Conciliar la vida laboral y familiar no se consigue abriendo los colegios a las 6 o a las 7 de la mañana, para que los padres dejen allí aparcados a sus soñolientos hijos y acudan a su trabajo cada día más temprano. La conciliación no tiene nada que ver con sobrecargar a los niños con […]
Conciliar la vida laboral y familiar no se consigue abriendo los colegios a las 6 o a las 7 de la mañana, para que los padres dejen allí aparcados a sus soñolientos hijos y acudan a su trabajo cada día más temprano. La conciliación no tiene nada que ver con sobrecargar a los niños con actividades extraescolares por las tardes para suplir el apoyo y el cariño de unos progenitores ausentes debido a sus interminables horarios laborales. La conciliación familiar no significa reducir las vacaciones navideñas o estivales de los alumnos para no ocasionar problemas logísticos a las familias, que no saben qué hacer con los hijos cuando se cierran temporalmente los centros educativos. La conciliación familiar no se resuelve en ningún caso alargando la jornada diaria de los niños, haciéndola casi equivalente a la de sus extenuados padres, sino que pasa por organizar de otro modo los horarios laborales para que puedan estar juntos en las tardes, ir con ellos al parque, ayudarlos en sus estudios y tareas, jugar y cenar con ellos. El colegio no puede nunca suplir a la familia y los niños tienen derecho a disfrutar de su infancia. El objetivo es racionalizar los horarios de trabajo.
No obstante, las instituciones han elegido hace ya tiempo el camino equivocado. Hablan constantemente de conciliación familiar, pero lo que hacen realmente es priorizar las necesidades del sistema económico y del mercado de trabajo frente a las necesidades de las personas, de la sociedad. Los gobiernos no promueven la adaptación de los horarios laborales a las demandas vitales de las familias; no legislan para obligar a las empresas a implantar jornadas racionales que permitan a los padres y madres regresar a sus casas más temprano, aún con algo de energía en sus cuerpos y así participar de la vida de sus hijos, sino que, por contra, favorecen la pervivencia de unos horarios de trabajo inhumanos, parcheando el abandono que sufren los niños en las tardes con medidas como la ampliación del horario escolar; basadas en la misma y perversa lógica con la que también fomentan la liberalización de los horarios comerciales para que podamos consumir a cualquier hora del día o de la noche, en el cada vez más escaso tiempo que nos deje libre la jornada de trabajo. El mercado como principal ente regulador de la vida social, y los gobiernos a su servicio. El criterio economicista como único eje de las relaciones humanas.
Los antiguos y deseables objetivos de reducción y racionalización de la jornada laboral, de reparto del trabajo, de disfrute del tiempo de ocio con la familia y la pareja; las recomendables ocho horas de trabajo, ocho de sueño y ocho de disfrute han sido sustituidas hoy por los sueldos de miseria (prácticamente imposible sobrevivir con un único salario), los contratos basura, el retraso en la edad de la jubilación, los horarios interminables que no constan sobre el papel -y tampoco a la hora de cobrar el desempleo-, y los niños abandonados toda la tarde sentados frente a la pantalla de la tele o el ordenador, ante la dejación de unos gobernantes que no priorizan medidas que favorezcan a las familias; en España las ayudas sociales sólo representan el 0,8% del Producto Interior Bruto (PIB), muy por debajo del 2,2% de la media europea.
Los niños son víctimas invisibles de la irracionalidad y de los injustos horarios laborales de sus padres, en palabras del Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid. Y el Comité Español de UNICEF ha instado al Gobierno a que mejore las políticas de conciliación laboral y familiar, tras conocerse, en una reciente encuesta sobre la infancia en España de la Fundación SM y la Universidad Pontificia Comillas, que uno de cada cuatro niños entre 6 y 12 años se siente solo; y que más de 350.000 niños no encuentran a nadie en casa cuando salen del colegio, especialmente entre las clases sociales más desfavorecidas. UNICEF considera que hay pocos avances en materia de conciliación familiar y que los horarios de trabajo no han sido diseñados teniendo en cuenta los intereses y necesidades de los niños, sino los de las empresas. Pero si de verdad queremos construir una sociedad más justa necesitamos niños felices que se sientan apoyados por sus familias: elegir el camino correcto.