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El «Congresso da Classe Trabalhadora», un retroceso inocultable

Fuentes: Correspondencia de Prensa

La convocatoria entusiasmaba. El Congresso da Classe Trabalhadora (Conclat) se proponía unificar, en una nueva central clasista, a las corrientes sindicales, populares, estudiantiles, que resisten la ofensiva del gobierno Lula y los empresarios. Y que, al mismo tiempo, enfrentan a las centrales (CUT, Força Sindical, etc.) sometidas al gobierno y al orden capitalista. El Conclat […]

La convocatoria entusiasmaba. El Congresso da Classe Trabalhadora (Conclat) se proponía unificar, en una nueva central clasista, a las corrientes sindicales, populares, estudiantiles, que resisten la ofensiva del gobierno Lula y los empresarios. Y que, al mismo tiempo, enfrentan a las centrales (CUT, Força Sindical, etc.) sometidas al gobierno y al orden capitalista.

El Conclat se realizó los días 5 y 6 de junio en la ciudad de Santos. (1) La masiva concurrencia reflejaba las expectativas creadas: 4.000 participantes y 3.200 delegados/as; cerca de 350 sindicatos, federaciones, movimientos y asociaciones que representaban, según los organizadores, a más 3 millones de trabajadores.  En los meses previos, 926 asambleas de base habían reunido alrededor de 20 mil trabajadores para debatir las distintas tesis, hacer propuestas, elegir delegados/as.

La presencia de numerosas delegaciones extranjeras, llegadas de 26 países de América Latina y el Caribe, Estados Unidos, Europa y Japón, le aportaba al Conclat la imprescindible dimensión internacionalista. Particularmente emotiva fue la presencia de Sotiris Martalis, del sindicato de profesores de Grecia, perteneciente a la ADEY (Confederación de Sindicatos del Sector Público), quien relató la lucha de los trabajadores griegos que enfrentan el brutal ataque capitalista contra los salarios, el empleo, y las jubilaciones. (2)

Relaciones de fuerza

Para los miles de participantes que se involucraron con la unificación, el Conclat era una suerte de síntesis de sus diversas experiencias. Es decir: traducía a un nivel organizativo y programático el comienzo de una reorganización sindical y popular que, si bien en una situación defensiva, se construía desde la oposición al programa neoliberal del gobierno patronal encabezado por Lula. Expresaba, por otra parte, los esfuerzos por unificar las luchas, pautar demandas y buscar consensos sobre puntos que dividían al campo clasista y anticapitalista.

Aunque todavía un fenómeno de vanguardia, minoritario en el conjunto de la clase trabajadora y sin la presencia de un sector decisivo de los explotados, como son los campesinos sin tierra (organizados mayoritariamente en el Movimento dos Trabalhadores Rurales Sim Terra), este proceso de unificación reflejaba la energía social acumulada en capas significativas del movimiento popular.

De hecho, el Conclat expresaba a un cierto nivel, el surgimiento de un nuevo sindicalismo. Un sindicalismo que, a la vez, vincula las demandas más concretas de las masas trabajadoras con el conjunto de las movilizaciones de los explotados y oprimidos bajo una perspectiva anticapitalista. De allí que el Conclat despuntaba como la posibilidad (tan sólo eso) de una alternativa para la disputa en las relaciones de fuerzas globales.

Porque de eso se trataba. De construir un instrumento para modificar (o intentar modificar) las relaciones de fuerzas entre el campo sindical clasista y las corporaciones sindicales subordinadas, política y materialmente, al aparato del Estado capitalista. (3) El jueves 3 de junio, una nota del diario Folha de Sao Paulo revelaba el escandaloso precio de esa subordinación: las centrales sindicales aliadas al gobierno habían recibido, desde 2008, la suma de 228 millones de reales (126,3 millones de dólares) como «rembolso» del «impuesto sindical». (4)

El Conclat tenía por delante el desafío de superar, en beneficio de las clases trabajadoras y oprimidas, la «bancarrota del proyecto sindical de izquierda combativa e independiente» iniciado con las grandes huelgas obreras de los años 1978-1980 y con la fundación de la CUT (Central Única dos Trabalhadores). Por tanto, el desafío exigía avanzar en la construcción de una alternativa clasista con incidencia decisiva en sectores claves de la clase trabajadora. Una delegada, trabajadora de la enseñanza, resumía el sentir de la base militante: «volvemos a fundar el sindicalismo de clase».

