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El castillo de Barba Azul: Desaparecen el derecho al desarrollo

Fuentes: Rebelión

Traducido para Rebelión por Germán Leyens

Un cuento poco convincente pero resonante, el Castillo de Barba Azul: una hermosa joven se casa con un extraño pero cautivador aristócrata. Antes de partir de viaje, su nuevo esposo le confía una llave mágica a un cuarto cerrado. La curiosidad la vence. Una vez dentro, descubre los horripilantes restos de sus predecesoras asesinadas. Al volver a cerrar la puerta, mancha la llave con sangre. Hace lo posible, pero no logra limpiarla. Barba Azul vuelve, descubre la verdad al ver la llave ensangrentada. Está a punto de descuartizar a su mujer. Sus hermanos llegan justo a tiempo y la salvan.

Escribiendo en 1971, el crítico cultural George Steiner utilizó la historia como símbolo de la brecha irreparable entre las altas pretensiones morales de la cultura occidental y su práctica de la tortura, del pogromo y la masacre. Escribió:

«Llegamos inmediatamente después de una etapa de la historia en la que millones de hombres, mujeres y niños fueron convertidos en ceniza. Actualmente, en diferentes partes del mundo, comunidades están siendo nuevamente incineradas, torturadas, deportadas. Existe apenas una metodología de la abyección y del dolor que esté siendo aplicada en algún sitio, ahora mismo, a individuos y a grupos de seres humanos. Al preguntársele si quería levantar a toda Europa por la tortura judicial de un hombre, Voltaire respondió en marzo de 1762: ‘es porque soy un hombre’. Siguiendo esa máxima, gritaría, hoy, su permanente y vana protesta.»

Así era en 1971. Cuánto más válido sería en la actualidad. A pesar del alto contexto cultural de crítica literaria de las observaciones, bastante arcanas para cualquiera que esté alejado de sus antecedentes en particular, es difícil, a primera vista, no estar de acuerdo cuando agrega: «La prodigalidad entumecida de nuestro conocimiento del horror es una radical derrota humana».

Bueno, así es. ¿Pero una derrota para quiénes? Para todos nosotros, desde luego. ¿Desde luego? Pero, esperen, la metáfora del Castillo de Barba Azul no puede ser descartada tan a la ligera. Y desde la época en la que escribió Steiner, el Castillo ha vuelto a desarrollarse.

El interior es más lujoso que nunca, mientras que los cuartos bajo llave han sido repartidos por el terreno del Castillo y los han hecho más seguros. Un abrumador poder destructivo militar, utilizado con facilidad, espera al disenso popular en los campos de osamentas que contienen. El palabreo de los medios corporativos asfixia toda realidad inconveniente.

Escuadrones de castellanas burocráticas y de mayordomos de las instituciones financieras y comerciales internacionales, todos con sus propias llaves ensangrentadas, aseguran que las puertas sigan cerradas. No necesitan abrirlas para descubrir la desdicha que hay detrás. Conocen demasiado la creciente pobreza y la inextricable miseria que se oculta dentro.

Su tarea no consiste en mejorar la situación en los cuartos bajo llave. Su tarea es organizar a los sirvientes para manejar mejor la miseria y el horror. La tarea primordial es mantener lo desagradable de la periferia en las alas distantes del Castillo para que no afecte la fiesta en los grandes salones, lejos de los corredores oscurecidos. No les ha ido muy bien recientemente. A pesar de ello, los terribles eventos de 2001 en Nueva York y Washington y este año en Madrid, son difíciles de comparar con el número de víctimas impuesto a diario por nuestros Barbas Azules contemporáneos.

Palabrean incansablemente, con una hipocresía que deja estupefacto, sobre la libertad y la prosperidad. Pero desde los vastos cuartos cerrados en Asia, África y América Latina, la gente mira, sin que puedan engañarla, hacia los corazones narcisistas de Europa, Estados Unidos y sus socios. Más que nunca, la mirada es de un escepticismo que no está lejos del desdén. Por EE.UU., porque se comporta como un ogro quijótico, homicida y mendaz, y por Europa, su cobarde barrigón Sancho Panza.

