nacional» del autogolpe burócrata-subjetivo como forma biopolítica de dominación estadounidense

El mayor callejón sin salida de Brasil (no es un caso específico) tiene relación con el hecho de que históricamente se ha constituido como un laboratorio cultural de la burocratización cotidiana-subjetiva del imperialismo gringo.

Esta burocratización subjetiva fue uno de los efectos más perversos del golpe de Estado de 1964, tanto como lo fue la represión, estando presente como factor de autogolpe biopolítico.

¿Cómo así, autogolpe? Autogolpe porque en general combatimos el golpe por medio de vectores biopolíticos de la subjetividad estadounidense. Como, por lo tanto, burócratas de la «humanidad» agringada. En este contexto, se retoma el axioma del marxismo, inaugurado por Marx y Engels, a partir del impulso objetivo de la lucha de clases del siglo XIX: no existe la humanidad, razón por la cual, es posible inferir, hemos combatido el golpe con nuestra inexistencia histórica, como brasileñas y brasileños.

Al respecto, vale la pena un diálogo con el poema Himno Nacional, de Carlos Drummond de Andrade, publicado en 1934 en el libro Brejo das almas o Brezo de las almas, teniendo en cuenta la siguiente estrofa: «¡Necesitamos, necesitamos olvidar al Brasil! / Tan majestuoso, tan sin límites, tan desproporcionado, / él quiere descansar de nuestros terribles cariños. / ¡El Brasil no nos quiere! ¡Está harto de nosotros! / Nuestro Brasil está en otro mundo. Este no es el Brasil. / Ningún Brasil existe. ¿Y acaso existirán los brasileños?»

Brejo das almas es también el nombre de un municipio de Minas Gerais que produce cereales, tocino, ricino, huevos, caña de azúcar. Una pequeña ciudad agraria que exporta sus productos para las dos mayores ciudades de las mediaciones: Montes Claros y Belo Horizonte.

Irónicamente, como sugiere el título del libro de Drummond, Brasil ha sido dicho «brezo de las almas», esto es, un país históricamente «condenado» a ocupar el sector primario de la economía, a exportar unos cuantos productos y a importar las almas de los colonizadores.

Hemos sido el efecto biopolítico de esta extraña forma híbrida: cuanto más hemos sido el estilo de vida del destino de nuestras exportaciones primarias, más estamos condenados a este sector de la economía y, así, más no existimos sino como brezo de las almas.

Así, el brasileño no existe y, así, no existiendo, no puede superar un golpe que en última instancia está lastrado por su no existencia.

Por otro lado, como primer pilar histórico del imperialismo gringo se inscribe la «Doctrina Monroe» de 1823, basada en la siguiente sentencia de muerte: «América para los americanos», es decir, se aclara, América, el continente y, por ahí derecho, más tarde, el mundo, para los estadounidenses, no para el resto de americanos, claro: tal vez sea el caso de deducir que el Brasil fue y ha sido un importante laboratorio histórico de la dominación mundial estadounidense, cuyo imperialismo se basa en la estrategia del «brezo de las almas», a saber: exportar sus almas subjetivas, como si fuera la humanidad, para que la parte de la humanidad que vive del sudor de sus rostros quede condenada al sector primario de la economía.

La actual fase de esta burocrática exportación subjetiva gringa, al estilo «brezos de las almas», está basada precisamente en la confesión subjetiva: soy mujer, soy negro, soy gay, soy yihadista, chiita, kurdo, sunita. Ahora bien, con Drummond, ¿existirán las mujeres, los negros, los gays, los chiitas, los kurdos, los sunitas?

Para que la dominación gringa se concretice, es preciso que dejemos de existir, históricamente hablando; la mejor forma de no existir es desear existir como «brezo de las almas» subjetivos de la burocracia biopolítica de la dominación estadounidense.

Objetivamente hablando, la situación histórica de Brasil hoy es esta: antes de ser un golpe institucional, como epicentro de la alianza entre el poder judicial y el poder mediático, el golpe de Estado en Brasil es subjetivo. Somos una sociedad que se transformó de forma hegemónica en «brezo de las almas» de la dominación estadounidense. Esto es: ya estábamos golpeados antes del golpe que derribó a Dilma Rousseff en 2016.

Ya no para ser, libres, independientes.

4. ¿Qué hacer?

Es, en este sentido, que solo existe una salida: pasarnos a existir de hecho, asumiendo integralmente la parte que nos cabe del axioma marxista «no existe la humanidad», que es: solo existiremos en potencia y en acto por medio del trabajo de la lucha de clases contra la burocracia subjetiva gringa.

Solo existiremos como pueblos libres, cuando nos desburocratizemos abandonando el «brezo de las almas» biopolítico de la dominación estadounidense.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.