No obstante, este horizonte fue diluyéndose en el transcurrir mismo del Congreso. Pesó mucho más, para los aparatos sindicales de Conlutas e Intersindical,  la «razón» de sus propios argumentos y la «victoria» de sus propuestas. Arengaron a su tropa. Escucharon nada.  Impusieron – desde la tribuna y los grupos de discusión – una lógica de competencia. Hicieron prevalecer la disputa por las relaciones de fuerzas…al interior del Conclat.

Lamentablemente, el Conclat no logró afianzar ese camino de unidad. Por el contrario, terminó produciendo una grave fractura.  Y esta «interrupción del proceso de unificación» – que se venía gestando desde el Foro Social de Belén (enero 2009) –  es, por donde se la mire, un pesado retroceso. Imposible de ocultar o disfrazar. Bastaba ver el gesto amargo, desolado, indignado, de trabajadores y luchadores sociales de a pie – venidos con mil sacrificios de todo el país – para percibir las consecuencias del fracaso. De pronto, la contagiosa esperanza de los días anteriores se había apagado.

Mayoría sin liderazgo

La convocatoria al Conclat lucía en banderas y camisetas: «Vamos a unir para fortalecer la lucha». En esa simple consigna se planteaban las tareas: el Congreso para superar la fragmentación de la izquierda sindical; la nueva central como instrumento para organizar la lucha contra el capital.

En las distintas tesis presentadas (5) se podían encontrar convergencias y divergencias importantes, por ejemplo, sobre el funcionamiento de la futura central, la proporcionalidad, la integración y las atribuciones de la dirección. Lo mismo se podría decir respecto al análisis de la coyuntura nacional: había una «tensión de fondo» marcada por la campaña electoral. En el Congreso se hizo patente la rivalidad entre los que optaban por la candidatura de Ze María-PSTU (Partido Socialista dos Trabalhadores Unificado) y los que optaban por la de Plinio de Arruda Sampaio-PSOL (Partido Socialismo e Liberdade), como dos caminos distintos de expresar la lucha y los intereses de los trabajadores contra los dos partidos del orden burgués (PSDB y PT). El cobro de «responsabilidades» en torno a la no concreción del Frente de Izquierda, fueron una constante durante el Congreso.

Evidentemente, una candidatura presentada bajo el lema Frente de Izquierda, hubiera creado mejores condiciones para modificar la falsa polarización «centro-izquierda/centro derecha», que el sociólogo Ricardo Antúnes describe como un peligro de «americanización» del sistema político brasilero. 

De todas maneras, había un consenso fundamental en cuanto a la situación de las luchas sindicales y populares y, sobre todo, respecto al programa. Lo que animaba aún más la posibilidad de unificación.

En dos cuestiones centrales no había acuerdo: 1) naturaleza de la central; 2) el nombre de la nueva central. En once reuniones de la Comisión por la Reorganización/Coordinación pro Central, esas diferencias no se resolvieron. Acordaron laudarlas mediante el criterio de la «democracia obrera», es decir, votando en el Congreso. Ahora ya conocemos el resultado de esa decisión. En apariencia muy democrática.
 
Una clara mayoría de los delegados/as se pronunció a favor de la propuesta de Conlutas: una central sindical, popular y estudiantil. Sin duda una fórmula acertada, en sintonía con la pluralidad de sectores sociales involucrados en la reorganización sindical y popular. Intersindical proponía una central sindical que articulara en un Foro Nacional con el movimiento estudiantil. Seguidamente, a propuesta de Conlutas,  la misma mayoría votó a favor de la integración de los estudiantes en la dirección de la nueva central. (6) 
 
En cuanto al nombre, una ajustada mayoría (imposible de cuantificar en la medida que no se contaron los votos), impuso la denominación «Conlutas-Intersindical/Central Sindical y Popular». Los delegados/as de Intersindical (que ya había desautorizado el uso de su nombre en la nueva central), del MAS (7) y de Unidos pra Lutar (8), se rebelaron ante el «atropello». Y se fueron del Congreso. El proceso de unificación estaba «interrumpido».

El «restablecimiento» del Congreso – luego del retiro de los delegados/as de Intersindical/Unidos/MAS – profundizó la ruptura. La mayoría que constituyó finalmente la «nueva central sindical» es, principalmente, Conlutas. Otras corrientes la acompañan: Movimento dos Trabalhadores Sim Teto (MTST); Terra Livre   (Movimento popular do campo e da cidade); Movimento Popular pela Reforma Agrária (MPRA)  y, sorprendentemente, el Movimento Terra, Trabalho e Liberdade (MTL), organización que integra una fracción oportunista del PSOL. (9) 

Las formalidades dicen que el Congreso decidió. Qué hubo una mayoría (lo que nadie discute) y una minoría. Que existió una «legitimidad democrática». Ya sin el clima de entusiasmo y con poco más de la mitad de los delegados/as en la sala, se anunció la constitución de la nueva central y la integración de una «Secretaría Ejecutiva Nacional Provisoria» de 21 miembros acordada por consenso con amplia primacía de Conlutas. (10) Estará encargada de «encaminar las resoluciones» y de re-establecer las relaciones con el sector que se retiró del Congreso.

