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El capitalismo de Estado y la nueva izquierda latinoamericana

Fuentes: La Jornada

Después de la Segunda Guerra Mundial se abrió un debate en América Latina acerca del desarrollo económico. La polémica consistía acerca de las condiciones económicas de la región. Los ideólogos de esos años discutían distintas teorías: unos defendían el sistema social capitalista, otros, el régimen socialista, y más de algunos la economía mixta; éstas fueron […]

Después de la Segunda Guerra Mundial se abrió un debate en América Latina acerca del desarrollo económico. La polémica consistía acerca de las condiciones económicas de la región. Los ideólogos de esos años discutían distintas teorías: unos defendían el sistema social capitalista, otros, el régimen socialista, y más de algunos la economía mixta; éstas fueron las tesis que se planteaban entonces. Sin embargo, las condiciones que se dieron para que la burguesía latinoamericana se hiciera cargo de la refundación del Estado nacional, es decir, el Estado capitalista independiente, con perspectivas de alcanzar la república bajo el estado de derecho respondiendo con un programa de liberación nacional, por su pensamiento neocolonialista, la dejó pasar. Esta estrategia no prosperó. Ni los comunistas, que defendían los intereses del proletariado, según se entiende lo más avanzado del siglo en términos de los sistemas económicos, cayó por su ideología neocolonial; ni los socialistas ni la burguesía entendieron esta gigantesca obra. Y todavía no la entienden.

Es cierto que el intento por independizarse fue muy limitado; no obstante, también es verdad que toda la estrategia surgida después de la Segunda Guerra Mundial contra el neocolonialismo, el colonialismo y la formación del Estado nacional giraba en torno de los grandes intereses de las potencias que salieron triunfadoras de la contienda mundial, es decir la dependencia económica. Por su parte, la izquierda, sobre todo latinoamericana, se alimentaba del viejo y reaccionario socialismo estaliniano.

Pero bien, ahora surgen nuevas opciones ya entrado el siglo XXI entre la nueva izquierda y la nueva derecha. Se trata, en todo caso, de dos iniciativas económicas no muy distantes entre sí, en cuanto se acercan a resolver las políticas macroeconómicas, por ejemplo la inflación, el presupuesto fiscal, apertura económica, TLC, etcétera. La izquierda como la derecha tiene en común una visión elemental y unificada del mundo al tratar de combinar entre una nueva estrategia de desarrollo fundamentada por la derecha en imponer un proyecto hegemónico, que consiste en la liberalización comercial, y la izquierda, en contra del neoliberalismo y a favor del estatismo. En este contexto apuestan en superar la crisis política e institucional de estos países, donde cuentan los cambios económicos y la democracia. Simplificando, el poder de la democracia es tan fuerte que se hace extensiva a todo el conjunto de la sociedad y se profundiza mediante procesos electorales, el crecimiento de la economía y, sobre todo, la independencia de poderes.

A casi dos décadas del derrumbe del socialismo real, en parte por el atraso que generó la economía planificada, éste ha provocado diversas teorías sobre el nuevo sistema socialista en el continente. Todas las explicaciones que se dan tienen en común una interpretación acerca del socialismo del siglo XX1. En este nuevo orden de cosas se registran en él los nuevos planteamientos de interés sobre las medidas económicas que el Estado y el gobierno vienen proyectando y que tienen valor para probar la nueva teoría del crecimiento económico. La izquierda rechaza el regreso a un pasado capitalista y la instauración del sistema socialista del siglo XX1, mientras que la derecha se propone sostener el sano equilibrio entre el mercado y el Estado. Dentro de estos cambios, el que resulte económicamente eficiente y distribuya socialmente el ingreso demostrará la nueva fuerza económica social de la clase; ése será el cambio y el ganador. Y cuidado, se irá forjando en medio de todo esto el nuevo socialismo de las entrañas del capitalismo

Algunos gobiernos de izquierda casi han asumido el Mercosur como el centro económico de la discusión del nuevo sistema socialista, porque sus líderes han alcanzado responsabilidades gubernamentales. El Mercosur nació en los primeros años de la década de 1990, con un claro objetivo: avanzar en la integración latinoamericana, la Unión Aduanera, la política arancelaria y construir la política social y romper con el pasado. Posteriormente agregan a la estrategia quebrar el mercado y el Consenso de Washington, destruir el neoliberalismo e instaurar el socialismo del siglo XX1; ésa es la gran batalla por venir, para la nueva izquierda.