De vez en cuando criados de Barba Azul visitan la biblioteca del Castillo, generalmente cuando necesitan buscar pretextos y excusas. Últimamente, estanterías completas de textos obsoletos inconvenientes han ido a dar a la caldera del Castillo para librarse de ellos – las Convenciones de Ginebra, los Acuerdos Internacionales sobre Derechos Cívicos y Sociales, Económicos y Culturales, la Constitución de EE.UU., la Carta de Naciones Unidas. No obstante, sigue siendo posible consultarlos mientras están en las papeleras antes de que se conviertan en humo. Entre ellos se encuentra otro documento, que ahora está tan enmohecido por falta de cuidado que apenas es posible leerlo: la Declaración sobre el Derecho al Desarrollo de la ONU de 1986.

Parece una fantasía increíble ahora, después de un cuarto de siglo de desacreditado y facticio falseo neoliberal, pero ése fue el mismo año en el que la Corte Internacional de Justicia condenó a Estados Unidos por su culpabilidad en el terrorismo masivo contra Nicaragua. Entonces parecía posible pensar que el derecho y las instituciones internacionales podrían llegar ser una fuerza a favor del progreso. Una esperanza patética en realidad, mirando en retrospectiva: Irak, Palestina, Afganistán, Colombia y Chechenia nos dicen casi todo lo que necesitamos saber sobre el «nuevo» orden mundial.

Leyendo la Declaración del Derecho al Desarrollo (1) la incredulidad casi te deja sin aliento. ¿Votaron realmente los gobiernos del mundo por esto? A través de la nauseabunda eflorescencia azul-verdosa de la privatización y de la desregulación, después de quitar la fría y húmeda mancha del saqueo y de la piratería del «libre comercio», bajo la podredumbre seca de los zarcillos de Serpula lacrimans de la injusta deuda externa, uno todavía logra leer:

Artículo 1.2.

El derecho humano al desarrollo implica también la plena realización del derecho de los pueblos a la libre determinación, que incluye, con sujeción a las disposiciones pertinentes de ambos Pactos internacionales de derechos humanos, el ejercicio de su derecho inalienable a la plena soberanía sobre todas sus riquezas y recursos naturales.

Artículo 2.3. Los Estados tienen el derecho y el deber de formular políticas de desarrollo nacional adecuadas con el fin de mejorar constantemente el bienestar de la población entera y de todos los individuos sobre la base de su participación activa, libre y significativa en el desarrollo y en la equitativa distribución de los beneficios resultantes de éste.

Artículo 4. 2. Se requiere una acción sostenida para promover un desarrollo más rápido de los países en desarrollo. Como complemento de los esfuerzos de los países en desarrollo es indispensable una cooperación internacional eficaz para proporcionar a esos países los medios y las facilidades adecuados para fomentar su desarrollo global.

Artículo 5. Los Estados adoptarán enérgicas medidas para eliminar las violaciones masivas y patentes de los derechos humanos de los pueblos y los seres humanos afectados por situaciones tales como las resultantes del apartheid, todas las formas de racismo y discriminación racial, el colonialismo, la dominación y ocupación extranjeras, la agresión, la injerencia extranjera y las amenazas contra la soberanía nacional, la unidad nacional y la integridad territorial, las amenazas de guerra y la negativa a reconocer el derecho fundamental de los pueblos a la libre determinación.

Artículo 6. 2. Todos los derechos humanos y las libertades fundamentales son indivisibles e interdependientes; debe darse igual atención y urgente consideración a la aplicación, promoción y protección de los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales.