Las principales fuerzas se han pronunciado sobre el resultado. Para Conlutas: «Lo que qué iba a ser una gran victoria del proceso de reorganización, infelizmente, se transformó en una derrota, por la decisión del bloque Intersindical/Unidos/MAS de retirarse del Congreso después de perder la votación del nombre de la nueva entidad». Para Intersindical: «Infelizmente, lo que no deseábamos ocurrió! Tuvimos que interrumpir el proceso de fundación de la central. El debate sobre la construcción de la nueva Central (naturaleza, política y nombre) reveló la más absoluta falta de voluntad, por parte de la mayoría de Conlutas, en construir una síntesis de opiniones divergentes, optando por el método, a partir de una mayoría numérica (pequeña y eventual) de delegados y delegadas en el Congreso, de querer imponer una visión única». (11)

Casi todas las corrientes coinciden en persistir explorando los caminos de la unidad. Aunque la idea que predomina es que la ruptura es «irreversible» si la mayoría mantiene las posiciones y los métodos que condujeron al fracaso final. Se apunta, obviamente, a la «responsabilidad» de Conlutas y a la fuerza política que la hegemoniza: el PSTU.

No se descubre nada al decir que el PSTU tiene un peso decisivo en Conlutas. Y en muchas luchas sociales. Es imposible entender la génesis y el desarrollo de Conlutas sin considerar la audacia y el compromiso activo de los militantes y dirigentes sindicales del PSTU en ese proceso. Por tanto, la mayoría construida por el PSTU en Conlutas tiene una legitimidad política incontestable.

También es cierto: existe una responsabilidad de Conlutas/PSTU en el fracaso del Conclat. ¿Por «abusar» de su mayoría? ¿Por «atropellar» a la minoría? Sería una explicación unilateral y sectaria. El drama fue la incapacidad de ejercer un liderazgo a partir de esa mayoría obtenida en el Conclat. Un liderazgo que trascendiera las fronteras de Conlutas/PSTU, es decir, más allá de su delimitado campo de adhesiones e influencias conquistadas. Un liderazgo que, en definitiva, promoviera y asegurara tanto los acuerdos como los consensos. Imprescindibles en cualquier proceso de unificación que – como el que abría el Conclat –  involucraba a fuerzas, tradiciones, y prácticas muy diferentes; un proceso en el cual se debía afirmar la madurez y la credibilidad de una dirección; una capacidad que, por otra parte, venía siendo examinada por amplias capas sociales que llegaban a reunirse en el Conclat.

El grave error fue no componer. Y el de no ejercer un verdadero liderazgo. Porque desde el inicio del Congreso se olfateaba un clima de ruptura en las diversas tendencias de Intersindical (que a su vez responden en muchos casos a fracciones del PSOL) que temían ser «anexadas» por Conlutas y caer en la órbita del PSTU (luego de las votaciones sobre la naturaleza y el nombre de la nueva central, hubo una desbandada de los delegados/as de Intersindical, obligando a su dirección a retirarse). También, porque era sabido que sectores importantes de Intersindical (que no participaron del Conclat) mantenían una negativa respecto a la unificación con Conlutas: porque «cerraba las puertas» a corrientes de izquierda en la CUT, críticas de la subordinación al gobierno.

¿»Autismo político» como dijo un delegado de base? Difícil de afirmar para un «observador» extranjero. No obstante, queda la percepción de que el «estado mayor» de Conlutas/PSTU no debió forzar la votación sobre el nombre de la nueva central. No sólo porque no reflejaba el proceso reorganización sindical y popular, sino porque no respetaba las distintas sensibilidades y pluralidades representadas en el Conclat.

Antes del Conclat (los días 3 y 4 de junio) fue realizado el Congreso de Conlutas. Sería el Congreso de su «disolución». Pero no lo fue. Los 1.800 delegados/as que participaron de manera enfervorizada, tanto en los debates como en las votaciones, terminaron por auto-afirmar la continuidad de Conlutas. Resultó un mandato inapelable en defensa de la «identidad». Dos días después, a la hora de quebrar el impasse en el Conclat, no hubo consenso, ni se hicieron «concesiones». La dirección de Conlutas/PSTU se refugió en el hermético centralismo ante un proceso de reorganización que iba más allá de sus fuerzas militantes y de su campo de influencias.

