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La incorporación de los DRM a muchos de los productos editoriales convierten a los libros en la nube en verdaderas sombras

El cloud computing y el maestro armero

Fuentes: Los futuros del libro

El cloud computing es el nirvana de los datos, el más allá a la vez presente e inalcanzable donde, de ahora en adelante -si hacemos caso de las compañías prestatarias de servicios digitales e, incluso, de las editoriales-, se acomodarán y guardarán nuestros datos y contenidos. Qué mejor -podríamos pensar- que en un mundo de […]

El cloud computing es el nirvana de los datos, el más allá a la vez presente e inalcanzable donde, de ahora en adelante -si hacemos caso de las compañías prestatarias de servicios digitales e, incluso, de las editoriales-, se acomodarán y guardarán nuestros datos y contenidos. Qué mejor -podríamos pensar- que en un mundo de movilidad creciente y desplazamientos continuos tener siempre a mano los documentos, direcciones o, incluso, la biblioteca que uno haya atesorado con el paso del tiempo, por muy intangible que sea, por muy inmaterial o impalpable que parezca. Se exige, eso sí, un fuerte acto de fe, de creencia en lo invisible, una verdadera religión de lo digital en la que los celebrantes somos los usuarios de esos nuevos servicios. A esta nueva práctica, en realidad, ya se habían sumado hace mucho tiempo los proveedores de bases de datos de libros y revistas y, ahora, las propias librerías y editoriales que ofrecen a sus compradores y a sus lectores estanterías virtuales donde guardar sus ejemplares, libros en las nubes, libros aéreos e impalpables. Eso sí: si por alguna razón esos libros se perdieran o desaparecieran o el vendedor decidiera, en legítimo ejercicio de lo que su contrato le capacita, retirarlo del soporte donde ha sido almacenado previa compra, habría que reclamar al maestro armero.


En un semanario alemán -leído estos días pasados en Frankfurt- se relataba el caso sucedido recientemente en Estados Unidos -además de la ya archifamosa sustracción de Amazon– en el que una compañía proveedora de servicios de almacenamiento áereo de los datos de sus abonados ofrecía la cantidad de 100 dólares como compensación por su pérdida. No hace falta decir que la contabilidad estrictamente monetaria no siempre se corresponde con el valor real de las cosas. Además de esa evaporación celestial, la incorporación de los DRM a muchos de los productos editoriales que los usuarios adquieren convierten a los libros en la nube en verdaderas sombras de sus antepasados en papel, incorpóreos e inconsútiles: si éstos se caracterizaban, además de por encarnar físicamente el texto, por ser acumulables, prestables, reflejo de la memoria y la personalidad del lector que los acopió, aquéllos no son del lector, que solamente los disfrutará durante un tiempo limitado, sin posibilidad de prestárselos a sus allegados o de apilarlos en su biblioteca.

En la reciente reunión TOC en Frankfurt, Cory Doctorow defendió encendidamente el derecho de los usuarios a apropiarse de sus bibliotecas, de los contenidos que adquieren, sin cortapisas ni limitaciones que añadan a su probada volatilidad su encadenamiento tecnológico. Michael Tamblyn, de Shortcovers, empresa que practica decididamente el cloud booking, apostó, al menos, porque en el precio de los contenidos digitales se añada una cantidad determinada de unos céntimos que compense al editor por las posibles pérdidas que podrían derivarse de la circulación del contenido que libera. En todo caso, ante pérdida, daño o deterioro, como en el caso arriba mencionado, las reclamaciones al maestro armero.

Mientras esto ocurre, la siempre inquisitiva e inquieta Silvia Senz, me pone al corriente de la función reavivadora de los hospitales de libros: no se trata de un mero afán arqueológico de recuperación y preservación del patrimonio, que también, ni siquiera de un histérico deseo de bibliófilo despechado por la fealdad de los libros electrónicos, que tampoco falta, sino de una interrogación sólida y concluyente a la civilización del cloud computing y los maestros armeros.

  Fuente: http://weblogs.madrimasd.org/futurosdellibro/archive/2009/10/19/127207.aspx