Sin embargo, existen en la izquierda latinoamericana un ala radical y otra moderada, aún pesan sobre ellas los restos de un pasado con profunda herencia dogmática, y se encuentran en posiciones distintas con respecto al mercado y la globalización. Los líderes de la izquierda que gobiernan el Mercosur proponen, desde que se les sumó el gobierno venezolano de Hugo Chávez, el modelo marxista. Cuba es la expresión de ese modo de producción de economía centralmente planificada y que, en cierta manera, el presidente venezolano trata de continuar. Además, Chávez expresa en sus discursos un militarismo reaccionario, ni siquiera nacionalista, que no le sirve al Mercosur ni a los mercados comunes de integración sudamericanos. Esta política fue enterrada hace ya muchas décadas en Sudamérica. El presidente Chávez se proclama portavoz del socialismo nuevo y radical del siglo XX1, recoge la consigna de Fidel Castro, «socialismo o muerte», y afirma: «nuestro primer interés no es ganar dinero, que es un interés capitalista, sino impulsar la necesaria unidad de pueblos, países y repúblicas». Con esto está dicho todo.

Otra parte de la izquierda que ha asumido responsabilidades gubernamentales trata de organizar el mercado para combatir las desigualdades sociales: es el caso de Luiz Inacio Lula da Silva en Brasil, Néstor Kirchner en Argentina y Tabaré Vázquez en Uruguay. Y contamos con una tercera izquierda que respeta el mercado: el ex presidente Ricardo Lagos, de Chile. Sin dejar de señalar la victoria electoral obtenida por Evo Morales, otro gobernante de izquierda que ganó las elecciones en Bolivia el año pasado, cuya política aún no está del todo diseñada, pero, sin embargo, la elabora bajo el socialismo en un proceso de transición. Evo Morales, sin embargo, no es tan radical para construir el socialismo de una sola vez; trata de aprender de los empresarios cuando explica en una de sus intervenciones, luego que ganó las elecciones, que no tiene formación profesional, pero que será importante, explica, complementarnos. Y agrega más adelante: «ustedes tienen la capacidad profesional y yo la conciencia social».

La izquierda de Evo Morales se ubica, junto a las otras, en un marcado acento nacionalista al expresar la soberanía boliviana sobre el gas, el petróleo, nacionalización de los recursos naturales, participación del Estado en asuntos económicos, contra los monopolios o trasnacionales, y ahora se le suma la lucha contra el neoliberalismo y la globalización, puesto que en gran parte la soberanía descansa sobre la política energética.

Todos estos líderes de la izquierda van a dirigir y contribuir, a pesar de sus intenciones socialistas, a la fundación del capitalismo de Estado, en contra de su voluntad; pero no el socialismo de Estado que algunos dirigentes y gobernantes de la moderna izquierda sudamericana torpemente creen. De ahí el contenido de un programa de transición, de un poder que aún no está constituido, porque las relaciones de producción están condicionadas por los organismos financieros internacionales, por el mercado exterior, por una Organización Mundial de Comercio que no rompe los subsidios agrícolas y sí defiende las grandes trasnacionales. ¿Cómo se puede romper con estas instituciones mundiales en favor de nuestros países subdesarrollados? ¿Será el camino de Chávez, de Lula, de Evo Morales, o de Lagos y su sucesora Bachelet?

*Fundador del Frente Sandinista de Liberación Nacional.