Artículo 7. Todos los Estados deben promover el establecimiento, mantenimiento y fortalecimiento de la paz y la seguridad internacionales y, con ese fin, deben hacer cuanto esté en su poder por lograr el desarme general y completo bajo un control internacional eficaz, así como lograr que los recursos liberados con medidas efectivas de desarme se utilicen para el desarrollo global, en particular de los países en desarrollo.

Artículo 8. 2. Los Estados deben alentar la participación popular en todas las esferas como factor importante para el desarrollo y para la plena realización de todos los derechos humanos.

«Autodeterminación», «plena soberanía sobre todas sus riquezas y recursos naturales», «participación activa, libre y significativa», «equitativa distribución», «eliminación de las violaciones masivas y patentes de los derechos humanos de los pueblos», «desarme general y completo bajo un control internacional eficaz», «alentar la participación popular en todas las esferas». ¿Estaban poseídos por el demonio? ¿Todos esos representantes gubernamentales en la ONU?

El voto original en la ONU fue de 146 a favor con un solitario voto en contra, el de Estados Unidos, como siempre. Corresponde a lo que uno ha llegado a esperar de un país que hace tiempo olvidó su Declaración de Independencia que pide, como nos lo recordó una vez William Blum, «un respeto decente por las opiniones de la humanidad». ¿Qué se espera que pensemos de todo esto 20 años después?

Es casi como si alguien se sentara y redactara un manifiesto contra cada uno de los principios de la práctica económica neoliberal tal como es implementada por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional y sus otras pandillas más locales, más subalternas. La Declaración se lee como una provocación consciente dirigida a los gángsteres que dirigen esos tinglados, los gobiernos de los países miembro de la ODCE, del G8, del «Grupo Occidental» o como quiera que se llame su último frente casi-legítimo. Para los habitantes de los cuartos cerrados, lo esencial es que los gángsteres tienen un virtual monopolio sobre un abrumador poder de fuego, lo que describió una vez el general de los Marines de EE.UU. Smedley Butler como «músculo de primera clase».

La legitimidad se basa en una división voluntariamente aceptada de derechos y deberes, no en el poder de fuego. La violación de esa regla generalmente tácita, el desprecio por los deberes, el reclamo limitado a los derechos ha significado la caída de todos los regímenes despóticos de la historia. Ahora, con precios del petróleo a más de 44 dólares y mientras siguen subiendo a medida que el petróleo se acaba y la demanda supera el suministro, los viejos déspotas dejarán progresivamente de lado todo vestigio de legitimidad que puedan haber tenido algún día. Su decidida resistencia al Derecho al Desarrollo lo simboliza.

Desde 1986, el Derecho al Desarrollo ha sido zarandeado de la bandeja de salida al cubo de la basura y de vuelta. En abril de este año hubo una votación sobre el proceso para hacer que el Derecho al Desarrollo sea legalmente vinculante. A favor: India, Malasia y otros 46 países, incluyendo vergonzosamente «a regañadientes» a la Unión Europea, (representada por, de entre todos en este contexto, Irlanda). En contra: Australia, Japón y Estados Unidos. (2). El resultado es que la Declaración sigue siendo un lamentable deseo mayoritario, que es eternamente invalidado por los pocos ricos.

Así que todo es lo mismo, pero más de lo mismo. Mientras la inmensa mayoría de los países del mundo vota de buen grado por fortalecer acciones decisivas hacia la paz, la seguridad y una prosperidad equitativa, los plutócratas imperiales y los agentes del poder se defienden con tanta eficiencia y soltura como siempre. Bienvenidos al Castillo de Barba Azul, remodelado bajo la misma dirección sanguinaria. No se puede esperar un rápido rescate fraternal. Esos hermanos ahora trabajan duro para el Banco Mundial y el FMI.

* Toni Solo es un activista residente en Centroamérica. Su correo es: www.tonisolo.net.

Notas:

1. http://www.unhchr.ch/html/menu3/b/74.htm

2. http://www.congochr.org/view/index.php?list_ids=111&basic_entity=DOCUMENT