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El caso de la clarinetista que fue detenida en Venezuela por tuitear

Fuentes: Aporrea

El pasado martes 16 de julio fue liberada de una prisión venezolana la joven Karen Palacios, de 26 años,de quien se informe en medios de comunicación que es una talentosa clarinetista quien supuestamente «se encontraba detenida por expresar su posición política, en Twitter, en contra del régimen de Nicolás Maduro», ello según El Nacional. De la joven […]

El pasado martes 16 de julio fue liberada de una prisión venezolana la joven Karen Palacios, de 26 años,de quien se informe en medios de comunicación que es una talentosa clarinetista quien supuestamente «se encontraba detenida por expresar su posición política, en Twitter, en contra del régimen de Nicolás Maduro», ello según El Nacional. De la joven pudimos ver mensajes de solidaridad emitidos por músicos como Jorge Glem o Gabriela Montero, así como numerosos políticos de oposición. Tendrá que presentarse en tribunales cada 30 días mientras avanza el proceso judicial.

Su madre, Yudith Pérez, afirmó en un video muy difundido en redes sociales y de mensajería que Karen fue detenida y pasó 29 días incomunicada en el Dgcim (Dirección General de Contrainteligencia Militar) y luego fue llevada al Inof (Instituto Nacional de Orientación Femenina), ello a pesar de que tendría una boleta de excarcelación emitida por un tribunal. De ser cierto, no puedo decir otra cosa sino que estoy en contra de cualquier incomunicación y cualquier acto ilegal que haya podido haber sido hecho por funcionarios o instituciones públicas, y espero que el Estado tome los correctivos para que esto deje de ocurrir.

Los medios también afirmaron que la detención de la joven se produjo el 1 de junio, luego de una serie de tuits emitidos por ella el 26 de mayo, en los que denunciaba que la Orquesta Filarmónica Nacional (OFN), dependiente del Estado, concretamente de la Compañía Nacional de Música (CNM) y del Ministerio para la Cultura, supuestamente decidió no contratarla como clarinetista con cargo fijo porque había «firmado en contra del régimen», según ella alegó.

Sin embargo, hay muchas cosas que no se están difundiendo con tanta vehemencia sobre este caso. La joven también emitió dos tuits el 1 de mayo, uno de ellos diciendo: «Tengo días sin dormir. Porque de verdad espero leer, en una noche de insomnio, que Maduro huyó, que lo mataron, que lo apresaron o cualquier vaina que me haga feliz«.

En otro tuit, escribió: «Esta vaina será Hasta el día que nos arrechemos y entre 100 matemos a unos 10 guardias, colectivos o cualquier mierda de esas que se atraviese».

 

Los tuits de Karen, que ya fueron borrados, instan o animan a asesinar no sólo al Presidente de la República, sino a funcionarios públicos (guardias nacionales) e incluso a personas comunes y corrientes: «colectivos y cualquier mierda de esas que se atraviese» (aún cuando los medios quieren hacernos creer que los «colectivos» son bandas paramilitares armadas, la realidad es que la enorme mayoría son movimientos sociales constituidos por personas comunes y corrientes, que tienen un mismo fin económico, político, social o cultural y que de ninguna manera portan armas).

Estos tuits violan no sólo las leyes de Venezuela, sino las normas de la empresa Twitter que prohíben la incitación al odio y las amenazas violentas, incluyendo la glorificación de la violencia o «amenazar con matar a alguien».

Y esos tuits también van en contra del sentido común y en contra de nuestro deseo, como seres humanos, de resolver las diferencias de forma civilizada, pacífica y dialogante.

Yo, como persona muy asidua a las redes sociales, en particular Twitter, me preocupo cuando me entero de que alguien es arrestado por tuitear. Es una tendencia que leemos con mucha frecuencia en países como España, donde personas que tuitean su posición política muchas veces terminan tras las rejas cuando se expresan contra las autoridades de formas que en Venezuela son cotidianas. Tan sólo en 2014 se reportaron 28 casos de personas detenidas por presunta «apología del terrorismo» y «delitos de opinión» en redes sociales.

Al rapero español Pablo Hasel se le condenó a dos años de cárcel por afirmar en Twitter que el Rey de España es un «parásito», «mafioso», «ladrón», «banda criminal» y por usar los términos «mafiosa y medieval monarquía» y «banda de ladrones», términos muy suaves si los comparamos con las expresiones que la oposición más extremista suele utilizar en contra del Presidente Nicolás Maduro u otros miembros del gobierno.

En 2015, un tribunal español condenó a 18 meses de cárcel a un usuario de Twitter que colgó una foto del atentado a Luis Carrero Blanco, funcionario de la dictadura franquista, con la frase «al infinito y más allá». Carrero Blanco fue asesinado en un atentado en 1973; el tribunal acusó al tuitero de «enaltecimiento del terrorismo y humillación a las víctimas».

