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A propósito del estreno del film “El Reino del Cielo” de Ridley Scott

El Cine como puente de acercamiento

Fuentes: Rebelión

Como aclaración no soy crítico de cine y no pretendo serlo. Mi especialidad, las relaciones internacionales, está dentro de las ciencias políticas y, creo que dentro de ésta perspectiva se puede entender y analizar el fenómeno del cine con una visión transversal más que como una disciplina propiamente dicha. De todos modos, lo que no […]

Como aclaración no soy crítico de cine y no pretendo serlo. Mi especialidad, las relaciones internacionales, está dentro de las ciencias políticas y, creo que dentro de ésta perspectiva se puede entender y analizar el fenómeno del cine con una visión transversal más que como una disciplina propiamente dicha. De todos modos, lo que no se puede negar es la mutua relación, en los dos sentidos de ida y vuelta, entre cine y política. Ahora bien, en medio de los intentos de revivir y resucitar el conflicto de civilizaciones, después de haber vivido o malvivido, en el siglo pasado, una guerra fría, que no tenía nada de fría, y que aun colea, una cinta de celuloide que nos traslada a la época sensible de las cruzadas, lógicamente tiene que suscitar bastante polémica y ubicará el enfrentamiento de «la civilización del Islam vs. Occidente» en la perspectiva histórica de antaño, como en la actual y esta es precisamente la perspectiva a la que quiere trasladarnos Ridley Scott con su «Reino del Cielo».

 

En el contexto del axioma de que no hay verdad histórica absoluta tal y como nos advierte Eric Hobsbawn especialmente en la época que vivimos cuando plantea que; «Hoy la historia es más que nunca revisada o incluso inventada por personas que no desean conocer el verdadero pasado, sino solamente un pasado que esté de acuerdo con sus intereses. Nuestra época es la época de la gran mitología histórica». Mitología necesaria para justificar, entre otros hechos, el fenómeno colonial, y para tal efecto, el cine, la literatura y la historiografía han producido los prototipos del africano, del chino, del árabe, del hindú y del indio, entro otros, como tipos estandarizados, estereotipados, reducidos y estigmatizados, para justificar lo injustificable; el colonialismo. Pero, hay que reconocerlo, al margen de esta corriente predominante, siempre ha existido el otro cine, el cine crítico, el desmitificador.

 

«El Reino del Cielo» de Ridley Scott es una de este último tipo de cine, es una película histórica sobre la Jerusalém de Balduino IV durante las cruzadas, donde se ve enfrentado con los Templarios como enemigos internos, con quienes no encuentra el lenguaje común del entendimiento, como con Saladino como enemigo externo, con quien la química comunicativa funciona bien, todo envuelto en el ambiente de convivencia que reinaba en aquella Jerusalém entre musulmanes, judíos y cristianos. La parte ambiental que nos refleja Scott deja bien claro la naturaleza de enclave de los Reinos Cruzados de Jerusalém, Karak, Ramllah, etc., rodeados de un mundo hostil, el de los nativos. Carácter que no se puede dejar de ver en el conflicto actual que enfrenta al enclave «Israel» enfrentado con sus nativos, los palestinos. La idea principal que desarrolla Scott a través de su protagonista es la influencia de las ideas de un grupo reducido de caballeros de la cruzada, de que servir a Dios y pertenecer a su Reino es proteger al humano, al pobre, al marginado frente a los abusos de los poderosos (que en este caso los encarnan los templarios), en resumen nos quiere decir que el Reino del Cielo es salvaguardar la Paz, es proteger la armonía entre las religiones y las culturas, en contraposición con la idea motriz de las cruzadas como una guerra realizada por mandato devino con el fin de rescatar la Tierra Santa de manos de los «sarracenos» que en concreto se traduce en la persecución del botín y arrebatamiento de la riqueza ajena.

