El capitalismo es un modo de organización social. No se define pues por la existencia de la moneda, de los bancos o de los mercados, que existieron antes. El capital es una relación social: los poseedores de los medios de producción (los capitalistas) contratan a los asalariados, les dan órdenes y objetivos. Se apropian del […]
El capitalismo es un modo de organización social. No se define pues por la existencia de la moneda, de los bancos o de los mercados, que existieron antes. El capital es una relación social: los poseedores de los medios de producción (los capitalistas) contratan a los asalariados, les dan órdenes y objetivos. Se apropian del conjunto del sobreproducto social, dicho de otra forma, de las riquezas nuevas, y no dan de ellas sino una parte, bajo la forma de salario, a quienes las han producido. La diferencia constituye la ganancia.
Los capitalistas eligen invertir allí donde esperan un beneficio máximo, pero tienen también necesidad de mercados. Esta contradicción fundamental es reforzada por la ausencia de coordinación entre capitales privados en competencia unos con los otros. El capitalismo es pues inestable y está sometido a crisis periódicas. Pero tiene también una historia y se puede distinguir un capitalismo relativamente regulado, el de los «treinta gloriosos» (1946-1975) al que sucede a partir de los años 1980 un capitalismo neoliberal que se libera de sus «trabas».
El capitalismo ha conducido a un auge considerable de la productividad del trabajo. Pero se enfrenta hoy a sus límites: desigualdad en el reparto de las riquezas, rechazo a satisfacer las necesidades sociales no rentables e incompatibilidad con el control del cambio climático. La crisis sistémica que estalló en 2007 plantea pues la cuestión de su superación en el sentido de una democracia social y ecológica.