Días atrás, el pasado 15 de julio, la Guardia Civil en España abrió expedientes contra los miembros del grupo popular Adebán por cantar «Arriba, abajo, mandaremos al rey al carajo. Abajo, arriba, no queremos a la monarquía», una frase más bien tonta si la comparamos con el agresivo «Maduro, coño’e tu madre» que políticos y opositores coreaban a comienzos de año en Venezuela.

En Estados Unidos, es cotidiano leer sobre personas que fueron arrestadas tras emitir amenazas de muerte contra el Presidente Donald Trump, como puede verse haciendo una búsqueda sencilla en Google.

 

 

 

También ocurrió lo mismo con su predecesor, Barack Obama.

Wikipedia en inglés mantiene un artículo bastante completo sobre las amenazas de muerte contra el Presidente de los Estados Unidos, señalando que el Código de Leyes de ese país permite condenar con hasta 5 años de cárcel a quienes hagan alusión a la muerte del Presidente, expresidentes y candidatos presidenciales, incluso si fuera de forma indirecta, imaginaria o si se tratara de «deseos». Por ejemplo, en 1917 hubo condenas contra alguien que declaró que «el presidente Wilson debe ser asesinado. Es un milagro que alguien no lo haya hecho ya. Si tuviera una oportunidad, lo haría yo mismo» o «desearía que (el presidente) Wilson estuviera en el infierno, y si tuviera el poder lo pondría allí».

Entonces, Venezuela no es el único país que investigaría o procesaría a tuiteros por usar esta red social para emitir amenazas contra el Presidente y otras personas.

Ahora bien: ¿Merece Karen haber pasado 40 días encarcelada por haber escrito estos tuits? No soy psicólogo ni estudioso del comportamiento humano, ni quiero emitir opiniones ligeras sobre una persona que no conozco. Es lamentable que una joven talentosa y apreciada haya hecho escritos públicos, deseando la muerte de otras personas. Quiero creer que ella tal vez se sintió confundida y abrumada por medios de comunicación que mienten cotidianamente, por mensajes en redes sociales, por amistades, por las situaciones desagradables que vivimos los venezolanos día a día.

Bajo estos supuestos, el encarcelar a alguien que haya cometido estos delitos, lejos de resolver el problema, en mi humilde opinión los incrementa. El artículo 20 de la Ley Constitucional contra el Odio, por la Convivencia Pacífica y la Tolerancia, prevé penas de entre 10 y 20 años contra «quien públicamente o mediante cualquier medio apto para su difusión pública fomente, promueva o incite al odio, la discriminación o la violencia contra una persona o conjunto de personas». Dependiendo del caso, me parece una pena muy excesiva.

Deben haber otras alternativas -tal vez algún tipo de tratamiento, terapia, labor social– que haga entender a las personas en la situación de Karen que la solución de los problemas de nuestro país no pasa por incitar, animar o estimular a matarnos unos a otros, sino todo lo contrario: ojalá chavistas y opositores podamos sentarnos juntos a dialogar sobre nuestras diferencias sin que eso signifique que terminaremos gritándonos o insultándonos.

Pero, por otro lado, algunos amigos opinan que sí es correcto que haya juicio y prisión para quienes emitan este tipo de amenazas, cumpliendo todos los requisitos legales y brindando el derecho a la defensa. Conozco compañeros que han sido amenazados de muerte en redes sociales y les han publicado la dirección de su casa, así como sus fotos o las de sus familiares, incitando a atacarlos. Y todo por manifestar públicamente que son chavistas. Y me dicen que están cansados.

Quiero colocar, como un ejemplo reciente, algunos de los tuits que se emitieron en marzo pasado contra Madeleine García, periodista de Telesur, luego de trabajar en una cobertura en el estado Táchira, informando sobre la supuesta ayuda humanitaria que Juan Guaidó y grupos de oposición intentaban ingresar a Venezuela a la fuerza. Telesur mantuvo una línea editorial muy crítica en torno a esta supuesta ayuda humanitaria, y algunos tuiteros realizaron amenazas de grueso calibre contra sus periodistas, en particular contra García. Desconozco cuál sea su posición en torno a las leyes venezolanas contra los crímenes de odio.

 

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El debate continúa. Las empresas de redes sociales, que no tienen sucursales en Venezuela, parecieran lavarse las manos mientras sus plataformas son usadas por personas para emitir este tipo de amenazas, quien sabe con qué intenciones.

Ojalá Karen hubiera tenido la orientación adecuada, bien sea de sus padres, de sus amigos, de sus profesores y de personas cercanas, que le hubieran hecho entender que tuits como los que ella escribió no sólo son ilegales, sino inhumanos. Que desear el asesinato del Presidente de la República, lejos de resolver nuestros problemas como país, los multiplicaría por mil. Que el asesinar a funcionarios públicos o a personas de determinada posición política sólo servirá para traernos más odio, dolor y frustración.

Una verdadera amiga o amigo de Karen, al ver esos tuits, la hubiera llamado de inmediato para convencerla de borrarlos, en vez de aplaudirla, retuitearla y esperar a que la detuvieran para manifestar «solidaridad». Ella puede expresar su posición política como opositora de un millón de formas distintas, pero desear la muerte de otras personas, sólo servirá para aumentar el clima de conflicto que se vive en el país, lejos de disminuirlo.