 

De hecho la cinta da una clara y paralela lectura sobre dos hechos actuales y candentes y si el espectador le quedaba alguna duda Scott se encarga de disiparla en el texto del mensaje escrito al finalizar la película. La primera lectura trata el enfrentamiento globalizado del terrorismo vs. contraterrorismo, lanzada por Bush, con dos polos que se alimentan mutuamente. Scott deja en claro tanto la falsedad como la futilidad de los argumentos religiosos que sustentan tanto el conflicto histórico como el actual de los Bush, los Hantington y los Ben Laden. La otra lectura trata el conflicto palestino israelí especialmente al poner en evidencia la convivencia histórica entre musulmanes, judíos y cristianos en Jerusalém y de este modo señalar la salida apropiada y humanista al conflicto. En esta lectura hay una consecuencia que me dejó agradable y, al mismo tiempo, tristemente sorprendido. Se trata de un diálogo entre el protagonista (Bailan de Ibilin) con Tiberías (el consejero del Rey Balduino IV) en donde se cuestiona el hecho de que las piedras sagradas de los templos, sean mezquitas o iglesias tengan más valor que la vida humana. Yo soy palestino y de Jerusalém y fueron tantas las veces que esta misma conversación se desarrolló en los diálogos con mis conciudadanos, tanto palestinos como israelíes, pero hoy y ahora, no nueve siglos atrás.

 

Las criticas a la obra cinematográfica de Scott, procedieron de un bando y del otro, pero curiosamente casi todas coinciden en el mismo argumento; la falta de rigor histórico. Lo que me pregunto es ¿Cuándo la industria del cine se ha caracterizado por tal rigor? ¿A caso » Lorenz de Arabia» lo tuvo? ¿O lo tuvieron las miles de cintas del celuloide sobre los indios de América, sobre el continente africano, etc.? Siempre he creído que la primera característica del cine es precisamente la ficción, lo malo de la cuestión es que no todo espectador lo ve así, pero queda la duda más que razonable, sobre si se puede pedir al cine el rigor del historiador. De hecho en la cinta hay más de un error histórico que han sido denunciados por un lado y por el otro y paradójicamente gran parte de estas denuncias tampoco son rigurosos en términos históricos. Al respecto conviene dejar en claro que el mismo Scott al presentar a un Balduino leproso, se ha encargad de decirnos que no busca en su cinta un recuento histórico, sino transmitir un mensaje, ya que hubo en la historia un Balduino, pero no leproso, lo mismo con el caso del asedio y batalla final donde Jerusalém se rinde a la fuerzas de Saladino, ya que hubo tal asedio y la ciudad se rindió pero sin ofrecer batalla. Con todo creo que la idea motriz que nos quiere transmitir Scott es válida y merece ser recibid, acogida y aplaudida en estos tiempos de cólera, de inquisiciones y disquisiciones.

 

Lo que merece destacar en la obra de Scott es que no toca ni cuestiona la fe, ni las convicciones religiosas de un lado ni del otro, él enfoca y critica la manipulación política de estas convicciones, pero no entra en el campo de la discusión teológica. A Scott le preocupa más los aspectos humanos de los conflictos y quizás ello se esconde en una de las escenas finales donde Saladino en respuesta a la pregunta de Ibilin; ¿Qué le significa Jerusalém? responde; «nada» y después de una pausa y con una socarrona sonrisa completa la respuesta «… y todo».

 

El comentario del escritor y académico saudita el Dr. Sulaiman Eldahian es ilustrativo sobre la interpretación de la película entre ciertos ambientes intelectuales árabes. Eldahian dice; «El auge de la corriente neoconservadora en Occidente, y el estallido de hostilidades con el Mundo Musulmán han arrojado sus sombras y efectos en los campos creativos del pensamiento incluido el cinematográfico donde apareció el documental de Adam Curtis escarpando las raíces del pensamiento fanático de occidentales y musulmanes exponiendo sus imaginarios y fuentes representados por Leo Strauss en Occidente y Saied Qutub entre los musulmanes, El Reino del Cielo plantea el mismo problema pero desde otra perspectiva, la de la búsqueda de una salida al conflicto, así inspirándose en el hecho histórico de las cruzadas, afirma la posibilidad de la convivencia pacifica entre cristianos y musulmanes dando relevancia al valor del ser humano sobre el valor sagrado del lugar».

 

Creo que es, a parte de angustioso, creativo volver a descubrir, con Scott, de que en el campo amigo, no todos son tan amigos, y que en el campo de los enemigos, tampoco todos son tan enemigos para ubicarnos mejor y entender que la utopía sigue aun lejana pero merece la pena tenerla constantemente presente.

 

Marwan Tahbub

Politólogo y ex diplomático palestino.

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