Los esfuerzos y negociaciones de último momento resultaron vanos. Luego de las votaciones, cientos de delegado/as abandonaron el Congreso. La mayoría de Intersindical y muchos de Conlutas. Con la sensación de que se había perdido una inapreciable oportunidad.

Notas

1) El Conclat fue convocado y organizado por Conlutas (Coordinaçào Nacional de Lutas); Intersindical; MAS (Movimento Avançando Sindical); MTST (Movimento dos Trabalhadores Sim Teto); MTL (Movimento Terra, Trabalho e Liberdade); y la Pastoral Operaria (PO – Metropolitana de Sao Paulo).

2) Entre las delegaciones sindicales extranjeras, se pueden destacar: SUD-Solidaires, Unitaires et Démocratiques (Francia); Sindicato Nacional de Empresas Ferroviarias (Japón); Labor Notes (EEUU); y la Corriente, Clasista, Unitaria, Revolucionaria y Autónoma (Venezuela). Entre las organizaciones políticas internacionales estaban: Batay Ouvriye (Haití); Nuevo Partido Anticapitalista (Francia); Corriente Roja (Estado español); y el Movimiento Por el Socialismo (Suiza). Además de numerosos grupos de América Latina y el Caribe. El lunes 7 de junio, las delegaciones extranjeras realizaron un encuentro internacional para coordinar campañas de solidaridad.

3) Las seis centrales sindicales reconocidas legalmente reciben dineros del Estado. Todas ellas hacen campaña por Dilma Rousseff, candidata presidencial del PT. La CUT (brazo sindical del PT) y  Força Sindical (burocracia escindida del PCB y reciclada en su momento por Collor de Mello para frenar el «sindicalismo salvaje de la CUT») son las que cuentan con más afiliados.

4) El «impuesto sindical» fue creado por el gobierno de Getulio Vargas en 1940. Hoy es obligatorio y lo pagan todos los trabajadores, estén sindicalizados o no. Equivale al salario de un día y se descuenta en el mes de marzo de cada año. También es cobrado a los patrones. Las dos centrales mayoritarias, CUT y Força Sindical recibieron, solamente en 2010, la suma de 50 millones de reales (29 millones de dólares aproximadamente). El «impuesto sindical» lo recauda el gobierno, desde 2008 lo distribuye entre las centrales, federaciones sindicales, y gremios empresariales. Actualmente es la principal fuente de ingresos de los sindicatos. La CUT lo denuncia como un «recurso espúreo», pero se lo embolsa. 

5) Todas las tesis están disponibles en los sitios de Conlutas e Intersindical:  http://www.conlutas.org.br/site1/default.asp y www.intersindical.inf.br

6) La representación estudiantil en el Conclat estuvo a cargo de la ANEL (Asambleia Nacional dos Estudantes – Livre), está compuesta mayoritariamente por jóvenes militantes del PSTU que rompieron con la UNE (Uniao Nacional dos Estudantes) dominada por fuerzas políticas que apoyan al gobierno Lula, principalmente el PCdoB y el PT.

7) El MAS (Movimento Avançando Sindical), de orígenes estalinistas, está animado por la Corrente Comunista Luís Carlos Prestes.

8) Unidos pra Lutar es el frente sindical de la Corrente Socialista dos Trabalhadores (CST), organización trotskista que integra el PSOL. Hasta el Conclat, fue parte de Conlutas. Defendió tesis propias que en algunos temas se oponían a las propuestas mayoritarias en Conlutas, sobre todo respecto al carácter y al nombre de la nueva central.

9) Esta fracción del PSOL está compuesta por el Movimento Terra, Trabalho e Liberdade (MTL), el Movimento Esquerda Socialista (MES) y la ex senadora Heloísa Helena. Es la fracción que proponía que el PSOL apoyara la candidatura presidencial de Marina Silva (Partido Verde). No apoyó la elección de Plinio de Arruda Sampaio como candidato presidencial del PSOL. Acepta las «donaciones» de empresas privadas en las campañas electorales.

10) La Secretaria Executiva Nacional Provisoria está integrada por 3 militantes de Terra Livre, 3 del MTL, 3 del MTST y 12 de Conlutas.

11) La versión completa de las dos declaraciones (en portugués) está en los sitios de Conlutas e Intersindical.

Ernesto Herrera es Miembro del Colectivo Militante (Uruguay), editor de Correspondencia de Prensa.

Fuente original: http://www.enlacesocialista.org.mx/articulo-brasil-conclat-un-retroceso-inocultable.html