Por otro lado, también hay que tener en cuenta el contexto y las circunstancias en las que fueron emitidos los tuits de Karen. Desde el pasado 23 de enero de 2019, las y los venezolanos debemos lidiar con una constante inestabilidad política debido a que un diputado, Juan Guaidó, apoyado por el gobierno de Estados Unidos y varias decenas de países, se autoproclamó «Presidente interino» y, desde entonces, ha realizado una serie de eventos para intentar derrocar a Nicolás Maduro.

El 30 de abril ocurrió un intento de golpe de Estado en el que Juan Guaidó y Leopoldo López, junto a un pequeño grupo de soldados que fueron llevados bajo engaño, afirmaron que habían tomado una base militar en Caracas. En el golpe participó el director del Sebin (policía de inteligencia venezolana), Manuel Cristopher Figuera. La afirmación fue falsa: ninguna base militar fue tomada, el intento de golpe fracasó y afortunadamente no hubo combates ni pérdidas de vidas. López huyó a la embajada de España, Cristopher escapó a Estados Unidos y Guaidó continúa en las calles de Caracas. Sin embargo, hubo tensión y preocupación en la población ante lo terrible que sería que nuestro país se sumiera en una confrontación militar, una guerra civil o una intervención militar extranjera.

 

Foto: Agencias

Karen Palacios escribió sus tuits el 1 de mayo en la noche, pocas horas después de este intento de golpe de Estado. En cualquier país una persona que incitara públicamente a asesinar al Presidente de la República a 24 horas de un golpe de Estado va a ser detenida para ser investigada, nos guste o no. Aunque, en ese momento, dichos tuits no generaron mucha repercusión, tal vez porque nadie los vio.

 

 

Días después, el 26 de mayo, Palacios escribió los tuits denunciando que no fue contratada en la Orquesta Filarmónica Nacional. Éstos fueron retuiteados por el periodista opositor Nelson Bocaranda (que tiene más de 3 millones de seguidores) y recibieron más de 4 mil retuits. En medio de la discusión pública entre chavistas y opositores por la supuesta discriminación política contra Karen, algunas personas descubrieron y visibilizaron sus otros tuits, con las consecuencias ya conocidas.

Sobre la contratación o no de Karen en la Filarmónica, quiero opinar algo. Debo aclarar primero que, si bien yo también trabajo en el Ministerio de la Cultura desde hace 9 años, estoy escribiendo esto a título personal, por iniciativa propia y no tengo ninguna relación con la Filarmónica, la CNM ni sus directivos. No conozco las razones reales tras su no contratación. Tampoco soy músico.

El punto es: si usted fuera la persona en la Filarmónica a la que le corresponde decidir las contrataciones y se encontrara con una persona muy talentosa, pero que públicamente se ha expresado deseando la muerte de un grupo de personas, ¿usted la contrataría? Las y los miembros del Sistema de Orquestas representan a nuestro país como nación deseosa de la paz, y tener una integrante quien públicamente dice que sería «muy feliz» con la muerte de otros no está para nada compaginada con ese lineamiento. Así que no sería para nada lógico contratarla.

Peor aún si una de esas personas de quien ella señala que la harían «muy feliz» si «la mataran», se trata del Presidente de la República, que en Venezuela también es el Jefe de Estado. Y la Filarmónica es parte del Estado; por tanto, el Presidente Nicolás Maduro es el Jefe de la Filarmónica, te guste o no.

Por otro lado, la Orquesta Filarmónica, dado su altísimo nivel musical, a menudo es invitada a participar en actos y eventos oficiales, con la presencia de altas personalidades, entre ellas el propio Presidente venezolano. Alguien muy suspicaz podría preguntarse: ¿Por qué una persona que odia tanto al Presidente Nicolás Maduro, que ha dicho que se sentiría «muy feliz» si alguien lo matara, de pronto quiere ingresar a la Orquesta Filarmónica, donde tendrá que tocar con frecuencia en actos donde el Presidente podría estar presente?

Quienes conocen a Karen dicen que a ella difícilmente se hubiera prestado para asesinar al Presidente de la República, pero no podemos culpar a un investigador si manifiesta sospechas, dadas todas las circunstancias arriba planteadas. Recordemos que hace apenas un año alguien intentó asesinar al Presidente haciendo explotar un drone.

¿Vale la pena pasar todo esto por un tuit? Uno de los consejos más difundidos sobre redes sociales es: nunca escribas mensajes, posts o tuits si estás bajo un intenso estado emocional. No lo hagas. Cálmate, espera unas horas y luego tuitea, si es que de verdad hace falta hacerlo. «Cabeza fría, nervios de acero», ha aconsejado Maduro respecto a otras circunstancias, y tal parece que su consejo también debería aplicar a las redes sociales.

Ojalá podamos diseñar mecanismos para que los venezolanos podamos convivir a pesar de nuestras diferencias, y que estos casos cada vez ocurran con menos frecuencia.

Fuente: https://www.aporrea.org/actualidad/a280604.html